Un tercer informe de pederastia en el clero con 50 nuevos casos eleva a 500 los cl¨¦rigos acusados en un solo a?o
El nuevo dosier de EL PA?S, entregado a la Conferencia Episcopal y al Defensor del Pueblo, recopila 79 testimonios. Muchos lo contaron en su d¨ªa, pero la Iglesia no hizo nada. ¡°Espa?a necesita que haya una denuncia masiva para que las cosas cambien¡±, dice una de las v¨ªctimas
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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La Iglesia espa?ola sumar¨¢ a su investigaci¨®n...
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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La Iglesia espa?ola sumar¨¢ a su investigaci¨®n de la pederastia en el clero un tercer informe de EL PA?S, entregado al presidente de la Conferencia Episcopal (CEE) y al Defensor del Pueblo, que recoge 79 testimonios con acusaciones a 70 sacerdotes, religiosos y seglares de instituciones religiosas, de los cuales 50 nombres eran desconocidos hasta ahora. En el dosier se cuentan 103 v¨ªctimas. De este modo, el total de casos recopilados, investigados y entregados por este diario, asciende a 500 en el plazo de un a?o, al sumar este tercer estudio a los presentados en diciembre de 2021 y junio de 2022, presentados tambi¨¦n al Vaticano. En total, los tres suman m¨¢s de 1.000 p¨¢ginas. Es un aumento vertiginoso que ha doblado en 12 meses el n¨²mero de casos conocidos en Espa?a: ahora son 906, con 1.713 v¨ªctimas, desde los a?os cuarenta a la actualidad. Y hace solo cuatro a?os, cuando este peri¨®dico comenz¨® su investigaci¨®n, eran solo 34. Te¨®ricamente, era un problema que en la Iglesia espa?ola no exist¨ªa. En realidad, este diario ha usado el criterio m¨¢s restrictivo para contabilizar las v¨ªctimas, solo por testimonios directos, pero pueden ser miles, porque en decenas de casos los denunciantes hablan de agresores que pasaron a?os en colegios o seminarios. Las cifras que se conocen provienen de la contabilidad que lleva EL PA?S, la ¨²nica existente ante la ausencia de datos oficiales o eclesi¨¢sticos, con una base de datos abierta que re¨²ne todos los casos que han trascendido a trav¨¦s de los medios o sentencias judiciales. En tan solo un a?o, la jerarqu¨ªa eclesial espa?ola ha tenido que hacer frente a m¨¢s denuncias que en todo el siglo XX y el actual. No obstante, nada se sabe a¨²n de c¨®mo las ha gestionado y la transparencia sigue siendo nula.
Ante el conocimiento de cualquier noticia de abusos, la Iglesia cat¨®lica est¨¢ obligada por las normas can¨®nicas a abrir una investigaci¨®n de cada caso, aunque es una labor fragmentada e imprevisible: cada di¨®cesis y cada orden afectadas se investigan a s¨ª mismas y lo afrontan por su cuenta, seg¨²n sus diferentes criterios y sensibilidades. Como en las ocasiones anteriores, este diario ha protegido en el informe la identidad de los denunciantes, pero se ha puesto a disposici¨®n de la Iglesia para facilitar el contacto con ellos cuando as¨ª lo deseen, y que puedan colaborar en la investigaci¨®n. No obstante, la actitud de las autoridades eclesi¨¢sticas, que nunca ha querido revelar los casos que conoce, ofrece poca credibilidad para la mayor¨ªa de las v¨ªctimas. Incluso muchas de las que han accedido a colaborar en muchos casos han salido decepcionadas ante el trato recibido y la escasa voluntad de investigar. La novedad, desde julio, es que ya hay una alternativa institucional, la comisi¨®n de investigaci¨®n del Defensor del Pueblo, que lleva recogidos m¨¢s de 400 testimonios. Esta iniciativa fue aprobada por el Congreso en marzo, a ra¨ªz del impacto del primer informe de EL PA?S. La Iglesia tambi¨¦n reaccion¨® por primera vez y encarg¨® en febrero una auditor¨ªa a un despacho de abogados de Madrid. Tambi¨¦n pas¨® de decir durante a?os que eran ¡°muy pocos casos¡± a admitir de golpe 506 denuncias en marzo.
Esta es la lista de los nuevos acusados de abusos en la Iglesia en el tercer informe de EL PA?S
En este tercer informe, el tipo de abusos va desde tocamientos por encima de la ropa hasta violaciones continuadas en el tiempo. Las edades oscilan entre los cuatro y los 17 a?os, aunque la media m¨¢s com¨²n va de los 10 a los 14. En la mayor¨ªa de los casos (un 96,68%), las v¨ªctimas son hombres. El caso m¨¢s antiguo es de 1955 y el m¨¢s reciente, de 2002. Por d¨¦cadas, seis casos son de los a?os cincuenta, 17 de los sesenta, 25 de los setenta, 12 de los ochenta, siete de los noventa y solo dos corresponden al nuevo siglo. Todos han prescrito ante la justicia penal. El 80% incumbe a ¨®rdenes religiosas. Los 14 casos restantes se?alan a cl¨¦rigos de 12 di¨®cesis: Ciudad Real, Zaragoza, Tarazona, Tenerife, Teruel, Zamora, Plasencia, Ourense, Orihuela-Alicante, M¨¢laga, Barcelona y Ja¨¦n.
Suso Valeiras, de 65 a?os, es una de las v¨ªctimas que escribi¨® a EL PA?S en junio, d¨ªas despu¨¦s de que los obispos recibieran el segundo informe. Se enter¨® a trav¨¦s de la radio de la existencia del correo electr¨®nico del diario donde pod¨ªa escribir para contar su historia. No lo dud¨®: ¡°Cuento mi caso para que compute como uno m¨¢s y para que m¨¢s gente se anime a contar si sufri¨® abusos. Espa?a necesita que haya una denuncia masiva para que las cosas cambien de una vez¡±. La historia que relata ocurri¨® durante el verano de 1970 en su pueblo, Carballino, en Ourense. Ten¨ªa 12 a?os y ese curso las asignaturas suspensas se le amontonaron. Para remediar sus malas notas, un t¨ªo suyo present¨® a la familia a un amigo fraile que pasaba las vacaciones en la localidad para que le diera clases particulares. ¡°No recuerdo el nombre. No era del pueblo, pero iba a veranear a ¨¦l. Estaba en una especie de pensi¨®n, donde me acerqu¨¦ a que me diera clases de lat¨ªn y franc¨¦s. No s¨¦ c¨®mo, pero el primer d¨ªa me llev¨® a la habitaci¨®n, cerr¨® la puerta, se quit¨® el h¨¢bito y lo colg¨® en la puerta. Me qued¨¦ medio desnudo y se masturb¨® encima de m¨ª. Recuerdo que luego me repiti¨® constantemente: ¡®No se lo digas a nadie, no se lo digas a nadie¡¡±, narra.
Pero Valeiras no le hizo caso. Al llegar a casa se lo cont¨® a su madre: ¡°Yo no entend¨ªa la gravedad, creo que si lo hubiese entendido no lo hubiese contado. S¨¦ que mis padres fueron a la polic¨ªa y lo denunciaron¡±. Dice que recuerda que a los pocos d¨ªas se acerc¨® a la estaci¨®n de autobuses a mirar los horarios. ¡°Me lo encontr¨¦ sentado en un banco junto con dos hombres. Creo que ser¨ªan dos personas que se lo llevaban detenido. Me mir¨® con rabia y enfadado. Yo me asust¨¦ y sal¨ª corriendo¡±, explica. Su hermana mayor le cont¨® a?os despu¨¦s que por aquellos d¨ªas se present¨® en su casa el obispo de Ourense, que entonces era ?ngel Temi?o S¨¢iz, para pedirles a sus padres que retirasen la denuncia. ¡°Les dijo, me cuenta mi hermana que estaba all¨ª, que ¨¦l se encargar¨ªa de que el fraile pagase por lo que me hizo. Y mis padres retiraron la denuncia¡±, afirma Valeiras. Este diario ha intentado sin ¨¦xito obtener la versi¨®n de la di¨®cesis. El encubrimiento que se?ala esta v¨ªctima es otra de las realidades que vuelve a aparecer en este tercer informe. Al menos 26 cargos eclesi¨¢sticos est¨¢n acusados de encubrir abusos en este dosier, y cuatro de ellos eran obispos. EL PA?S ya ha publicado este verano una lista de 39 obispos espa?oles sospechosos de encubrir o silenciar casos de abusos, pero la Iglesia no ha mostrado ninguna reacci¨®n y no ha tenido ninguna consecuencia.
Hasta la entrega de este tercer dosier solo hab¨ªa una provincia espa?ola que no registraba ning¨²n caso: Guadalajara. Este es el motivo por el que Vicente Carrasco escribi¨® a EL PA?S. ¡°Cuando le¨ª que era el ¨²nico sitio donde no se registraban abusos de la Iglesia, no me lo pens¨¦ y envi¨¦ un mail. Entre 1982 y 1984, en el colegio marista de Guadalajara, Antonio Tejedor Mingo tocaba a los ni?os durante las clases de pretecnolog¨ªa¡±, relata. Los alumnos lo apodaban El Morsa, por su gran bigote. Carrasco, que no sufri¨® abusos, afirma que vio c¨®mo este marista met¨ªa sus manos por debajo del ch¨¢ndal de al menos 15 alumnos de entre 12 y 14 a?os, que puede enumerar con nombre y apellidos. Seg¨²n su testimonio, El Morsa, que tambi¨¦n daba clase de religi¨®n y gimnasia, se sentaba tras su escritorio en el aula y cuando los estudiantes acud¨ªan a preguntarle algo introduc¨ªa su mano por detr¨¢s del pantal¨®n. ¡°Una vez incluso ten¨ªa uno a cada lado, las dos manos rebuscando dentro de los pantalones de dos adolescentes. Recuerdo todo esto porque no estar¨ªan a m¨¢s de cuatro metros de m¨ª. Llevo callado desde 1982 porque a m¨ª no me pas¨® nada, a m¨ª no me meti¨® mano aquel monstruo, pero lo ve¨ªa d¨ªa s¨ª y d¨ªa no¡±, afirma.
Uno de esos chicos de los que habla Carrasco es Bautista (nombre ficticio), que tambi¨¦n ha contactado con este diario. ¡°Yo fui uno de los ni?os a los que Antonio Tejedor Mingo, El Morsa, les met¨ªa la mano por dentro de la camisa durante las clases. Lo hac¨ªa delante de todo el mundo, no se escond¨ªa. Siempre ¨¦ramos los que ten¨ªamos un aspecto m¨¢s de ni?o. Lo hac¨ªa mientras se paseaba entre los pupitres y explicaba alguna cosa durante sus clases de pretecnolog¨ªa. No s¨¦ si hac¨ªa cosas m¨¢s graves en privado¡±, describe este exalumno, que afirma que los tocamientos no le causaron ning¨²n trauma. ¡°Ahora lo ves y sabes que eso no era correcto. He escuchado historias de compa?eros que afirmaban que otros alumnos lo pasaron peor. Cuento esto porque quiz¨¢ pueda ayudar a alguien que lo pas¨® peor que yo¡±, concluye. Sobre lo que hac¨ªa Tejedor con otros alumnos en privado tambi¨¦n habla otro exalumno que prefiere guardar el anonimato. Seg¨²n su relato, el acusado ten¨ªa una oficina al lado de la puerta de salida a los patios, con una puerta de madera con un cristal esmerilado. Un d¨ªa, durante el curso de 1978, acudi¨® a pedirle un bal¨®n para jugar al f¨²tbol ¡°Me acerqu¨¦ a la puerta y llam¨¦ a la misma con mis nudillos. El Morsa contest¨® muy nerviosamente desde dentro: ¡®Espera, espera un momento¡¯. Descorri¨® el cerrojo y un alumno sali¨® corriendo por el hueco de la puerta subi¨¦ndose el pantal¨®n de deporte. Al entrar, estaba el profesor tambi¨¦n ajust¨¢ndose el pantal¨®n del ch¨¢ndal¡±, describe.
Carrasco cuenta que escribi¨® hace meses a la orden para que investigasen lo sucedido. Un marista, ¡°encargado de gestionar los temas de abusos¡±, le propuso quedar en persona para pedirle perd¨®n. ¡°Yo no necesito que me pidan perd¨®n, no soy una v¨ªctima. Yo quiero que investiguen¡±, dice Vicente. En septiembre volvi¨® a contactar con la orden para que le informasen sobre qu¨¦ hab¨ªan averiguado en la investigaci¨®n. La respuesta fue que necesitaban que una v¨ªctima se comunicara con ellos para iniciar las pesquisas. Tambi¨¦n se comprometi¨® a escribir a las v¨ªctimas que conoc¨ªa para que denunciasen su caso a los maristas. ¡°No me quisieron decir si El Morsa segu¨ªa activo o lo hab¨ªan apartado¡±, dice Carrasco. Actualmente, Tejedor ocupa el cargo de delegado de SED, una ONG caritativa religiosa vinculada a la orden marista. La orden confirma que este testigo contact¨® con ellos, pero asegura que s¨ª ha abierto una informaci¨®n y que no tienen ¡°constancia en estos momentos de ninguna v¨ªctima¡±.
El caso de Mercedes Chiva, vecina de Rub¨ª, Barcelona, que se qued¨® hu¨¦rfana de padre siendo ni?a, es otra modalidad que se repite: el cura que se hace amigo de la familia y se mete en casa. En este caso, literalmente, porque empez¨® yendo a comer, luego se quedaba a dormir, viajaba con ellos y usaba su coche. ¡°Al final, casi viv¨ªa con nosotros¡±, relata Chiva. ¡°Hac¨ªa las veces de padre conmigo y con mis dos hermanos. Nos pegaba y nos gritaba¡±. Este cura era un jesuita, Roberto Pascual Mart¨ªn, y Chiva denuncia que abus¨® de ella desde los 13 a los 14 a?os, en 1976. Tambi¨¦n lo hizo con su prima, asegura. Era el director de la escuela Nuestra Se?ora de Montserrat de Rub¨ª y dirig¨ªa la parroquia de San F¨¦lix, en el barrio de El Pinar.
¡°Los tocamientos empezaron en octavo de EGB, en mi casa. Dec¨ªa: ¡®Vamos a repasar la lecci¨®n¡¯. Ven¨ªa a mi cuarto y cerraba la puerta. Se sentaba a mi lado y empezaba a tocarme. Yo me angustiaba porque no sab¨ªa hasta d¨®nde pod¨ªa llegar esa mano. Era horrible estudiar con su boca a mi lado¡±. Recuerda que le regalaba de todo, ¡°me llevaba al Corte Ingl¨¦s y me compraba lo que quer¨ªa¡±. Con 14 a?os, un d¨ªa le dijo: ¡°No me haga esto nunca m¨¢s¡±. Y no se repiti¨®.
Pero luego empieza otra larga historia de pedir ayuda en la Iglesia y recibir solo indiferencia y encubrimiento del acusado. Hacia 1980, con 18 a?os, lo cont¨® en confesi¨®n al padre Joaqu¨ªn Rius, p¨¢rroco de San Pere, en Rub¨ª. ¡°Se puso furioso. No s¨¦ qu¨¦ hizo, pero al cura lo trasladaron de inmediato, creo que a un centro de jesuitas en Tarragona. Supongo que sigui¨® en contacto con menores¡±. Los jesuitas aseguran que no ten¨ªan conocimiento de ninguna denuncia contra Roberto Pascual Mart¨ªn. En 2005, al querer pedir la nulidad de su matrimonio, volvi¨® a contar los abusos a las monjas de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, con quien ten¨ªa mucha amistad, y ellas informaron de inmediato al obispo de Gerona, Carles Soler Perdig¨®, que la remiti¨® al tribunal eclesi¨¢stico, en Barcelona. ¡°Me entrevist¨¦ con el vicario judicial, Xavier Bastida. No me dijo nada. Luego tampoco me inform¨® de nada. Ni s¨¦ si hizo algo¡±. En 2010 lo denunci¨® a los Mossos d¡¯ Esquadra: ¡°Me informaron de que hab¨ªa prescrito, y no hicieron nada, que yo sepa¡±.
En 2022, despu¨¦s de leer en EL PA?S las informaciones de casos de abusos, contact¨® con los jesuitas. Est¨¢ agradecida por el apoyo que la orden le ha dado, que le ha costeado el acceso a terapia, y dice haberse sentido ¡°acogida y comprendida¡±. ¡°Ped¨ª tres cosas: que mi agresor no ejerciera, que no est¨¦ en contacto con menores y una carta suya de disculpa. Me dijeron que lo han enviado a una casa de jesuitas en San Cugat, pero llevo ocho meses esperando y ni siquiera me ha pedido perd¨®n. Y yo no pido nada m¨¢s, no busco dinero. Esa carta es la paz que yo necesito. Y no s¨¦ qu¨¦ proceso est¨¢n siguiendo, deber¨ªa recibir una reprimenda, que sepa por qu¨¦ se lo traslada, no porque es mayor y es diab¨¦tico¡±. La Compa?¨ªa de Jes¨²s explica que los procesos de justicia restaurativa son lentos, pero siguen trabajando en ello y est¨¢n a disposici¨®n de todas las v¨ªctimas. Mercedes Chiva concluye: ¡°Quiero que se sepa la verdad. Necesito que esto tenga un punto final, es como si me persiguiera. Necesito justicia. Estos delitos no pueden prescribir. Nos roban el alma, matan a las personas. Y luego dicen que ten¨ªas que haberlo dicho, o que te lo est¨¢s inventando. A la mayor¨ªa de la gente a quien yo se lo he contado no me ha hablado nunca m¨¢s¡±.
Si conoce alg¨²n caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escr¨ªbanos con su denuncia a abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, escr¨ªbanos a abusosamerica@elpais.es.