¡®Jugando con fuego¡¯, donde el sexo arruina a todos
En el ¡®reality¡¯ de m¨¢s ¨¦xito de Netflix, los concursantes no deben mantener relaciones sexuales: a cambio, se les premia por ¡°crecimiento personal¡±
En un mundo en el que conseguir sexo es m¨¢s f¨¢cil que nunca, lo m¨¢s explosivo es ver a gente luchando por no practicarlo. Esa es la premisa del reality show Jugando con fuego (Too hot to handle), uno de los mayores fen¨®menos de Netflix durante el ¨²ltimo mes. La recompensa econ¨®mica para aquellos que consigan mantener su abstinencia lo convierte en un documental sobre prostituci¨®n inversa: ganan dinero por no acostarse con nadie. La tensi¨®n surge porque los diez concursantes est¨¢n obsesionados con el sexo. Pero no ta...
En un mundo en el que conseguir sexo es m¨¢s f¨¢cil que nunca, lo m¨¢s explosivo es ver a gente luchando por no practicarlo. Esa es la premisa del reality show Jugando con fuego (Too hot to handle), uno de los mayores fen¨®menos de Netflix durante el ¨²ltimo mes. La recompensa econ¨®mica para aquellos que consigan mantener su abstinencia lo convierte en un documental sobre prostituci¨®n inversa: ganan dinero por no acostarse con nadie. La tensi¨®n surge porque los diez concursantes est¨¢n obsesionados con el sexo. Pero no tanto con el coito en s¨ª como con la seducci¨®n: para ellos, excitar a los dem¨¢s puede ser tan satisfactorio como pasar a mayores. As¨ª es el erotismo en tiempos de Instagram. Ninguno de los diez participantes, de entre 20 y 30 a?os, concibe la intimidad en par¨¢metros del siglo XX: nacieron con la telerrealidad ya asentada en sus televisores. Por eso, cuando no pueden mantener relaciones sexuales, solo hablan sobre las ganas que tienen de mantenerlas. Jugando con fuego es un programa sobre la hip¨®tesis de practicar sexo.
Aqu¨ª se celebra todo a trav¨¦s de esa lente. Los concursantes aseguran que les excitan los acentos extranjeros, pero no saben d¨®nde est¨¢ Australia. Cuando alguien pregunta qu¨¦ hora es, todos responden al un¨ªsono ¡°?la hora sexy!¡±. Los participantes representan el fen¨®meno actual de los veintea?eros con tan pocas preocupaciones reales que pueden permitirse comportarse como adolescentes hasta los 35. Y ese privilegio hace que para ellos sea un reto pasarse un mes sin tocarse: se sobreentiende que tienen solvencia econ¨®mica, poner diez personas con deudas seguro que no generar¨ªa conflictos tan sexys.
Hay un premio final de 92.000 euros, del que se ir¨¢n descontando multas con cada infracci¨®n de las reglas. Esto cuantifica el valor econ¨®mico del sexo: los besos cuestan 2.700 euros, las felaciones 5.500, los coitos 18.000. Aqu¨ª se plantea el primer conflicto: cuanto m¨¢s se infrinjan las reglas (esto es, cuanto m¨¢s sexo se practique), m¨¢s se deval¨²a la abstinencia. Cuantos m¨¢s concursantes se dejen caer en la tentaci¨®n, m¨¢s concursantes llegar¨¢n a la conclusi¨®n de que contenerse no les sale a cuenta. Porque uno puede reprimir sus ganas de mojar pero siempre habr¨¢ un Alfonso Merlos que se salte las reglas y haga sentirse unos pardillos a los dem¨¢s. Lo que Jugando con fuego realmente est¨¢ poniendo a prueba, por tanto, es el sentido de la comunidad y de la solidaridad de sus concursantes.
El gran hermano aqu¨ª es Lana, una inteligencia artificial que comunica las reglas y las multas. Lana no solo sanciona, sino que tambi¨¦n premia: cuando considera que dos participantes han alcanzado una conexi¨®n emocional profunda, sus relojes se ponen en verde autoriz¨¢ndolos a besarse. Como quien le da una golosina a un perro. No hay m¨¢s colores que el verde (imaginemos que una confesi¨®n sobre un trauma infantil fuese premiada con el color naranja: te has ganado el permiso para bajar de la cintura). Lana demoniza el sexo al partir de la base de que practicarlo es incompatible con conectar emocionalmente.
El sexo, la clase social, el tiempo o incluso las unidades de medida (Sharron compara su pene con un bote de ambientador) significan en esa isla cosas distintas a en el mundo real. El concepto de raza directamente no existe: aparecen mencionadas como un fetiche sexual (los afroamericanos Kelz y Sharron afirman que su raza es un afrodis¨ªaco para las ¡°nenas¡±; en otro momento los tonos de piel son descritos con sabores de helado: vainilla, caramelo, nuez pecana). Mientras, los talleres de crecimiento personal evocan ese tipo de ejercicios de autoayuda que solo funcionan entre gente blanca acomodada: mirarse a los ojos fijamente, dibujar sus defectos y luego hacer pedazos el lienzo emulando a Braveheart, dibujar sus vaginas (llamadas ¡°yoni¡±, el t¨¦rmino s¨¢nscrito, siempre los blancos de clase alta anglosajones buscan su espiritualidad en Oriente) con forma de mariposa o unicornios. Y por supuesto repitiendo la palabra ¡°empoderamiento¡± hasta desgastarla o escribir los insultos que han recibido sobre sus cuerpos y luego darse un ba?o en el mar para dejarlos atr¨¢s. As¨ª de f¨¢cil. La sumisi¨®n con la que los concursantes recitan el discurso de Lana convierte por momentos a Jugando con fuego en un docurreality sobre una secta. La secta m¨¢s sexy del Caribe.
Los hay que rechazan la filosof¨ªa de Lana. Una concursante, Hailey, exclama ¡°Me da igual el crecimiento personal de gente que ni siquiera me cae bien¡±; otra, Madison, una extra irrelevante; y Kori, un chulopiscinas que no aprende ninguna lecci¨®n. Son desterrados fulminantemente por la inteligencia artificial, sin opci¨®n a segunda oportunidad, en una maniobra de los productores para lavarse las manos de toda responsabilidad de expulsar del concurso a aquellos que no den contenido. Nicole literalmente no hace nada en todo el concurso, pero no molesta: se queda. Matthew decide abandonar por su propio pie cuando se da cuenta de que nadie le pone cachondo y por tanto no hay retos espirituales para su abstinencia en ese resort.
La narradora del programa va comentando los (pocos) acontecimientos que ocurren y ridiculizando a los concursantes: re¨²ne en una isla a una pandilla de personas fr¨ªvolas obsesionadas con el sexo y con su f¨ªsico y a continuaci¨®n se r¨ªe de ellos por eso mismo. La escasa inteligencia y nulo nivel cultural de los participantes (personificados en Chloe, la ¨²nica con carisma: ¡°?que nadie le cuente al nuevo lo tonta que soy!¡±, exclama) podr¨ªa resultar c¨®mica, pero cuando la propia narradora se r¨ªe de ellos el efecto es cruel y mezquino.
Jugando con fuego acaba cayendo en su propia trampa: se presenta como un programa sexy pero oculta todos los contactos sexuales (cuando Lana los describe pormenorizadamente suenan pitidos: el verdadero misterio no es lo que Rhonda le hizo a Sharron, sino c¨®mo lo hizo con esas u?as), defiende que el sexo anula la posibilidad de conexiones emocionales cuando no hay nada m¨¢s nublado que el cerebro de una persona con ganas de mojar (?no ser¨ªa una mayor prueba de fuego que dos concursantes siguieran queriendo estar juntos despu¨¦s del sexo?) y expulsa a los disidentes por no haber alcanzado su ¡°crecimiento personal¡± cuando precisamente esos participantes son los que m¨¢s ayuda necesitan.
As¨ª, David, un pr¨ªncipe porno que al principio promete dar momentos televisivos pero acaba aburrido como una ostra, habla sobre crecimiento personal en sus sue?os. Hab¨ªa pasado dos primeros cap¨ªtulos hablando sobre el crecimiento de su pene.
Al final se queda en seis horas de interacciones entre personas producidas a s¨ª mismas como objetos sexuales (sus tatuajes son decorativos sin significado especial, Hailey ni siquiera sabe lo que pone en el suyo; las pesta?as postizas son tan enormes que las chicas apenas pueden abrir los ojos del todo, generando una expresi¨®n permanente de estar insinuando algo). Cuando no pueden mantener sexo, deciden tener conversaciones sobre cu¨¢nto est¨¢n creciendo como seres humanos. Ese crecimiento solo est¨¢ explicado, no mostrado. Las parejas hablan tanto sobre cu¨¢nto se gustan que en ning¨²n momento el programa muestra por qu¨¦ se gustan. Chloe sufre tres decepciones sentimentales distintas sin tener que acostarse con nadie, as¨ª que Jugando con fuego se postula como un programa sobre la parte m¨¢s aburrida de ligar. Y Kelz acaba relegado a llevar una cuenta obsesiva del dinero que est¨¢ perdiendo por culpa de las ¡°conexiones emocionales¡± de los dem¨¢s, que seg¨²n los infractores son una coartada para refrotarse.
La mayor v¨ªctima colateral de la flacidez del programa se llama Francesca. Ella es una disc¨ªpula de las Kardashian (asegura ganar ¡°mucho dinero¡± con Instagram) y al principio se presenta como una villana en busca de un motivo. Cuando Harry le acusa de besarle (fue quien la convenci¨® para hacerlo), ella se vuelve una punki antisistema y decide besar tambi¨¦n a Hailey solo para rebajar el premio y ¡°joder a los dem¨¢s¡± (y de paso dar un espect¨¢culo er¨®tico l¨¦sbico a la audiencia que queda sensacional en el tr¨¢iler) en un remake soft porn de Las diab¨®licas de Clouzot. Su uniforme de villana es ic¨®nico: tops que dejan al descubierto sus pechos por arriba pero tambi¨¦n por abajo y una expresi¨®n permanente de tener dolor de cabeza (tanto es as¨ª que tiene que verbalizar c¨®mo se siente: ¡°voy a vomitar¡±, ¡°estoy a punto de llorar¡±, ¡°estoy teniendo un ataque de ansiedad¡±, siempre sin cambiar de cara).
Pero un cap¨ªtulo despu¨¦s esta maestra del caos se transforma en una doncella servil que le pide a Harry una segunda oportunidad, porque se da cuenta de que ¨¦l es ¡°br¨®coli y apio¡± mientras que los dem¨¢s son comida r¨¢pida (se sobreentiende que ser br¨®coli y apio, aunque ins¨ªpido, es sano para Francesca). ?l se la concede. ?l, que entr¨® en el concurso confesando que les ha mandado DMs por Instagram a todas las Kardashian, acaba aclarando que ¡°gracias a Lana¡± ahora es un hombre m¨¢s generoso. El s¨ªndrome de Estocolmo queda consumado. Francesca le hace una felaci¨®n valorada en 5.500 euros para celebrarlo.
El destino quiso que Jugando con fuego se estrenase con la mitad de la humanidad enclaustrada y teniendo el mismo sexo que los concursantes: ninguno. Fue el contenido m¨¢s visto de la plataforma en su semana de estreno, la del 20 de abril. Quiz¨¢ porque en realidad no es un programa sobre sexo: es un programa sobre la posibilidad de follar. Y en el sexo la idea inicial, como ocurre con Jugando con fuego, siempre resulta m¨¢s excitante que el resultado final.