Slavoj Zizek contra Miguel ?ngel Revilla
Ni los fil¨®sofos eslovenos ni el mism¨ªsimo Miguel Bos¨¦ supieron anticipar que la nueva normalidad tendr¨ªa la cara de Miguel ?ngel Revilla. El m¨¢s auton¨®mico de los presidentes estaba ah¨ª cuando nos encerramos y sigue ah¨ª cuando salimos, id¨¦ntico a s¨ª mismo
Hemos imaginado muchas escenas posibles del momento en que se acabar¨ªa el estado de alarma y empezar¨ªa eso tan alarmante llamado nueva normalidad. Hay quienes no han hecho pr¨¢cticamente otra cosa en estos meses que lanzar hip¨®tesis, como quien escupe huesos de aceituna, sobre el mundo por venir, e incluso les ha dado tiempo a escribir libros. Los dem¨¢s, como no somos fil¨®sofos eslovenos, nos conformamos con pensar en el ritual con el que celebrar¨ªamos el fin: esa primera cerveza con un amigo o esa excursi¨®n al pueblo para aclimatarnos a la nueva luz.
Lo que nadie, ni los fil¨®so...
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Hemos imaginado muchas escenas posibles del momento en que se acabar¨ªa el estado de alarma y empezar¨ªa eso tan alarmante llamado nueva normalidad. Hay quienes no han hecho pr¨¢cticamente otra cosa en estos meses que lanzar hip¨®tesis, como quien escupe huesos de aceituna, sobre el mundo por venir, e incluso les ha dado tiempo a escribir libros. Los dem¨¢s, como no somos fil¨®sofos eslovenos, nos conformamos con pensar en el ritual con el que celebrar¨ªamos el fin: esa primera cerveza con un amigo o esa excursi¨®n al pueblo para aclimatarnos a la nueva luz.
Lo que nadie, ni los fil¨®sofos eslovenos ni el mism¨ªsimo Miguel Bos¨¦, supo anticipar fue que la nueva normalidad tendr¨ªa la cara de Miguel ?ngel Revilla. El m¨¢s auton¨®mico de los presidentes estaba ah¨ª cuando nos encerramos y sigue ah¨ª cuando salimos, id¨¦ntico a s¨ª mismo. En su trono de La Sexta Noche, por supuesto, pero tambi¨¦n en cualquier sitio donde haya un micr¨®fono y una conexi¨®n en directo. Cuando abrieron el paso entre Euskadi y Cantabria, a los compa?eros de la SER se les ocurri¨® entrevistarlo en el informativo para que dijera un par de frases de circunstancias, pero casi se come la programaci¨®n ¨¦l solo. M¨¢s bregado que Churchill, no hay presentador capaz de interrumpirle.
En unos meses en que han ca¨ªdo m¨¢s estatuas e ¨ªdolos que al final de una guerra, Revilla demuestra ahora ser eterno. Todo cambia, pero Revilla permanece. Todos los pol¨ªticos se arrastran como zombis, desorientados y balbuceantes, y solo Revilla camina con paso firme, con unas anchoas bajo un brazo y unos sobaos pasiegos bajo el otro, contando chistes monta?eses y dando ¨¢nimos campechanos en prime time o en el horario que le pongan, que no le hace ascos a ninguna franja o cadena.
Ch¨²pate esa, Slavoj Zizek: tus profec¨ªas nada pueden contra Miguel ?ngel Revilla.