Si vive en Ciudad de M¨¦xico, no compre una televisi¨®n
La capital mexicana tiene un grave problema de decibelios que no dejan ni distinguir la alarma de los terremotos
Las notas de un acorde¨®n llevan toda la tarde repitiendo en bucle Si Adelita se fuera con otro y Que te vaya bonito. Una muchacha toca sin descanso a cambio de una limosna para mantener a sus criaturas; el cami¨®n de la basura llama a los vecinos con una estridente campanilla dos o tres veces al d¨ªa; el que vende helados grita su mercanc¨ªa de forma incomprensible, aunque todos le comprenden; el de la trompeta, el del organillo, el de las tortillas de ma¨ªz azul, el farmac¨¦utico que anuncia con un micr¨®fono en la acera la rebaja de las aspirinas¡ No hay forma de ver la televisi¨®n en...
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Las notas de un acorde¨®n llevan toda la tarde repitiendo en bucle Si Adelita se fuera con otro y Que te vaya bonito. Una muchacha toca sin descanso a cambio de una limosna para mantener a sus criaturas; el cami¨®n de la basura llama a los vecinos con una estridente campanilla dos o tres veces al d¨ªa; el que vende helados grita su mercanc¨ªa de forma incomprensible, aunque todos le comprenden; el de la trompeta, el del organillo, el de las tortillas de ma¨ªz azul, el farmac¨¦utico que anuncia con un micr¨®fono en la acera la rebaja de las aspirinas¡ No hay forma de ver la televisi¨®n en Ciudad de M¨¦xico.
De buena ma?ana, quienes sirven gas a domicilio a¨²llan sus arias al cielo como internos de un sanatorio mental decimon¨®nico; la megafon¨ªa que compra colchones, lavadoras, microondas y cualquier fierro viejo que quiera usted vender, interrumpe el noticiero. A la ca¨ªda del sol, aguacates a 15 pesos y mangos a 20, se?ora, p¨¢sele; ya oscura la tarde, los ricos y deliciosos tamales oaxaque?os, calientitos, de salsa roja, mole, verde y de dulceeee ponen la banda sonora al beso final de la comedia y todo Netflix queda impregnado con la cantinela; el detective va a se?alar al asesino y un sobresalto se adue?a del sof¨¢: la chimenea que asa los camotes lanza un pitido desquiciante y adi¨®s al final de la pel¨ªcula. La noche extiende su silencio cuando Humphrey Bogart se reencuentra de nuevo con Ingrid Bergman¡ y la patrulla policial suelta un sirenazo sin venir a cuento, apenas dos segundos, no da tiempo ni a mentar a sus antepasados. Antes del late night, el chico de la bici ofrece pan dulce con la bocina de Harpo Marx, moc, moc, moc.
En una ciudad que vive y duerme con las orejas atentas al sonido de las sirenas que alertan de los terremotos, el griller¨ªo callejero es una taquicardia continua. Y decenas de perros ladran y ladran y vuelven a ladrar. No compre una televisi¨®n si vive en Ciudad de M¨¦xico.