Tiempos convulsos en ¡®Peaky Blinders¡¯
En la quinta temporada de la serie, los Shelby atacan de nuevo, y lo hacen con la violencia mafiosa de los que no est¨¢n dispuestos a renunciar a su lugar
Que la quinta temporada de una serie de ¨¦xito sea, probablemente, la mejor de todas ellas no deja de tener su m¨¦rito. Es el caso de Peaky Blinders (disponible en Netflix), la producci¨®n de la BBC creada por Steven Knight. Los Shelby atacan de nuevo y, como no pod¨ªa ser de otra forma, lo hacen con la violencia mafiosa de los que no est¨¢n dispuestos a renunciar a su lugar bajo el sol.
Tommy Shelby (un excelente Cillian Murphy) ha conseguido lo que le faltaba: el respeto de la clase...
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Que la quinta temporada de una serie de ¨¦xito sea, probablemente, la mejor de todas ellas no deja de tener su m¨¦rito. Es el caso de Peaky Blinders (disponible en Netflix), la producci¨®n de la BBC creada por Steven Knight. Los Shelby atacan de nuevo y, como no pod¨ªa ser de otra forma, lo hacen con la violencia mafiosa de los que no est¨¢n dispuestos a renunciar a su lugar bajo el sol.
Tommy Shelby (un excelente Cillian Murphy) ha conseguido lo que le faltaba: el respeto de la clase dirigente. Ocupa un esca?o en la C¨¢mara de los Comunes y se codea con la flor y nata de la clase pol¨ªtica, entre otros con Winston Churchill. Su familia sigue entremezclando codicia, ambici¨®n y negocios. El crac burs¨¢til del 29 fue un duro golpe para sus inversiones en EE UU, pero los de Birmingham tienen ideas para superar la crisis: el tr¨¢fico de hero¨ªna.
Son tiempos convulsos. La Gran Depresi¨®n que provoc¨® el desastre de Wall Street potenci¨® el surgimiento del fascismo en media Europa, incluida Gran Breta?a y su Uni¨®n Brit¨¢nica de Fascistas de sir Oswald Mosley, al que se unir¨¢ Tommy Shelby, un partido racista y nacionalista que en nada encaja con el roman¨ª mafioso de Birmingham, pero eso es tambi¨¦n el cine: la posibilidad de modelar una historia.
Y si en la quinta temporada de Peaky Blinders se muestra el surgimiento del fascismo a partir de los inquietantes discursos de Oswald Mosley, no podemos olvidar la espl¨¦ndida secuencia de Cabaret, en la que un joven canta El ma?ana me pertenece en una cervecer¨ªa alemana. El poder de la palabra y la sutileza de la imagen: dos formas de narrar la inminente cat¨¢strofe mundial.
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