Pecados
De ni?o y adolescente, hab¨ªa subid¨®n de adrenalina cuando los rombos censores aparec¨ªan en la pantalla del televisor
Siempre he sentido asco hacia esa vieja dama indigna llamada censura, pero reconozco que sus prohibiciones me alimentaban delirantemente el morbo cuando era ni?o y adolescente. Hab¨ªa subid¨®n de adrenalina cuando aparec¨ªan los rombos en la pantalla del televisor avisando a los progenitores del peligro que iban a sufrir los cr¨ªos si ve¨ªan aquello y el ingenio que desarrollaban estos para observarlo desde un escondite. Y las pel¨ªculas que se exhib¨ªan en los cines recib¨ªan calificaciones morales. ...
Siempre he sentido asco hacia esa vieja dama indigna llamada censura, pero reconozco que sus prohibiciones me alimentaban delirantemente el morbo cuando era ni?o y adolescente. Hab¨ªa subid¨®n de adrenalina cuando aparec¨ªan los rombos en la pantalla del televisor avisando a los progenitores del peligro que iban a sufrir los cr¨ªos si ve¨ªan aquello y el ingenio que desarrollaban estos para observarlo desde un escondite. Y las pel¨ªculas que se exhib¨ªan en los cines recib¨ªan calificaciones morales. De los curas o de onanistas profesionales siempre prestos para descubrir al diablo. Las calificaban con un n¨²mero. El 3 era tentador. Mucho m¨¢s el 3 con reparos. Y las de 4, que implicaba que eran gravemente peligrosas, llevaban tu imaginaci¨®n al cielo. Conseguir burlar esas prohibiciones ante porteros miopes o simplemente aburridos, que no te ped¨ªan el carnet, era un gozoso desaf¨ªo. Acompa?ado muchas veces de decepci¨®n final, pero qu¨¦ gustazo lo de sentirse pecador.
Compruebo en las series, el cine y los documentales que exhiben determinadas plataformas que al comienzo aparecen letreritos avis¨¢ndote del contenido. Gente que cobrar¨¢ un sueldo por descubrir al diablo en esos contenidos avisa de que existe en ellos sexo, sustancias t¨®xicas, desnudez, violencia, alcohol, lenguaje descarnado, suicidios. Y ¨²ltimamente veo que han a?adido el tabaco. Qu¨¦ paradoja. Hollywood nos convenci¨® durante muchas d¨¦cadas de que toda la gente que molaba en la pantalla llevaba un cigarrillo en la boca (imagino que las compa?¨ªas tabacaleras se gastaban una pasta en esa promoci¨®n sin pausas) y ahora, si aparece alguien fumando tabaco, inevitablemente es el monstruo.
Para ser justos, pienso que deber¨ªan aplicar esos preventorios cartelitos no solo a las ficciones sino tambi¨¦n a los programas de telerrealidad, la publicidad, los informativos, las tertulias sobre la pol¨ªtica, el h¨ªgado y el coraz¨®n. No solo el tabaco envenena a la gente.
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