¡®Somebody somewhere¡¯, el realismo sucio en televisi¨®n
Todo surge fluidamente en esta serie de HBO Max, sin grandes sobresaltos y con la ratificaci¨®n de que lo local es universal o que las virtudes y defectos personales son similares en cualquier parte del mundo
En la d¨¦cada de los setenta del pasado siglo surgi¨® con fuerza un grupo de escritores estadounidenses con un estilo que la cr¨ªtica tuvo a bien llamar ¡°realismo sucio¡±, abanderados por Raymond Carver, Richard Ford y Tobias Wolff, entre otros. Un estilo que buscaba la precisi¨®n descriptiva de la gente com¨²n y corriente, lejos de cualquier mixtificaci¨®n de la realidad cotidiana. D¨¦cadas despu¨¦s, y por iniciativa de la humorista Bridget Everett, su protagonista y creadora, llega...
En la d¨¦cada de los setenta del pasado siglo surgi¨® con fuerza un grupo de escritores estadounidenses con un estilo que la cr¨ªtica tuvo a bien llamar ¡°realismo sucio¡±, abanderados por Raymond Carver, Richard Ford y Tobias Wolff, entre otros. Un estilo que buscaba la precisi¨®n descriptiva de la gente com¨²n y corriente, lejos de cualquier mixtificaci¨®n de la realidad cotidiana. D¨¦cadas despu¨¦s, y por iniciativa de la humorista Bridget Everett, su protagonista y creadora, llega Somebody Somewhere (Alguien en alguna parte), siete episodios cortos que exponen la vida diaria de Manhattan, una peque?a localidad de Kansas.
Gente com¨²n con sentimientos elementales, con di¨¢logos sencillos, actitudes primarias y no por ello menos representativas de lo que llamamos seres humanos. Todo surge fluidamente, sin grandes sobresaltos y con la ratificaci¨®n de que lo local es universal o, si se prefiere, que las virtudes y defectos personales son similares en cualquier parte del mundo. Amistad, trabajo, religi¨®n, infidelidades, homofobia, alcoholismo, depresi¨®n, identidades sexuales inusuales, luces y sombras individuales y colectivas en las que el contexto es la clave, una nueva demostraci¨®n de la influencia del realismo sucio.
HBO Max se apunta el tanto de divulgar una serie notable y sorprendente. Los guionistas Hannah Bos y Paul Thureen, por su parte, demuestran su excelente oficio para trazar los perfiles de los personajes que sobreviven sin pena ni gloria en un lugar llamado Manhattan, en alguna parte, en cualquier parte, con la enorme ventaja de que el n¨²mero de excelentes actores que hay en Estados Unidos es abrumador. A la ya mencionada Bridge Everett se unen en esta historia coral nombres como los de Jeff Hiller, Mike Hagerty, Murray Hill o Jane Drake Brody, nombres poco rutilantes y extraordinarios int¨¦rpretes de una gran historia.
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