Tres rusas valientes desaf¨ªan a Putin: ?qui¨¦n es el extremista?
El documental ¡®Sin miedo: mujeres contra Putin¡¯ sigue a tres j¨®venes que tratan de hacer oposici¨®n dentro del sistema y sufren la represi¨®n. Pero nadie logra callarlas
En Rusia no es extremista el represor, sino el reprimido; no el aporreador, sino el aporreado; no el envenenador, sino el envenenado; no el invasor, sino el invadido. La etiqueta de extremista sirve para todo: para encarcelar a disidentes, para ilegalizar organizaciones, para vetar candidaturas a elecciones ama?adas, para impedi...
En Rusia no es extremista el represor, sino el reprimido; no el aporreador, sino el aporreado; no el envenenador, sino el envenenado; no el invasor, sino el invadido. La etiqueta de extremista sirve para todo: para encarcelar a disidentes, para ilegalizar organizaciones, para vetar candidaturas a elecciones ama?adas, para impedir actuar a las ONG o para justificar el ataque a Ucrania.
El documental Sin miedo: mujeres contra Putin, de Sarah Collinson (en Movistar+ Plus y Atresplayer), es una producci¨®n de The Economist, premiada con un Bafta, que sigue durante algunos meses de 2021 a tres j¨®venes con las agallas de hacer oposici¨®n dentro del sistema, y que adem¨¢s graban en sus m¨®viles y comparten en redes todo lo que les pasa.
Violeta Grudina es una colaboradora de Alex¨¦i Navalni, el l¨ªder opositor envenenado y encarcelado, y candidata a concejala en su ciudad, Murmansk. La quitan de en medio aisl¨¢ndola en un hospital por covid sin haber dado positivo. Solo sale tras una huelga de hambre. Y cuenta que ha estrenado un nuevo concepto, el ¡°arresto m¨¦dico¡±, pero dudamos que sea la primera.
Lusya Stein ya era concejala de Mosc¨², y miembro de Pussy Riot, el colectivo de arte punk que lleva una d¨¦cada irritando al r¨¦gimen. Pero sufre un acoso implacable. La acusan de violar las normas anticovid por haber alentado en sus cuentas de redes sociales las protestas por el encarcelamiento de Navalni. Viene de un arresto domiciliario, por el que lleva un dispositivo electr¨®nico en el tobillo; es detenida y enviada a prisi¨®n dos semanas, y sentenciada a otro a?o en casa bajo control remoto. Explica que, perdida la calle, el ¨²nico activismo posible en Rusia es por internet, y se emplea a fondo en ¨¦l.
Y la tercera protagonista, Irina Fatianova, cumple tr¨¢mites y tr¨¢mites para presentarse a representante municipal en San Petersburgo. Re¨²ne 4.000 firmas, tiene m¨¦rito atreverse a firmar eso all¨ª, pero la vetan... exacto, por extremista. Al menos a ella no la llegan a encerrar: en noviembre sali¨® del pa¨ªs cuando arreciaban las redadas contra partidarios de Navalni. Al mes siguiente se fue Violeta por el mismo motivo. De Lusya, que rompi¨® la tobillera que la oprim¨ªa, solo se sabe hoy que est¨¢ en b¨²squeda y captura.
La pandemia sirvi¨® como excusa para la represi¨®n al r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin. Meses despu¨¦s, desatada la guerra contra Ucrania y contra cualquier disidencia, ya no se molestan en buscar excusas. Pero no lograron callar a estas mujeres valientes.
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