La plegaria punk contra Putin en una iglesia que acab¨® siendo un icono feminista global
La activista y artista rusa Nadya Tolokonnikova, creadora de las Pussy Riot, hace un repaso a la historia del grupo y a la suya propia en un libro que es un alegato a favor del progreso frente a la censura
Esta historia empieza con un ¡°no¡± que no fue aceptado, al menos a largo plazo. El de un editor del peri¨®dico local de Norilsk, la ciudad rusa donde naci¨® Nadya Tolokonnikova en 1989, unos d¨ªas antes de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Caminando sobre el permanente suelo congelado de esas calles siberianas, se present¨® en la redacci¨®n para ofrecer un art¨ªculo sobre los catastr¨®ficos niveles de contaminaci¨®n de ese lugar. Ten¨ªa 14 a?os. Le dijeron que era una nena muy maja y que no escrib¨ªa mal, pero que ser¨ªa mejor que se limitase a hablar del zoo. Tal vez fue aquella la primera vez que alguien intent¨® que Tolokn¨® no dijera lo que quer¨ªa contar, la ¨²ltima no, desde luego. Pero aquel d¨ªa, como tantos otros despu¨¦s, ella ha encontrado la manera de contar lo que quer¨ªa contar. Palabra de feminista, subversiva y punk, que la creadora del colectivo Pussy Riot condensa en El libro Pussy Riot, de la alegr¨ªa subversiva a la acci¨®n directa (Roca Editorial, 2018).
Ahora va a cumplir 30 y desde hace tiempo es un s¨ªmbolo internacional, no solo de la lucha de las mujeres, tambi¨¦n del frente contra el capitalismo, la homofobia, la censura, la violencia o la corrupci¨®n que denuncia a trav¨¦s de la m¨²sica y las performances. Una figura que creci¨® despu¨¦s de haber sido encarcelada, junto a?Mar¨ªa Ali¨®jina, otra de las integrantes, por el Gobierno de Vlad¨ªmir Putin durante 18 meses. El 21 de febrero de 2012, las Pussy Riot quedaron por la ma?ana en la estaci¨®n de metro Kropotkinskaya ¡ªen honor al fil¨®sofo, ge¨®grafo y te¨®rico anarquista Ruso Peter Kropotkin¡ª, iban enfundadas en medias y gorros de colores y as¨ª se metieron en la catedral de Cristo Salvador de Mosc¨² y subieron al altar mayor para cantar Una plegaria punk: Virgen Mar¨ªa, ll¨¦vate a Putin.
Dice que todav¨ªa, cuando repasa aquel d¨ªa, no encuentra un solo momento en el que pensara que iba a ser encarcelada por ello: ¡°Hab¨ªamos estado preparando el concierto durante tres semanas, pens¨¢bamos entrar, cantar y salir lo m¨¢s r¨¢pido posible. ?Qu¨¦ nos arrestaran? S¨ª. ?Ir a prisi¨®n? No, eso no lo imaginamos jam¨¢s¡±. Cuenta adem¨¢s en el libro que ni siquiera llegaron a cantar el estribillo ni grabaron suficiente como para montar un buen v¨ªdeo: ¡°Curiosamente, nos metieron en la c¨¢rcel por la peor de todas nuestras actuaciones. Supongo que a Putin no debi¨® de gustarle mucho y dir¨ªa: ¡°?Vaya una puta mierda! ?Que las lleven a la c¨¢rcel!¡±.
Aquel ¡°lugar sagrado¡±, explica, es ahora algo parecido a un centro comercial: se puede alquilar para congresos y ruedas de prensa, en una zona subterr¨¢nea bajo el altar hay una marisquer¨ªa, un lavadero de coches y se venden souvenirs. A ella, despu¨¦s de meses de c¨¢rcel, penurias en el campo de trabajo de Mordovia y una huelga de hambre, le concedieron la amnist¨ªa el 23 de diciembre de 2013 por la presi¨®n internacional, medi¨¢tica y pol¨ªtica, y cre¨® Zona Prava, una ONG para defender a los prisioneros. La Iglesia y el peque?o mercadillo que lo rodea siguen igual. Ambas cosas como met¨¢foras: de la inamovilidad de Tolokn¨® en sus convencimientos y de un sistema viciado e hip¨®crita.
Esa es solo una de las muchas historias que cuenta a lo largo de 256 p¨¢ginas divididas en 10 cap¨ªtulos ¡ª10 reglas, desde Hazte pirata hasta Delinque con arte¡ª, compuestos a su vez por tres subapartados (palabras, hechos y h¨¦roes) que configuran un ¨¢lbum de recortes de la rebeld¨ªa que caracteriz¨® desde el principio al grupo y que quer¨ªa compartir como una gu¨ªa para el activismo. En ellos bate el pasado, las emociones, su insurrecci¨®n, perspectivas para el futuro, consejos ¡°para no rendirse ante tanta mierda¡± y una cr¨ªtica constante hacia la ¡°escasa moralidad de los ¡°sistemas pol¨ªticos podridos que se permiten aleccionar sobre moralidad y honradez a los mismos ciudadanos a los que oprimen, roban y enga?an¡±.
Habla en ingl¨¦s, firme. Tambi¨¦n murmulla en anglosaj¨®n. Y piensa mucho antes de contestar, ya sea con una palabra o con diez minutos de explicaci¨®n. Esta vez, sobre si cree que incurre en contradicciones en su d¨ªa a d¨ªa con su propio discurso. Lo hace sentada con las piernas sobre la silla y dando pellizcos de vez en cuando a un trozo de pastel. Despu¨¦s de un buen rato responde que no: ¡°O no las recuerdo ahora mismo, al menos¡±. S¨ª es consciente de sus privilegios: ¡°Estar¨ªa ciega si no lo viese, pero hay que construir desde ellos, usarlos para bien¡±.
Est¨¢ convencida de que la sociedad tiene que ¡°darse cuenta¡± de que hace falta despertar ante lo que ve como una ¡°normalizaci¨®n del horror¡±. En el libro lo resume as¨ª: ¡°Cuando las pesadillas suceden cada d¨ªa, la gente deja de reaccionar. Es el triunfo de la apat¨ªa y la indiferencia¡±. Y ante eso, dice, solo se puede ser perseverante: ¡°Ahora m¨¢s que nunca. En Rusia, cuanto m¨¢s empezamos a contar las torturas, m¨¢s atenci¨®n se les prestaba. Proveer informaci¨®n diaria sobre las injusticias es importante, el pensamiento cr¨ªtico debe estar en los medios de comunicaci¨®n y en el arte¡±. Ella creo en 2013 un servicio independiente de noticias rusa, MediaZona. De la tele, dice, es un instrumento ¡°desaprovechado¡±. ¡°Me deprimo cada vez que la enciendo¡±. No la ve mucho en circunstancias normales, pero s¨ª cuando viaja a Estados Unidos. ¡°All¨ª solo se habla de Trump en las grandes cadenas desde una perspectiva, la de Trump. Pero nunca de lo importante, de la sanidad, la educaci¨®n, la protecci¨®n social¡±.
O la violencia contra las mujeres. Algo que le hace torcer el gesto. En su casa, su padrastro pegaba a su madre. Ella lo presenci¨® una ¨²nica vez: "Fue realmente aterrador. Ten¨ªa la cara azulada y los ojos rojos, inyectados en sangre por los golpes. Acab¨® en el hospital y yo me preguntaba si saldr¨ªa de all¨ª". Sali¨®. Con el tiempo, Tolokn¨® se dio cuenta de que lo que hab¨ªa ocurrido en su casa, suced¨ªa en muchas otras. "Tuve amigas que dorm¨ªan con un cuchillo debajo de la almohada", cuenta encogi¨¦ndose de hombros. "Pero es algo aceptado en Rusia, todav¨ªa. Si vas a denunciar no vale de nada, no es un crimen. A ¨¦l no lo encerrar¨¢n y t¨² lamentar¨¢s haber llamado a la Polic¨ªa".
Trump, Putin, Bolsonaro, la crisis venezolana, la subida de la derecha en Europa¡ ¡°Parece claro que no nos espera un futuro inmediato brillante, precisamente por eso es necesaria una respuesta contundente, continua y global¡±, espeta. Aunque sabe que hay quien la tachar¨¢ de ¡°ingenua¡±, pone pie en pared ante un panorama que no titubea en definir como ¡°desolador¡±. "Pero si pensamos que no vamos a cambiar nada, nunca cambiar¨¢ nada". Para ella la acci¨®n es necesidad y urgencia, cree que de verdad sirve y as¨ª despide el libro: "Da igual a qu¨¦ dediques tus actos de desobediencia civil, ya sean m¨ªtines, ocupaciones, pinturas, canciones o liberar animales del zoo: lo que importa es que lo hagas, y romper as¨ª las redes de la sumisi¨®n en pedazos. Recuerda una cosa: si todos los que critican a Trump por Twitter salieran a la calle y no se marcharan hasta que abandonara la presidencia, Trump estar¨ªa fuera de la Casa Blanca en menos de una semana. Los despose¨ªdos s¨ª tienen poder".
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