¡®The Old Man¡¯: un ¡®thriller¡¯ denso que amenaza con convertirse en cl¨¢sico
La serie que protagoniza Jeff Bridges propone un puzle con unas piezas ambiguas y llenas de trampantojos que fascina y roza la perfecci¨®n en algunos momentos
¡°Es un caso muy dif¨ªcil de entender. Cuando crees que lo entiendes, se vuelve contra ti¡±. Se lo dice Harold Harper (John Lithgow) a Raymond Waters (E. J. Bonilla) en el tercer episodio de The Old Man, y parece que est¨¢ hablando de la propia serie, que propone un puzle con unas piezas ambiguas y llenas de trampantojos. Cuando el espectador encaja varias e intuye una forma, aparece otra que cambia la imagen. Cuand...
¡°Es un caso muy dif¨ªcil de entender. Cuando crees que lo entiendes, se vuelve contra ti¡±. Se lo dice Harold Harper (John Lithgow) a Raymond Waters (E. J. Bonilla) en el tercer episodio de The Old Man, y parece que est¨¢ hablando de la propia serie, que propone un puzle con unas piezas ambiguas y llenas de trampantojos. Cuando el espectador encaja varias e intuye una forma, aparece otra que cambia la imagen. Cuando crees que entiendes la serie, se vuelve contra ti, y eso solo habla bien de este thriller (venga, digamos thriller de momento, nos vale para situarnos en el l¨ªo de los g¨¦neros) que fascina, roza la perfecci¨®n en algunos momentos y, de seguir as¨ª ¡ªDisney+ nos dosifica el veneno con la misma racaner¨ªa con que los guionistas administran la informaci¨®n de la trama¡ª, podr¨ªa convertirse en la serie del a?o y en un cl¨¢sico de la televisi¨®n.
The Old Man es la adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Thomas Perry (que no he le¨ªdo), a cargo de Robert Levine y Jonathan Steinberg, dos guionistas pata negra que trabajan en pareja, como los Coen. Su estilo en esta serie podr¨ªa definirse como unos Coen sin humor. La puesta en escena, el ritmo, la composici¨®n de los planos, la interpretaci¨®n de los actores y esa forma de retratar el paisaje norteamericano transmiten el esp¨ªritu de un noir posmoderno. Para serlo de verdad, sin embargo, le faltan la iron¨ªa y el humor. De hecho, una de las cosas que fallan en The Old Man es que se toma a s¨ª misma demasiado en serio, subrayando la solemnidad en cada escena, lo que acaba fatigando un poco.
No teman destripes por mi parte, porque es casi imposible contar la trama sin hacerse un l¨ªo. La sinopsis m¨¢s elemental se resume en que Dan Chase (Jeff Bridges, y qui¨¦n lo dir¨ªa: hay planos en los que parece el John Huston de los ¨²ltimos a?os) es un agente traidor de la CIA que lleva media vida escondido bajo una identidad falsa, y tiene que huir de nuevo de sus antiguos jefes por una historia de venganza. Le persigue mucha gente por motivos que se van aclarando y emborronando seg¨²n pasan los minutos, y tiene que emprender una huida que sostiene la trama. Chase est¨¢ fastidiado, oye voces y tiene visiones, y lucha contra una demencia m¨¢s acechante que sus perseguidores. Al otro lado, Harper, jefazo del FBI y antiguo colega suyo, es su antagonista, su enemigo ¨ªntimo, el que quiere atraparlo y que huya a la vez. En t¨¦rminos policiales, en esta novela de Sherlock, el espectador va con Moriarty.
Sobre estos mimbres, Levine y Steinberg montan su puzle de 10 millones de piezas donde cabe casi todo. La historia de fuga remite a los or¨ªgenes mismos de la televisi¨®n, con El fugitivo, con la salvedad de que Dan Chase no es un h¨¦roe injustamente perseguido, sino un personaje ambiguo cuyo car¨¢cter demon¨ªaco y f¨¢ustico viene subrayado por los dos perrazos de presa que le acompa?an y que atacan a la yugular de los agentes que intentan apresarlo (por cierto, el nivel interpretativo del reparto es tan impresionante, que hasta los perros son unos actores excelentes y aportan la ¨²nica nota ¡ªlev¨ªsima¡ª de humor). Los flashbacks trasladan la acci¨®n al Afganist¨¢n de la guerra sovi¨¦tica, lo que remite a la novela de aventuras m¨¢s cl¨¢sica, a El hombre que pudo reinar. Los esp¨ªas aportan el morbo necesario, equ¨ªvoco y esquivo, y no faltan secretos oscuros de culebr¨®n, que el espectador conoce y los personajes no: hijas escondidas, cuernos, amor¨ªos retorcidos, etc¨¦tera.
Pero lo denso y rico no est¨¢ ah¨ª, sino en la meditaci¨®n impl¨ªcita sobre la vejez, la soledad y la amistad. Apoyado en un guion que a veces parece escrito y reescrito en m¨¢rmol ¡ªy al que no le vendr¨ªa mal un poquito de espontaneidad, parlamentos m¨¢s breves y frases menos redondas: ning¨²n personaje carraspea ni deja una sentencia a medias, todos hablan para la posteridad¡ª, un Jeff Bridges alucinante nos abisma en la porquer¨ªa de la decadencia. Que envejecer es un asco puede ser una obviedad que no merece tanta ret¨®rica ni tanta producci¨®n, pero yo la he visto contada pocas veces con la poes¨ªa y la hondura con la que Bridges arrastra su cuerpo magullado por las carreteras secundarias de Estados Unidos.
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