Una geograf¨ªa literaria de Espa?a
El programa ¡®Un pa¨ªs para leerlo¡¯, conducido por el joven poeta Mario Obrero en La 2, se acerca a la faceta m¨¢s libresca de algunas capitales espa?olas
Los poetas j¨®venes siempre han ejercido fascinaci¨®n. El m¨¢s famoso: Arthur Rimbaud, que lo dej¨® todo escrito con 19 a?os. Ha habido otros m¨¢s cerca, en el espacio y en el tiempo: Claudio Rodr¨ªguez, Elena Medel, Luna Miguel. Luego los poetas j¨®venes dejan de serlo. Unos porque dejan de ser poetas, como Rimbaud, que se hizo traficante de armas. Y otros porque dejan de ser j¨®venes. ...
Los poetas j¨®venes siempre han ejercido fascinaci¨®n. El m¨¢s famoso: Arthur Rimbaud, que lo dej¨® todo escrito con 19 a?os. Ha habido otros m¨¢s cerca, en el espacio y en el tiempo: Claudio Rodr¨ªguez, Elena Medel, Luna Miguel. Luego los poetas j¨®venes dejan de serlo. Unos porque dejan de ser poetas, como Rimbaud, que se hizo traficante de armas. Y otros porque dejan de ser j¨®venes. Mario Obrero, de 19 a?os, todav¨ªa es poeta y es joven, un prodigio con premios gordos en la mochila, disc¨ªpulo aventajado de Juan Carlos Mestre y due?o de una oratoria inusual, en la que se mezcla la l¨ªrica, el aplomo y el compromiso. Los pelos, alborotados como por influjo el¨¦ctrico. Y, adem¨¢s, no menos importante, es majo.
Ahora Obrero es tambi¨¦n presentador de televisi¨®n joven. Conduce el espacio Un pa¨ªs para leerlo, en La 2, que viaja por la geograf¨ªa espa?ola conociendo a sus escritores pero, sobre todo, explorando sus escenas literarias. Cabe preguntarse, viendo el programa, qu¨¦ es lo que hace a una ciudad ¡°literaria¡±. ?Que haya escritores, librer¨ªas, tertulias, presentaciones y toda la parafernalia del ¡°mundillo¡±? ?Que transcurran en sus calles algunas obras rese?ables? ?O se trata de una condici¨®n precedente, que reside en la historia, en las costumbres, en las gentes, en la manera de fabular e imaginar que hace propicia la literatura? No est¨¢ nada claro.
Un pa¨ªs para leerlo se presenta como un viaje literario, y puede ofrecer algo de luz a este respecto: el protagonismo de la ciudad en cada episodio compite con el de los entrevistados, porque tambi¨¦n comparecen libreros locales, rincones, paisajes o viandantes an¨®nimos que recomiendan libros (as¨ª como otros escritores o periodistas: tantos libros se recomiendan en este programa, por todas partes, que por momentos la narraci¨®n se dispersa, y surge cierta ansiedad lectora). Se visitan tambi¨¦n clubs de lectura o a los lectores en un penal tinerfe?o: los lectores, la base frecuentemente olvidada de todo este tinglado de la literatura.
El formato sigue el mismo patr¨®n que Un pa¨ªs para escucharlo, con Ariel Rot, con los m¨²sicos; Un pa¨ªs para re¨ªrlo, con Goyo Jim¨¦nez, con los comediantes; o Caminos del flamenco, con Miguel Poveda, con otros m¨²sicos, los flamencos. Con una factura impecable, Obrero viaja a Granada, Bilbao, Tenerife o Barcelona, lugares donde pasea con banda sonora y c¨¢mara lenta (aqu¨ª las ciudades siempre parecen bonitas como maquetas) y se encuentra con escritores, algunos de esos que podr¨ªamos llamar ¡°emergentes¡± y algunos de esos que podr¨ªamos llamar ¡°consagrados¡±. En Granada dos poetas: el ubicuo Luis Garc¨ªa Montero y Rosa Berber. En Barcelona, Enrique Vila-Matas y Najat El Hachmi. Miren Agur y Aixa de la Cruz en Bilbao. O Andrea Abreu y Juan Cruz en Tenerife. Por el momento.
Lo bueno de hablar de libros es que en ellos cabe todo, de modo que hablar de libros es hablar de cualquier cosa (aunque en este programa las entrevistas a veces se centren demasiado en la coyuntura libresca o en el ¨²ltimo lanzamiento). As¨ª, en la visita a Tenerife, Abreu, autora de la exitosa novela Panza de burro (Barret) compara la toxicidad de un volc¨¢n con la de la literatura y reivindica esos oficios que tiene el que escribe cuando escribir no es suficiente: ella ha sido recepcionista de museo, camarera, bailarina en un hotel, vendedora de ropa interior o periodista. ¡°Para m¨ª ser escritora no es un absoluto, no descarto, si me agobio mucho, volver a trabajar de dependienta¡±, dice.
En Barcelona, Vila-Matas, que definitivamente no es un personaje televisivo, fantasea con las posibilidades de las habitaciones de hotel: ¡°Permiten tener otro espacio diferente, cambiar de personalidad, ser otro: soy un apasionado de abrir las puertas a ver qu¨¦ me espera¡±. Dice, tambi¨¦n, que en estos tiempos lograr la inmortalidad gracias a la literatura es cosa imposible: ¡°Lo normal es pensar que todo se olvidar¨¢¡±. Y en Granada, Garc¨ªa Montero habla sobre c¨®mo la reciente muerte de su pareja, la novelista Almudena Grandes, le hizo consciente de la vulnerabilidad que nos une y tambi¨¦n recuerda c¨®mo la lectura un¨ªa a la pareja y les hac¨ªa negociar la luz por sus ciclos de sue?o disjuntos: ¡°Yo ten¨ªa que aprender a dormir mientras ella ten¨ªa la luz encendida para leer, y ella a seguir durmiendo cuando yo a las cinco de la ma?ana la encend¨ªa para seguir leyendo¡±. Y Obrero aprovecha para citar el poema Una casa, de la asturiana Berta Pi?¨¢n, demostrando que hay nivel.
Lo programas literarios en la tele, qu¨¦ cosa tan rara. En tiempos menos posmodernos se dec¨ªa que el gusto por la lectura estaba re?ido con el gusto por la ¡°caja tonta¡±, como se llamaba al aparato. No obstante, programas literarios ha habido: el longevo y neutro P¨¢gina dos, en La 2 desde 2007, o los realizados por Fernando S¨¢nchez Drag¨®, un escritor controvertido, pero que probablemente haya hecho la mejor televisi¨®n sobre libros en Espa?a, con espacios como Negro sobre blanco en La 2 o Las noches blancas, en Telemadrid. Tambi¨¦n El mundo por montera, virado hacia lo esot¨¦rico, aquel donde Fernando Arrabal dijo lo de ¡°el milenarismo va a llegar¡±. Y lo cierto es que ha llegado. Sin olvidarnos de Kiko Matamoros, que adem¨¢s de personaje de las fantas¨ªas de Mediaset es, en redes sociales, un inopinado y fiable prescriptor literario.
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