¡®Black Mirror¡¯ y el abismo postecnol¨®gico
En su sexta temporada, la serie de Charlie Brooker recula hacia la oscuridad del pasado irracional del ser humano, reflejando aquello a lo que aboca el fragmentario, individual e irreflexivo presente: la involuci¨®n de la conciencia
Como un cruce entre La dimensi¨®n desconocida y Relatos de lo inesperado, de Roald Dahl, centrado por completo en la relaci¨®n (perversa) del ser humano con la tecnolog¨ªa. As¨ª naci¨®, all¨¢ por 2011, Black Mirror (Netflix). Lo hizo en el exacto momento en el que el mundo hab¨ªa empezado a acelerarse. Ya exist¨ªan las redes sociales, el planeta conectado se estaba convirtiendo a pasos de gigante en una aldea global, y la realidad hab¨ªa empezado a fragmentarse, a atomizarse, a volverse por completo irreal, mera burbuja individual y, por lo tanto, irreconocible para cualquiera que no fueras t¨² mismo. Su papel fue el de advertirnos, como todo cl¨¢sico de la ciencia ficci¨®n que se precie, de que no ¨ªbamos por buen camino. O, mejor, de que deb¨ªamos tener cuidado con aquello que hab¨ªamos deseado y por fin ten¨ªamos, porque las consecuencias pod¨ªan ser terror¨ªficas.
Con el paso del tiempo ¡ªy sus sucesivas temporadas¡ª fue ampliando el campo de batalla y adapt¨¢ndose a ese otro mundo cuyas posibilidades aparentemente infinitas no hac¨ªan sino volver infinitos tambi¨¦n los caminos que pod¨ªan recorrerse err¨®neamente ¡ªdesde los peligros de poder grabar toda tu vida y no guardar ni un solo secreto (Toda tu historia), hasta la autoexplotaci¨®n (15 millones de m¨¦ritos) y el destino preescrito (Hang the DJ)¡ª. Tambi¨¦n hab¨ªa lugar para el consuelo y la profundizaci¨®n en aquello que nos hace humanos, y que la tecnolog¨ªa puede potenciar. Ah¨ª est¨¢ el cl¨¢sico San Jun¨ªpero, sobre la otra vida ¡ªdesde la muerte¡ª que permite a las protagonistas enamorarse en un limbo en el que son, por fin, libres. Beyond the Sea, el cap¨ªtulo m¨¢s dolorosamente complejo de esta sexta temporada, juega en esa liga.
En Beyond the Sea, un par de astronautas que trabajan en el espacio ¡ªest¨¢n a cargo de una nave, a miles de kil¨®metros de la Tierra¡ª, pueden volver a casa cuando no hay nada que hacer all¨ª arriba gracias a un par de robots con su mismo exacto aspecto. Su conciencia viaja, sus cuerpos no. El recept¨¢culo ¡ªese otro yo mec¨¢nico¡ª es una de las m¨¢s convincentes y ¨²tiles aplicaciones del concepto de robot humano que ha existido nunca en lo que a ficci¨®n especulativa se refiere. El caso es que uno de ellos es un tipo culto, un pintor, que ama la vida, y a su familia, y el otro, un hombre en alg¨²n sentido reprimido, infeliz, controlador. Algo ocurre en un momento dado y uno y otro tienen que usar el mismo cuerpo y regresar a una ¨²nica familia y la reflexi¨®n sobre aquello que lo social ha hecho de ti como hombre es terror¨ªfica, y a la vez, parad¨®jicamente, iluminadora.
Curiosa metaficci¨®n
Pero se trata de una peque?a isla en esta sexta temporada en la que el mundo en el que vivimos corre tan deprisa que no existe un lugar demasiado lejano, imaginativamente hablando, al que la ficci¨®n pueda irse para anticipar nada. Porque todo est¨¢ aqu¨ª ya. Aunque el epatante primer episodio, Joan es horrible, lo intenta. Lo que ocurre en ¨¦l es que la burbuja en la que vivimos nos transforma ¡ªtransforma a Joan, la protagonista¡ª en nuestra propia ficci¨®n, gracias al uso de los datos que, sin control, entregamos a todo tipo de corporaciones. Tambi¨¦n a las plataformas de streaming como Netflix, que aqu¨ª alerta al espectador sobre s¨ª misma en una curiosa metaficci¨®n que dispara en la misma direcci¨®n que el cl¨¢sico de la tercera temporada Ca¨ªda en picado, donde la vida de la protagonista depend¨ªa de los likes que tuviese.
Lo fascinante de esta sexta temporada es que, con suspicacia, inteligencia y cierta desorientaci¨®n, recula hacia algo parecido a la oscuridad. El cap¨ªtulo que dirige sabiamente Toby Haynes, Demonio 79, abandona por completo el futuro y se abisma en un pasado que tiene lamentablemente mucho de presente. Porque lo que el exceso de lo tecnol¨®gico ha provocado es precisamente una vuelta a un tipo de creencia por completo ancestral que no pasa por lo racional, sino que apela ¡ªcomo el mensaje populista del l¨ªder conservador, ultraderechista, que encandila a votantes sumisos¡ª al animal asustado, y rabioso, que llevamos dentro. El demonio que pide exterminios act¨²a como un hoax primitivo, algo en lo que creer cuando todo se tambalea, y aquello que deseas ¡ªel tipo que baila en Boney M¡ª te habla directamente a ti, y te pide una ¨²nica cosa.
Que en Loch Henry, el oscuro episodio sobre un pueblo fantasma y un asesino en serie, y la verdad que el true crime que se rueda en ¨¦l arroja, se la ingenie para dejar claro que aquello que somos realmente est¨¢ en lo no manipulable ¡ªlas cintas de v¨ªdeo de un pasado en el que lo privado exist¨ªa, y pod¨ªa ser horrible, pero exist¨ªa¡ª, da una pista de la direcci¨®n en la que Black Mirror est¨¢ pidi¨¦ndonos que miremos para evitar el ruidoso y confuso presente en el que el futuro ha dejado de existir. La aparici¨®n de una mujer lobo (en ese episodio de puro fant¨¢stico, y tambi¨¦n, viejo, de principios de siglo XXI, Mazey Day) incide en la misma idea, la de que el exceso de ruido ¡ªtodas esas posibilidades¡ª solo provoca deseo de acabar con todo, es decir, una inevitable involuci¨®n de la conciencia.
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