Verano en Vigata
En estos tiempos de actitud bul¨ªmica ante las series, me sent¨ª por unos minutos rebelde, pura resistencia, entregada a ¡®El comisario Montalbano¡¯
Mi refugio clim¨¢tico este verano, la estaci¨®n m¨¢s temida para aquellos que no soportamos el calor, ha sido el archivo de RTVE. Ah¨ª, en medio de miles de horas de tele, de documentales, de historia de Espa?a, encontr¨¦ el b¨¢lsamo perfecto. Ocurri¨® una ma?ana de agosto en un pueblo de Asturias, despu¨¦s del primer caf¨¦, con los adolescentes dormidos, en un sof¨¢ que no era m¨ªo, cuando encend¨ª el ordenador, y viaj¨¦ de nuevo a Vigata, provincia de Montelusa, con ...
Mi refugio clim¨¢tico este verano, la estaci¨®n m¨¢s temida para aquellos que no soportamos el calor, ha sido el archivo de RTVE. Ah¨ª, en medio de miles de horas de tele, de documentales, de historia de Espa?a, encontr¨¦ el b¨¢lsamo perfecto. Ocurri¨® una ma?ana de agosto en un pueblo de Asturias, despu¨¦s del primer caf¨¦, con los adolescentes dormidos, en un sof¨¢ que no era m¨ªo, cuando encend¨ª el ordenador, y viaj¨¦ de nuevo a Vigata, provincia de Montelusa, con el comisario Montalbano. ¡°Comisario Montalbano sono, signora¡±, me repet¨ª a m¨ª misma en voz muy baja. En estos tiempos de actitud bul¨ªmica ante las series, donde no ver todo a la vez y en todas partes te saca de un mont¨®n de conversaciones, me sent¨ª por unos minutos rebelde, pura resistencia, entregada a la serie basada en los libros de Andrea Camilleri. Dur¨® poco, no as¨ª el deleite ante un producto televisivo que se antoja antiguo y rabiosamente actual a la vez.
El comisario Montalbano conduce un Fiat Tipo, tiene un tel¨¦fono m¨®vil sin acceso a internet, es al¨¦rgico al compromiso y s¨®lo muestra fidelidad ante la comida de Adelina, su empleada del hogar. Es capaz de perderse una Nochevieja en Par¨ªs con su novia a distancia, Livia, porque prefiere acabar el a?o cenando los arancini de la mujer que le limpia la casa, toc¨¢ndole las pelotas ¡ª¡±rompere il cabasisi¡±, repito tambi¨¦n cuando pienso en los que me caen mal¡ª al doctor Pasquano, el forense de la zona. Me gusta cuando rega?a a su subordinado Augello ¡ªconocido como Mimi¡ª por su promiscuidad, como si Salvo Montalbano hubiera hecho voto de castidad.
Es una serie en la que no hay mujeres feas, donde todas oscilan entre la Loren y la Belluci, sean millonarias en palacios que se caen a pedazos o pobres de solemnidad. ¡°Non ¨¨ una donna normale, ¨¨ una femine talento¡±, comentan ambos inspectores ante una sospechosa. La traducci¨®n sale casi sola. Que es un monumento de se?ora, vamos. Y una, que lucha como puede por despojarse del patriarcado, confiesa que se rinde y suspira por este tipo de comentarios.
Montalbano se ba?a cada ma?ana en el mar, toma caf¨¦ expreso, se enfada cuando le despiertan por tel¨¦fono, destila sarcasmo y seducci¨®n. Y en medio de todo eso, y con el calor h¨²medo de Sicilia, en cada cap¨ªtulo se habla de inmigraci¨®n irregular, de mafia, de trata de personas, de abuso de poder, de corrupci¨®n de las instituciones. Temas tan actuales que son hoy portada de peri¨®dico. Y tan antiguos como el tel¨¦fono m¨®vil sin internet de Salvo.
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