Sillas de pl¨¢stico
El proyecto musical de Bad Bunny ¡®Deb¨ª tirar m¨¢s fotos¡¯ retrata a cabalidad un presente puertorrique?o de desplazamiento en el cual no pocos pa¨ªses latinoamericanos tambi¨¦n han podido verse retratados
Un comediante bromea acerca de c¨®mo cuando los estadounidenses cantan a coro algunas de las canciones de Bad Bunny eligen bien los estribillos en espa?ol que van a cantar. Cuando escuchan el famos¨ªsimo ¡°que se vayan ellos¡± de la canci¨®n El Apag¨®n del disco Un verano sin ti ¡ªdice el comediante¡ª olvidan todo su espa?ol y empiezan a mirar de lado a lado como quien se pregunta ?Ellos? ?Qui¨¦nes son ellos? Y siguen bailando totalmente desentendidos.
Una serie de fotos de familias y patios, de partys de marquesina y jangueos de toda especie en Am¨¦rica Latina, con gente sentada en sillas de pl¨¢stico asemejando las utilizadas en la portada del nuevo disco de Bad Bunny aparecen como im¨¢genes virales en las redes sociales desde el lanzamiento del disco el pasado 5 de enero, V¨ªspera de Reyes y fecha que marca el inicio de la ¨²ltima ronda festiva de las largu¨ªsimas Navidades puertorrique?as. El disco sali¨® en plan festivo, lo denso precisa de la mayor liviandad. San Benito ¡ªcomo le dice no poca gente por ah¨ª¡ª lo sabe bien.
En las fotos cambia a veces el paisaje o el fruto que hay detr¨¢s de las sillas, pero la imagen es la misma, gente en el patio, en alguna actividad familiar o simplemente mirando el d¨ªa pasar. Cuerpos que descansan por fin sobre el pl¨¢stico, ese material tan representativo de este tiempo. No del tiempo donde las chicas y los chicos pl¨¢sticos decid¨ªan d¨®nde y con qu¨¦ se come aquello (sea lo que sea que fuese aquello), sino de este tiempo en el que ha ocurrido lo impensable a?os atr¨¢s: tener ¨¦xito global sin plastificar la identidad. En el caso de Benito Antonio Mart¨ªnez Ocasio, establecerse cultural y globalmente en una posici¨®n de prominencia indiscutida bajo sus t¨¦rminos, con su cultura, su idioma, sus c¨®digos y dejando claro en incontables entrevistas que no es su trabajo hacerse entender.
No requiri¨® esfuerzo encontrar las fotos; pr¨¢cticamente, todo el mundo tiene alguna o conoce a alguien que la tenga. Son im¨¢genes que no pertenecen a la nostalgia urgente de estos tiempos. Esa que obliga a tomar la foto, pasarla por alg¨²n filtro que la haga lucir m¨¢s brillante o m¨¢s vieja e inmediatamente despu¨¦s de haberla tomado correr todos al celular a ¡°recordar¡± el instante vivido segundos atr¨¢s. No es nostalgia eso, pero por falta de un mejor t¨¦rmino, llam¨¦mosle nostalgia falsa, urgente, desechable.
En esta etapa del capitalismo salvaje hasta las memorias aspiran a ser cosas ¡ªo m¨¢s bien no cosas¡ª de uso brev¨ªsimo, utilitario y de r¨¢pido descarte conducente al reemplazo. Pero la nostalgia es otra cosa, precisa del paso del tiempo, de la a?oranza de algo que se tuvo y en el momento quiz¨¢s no se supo valorar. O s¨ª se valor¨® y lo que se a?ora es aquella sensaci¨®n de plenitud tan pocas veces alcanzada en la vida. La verdad, tampoco creo que de eso se trata esa imagen de dos sillas vac¨ªas frente a una mata de pl¨¢tano. Elijo leerlas como el espacio vac¨ªo que dejan quienes son forzados a migrar, como el lugar que ocupamos alguna vez y en el que debimos tirar m¨¢s fotos porque no supimos estar m¨¢s presentes. Elijo leerlas como una vi?eta de un pasado en el campo que no debe idealizarse pero del cual debe rescatarse esa insistencia de la tierra en perseverar, en recuperarse r¨¢pido y reverdecer despu¨¦s de los huracanes, de saberse nuestra aunque est¨¦ bajo asedio. Elijo leerlas como recuerdo cualquier patio de la infancia, tan m¨ªo y tan espec¨ªfico, tan elocuente en recordarme que lo ¨²nico especial que tiene es que no es especial porque se parece al de medio mundo.
Pocas cosas m¨¢s latinoamericanas que la tierra f¨¦rtil, verd¨ªsima, siempre rodeada de buitres. Es una imagen contenedora de memorias, una maquinita del tiempo con la que es posible llorar y perrear. Glorias de la rima¡
Del disco de Bad Bunny se ha dicho tanto. Su contenido pol¨ªtico hiere heridas abiertas en Puerto Rico. Incomoda a quienes se niegan a aceptar la contradicci¨®n de llamarse patriotas y querer la anexi¨®n total de la isla a Estados Unidos. Emociona a quienes llevan a?os esperando una voz que ocupe el mainstream y entienda su mensaje. Genera hordas de tesis y comentarios eruditos en torno a los valores est¨¦ticos de la pieza o a lo que se considere la falta de ellos. Indigna a quienes buscan en el arte un espacio aleccionador y no un reflejo de la realidad y del habla popular. Somos un hormiguero sobre el cual han encajado la pata de una de esas sillas y hemos salido todas a dar vueltas y a intentar darle sentido a un disco que m¨¢s que pensarlo habr¨ªa que sentirlo.
Elijo escucharlo y bailar. Re¨ªrme de un par de frases ocurrentes. Sentir deseos poco elegantes, amar ser hija de la cuna del reguet¨®n, entristecerme con el retrato de la realidad puertorrique?a que encuentro en algunas canciones. Pero el llanto¡ el llanto se lo entrego ¨²nicamente al regalo del se?or Conejo: una plena sonando en el mundo entero en primer lugar en toda lista. Y la pava, ese sombrero campesino que en cada pa¨ªs tiene su hom¨®logo y que hace rato pertenec¨ªa a la parte m¨¢s rancia del folclor, bien enganchada como corona en cabeza, como quien sabe que para eso sirve tambi¨¦n el pasado, para resignificarlo y reclamarlo como propio. Sentarnos otra vez en esa silla, sobre tierra propia.