?A m¨ª, las legiones!
El Ej¨¦rcito romano es el centro de tres estupendas novelas de muy distinto estilo, protagonizadas todas por centuriones
No se debe soltar una ventosidad en una testudo. La frase no es del gran Vegecio, el autor latino del cl¨¢sico Compendio de t¨¦cnica militar (C¨¢tedra), en el que uno puede aprenderlo todo sobre las legiones, incluso el manejo de una carrobalista o d¨®nde colocar a los arqueros novatos -decisi¨®n fundamental-. El que formula esa inapelable sentencia sobre lo inapropiado (e insolidario) de la flatulencia en el cerrado ambiente de la tortuga, la c¨¦lebre formaci¨®n t¨¢ctica de los soldados romanos, es un curtido oficial de Centuri¨®n (Edhasa), la nueva novela de Simon Scarrow, que transcurre durante las guerras contra los partos en el siglo I, con Claudio de emperador. Ese tono naturalista, cuartelero, de guerra de verdad, vamos, con sangre que salpica, ?chof!, hasta al lector y gritos como los que pueden resonar en cualquier campo de batalla ("?vamos, chicos, acabad con esos cabrones partos!"), es el que distingue en buena medida la serie sobre las legiones de Scarrow y el que le ha proporcionado el ¨¦xito de que goza. El contraste no puede ser mayor con otra novela de romanos que acaba de aparecer, El ¨¢guila de la Novena Legi¨®n (Plataforma Editorial), de Rosemary Sutcliff, tambi¨¦n estupenda y de ¨¢gil lectura pero insuflada de un lirismo y una delicadeza notables (el marchitarse de una rosa, el vuelo de un mart¨ªn pescador), especialmente en lo referente a las relaciones humanas y al paisaje. Una tercera novela del g¨¦nero que merece ser destacada con las otras dos es C¨¦sar, las cenizas de la Rep¨²blica (Edhasa), en la que un autor veterano como es Gisbert Haefs (el autor de An¨ªbal), recrea con sus caracter¨ªsticos sentido del humor y atenci¨®n minimalista al detalle las campa?as de C¨¦sar en Galia y Egipto desde el punto de vista de un veterano que se reengancha con el gran Julio en funciones de... cocinero.
Centuri¨®n
Simon Scarrow.
Traducci¨®n de Montserrat Batista.
Edhasa.
Barcelona, 2008.
576 p¨¢ginas.
28 euros.
Cato, Aquila y Aurelio sirven los tres bajo las ¨¢guilas, pero su car¨¢cter y sus aventuras son muy diferentes
Vayamos por orden: primero los man¨ªpulos de Scarrow. En Centuri¨®n, octava entrega de la serie, encontramos al protagonista, Quinto Licinio Cato, al que hemos seguido desde que era un biso?o optio hijo de liberto en El ¨¢guila del Imperio (aqu¨ª llega a prefecto interino de la segunda cohorte auxiliar iliria, que ya es cargo), y a su camarada de armas, el doblemente cori¨¢ceo centuri¨®n primipilus Macro, metidos en un notable fregado en Oriente. Deben conducir una avanzadilla casi suicida hasta Palmira para apoyar all¨ª a los sitiados aliados de Roma contra los rebeldes y el ej¨¦rcito parto que los apoya. Dado que los refuerzos los comanda un altivo arist¨®crata que detesta a nuestros hombres -"sois prescindibles", les espeta en el m¨¢s caracter¨ªstico tono de haza?as b¨¦licas-, las pasan canutas. Las marchas, contramarchas, asedios, asaltos, batallas y escabechinas abundan. Son mucho m¨¢s frecuentes, como cabe imaginar, que las escenas de amor, que tambi¨¦n las hay: Cato vuelve a enamorarse y la cosa va en serio. El realismo b¨¦lico, pura escuela Bernard Cornwell, es estremecedor y alcanza l¨ªmites gore pocas veces vistos en la narrativa hist¨®rica. A un soldado se lo sentencia a muerte y sus camaradas lo ejecutan a palos; le rompen todas las extremidades y el cr¨¢neo: "Hab¨ªa huesos y sesos desparramados por la arena en un revoltijo de color granate gris¨¢ceo". Cato (y el lector) traga bilis ante el espect¨¢culo, pero luego elimina a un enemigo clav¨¢ndole la espada con gran profesionalidad: "La hoja atraves¨® diagonalmente el cuello del oficial, le rompi¨® la clav¨ªcula y se detuvo al alcanzar su espina dorsal". Es un golpe cl¨¢sico, pero duele. Las flechas repiquetean con realismo en los escudos o atraviesan la carne con un ruido "sordo y h¨²medo". La ventaja de meterse con Scarrow en las filas de los legionarios es que se ven cosas que no aparecen en T¨¢cito o Amiano Marcelino: varios romanos caen por fuego amigo, a otros, malheridos, los despacha piadosamente el cirujano de la cohorte abri¨¦ndoles una vena -eutanasia sobre el terreno: puro Salvar al soldado Publio- y una chica patricia confiesa que sufr¨ªa malos tratos de su marido, apellidado justamente Porcino. T¨¦cnicamente, Scarrow, un hombre que sin duda ha o¨ªdo marchar a las legiones, "el crujido sordo de miles de botas claveteadas cruzando el desierto", es intachable. V¨¦ase si no c¨®mo describe el funcionamiento del onagro, la carga de los catafractos o la ejecuci¨®n del "tiro parto", que tanto hace sufrir a las legiones. La acci¨®n, adem¨¢s, la borda.
Rosemary Sutcliff (1920-1992) era hija de un oficial naval brit¨¢nico y gan¨® un enorme prestigio con sus novelas hist¨®ricas especialmente las ambientadas en la Britania romana y de la edad oscura (art¨²rica). El ¨¢guila de la Novena Legi¨®n parte del enigma hist¨®rico de la desaparici¨®n sin dejar ni rastro de la IX Legi¨®n Hispana -perdida, seg¨²n algunas fuentes, en las nieblas escocesas- para construir con verdaderas gracia y sensibilidad una emocionante, conmovedora y muy rom¨¢ntica ficci¨®n (que, curiosamente, ?est¨¢ entre las novelas favoritas de Scarrow!). El hallazgo real de una peque?a ¨¢guila de bronce en Silchester como la que coronaba los estandartes romanos le sirvi¨® a Sutcliff de inspiraci¨®n para imaginar la aventura de Marco Flavio Aquila (sic), un joven ex centuri¨®n de la ¨¦poca de Adriano, inv¨¢lido por heridas de guerra (la propia escritora padec¨ªa una enfermedad cr¨®nica que la postr¨® en silla de ruedas), en pos de la preciada insignia de la legi¨®n de su padre. Marco sufre la doble humillaci¨®n de su baja forzosa de las legiones y la deshonra de la unidad de su progenitor, maldecida por Buodica y cuya sagrada ¨¢guila ha ca¨ªdo 12 a?os antes en manos de los b¨¢rbaros en la frontera m¨¢s septentrional del imperio. Acompa?ado por un guerrero brigante ex gladiador con el que ha trabado amistad, el romano (enamorado de una sabidilla muchacha icenia) se interna en el territorio m¨¢s all¨¢ del muro y realiza su peligrosa pesquisa entre las tribus ind¨®mitas camuflado de curandero.
El somero argumento -a?¨¢dase que el romano ha criado un lobo: Sutcliff ten¨ªa dos chihuahuas- no hace justicia a esta hermosa novela en la que Sutcliff puede detener la mirada sobre un nido de vencejo en el alero de un fuerte romano o sobre los serbales en flor que llenan el aire de aroma a miel. Hay acci¨®n, por supuesto, incluso un ataque de carros britanos y una vertiginosa persecuci¨®n; tambi¨¦n se forma la testudo -aunque aqu¨ª la novela est¨¢ presidida por la nostalgia de la fragancia de las rosas y no por el hedor de los cuerpos en el matadero del combate-. Pero domina un tono pausado, una melancol¨ªa que se pega al relato como el musgo a las viejas piedras de Eburacum, donde penan los fantasmas de la legi¨®n perdida. En Sutcliff no hay como en Scarrow sangre a espuertas ni heridas atroces; la guerra, el combate, quedan como asuntos evanescentes, espectrales, subordinados a las reglas can¨®nicas del g¨¦nero de aventuras: la b¨²squeda, el viaje, los peligros, la transformaci¨®n del protagonista (que, cosa notable, no mata a nadie). En lugar de la moderna imagen brutal de la antig¨¹edad -la de Scarrow, Cornwell, Gladiator o la serie Roma- El ¨¢guila de la Novena Legi¨®n plasma un mundo lleno de sutileza y humanidad en el que las diferencias entre los pueblos no son mayores que, como argumenta un personaje, las que hay, de dise?o, entre la funda de una daga romana y el umbo de un escudo britano.
Si el mundo antiguo de Sutcliff es esencialmente limpio, elemental e inocente, el de Haefs est¨¢ envuelto en la intriga, el cuchicheo, la violencia, la ambici¨®n y la corrupci¨®n espesadas por la pol¨ªtica. Su C¨¦sar nos presenta una rep¨²blica romana ag¨®nica en la que los grandes personajes de la historia medran como peligrosos trileros de lujo. No obstante, el protagonista es un hombre honesto, Quinto Aurelio, un veterano centuri¨®n retirado -por lesi¨®n como Aquila: un galo le cort¨® el tend¨®n de Aquiles- que se ha convertido en cocinero (todo un Ferran Adri¨¤ con toga que hace maravillas con los lirones) y regenta un restaurante, el Contubernium, en la carretera a Tusculum. A nuestro hombre le meten a la fuerza en una conspiraci¨®n y le env¨ªan a espiar a su antiguo patrono, C¨¦sar, a la Galia. Llega en plena revuelta de Vercing¨¦torix y Julio, que conoce a las personas y necesita profesionales s¨®lidos, pronto cambia sus servicios gastron¨®micos devolvi¨¦ndolo a su condici¨®n de soldado (evocatus) en calidad de prefecto. Haefs nos hace vivir as¨ª, desde la perspectiva del curioso personaje, que lo teme y admira, las vicisitudes de C¨¦sar, y nos cuela en los consejos de guerra o en el ba?o de Cleopatra, flexible se?ora de todas las serpientes. La descripci¨®n que hace del dictador es fenomenal: vital, inteligente, resolutivo, valiente, con mirada de gavil¨¢n; el lector se le rinde no menos que Alesia.
Una de las gracias de la historia es que el novelista emplea como personaje al poeta Catulo, que va de pinche de Aurelio. Como es habitual, Haefs adoba su relato con detalles econ¨®micos, sociales o sexuales. A Mamurra, oficial de C¨¦sar, lo llaman en la novela, por su promiscuidad, El Rabo: es cierto, Catulo lo denominaba directamente mentula, "polla"; Marco Antonio huele a vino; un aliado galo muestra c¨®mo se limpiaba uno el trasero en los retretes de las legiones con hojas que se dispon¨ªan al efecto en cestas de mimbre... Pura antig¨¹edad vivida. -
Centuri¨®n. Simon Scarrow. Traducci¨®n de Montserrat Batista. Edhasa. Barcelona, 2008. 576 p¨¢ginas. 28 euros. El ¨¢guila de la Novena Legi¨®n. Rosemary Sutcliff. Traducci¨®n de Francisco Garc¨ªa Lorenzana. Plataforma Editorial. Barcelona, 2008. 300 p¨¢ginas. 19,95 euros. C¨¦sar, las cenizas de la Rep¨²blica. Gisbert Haefs. Traducci¨®n de Carlos Fortea. Edhasa. Barcelona, 2008. 576 p¨¢ginas. 35 euros.
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