As¨ª son las ¡°fiestas¡± en lujosos pisos para subir los niveles de testosterona que han llegado a Silicon Valley
Comida macrobi¨®tica, aparatos de musculaci¨®n y an¨¢lisis de sangre reinan en las ¡®T-parties¡¯, exclusivos encuentros que proliferan en EE UU
La tesis resulta tan sencilla y popular como dif¨ªcil de verificar. La masculinidad, como ¡°concepto¡± o como ¡°fen¨®meno¡±, habr¨ªa entrado en declive en alg¨²n momento indeterminado de las ¨²ltimas d¨¦cadas, puede que entre 1960 y el final del siglo XX. Algunos lo atribuyen a factores culturales, sociales, psicol¨®gicos o pol¨ªticos. Otros lo relacionan con indicadores biol¨®gicos de muy diversa ¨ªndole, desde un brusco descenso de la concentraci¨®n de espermatozoides a una reducci¨®n generalizada de la masa muscular entre los hombres pasando, sobre todo, por una supuesta ca¨ªda en los niveles de testosterona.
Algunos de los que denuncian el presunto declive se han apresurado tambi¨¦n a sacar a la palestra recetas para intentar paliarlo, reconducirlo o revertirlo. Es el caso, en la ¨®rbita acad¨¦mica, de Richard Reeves, cuyo libro Of Boys and Men propone estrategias de supervivencia para la ¡°identidad¡± masculina en un mundo posfeminista. Tambi¨¦n del brit¨¢nico Niall Ferguson, heraldo de un neoimperialismo destinado a ¡°virilizar¡± de nuevo la geopol¨ªtica del mundo occidental, o del canadiense Jordan Peterson, impulsor de una ¡°reacci¨®n masculina¡± contra ¡°el feminismo radical¡±. En otra ¨®rbita, la de la ultraderecha estadounidense digital y medi¨¢tica, conviven todo tipo de estrategias de restauraci¨®n de la hombr¨ªa perdida, desde los que insisten en que los hombres estar¨ªan siendo v¨ªctimas de un uso deliberado de agentes farmacol¨®gicos y qu¨ªmicos, a los que proponen el culto a los anabolizantes o a la antig¨¹edad grecolatina, la renuncia a la masturbaci¨®n e incluso ¡°soluciones¡± tan peregrinas y ex¨®ticas como el bronceado de test¨ªculos.
Faltaba, eso s¨ª, que el ecosistema emprendedor de Silicon Valley se decidiese a tomar cartas en el asunto. Si la masculinidad, como realidad biol¨®gica o como manera de estar en el mundo, ha entrado en crisis, ?por qu¨¦ no aquilatar el fen¨®meno, cuantificarlo y ¡°resolverlo¡±, de una vez por todas, de una manera tecnol¨®gica y cient¨ªfica? Eso es lo que se ha propuesto hacer Jeff Tang, un autoproclamado ¡°hacker biol¨®gico¡± (biohacker) de 27 a?os, fundador, junto a su socio, Andros Wang, de T-party, peculiar startup con sede en San Francisco.
La testosterona os har¨¢ libres
Tang organiza T Parties, ¡°fiestas¡± con T de testosterona que, en realidad, vienen a ser sesiones colectivas de concienciaci¨®n y ¡°terapia¡± masculina. Para el joven emprendedor, la virilidad languidece porque los hombres se han olvidado de lo esencial: realizar un esfuerzo activo para mantener sus niveles de testosterona en niveles ¡°¨®ptimos¡±. Es decir, cuanto m¨¢s altos, mejor.
La suya (pese al nombre de la compa?¨ªa que lidera, que recuerda tanto al movimiento de restauraci¨®n conservadora tea party como a los motines del t¨¦ que le sirvieron de inspiraci¨®n) no pretender¨ªa ser una perspectiva ideol¨®gica ligada la derecha de ¨®rbita trumpiana ni a la reacci¨®n airada contra el feminismo, sino una propuesta orientada a promover estilos de vida saludables. Es decir, en palabras del propio Tang, al fomento de una masculinidad ¡°positiva¡±.
Tang parte de estudios recientes que han registrado un descenso gradual de los niveles de testosterona en sangre tanto en Estados Unidos como en Dinamarca y otros pa¨ªses desarrollados. Una vez establecido que el n¨¦ctar de la masculinidad languidece, opina Tang, resulta evidente que la salud y la calidad de vida de los hombres est¨¢ amenazada.
El pasado mes de agosto, seg¨²n explica Liz Lindqwister en una afilada cr¨®nica en The San Francisco Standard, T-party congreg¨® a un grupo de hombres interesados en la testosterona como elixir de la juventud y el bienestar. Se reunieron en un lujoso apartamento del barrio de Marina, junto a la bah¨ªa de San Francisco, entre tapices dedicados a dioses griegos, aparatos de musculaci¨®n, barriles llenos de agua helada en los que realizar inmersiones ¡°tonificantes¡± y bandejas repletas de salm¨®n ahumado, t¨¦ matcha y zumos macrobi¨®ticos.
Tang y Wang hab¨ªan contratado los servicios de un flebotomista, es decir, un experto en extracciones de sangre, porque el primer paso para incrementar los niveles de testosterona es, por supuesto, conocerlos. Los invitados, ¡°una veintena larga de empresarios, altos directivos de empresas tecnol¨®gicas o dise?adores de software¡± que hab¨ªan pagado entre 100 y 400 d¨®lares por acudir a la sesi¨®n, se sometieron al ritual de extracci¨®n de la muestra de sangre y esperaron pacientemente los resultados.
Mientras esperaban, Tang, un tipo entusiasta y que alterna el sentido del humor con el tono pedag¨®gico, les explic¨® que los bajos niveles de testosterona pueden deberse a causas tan diversas como ¡°el estr¨¦s, la falta de sue?o o de ejercicio, el consumo de alcohol o drogas, una dieta inadecuada o incluso a esfuerzos f¨ªsicos mal orientados y calibrados¡±. La soluci¨®n pasa, en consecuencia, por revertir ese conjunto de malos h¨¢bitos y someterse a una estricta disciplina de alimentaci¨®n, ejercicio y cambio de costumbres y actitudes.
Pero eso no es todo. Para Tang, el mero hecho de desarrollar una conciencia clara de la importancia de la testosterona, conocer los niveles ¨®ptimos y compartir con otras personas las estrategias m¨¢s eficaces para obtenerlos tendr¨ªa, ya de por s¨ª, un efecto positivo sobre la salud general de los interesados en el hackeo biol¨®gico. Las T-parties pretenden ser, en consecuencia, grupos de autoayuda comunitaria. Espacios seguros de interacci¨®n masculina en que la tribu de la testosterona se reunir¨¢ para monitorizar de manera peri¨®dica sus indicadores de ¡°virilidad¡± y poner en com¨²n los resultados.
Sin inyecciones ni p¨ªldoras
Lo novedoso del enfoque de Tang, seg¨²n apunta Lindqwister, es que aporta recetas ¡°naturales¡± y de apariencia sensata y cient¨ªfica, especialmente pensadas para aquellos que ya han desechado las supuestas soluciones m¨¢gicas, es decir, la informaci¨®n superficial y sin contrastar de ¡°propietarios de gimnasio que quieren venderte suplementos vitam¨ªnicos o m¨¦dicos poco escrupulosos que te recetan pastillas o inyecciones de testosterona¡±. Aunque los fundadores de T-party reconocen que no son bi¨®logos ni m¨¦dicos, s¨ª aseguran contar con el asesoramiento de un equipo de multidisciplinar de expertos del que forma parte, entre otros, el neur¨®logo y divulgador de la Universidad de Stanford Robert Sapolsky.
Lakshmi Varanasi explica en Business Insider que Tang se describe como ¡°una persona interesada en experimentar con su propia salud y compartir sus conclusiones¡±. Sus credenciales consisten, seg¨²n asegura ¨¦l mismo, en haber sido capaz de predicar con el ejemplo: ¡°Siguiendo un m¨¦todo contrastado, he conseguido incrementar mis niveles de testosterona de 790 [nanogramos por decilitro de sangre] a 1090¡å.
Tang organiz¨® su primer ¡°festival de la testosterona¡± el pasado mes de mayo en Colombia. 24 hombres menores de 40 a?os aportaron muestras de sangre, asistieron a una completa presentaci¨®n y compartieron experiencias tras someterse a la preceptiva y ¡°saludable¡± inmersi¨®n en el tanque de agua helada. La siguiente sesi¨®n se realiz¨® en Nueva York. La de San Francisco fue la tercera, y cont¨® con una notable cobertura medi¨¢tica. Lo suficiente para convertir las T-parties en una moda, no sabemos si ef¨ªmera.
Tang y Wang recuperan as¨ª la tradici¨®n del biohacking, ese intento de ¡°piratear¡± el propio organismo recurriendo tanto a cambios en el estilo de vida como al auxilio tecnol¨®gico. Se puso de moda en la d¨¦cada de 2010, impulsado por millonarios como Richard Branson o estrellas del coaching como Tony Robbins. La novedad es que, esta vez, el en¨¦simo intento de hackear nuestro organismo para moldearlo de manera ¨®ptima se dirige exclusivamente a los hombres y pone el foco en la sustancia andr¨®gena que regula aspectos como el apetito sexual, el vello p¨²bico, corporal o facial, la musculatura, la producci¨®n de espermatozoides o la salud de los huesos. Acude a la fuente de la virilidad con la intenci¨®n de restaurarla de manera ¡°cient¨ªfica¡±. Como ocurre con la mayor¨ªa de las tendencias tecnol¨®gicas que se han ido afianzando en los ¨²ltimos a?os, el biohacking ha alcanzado ya el estatus de los fen¨®menos que ni se crean ni se destruyen, se transforman.
?La esencia de la masculinidad?
Lo explica Paul B. Preciado en Testo yonqui. La testosterona, la hormona que segregan los test¨ªculos, tiene una profunda influencia en la salud y en la bioqu¨ªmica de la sensibilidad. Unos niveles muy bajos de esta sustancia pueden producir falta de deseo sexual, fatiga cr¨®nica, p¨¦rdida de masa muscular, irritabilidad, depresi¨®n o disfunci¨®n er¨¦ctil. Un exceso muy acusado puede traducirse en cambios de humor, agresividad, comportamiento err¨¢tico o una mayor propensi¨®n a enfermedades cardiovasculares y c¨¢ncer de pr¨®stata.
La testosterona, en fin, es uno de tantos par¨¢metros f¨ªsicos que conviene mantener equilibrados, como la tensi¨®n arterial o el ¨ªndice de masa corporal. La buena noticia es que conservar ese equilibrio ¨®ptimo no supone, en la mayor¨ªa de los casos, ning¨²n esfuerzo. El rango considerado ¡°normal¡± o ¡°saludable¡± en hombres adultos menores de 50 a?os es muy amplio. Oscila entre los 300 y los 1.000 nanogramos por decilitro de sangre (para ser m¨¢s precisos, entre 270 y 1.070 seg¨²n un estudio reciente de la Universidad de San Diego, California) y no existe evidencia de que los valores cercanos a 1.000 sean preferibles, desde el punto de vista de la salud o del equilibrio emocional, a los cercanos a 300.
S¨ª est¨¢ documentado que los niveles en sangre de esta hormona andr¨®gena tienden a disminuir con la edad, en el marco del proceso gradual de envejecimiento masculino, conocido como andropausia. A partir de los 40 a?os, la reducci¨®n promedio es de un 1,6% anual. Solo si se produce un declive mucho m¨¢s pronunciado y los valores totales se sit¨²an por debajo de los 150 nanogramos estar¨ªamos hablando de niveles patol¨®gicos, compatibles con un s¨ªndrome, el hipogonadismo de inicio tard¨ªo (HIT), que puede afectar a la calidad de vida, pero resulta poco frecuente. Tambi¨¦n parece documentado que se est¨¢ produciendo un descenso gradual de los niveles promedio en determinados grupos de edad y determinados pa¨ªses. Pero los cient¨ªficos no se ponen muy de acuerdo ni en las posibles razones ni en hasta qu¨¦ punto resultan significativos.
Tal y como indicaba hace unos a?os la antrop¨®loga m¨¦dica y experta en sexualidad y g¨¦nero Alexis Ruth Matza, la necesidad de monitorizar de manera continua los niveles de testosterona es bastante relativa salvo en casos de ca¨ªdas patol¨®gicas asociadas al envejecimiento o terapias hormonales en procesos de reasignaci¨®n de sexo. En el resto de circunstancias, ¡°la relaci¨®n entre niveles de testosterona e identidad masculina¡± es m¨¢s una cuesti¨®n de ¡°percepciones culturales¡± que de evidencia biol¨®gica.
Esa es, al menos, la opini¨®n de la antropolog¨ªa m¨¦dica. Si la masculinidad est¨¢ en declive, los graduales, moderados y tal vez no del todo significativos descensos en el nivel de testosterona que se han detectado en los ¨²ltimos a?os no tienen la culpa. Tal vez el ¨²ltimo grito en biohacking se ha propuesto, despu¨¦s de todo, arreglar lo que no est¨¢ roto. O proporcionar un magn¨ªfico pretexto para que hombres que dedican una parte sustancial de su tiempo libre a potenciar su salud y su hombr¨ªa compitan entre ellos por ver qui¨¦n tiene la testosterona m¨¢s alta.
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