La batalla de la nueva derecha
Colombia vive una coyuntura in¨¦dita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales
Colombia vive una coyuntura in¨¦dita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales. El pais eligi¨® un Gobierno de izquierda dif¨ªcilmente comparable con aquel de Jos¨¦ Hilario L¨®pez en el siglo XIX, ni menos con el de Alfonso L¨®pez Pumarejo en el siglo XX. Los que buscan similitudes con lo que hab¨ªa, lo hacen simplemente por la ...
Colombia vive una coyuntura in¨¦dita que no puede ser interpretada con los criterios tradicionales. El pais eligi¨® un Gobierno de izquierda dif¨ªcilmente comparable con aquel de Jos¨¦ Hilario L¨®pez en el siglo XIX, ni menos con el de Alfonso L¨®pez Pumarejo en el siglo XX. Los que buscan similitudes con lo que hab¨ªa, lo hacen simplemente por la necesidad de sentir que pueden leer lo que viene con las mismas din¨¢micas que aplicaban hasta ahora. Craso error.
Esa es la raz¨®n por la cual hemos sido testigos del triste papel que est¨¢n desempe?ando los partidos tradicionales en el pa¨ªs. Partidos que en otras horas hicieron historia, pero que hoy solo sirven de entretenimiento para los espectadores colombianos, en lo que parece una tragicomedia de deteriorados actores en decadencia, que se prestan para lo que sea, con tal de remembrar as¨ª sea vagamente, alguna de las mieles del estrellato. El Partido Conservador, por ejemplo, una colectividad que cualquiera supondr¨ªa est¨¢ en las ant¨ªpodas de la izquierda, de repente y sin ning¨²n rubor, empieza a reinterpretar todos sus ¡°principios¡± con el fin de encontrar hilachas a las cuales aferrarse en el nuevo gobierno. Ese malabarismo vergonzoso encuentra pocos antecedentes en democracias s¨®lidas en donde los partidos tienen claro qu¨¦ representan, pero sobre todo, qu¨¦ no.
En momentos como estos, hay que reconocer la dignidad que tuvo la izquierda que llega hoy al poder, que nunca mostr¨® esa grosera ambici¨®n de la que dan cuenta hoy las fuerzas pol¨ªticas tradicionales del pa¨ªs. Dicho comportamiento evidencia que necesitamos partidos sostenidos con ideas y doctrinas y no con corrupci¨®n, presupuesto y movimientos burocr¨¢ticos. Necesitamos ideas claras, con vocer¨ªas insobornables, que no est¨¦n al vaiv¨¦n de la codicia y que ceden ante el ofrecimiento de turno. No podemos confiar nuestras expectativas de control pol¨ªtico, de l¨ªmites al soberano y de futuro democr¨¢tico a unos personajes que est¨¢n inmersos en una especie de subasta colectiva en donde los valores y los principios se sacrifican al mejor postor. Necesitamos voceros de la libertad, la autoridad, la seguridad, la propiedad, la iniciativa privada, la vida, la familia y las libres creencias religiosas. Requerimos de voceros que se sientan remunerados con la simple vigencia de esos principios.
Colombia tiene hoy una maravillosa oportunidad para aprovechar la coyuntura que estamos viviendo y remozar los liderazgos de derecha. Es hora de licenciar a unos cuantos. Necesitamos personas que defiendan las ideas en los que muchos creen, con claridad, inteligencia, coherencia y compromiso. As¨ª se construye el equilibrio. Voces serias, que logren con vehemencia y sensatez apoyar la consistencia con las ideas liberales, pero oponerse a las propuestas que chocan con estos principios.
Escrib¨ªa Marx que ¡°el significado de paz es la ausencia de oposici¨®n al socialismo¡±. No podemos caer en eso. El llamado a la ¡°unidad nacional¡±, suena bonito pero es peligroso. No todos los partidos pueden ser ¡°Gobierno¡±. Abrir esa puerta, con ideas defendidas por voceros del gobierno electo como el llamado fast track para las reformas, nos permite saber c¨®mo llegamos pero no c¨®mo saldremos. No podemos acallar las diferencias, porque de ah¨ª es desde donde se construye el debate democr¨¢tico.
El pa¨ªs necesita una oposici¨®n militante, seria, inteligente, informada, ¨ªntegra y con capacidad de interpretar a esos millones de ciudadanos que no creen en muchas cosas que tratar¨¢ de implementar el gobierno que comienza el pr¨®ximo 7 de agosto. Una oposici¨®n vigorosa, no obtusa ni obstinada. Para ello, la derecha, y el pa¨ªs reclaman una ciudadan¨ªa con capacidad de alzar la voz, y de reasumir, de ser necesario, las responsabilidades y vocer¨ªas que delega en los congresistas en la eventualidad en que deje de sentirse representada por ellos. La pasividad, la sumisi¨®n y la voracidad congresional, debe contrarrestarse con el activismo, la independencia y la integridad ciudadana. No hay m¨¢s camino.
En un a?o, en las elecciones regionales, tendremos la oportunidad nuevamente de castigar y premiar con nuestro voto a los partidos y referentes pol¨ªticos que hoy decepcionan a tantos en el pa¨ªs. La actual coyuntura nos servir¨¢ para separar el grano de la paja. Esa es una gran oportunidad. Son muchos los desaf¨ªos que se presentan y que tendr¨¢n profundas consecuencias en la Colombia que aspiramos a defender.
No podemos ser indiferentes. Debemos estar atentos y disponibles cuando nuestras creencias nos convoquen. Si los pol¨ªticos no funcionan, ?pues que funcionemos entonces como ciudadanos!. No podemos dejarnos apabullar ni amedrentar. No es el momento de huir o desfallecer. Las elecciones regionales nos deben encontrar cohesionados, motivados y con vocaci¨®n de triunfo. El equilibrio vendr¨¢ desde las regiones. No podemos premiar a los que hoy nos decepcionan. Ese es el siguiente desaf¨ªo y debemos prepararnos desde ya para ese momento. Se abre el camino para esa nueva batalla.
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