Vivir de la frontera: cerrada o abierta
Cientos de venezolanos que se ganan la vida de maleteros o camilleros alrededor de los puentes fronterizos ven peligrar su trabajo con la reapertura
El d¨ªa antes de la reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela, en el bullicio de los puentes que unen los dos pa¨ªses, nadie sabe qu¨¦ va a cambiar a partir del lunes. El se?or Darwin Jose Guti¨¦rrez, un venezolano de 42 a?os que lleva dos en Colombia, es pesimista, pero con una enorme sonrisa ya se ve partiendo. ¡°Pues ya ma?ana abren, v¨¢monos: pa¡¯ Venezuela o ?pa¡¯ Estados Unidos! Se acaba el trabaji...
El d¨ªa antes de la reapertura de la frontera entre Colombia y Venezuela, en el bullicio de los puentes que unen los dos pa¨ªses, nadie sabe qu¨¦ va a cambiar a partir del lunes. El se?or Darwin Jose Guti¨¦rrez, un venezolano de 42 a?os que lleva dos en Colombia, es pesimista, pero con una enorme sonrisa ya se ve partiendo. ¡°Pues ya ma?ana abren, v¨¢monos: pa¡¯ Venezuela o ?pa¡¯ Estados Unidos! Se acaba el trabajito¡±. Como ¨¦l, cientos de migrantes viven del hueco que abri¨® el cierre de la frontera a veh¨ªculos hace ya siete a?os. Convertido hoy en un paso peatonal, los maleteros o los camilleros cruzan de un lado a otro mercanc¨ªas o enfermos por un pu?ado de pesos. El ir y venir es este domingo constante. ¡°A veces me va bien, a veces me va mal. Al menos consigo algo de comer m¨¢s r¨¢pido que en Venezuela¡±, dice Guti¨¦rrez.
Desde la llegada de Gustavo Petro al poder en Colombia, hace un mes y medio, se han dado enormes pasos para coser una brecha profunda entre los pa¨ªses vecinos. El nombramiento de embajadores o la reanudaci¨®n del transporte de mercanc¨ªas, que comienza este lunes, marcan una agenda de reapertura que en ciudades como C¨²cuta tiene un significado distinto al de Caracas o Bogot¨¢. El taxista Edgar Guill¨¦n hace seis a?os que no cruza el puente internacional Sim¨®n Bol¨ªvar, pero a¨²n recuerda las buenas carreras que le sal¨ªan al aeropuerto venezolano. A¨²n tendr¨¢ que esperar para volver a ellas. La reapertura funciona todav¨ªa a cuentagotas, con aire m¨¢s de anuncio de buenas intenciones que de realidad palpable para una poblaci¨®n que vive de un intercambio que nunca ha cesado del todo.
Orlando Vel¨¢zquez, de 31 a?os, ha tenido suerte. Cada vez que un taxi amarillo se aproxima al puente, cuatro o cinco hombres se abalanzan sobre ¨¦l para ofrecer sus servicios. Vel¨¢zquez ha conseguido que le paguen 20.000 pesos por cruzar m¨¢s de diez bultos, que arrastra con dificultad en un carrito. Hasta hace un mes trabajaba en una recicladora, pero se qued¨® sin empleo y con este ir y venir mantiene a su mujer y sus tres hijos en C¨²cuta. Para ¨¦l la apertura tiene su parte buena: ¡°todo el mundo necesita su paso, todos tenemos derechos¡±. Y su parte mala: ¡°yo me quedo sin trabajo, pero me volver¨¦ a reciclar¡±. Son muchos, como Douglas Palencia, los que dudan de su futuro estos d¨ªas. Con las manos en las empu?aduras de una vieja silla de ruedas que compr¨® hace cuatro a?os, este venezolano cruza cada d¨ªa a discapacitados, enfermos o gente mayor por 7.000 pesos (1,6 d¨®lares).
El lunes a las nueve de la ma?ana dos delegaciones de ambos pa¨ªses cruzar¨¢n el puente caminando hasta el centro. Se dar¨¢n la mano y escuchar¨¢n los himnos de ambos pa¨ªses. Entonces un cami¨®n cruzar¨¢ en un sentido. Y otro lo har¨¢ en el contrario. Petro hab¨ªa anunciado su presencia, pero finalmente no estar¨¢. Tampoco lo har¨¢ Nicol¨¢s Maduro. El encuentro entre presidentes tendr¨¢ que esperar. Tampoco se ver¨¢ el primer vuelo comercial, despu¨¦s del fracaso de los dos intentos de compa?¨ªas a¨¦reas venezolanas. Cuando se vayan las autoridades, el se?or Guti¨¦rrez podr¨¢ volver a cargar maletas hasta el otro lado sin necesidad de so?ar con irse a Estados Unidos tan r¨¢pido. El paso de camiones ser¨¢ inicialmente nocturno y durante el d¨ªa los puentes seguir¨¢n como hasta ahora como pasarelas peatonales para todos aquellos que tengan c¨¦dula y el PPT (Permiso de Protecci¨®n Temporal).
A Antonio Jos¨¦ Grati se le venci¨® la c¨¦dula venezolana hace ya tiempo, lleva ya ocho a?os en Colombia. El puente est¨¢ prohibido para ¨¦l. Por eso este domingo se asoma a la trocha, que arranca a unos metros del Sim¨®n Bol¨ªvar, por un camino de tierra. Le extra?a no ver a nadie y le da miedo. Se da media vuelta. ¡°Aqu¨ª te piden 20.000 pesos y te pasan sin preguntar nada ni pedirte la c¨¦dula¡±, cuenta. A cambio, hay otros riesgos. ?l seguir¨¢ cruzando ilegalmente porque no tiene dinero para renovar el documento, pero s¨ª espera la reapertura para que su mam¨¢ pueda venir a visitarlos.
A 14 kil¨®metros de aqu¨ª, el mayor Fredy Molina tiene el control de la mitad colombiana del puente Francisco de Paula desde hace cuatro a?os, otro de los pasos que comunican el departamento colombiano de Norte de Santander y el Estado venezolano de T¨¢chira. Reconoce que lo que pase a partir del lunes no est¨¢ definido, pero cree que cualquier signo de apertura es positivo.
- ?Apoya la decisi¨®n de Petro de restablecer las relaciones con Venezuela?
- La pol¨ªtica que nos marca el se?or presidente, el que sea, es la que obedecemos en cumplimiento. Pero mire a esa ni?a, caminando [por el puente] tan contenta. Mejor as¨ª que cruzando ilegal en manos de una banda criminal.
Molina tambi¨¦n espera que en breve pueda reanudar la comunicaci¨®n con sus hom¨®logos del otro lado. La polic¨ªa venezolana, de la que dice que hoy le separa ¡°un muro¡± que hace imposible trabajar en conjunto para mejorar la seguridad. ¡°Nosotros observamos la necesidad, las tragedias, las tristezas. El ambiente de frontera es dur¨ªsimo y muchos grupos criminales lo usan para cobrar pasos ilegales, para instrumentalizar mujeres, hay trata de personas. Cuando a uno lo ponen ac¨¢ hay que asimilar el contexto, desarrollar la empat¨ªa y ponerse en el zapato del otro¡±.
El sol abrasa el paso a media ma?ana cuando se abre un carril en el puente para que entre uno de los pocos veh¨ªculos que hasta ahora est¨¢n autorizados. Un coche funerario colombiano carga un ata¨²d gris hasta la mitad del camino. Del otro lado se abre una cajuela forrada de tela roja de un carro venezolano. Los polic¨ªas separan brevemente las rejas y el traslado del f¨¦retro del ¨²ltimo venezolano muerto en suelo colombiano se hace en menos de dos minutos. A ambos lados, ni para los que van a Venezuela, ni para los que vuelven a Colombia, o al rev¨¦s, la escena tiene nada de extraordinario.
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