No, Colombia no est¨¢ inundada de coca
La discusi¨®n deber¨ªa partir de la focalizaci¨®n, con respuestas diferenciadas en los territorios
¡°Inundados de coca¡±, advierte en su primera p¨¢gina uno de los principales diarios de Colombia, para dar cuenta el incremento de los cultivos de coca. Puede que como titular funcione, pero da una imagen errada de cu¨¢l es el desaf¨ªo. El problema es tan grande que cualquier cosa que se haga ser¨¢ insuficiente. Sin embargo, la evidencia muestra que los cultivos se concentran en determinados territorios y de manera persistente. Su distribuci¨®n no es aleatoria, sino que responde a din¨¢micas locales que requieren de respuestas concretas.
Seg¨²n el Sistema de Monitoreo de la Oficina contra las Dr...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
¡°Inundados de coca¡±, advierte en su primera p¨¢gina uno de los principales diarios de Colombia, para dar cuenta el incremento de los cultivos de coca. Puede que como titular funcione, pero da una imagen errada de cu¨¢l es el desaf¨ªo. El problema es tan grande que cualquier cosa que se haga ser¨¢ insuficiente. Sin embargo, la evidencia muestra que los cultivos se concentran en determinados territorios y de manera persistente. Su distribuci¨®n no es aleatoria, sino que responde a din¨¢micas locales que requieren de respuestas concretas.
Seg¨²n el Sistema de Monitoreo de la Oficina contra las Drogas y el Delito (SIMCI), 16% de los municipios en Colombia tienen cultivos de coca. Pero solo 10 de ellos concentran el 45% de hect¨¢reas sembradas: casi la mitad de la producci¨®n se da en el 0,8% de los municipios del pa¨ªs. En esos municipios, las plantaciones se concentran en un conjunto espec¨ªfico de veredas. El problema est¨¢ claramente focalizado.
Esta concentraci¨®n, adem¨¢s, es persistente. Seg¨²n el SIMCI, 86% de los cultivos de coca ha estado en los mismos lugares desde hace m¨¢s de 10 a?os. Eso no significa que sea un desaf¨ªo est¨¢tico, sin variaciones regionales. Por ejemplo, en 2021, el crecimiento de las hect¨¢reas sembradas se dio con mucha fuerza en los municipios del Pac¨ªfico Nari?ense, mientras que en el Catatumbo, en la frontera con Venezuela, el alza de los cultivos fue menos notoria.
Es equivocado entonces decir que Colombia est¨¢ nadando en coca. Esta manera de entender este desaf¨ªo ha sido parte del problema, con intervenciones del Estado y programas de la cooperaci¨®n internacional que han errado en la focalizaci¨®n.
Un ejemplo es el uso deliberado de la erradicaci¨®n forzada, con metas que se han establecido sin un criterio territorial claro. Por ejemplo, en 2021 el uso de esta herramienta fue bajo en enclaves cocaleros como El Catatumbo, mientras en zonas con un n¨²mero bajo de hect¨¢reas se utiliz¨® intensamente - a tal punto que resultan sospechosas las altas cifras reportadas.
Algo similar ocurre con los programas de desarrollo alternativo (PDA). Un an¨¢lisis realizado por la Fundaci¨®n Ideas para la Paz muestra que antes de la implementaci¨®n del Acuerdo de Paz, el 73% de las veredas con PDA no ten¨ªan cultivos de coca (el 54% se encontraba a 10 kil¨®metros o menos de las ¨¢reas con coca). Este porcentaje cambi¨® a partir de 2016, con la implementaci¨®n del Programa de Sustituci¨®n PNIS, ya que el 72% de las veredas donde comenz¨® a operar ten¨ªan cultivos de coca. No obstante, en este caso la focalizaci¨®n estuvo mediada por los incentivos que produjo el anuncio temprano de beneficios materiales para las poblaciones que tuvieran cultivos de coca, en medio de las negociaciones del gobierno con las Farc.
En todo caso, en el a?o de mayor cobertura de los programas de desarrollo alternativo del gobierno nacional, la focalizaci¨®n lleg¨® a menos de una cuarta parte de los territorios con cultivos de coca. Y antes de la implementaci¨®n del PNIS esta cifra era inferior al 5%.
Sumando la erradicaci¨®n forzada y el desarrollo alternativo, el resultado es un mapa disperso de intervenciones no continuas y fragmentadas, que tienen poco impacto. Por lo tanto, no es de extra?ar que Colombia haya llegado en 2021 al punto m¨¢s alto el n¨²mero de hect¨¢reas de coca, en una trayectoria ascendente que comenz¨® en 2013.
El cap¨ªtulo m¨¢s reciente de esta historia es el cuatrienio del presidente Duque, quien se propuso aplicar al pie de la letra el libreto de la guerra contra las drogas, aunque no con todas las herramientas a su disposici¨®n. Sin contar con la aspersi¨®n a¨¦rea, que fue suspendida en 2015, Duque apost¨® por el uso intenso de la erradicaci¨®n forzada. Peor no podr¨ªa ser el balance, a tal punto que el mandatario prefiri¨® engavetar las cifras y pasarle la papa caliente al pr¨®ximo gobierno.
Ahora, con el anuncio reiterado por la administraci¨®n del presidente Petro de que Colombia no avanzar¨¢ hacia el mercado legal de la coca¨ªna, Colombia se encuentra en un s¨¢ndwich: entre el fracaso de la ¡°guerra contra las drogas¡± y la puerta cerrada a la regulaci¨®n. Si el pa¨ªs se seguir¨¢ moviendo en el carril de la prohibici¨®n ?cu¨¢les son las opciones?
La carta que se tiene a la mano es la implementaci¨®n del Acuerdo de Paz. El problema es que bajo el actual esquema del PNIS, se requerir¨ªan algo m¨¢s de 1,5 billones de pesos para cumplirle a las familias que hacen parte del programa, en municipios en lo que ya fueron erradicados voluntariamente los cultivos de coca. Ampliar el Programa, con nuevas vinculaciones, exigir¨ªa un presupuesto con que el Estado no cuenta, todo para continuar con un modelo que tiene conocidos problemas de origen.
Es aqu¨ª cuando adquiere relevancia la discusi¨®n sobre la focalizaci¨®n. Por un lado, est¨¢ la l¨®gica de los ¡°mangos bajitos¡±, las ¡°victorias tempranas¡± que suenan atractivas para gobiernos que tienen cuatro a?os para mostrar resultados. Seg¨²n esta f¨®rmula, las intervenciones deben darse donde haya condiciones para que funcionen. De otro lado, se encuentran las grandes apuestas de transformaci¨®n que por lo general terminan en un nombre rimbombante en el que se empaquetan los planes sectoriales. El conocido desfile de chalecos, sin un orden, ni gu¨ªa estrat¨¦gica.
El desaf¨ªo est¨¢ en encontrar un camino intermedio en el cual se avance de manera progresiva, mostrando resultados, sin abandonar la perspectiva de largo plazo. Para esto, en lugar de perdernos en la idea de que estamos ¡°inundados¡± de coca, la discusi¨®n deber¨ªa partir de la focalizaci¨®n, con respuestas diferenciadas en los territorios, que tengan como base el di¨¢logo con los actores locales sobre los problemas concretos.
Para empezar, ganar¨ªamos mucho si el Estado y la cooperaci¨®n logran articularse, rompiendo la inercia y aprendiendo de los errores. Hay que redefinir el modus operandi, porque la dispersi¨®n de iniciativas y proyectos, bajo el paraguas de los ¡°hol¨ªstico¡± e ¡°integral¡±, no ha funcionado. Estamos inundados de buenas intenciones, pero con pocos resultados que logren sostenerse en el tiempo. Y la historia podr¨ªa repetirse.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.