El modelo Bukele y el costo de nuestra tranquilidad
Al ver el ¨¦xito y aplausos que provoca el ¡°milagro Bukele¡±, me pregunto si sentirnos m¨¢s seguras equivale inevitablemente a ceder m¨¢s y m¨¢s derechos y libertades
Hace algunas semanas presenci¨¦ una conversaci¨®n en la que una persona de El Salvador comentaba que, estando fuera de su pa¨ªs, hab¨ªa podido cantar en un karaoke una canci¨®n que ya no se atreve a cantar en su ciudad natal. Cuando pregunt¨¦ cu¨¢l era me llev¨¦ una enorme sorpresa: Mis ojos lloran por ti. Un tema ic¨®nico para una generaci¨®n (la m¨ªa) a lo largo y ancho de Am¨¦rica Latina, de esas que se cantan a grito herido, prenden noches y cierran fiestas.
Al parecer, cantar canciones de artistas como ...
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Hace algunas semanas presenci¨¦ una conversaci¨®n en la que una persona de El Salvador comentaba que, estando fuera de su pa¨ªs, hab¨ªa podido cantar en un karaoke una canci¨®n que ya no se atreve a cantar en su ciudad natal. Cuando pregunt¨¦ cu¨¢l era me llev¨¦ una enorme sorpresa: Mis ojos lloran por ti. Un tema ic¨®nico para una generaci¨®n (la m¨ªa) a lo largo y ancho de Am¨¦rica Latina, de esas que se cantan a grito herido, prenden noches y cierran fiestas.
Al parecer, cantar canciones de artistas como Big Boy, usar modelos de calzado como los Nike Cortez o Adidas Superstar, o tener tatuajes religiosos en El Salvador puede hacer que te confundan con un pandillero, o que asuman que tienes alguna relaci¨®n con estos grupos. Algunas pandillas se apropiaron de estos productos comunes y los convirtieron en marcas de pertenencia. Como parte de sus estrategias de control territorial, miedo y violencia, eran los ¨²nicos que, por ejemplo, pod¨ªan vestir con ciertas prendas. Es m¨¢s, la est¨¦tica pas¨® a convertirse en una manera de reconocer a sus enemigos.
Esta forma de control por parte de las pandillas dej¨® en muchas personas un miedo arraigado que les limit¨® su libertad de elegir cuestiones tan cotidianas como la m¨²sica que escuchan. Y aunque ahora el Gobierno de Nayib Bukele le muestra al mundo que varios de estos grupos est¨¢n desarticulados y la gran mayor¨ªa de sus miembros est¨¢ en la c¨¢rcel, muchas personas siguen con ese temor por las repercusiones que pueda haber, pero ahora no a manos de ciertas pandillas, sino del propio Estado.
Esta es pues una historia de renuncias, del precio que estamos dispuestos a pagar las personas para sentirnos seguras. Y como cada vez m¨¢s voces en Colombia mencionan el modelo de seguridad de El Salvador como exitoso, casi milagroso, y sugieren que lo apliquemos en el pa¨ªs, vale la pena preguntarnos antes de seguir adelante: ?cu¨¢nto vale nuestra tranquilidad? ?Qu¨¦ derechos y libertades estamos dispuestos a ceder para sentirnos seguros en nuestro barrio? ?C¨®mo saber cu¨¢ndo ¡°se nos fue la mano¡± cediendo en derechos y libertades? ?Habr¨¢ vuelta atr¨¢s? Una canci¨®n o unos tenis pueden parecer banales¡ o pueden ser el ejemplo m¨¢s palpable y cotidiano de algo mucho mayor.
Volvamos de nuevo a El Salvador y pasemos por algunos ejemplos de esa tensi¨®n entre seguridad, libertades, derechos y poder, y c¨®mo se est¨¢n activando las renuncias ciudadanas. El primero es el r¨¦gimen de excepci¨®n. Una figura conocida en nuestra regi¨®n que suspende ciertos derechos y garant¨ªas constitucionales y otorga poderes excepcionales a las autoridades civiles o militares para afrontar situaciones graves o extraordinarias. En el caso de El Salvador, el objetivo declarado es reforzar la seguridad de los salvadore?os ante el repunte de cr¨ªmenes que hubo casi un a?o atr¨¢s. S¨ª, este r¨¦gimen lleva ya casi un a?o, as¨ª que a estas alturas poco tiene de excepci¨®n. La figura ha servido para efectuar, de acuerdo con cifras oficiales, al menos 61.000 detenciones de personas vinculadas a las pandillas, e incluye medidas como suspender la libertad de asociaci¨®n, el derecho a que una persona est¨¦ debidamente informada de sus derechos y motivos de la detenci¨®n, o ampliar a 15 d¨ªas del plazo de detenci¨®n preventiva.
Otro ejemplo son los argumentos del director de la Polic¨ªa Nacional Civil de El Salvador en la Asamblea Legislativa para pedir la und¨¦cima pr¨®rroga del r¨¦gimen de excepci¨®n. Afirm¨® lo siguiente: ¡°Recordemos que el polic¨ªa es un juez de la calle que tiene criterios para poder detener, identificar e individualizar a cualquier persona y lo pone a disposici¨®n de la justicia¡±.
En paralelo, y como tercer ejemplo, el Gobierno de Bukele puso en marcha una reforma al C¨®digo Penal para castigar con entre 10 y 15 a?os de c¨¢rcel la difusi¨®n de mensajes alusivos a las pandillas. Esto incluye castigar a quien elabore o colabore con la producci¨®n de textos, dibujos, dise?os, pinturas o ¡°cualquier forma de expresi¨®n visual en bienes inmuebles de uso p¨²blico o privado que expl¨ªcita o impl¨ªcitamente hagan alusi¨®n a grupos criminales¡±. Tambi¨¦n habr¨¢ la misma pena para quienes reproduzcan y transmitan mensajes originados por grupos criminales y que puedan ocasionar p¨¢nico o zozobra en la poblaci¨®n. Hay una menci¨®n espec¨ªfica a los medios de comunicaci¨®n, pero cabe preguntarse si la m¨²sica o la manera de vestir entrar¨¢n en este marco tan amplio como difuso.
El cuadro completo es feroz: las autoridades, especialmente la fuerza p¨²blica, est¨¢n adquiriendo un poder desbordado y la ciudadan¨ªa, especialmente quienes son inocentes, quedan cada vez m¨¢s desprotegidos, con menos garant¨ªas, menos derechos y menos libertades. El resultado no es un sistema de justicia o un Estado m¨¢s fuerte sino un sistema a discreci¨®n de unos pocos individuos. Hoy puede que haya un consenso en que vayan por las pandillas, pero ?qu¨¦ pasa si ma?ana deciden centrarse en otro grupo poblacional, o en otra dimensi¨®n de la libertad de expresi¨®n o de asociaci¨®n? ?Esto es lo que queremos copiar? ?Conceder la arbitrariedad por ganar tranquilidad?
La respuesta habitual a estos cuestionamientos viene a ser que el que nada debe nada teme. Pero c¨®mo no temer si los l¨ªmites de lo que significa deber se van moviendo y dependen de unos pocos: ?c¨®mo y qui¨¦n define que un texto o un dibujo no ser¨¢ considerado una alusi¨®n a un grupo criminal? ?C¨®mo y qui¨¦n define que un mensaje ocasiona o no p¨¢nico en la poblaci¨®n? ?Por qu¨¦ un polic¨ªa en la calle va a tener el poder de decidir, como un juez, si yo soy inocente o culpable sin un debido proceso, garant¨ªa ¨²ltima de justicia e imparcialidad?
Ciertamente, ceder como ciudadanos es algo que hacemos para convivir en una sociedad. Pero, ?qu¨¦ tanto debo ceder para que un polic¨ªa no me considere un criminal? Sencillo. No cantes ciertos artistas que te gustan, no uses esos tenis que te gustan, no te tat¨²es ciertos s¨ªmbolos, no uses ciertas expresiones, no reproduzcas ciertos mensajes, no elabores ciertos dise?os, no hables con ciertas personas. Es decir: renuncia a tu cotidianidad y a tu individualidad. Sencillo¡
Por supuesto que no todas las personas viven la violencia e inseguridad de la misma manera e intensidad (seguro que en las zonas de mayor poder adquisitivo de El Salvador s¨ª debe haber libertad para usar Nike Cortez, y puede ser hasta cool), y por eso en las colonias intervenidas hay mucho apoyo hacia el modelo Bukele. Es entendible. Me atrever¨ªa a decir que las personas latinas que crecimos y vivimos en pa¨ªses con altos ¨ªndices de violencia tenemos en com¨²n el cansancio, la rabia, la tristeza y la frustraci¨®n de que, generaci¨®n tras generaci¨®n, tengamos que convivir con la violencia, que nada hace que desaparezca. Por eso al ver el ¨¦xito y aplausos que provoca el ¡°milagro Bukele¡± me pregunto si sentirnos m¨¢s seguras equivale inevitablemente a ceder m¨¢s y m¨¢s derechos y libertades, a que varias personas inocentes mueran o terminen en la c¨¢rcel. Me pregunto si vamos a estar bien con eso porque el bien com¨²n es supuestamente superior, y solo es alcanzable por esta v¨ªa.
Sobre todo porque, parad¨®jicamente, con esta aproximaci¨®n el miedo tampoco nos abandona. Solo intercambiamos el sujeto o el motivo que nos lo provoca. Siempre habr¨¢ que tener cuidado de no cantar Mis ojos lloran por ti en el lugar equivocado porque eso nos puede costar nuestra tranquilidad de ese instante, nuestra libertad, o incluso nuestra vida.
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