Soluci¨®n Bukele, o entre Garc¨ªa Harfuch y el Ej¨¦rcito
M¨¦xico no tiene los niveles de violencia que catapultaron al presidente salvadore?o, pero s¨ª un hartazgo acumulado tras varios lustros de impotencia frente a la inseguridad
Observar la imagen de m¨¢s de mil torsos desnudos cubiertos de tatuajes y doblados con la cabeza rapada al piso, vigilados por guardias encapuchados y de riguroso negro, provoca sensaciones encontradas. Por un lado, la inconfesable sensaci¨®n de alivio que genera la certeza de que esa noche y las que siguen, los ciudadanos no se encontrar¨¢n con ninguno de esos prisioneros al final de un callej¨®n. Pero en los pliegues de esa satisfacci¨®n yace tambi¨¦n un pensamiento inquietante; la foto remite a un arreba?amiento de masas sometidas al poder del garrote, una imagen asociada a un estado fascista.
Entre estas dos sensaciones resulta evidente que la primera termina predominando. O de qu¨¦ otra manera explicar los niveles de aprobaci¨®n de 90% (datos de febrero) de Nayib Bukele, el presidente salvadore?o, responsable del combate frontal a las bandas criminales de su pa¨ªs. En enero, el mandatario inaugur¨® la prisi¨®n m¨¢s grande del mundo, con capacidad para 40 mil detenidos, denominada Centro de Confinamiento del Terrorismo, nombre que despeja cualquier duda de la actitud del Estado en contra de los delincuentes. Ese d¨ªa Bukele tuite¨®: ¡°?Podr¨¢n dar ¨®rdenes desde adentro? No. ?Podr¨¢n escapar? No. Una obra de sentido com¨²n¡±.
Sentido com¨²n o no, lo cierto es que son palabras e im¨¢genes apreciadas por la mayor parte de los ciudadanos de su pa¨ªs, hartos de la violencia. Detr¨¢s de los niveles de aprobaci¨®n de los que goza Bukele se encuentra el vertiginoso descenso de la criminalidad en El Salvador. De una tasa de 106 muertos por cada 100 mil habitantes en 2015, la peor en el mundo, cay¨® a 7,8 en 2022, similar a la de Estados Unidos. La magnitud de este cambio puede advertirse al compararse con las cifras de M¨¦xico: entre 30 y 29 asesinatos por cada 100 mil habitantes al iniciar el sexenio, 28 en 2021 y podr¨ªa descender a 25 este a?o, todav¨ªa de los m¨¢s altos entre los pa¨ªses de su tama?o e importancia econ¨®mica: el promedio en Europa es 1. De continuar la tendencia de los primeros meses de 2023, El Salvador podr¨ªa terminar el a?o como el pa¨ªs m¨¢s seguro del continente, afirman sus autoridades.
A cambio de esta ¡°tranquilidad¡±, los salvadore?os han decidido entregarle a Bukele muchas otras cosas. El presidente disolvi¨® el parlamento, impuso el estado de excepci¨®n que permite tratar a cualquier sospechoso como terrorista, con las consiguientes irregularidades en materia de derechos humanos, modific¨® las leyes para reelegirse y somete sin miramientos a la prensa cr¨ªtica. Y no obstante, la gente vota entusiasta por ¨¦l. La pacificaci¨®n no se ha traducido en una mejora de la situaci¨®n econ¨®mica, pero la ca¨ªda en las extorsiones que padec¨ªan los negocios, el incremento en el turismo y la calificaci¨®n positiva de agencias internacionales, dan alas a las promesas del Gobierno en el sentido de que ahora cosechar¨¢n la anhelada prosperidad. Habr¨¢ que ver.
El modelo Bukele, afirma The Economist esta semana, no es del todo exportable por las peculiaridades de este peque?o pa¨ªs de poco m¨¢s de 6 millones de personas y superficie similar a la de Nayarit. Pero d¨ªgaselo a los pol¨ªticos que comienzan a surgir en Centroam¨¦rica y el Caribe prometiendo algo similar.
M¨¦xico no tiene los niveles de violencia que catapultaron a Bukele, pero s¨ª un hartazgo acumulado tras varios lustros de impotencia frente a la inseguridad y existen regiones de violencia extrema que emulan a la del pa¨ªs centroamericano. No veo a un Bolsonaro o a un Bukele en el trayecto a la elecci¨®n presidencial de 2024, pero, si la situaci¨®n de inseguridad no mejora, podr¨ªa existir tal riesgo para la de 2030 o incluso para la consulta de revocaci¨®n de mandato en 2026 o 2027. En proporci¨®n de 9 de cada 10, los salvadore?os apoyan a quien les ha quitado libertades esenciales. Es muy f¨¢cil juzgarlos, pero no deber¨ªamos. Lo que habr¨ªa que hacer es impedir a toda costa llegar a ese callej¨®n sin salida, en el que nos veamos obligados a elegir entre tan terrible mel¨®n o sand¨ªa.
Frente a tal riesgo, el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ha recurrido al Ej¨¦rcito, hasta ahora con car¨¢cter poco m¨¢s que presencial. En teor¨ªa, frente a una escalada de la violencia o una exasperaci¨®n ciudadana extrema, los militares y su despliegue en cuarteles por todo el territorio, se activar¨ªan y afrontar¨ªan la amenaza, evitando as¨ª el arribo de un pol¨ªtico de corte fascista que quiera ¡°profitar¡± del miedo frente a la inseguridad. Algunos se preguntan si el remedio resulta casi tan da?ino como la enfermedad, a juzgar por la proclividad de los militares a violentar los derechos civiles.
No veo que Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard, los m¨¢s probables sucesores en el Gobierno de la 4T, compartan el entusiasmo de L¨®pez Obrador por los generales en materia de inseguridad. En la Ciudad de M¨¦xico, Sheinbaum ha propiciado una alternativa m¨¢s articulada en t¨¦rminos policiacos, no militares, apoyando a un polic¨ªa profesional, Omar Garc¨ªa Harfuch. Por su parte, Ebrard, quien fue secretario de Seguridad P¨²blica en la capital, no ha escondido su inclinaci¨®n por una opci¨®n civil para enfrentar el problema.
La pobreza de la oposici¨®n para generar propuestas convincentes o cuadros atractivos de cara a las mayor¨ªas, tarde o temprano, har¨¢ del tema de la inseguridad p¨²blica y el miedo un fil¨®n irresistible. En Estados Unidos y en Europa la ultraderecha ha ganado espacios, y en algunos casos el poder, explotando el temor a la migraci¨®n y a las importaciones de China; ?cu¨¢nto tardar¨¢n las derechas mexicanas en pulsar la tecla que explota el miedo a sicarios y extorsionadores?
Cuando llegue un Bukele, no ser¨¢ un reaccionario de derechas necesariamente, sino un joven atractivo, de verbo f¨¢cil y sentido com¨²n a flor de piel, genio de las redes sociales y carism¨¢tico, capaz de prometer y convencer a muchos de su capacidad para producir soluciones m¨¢gicas. En Brasil surgi¨® emparentado con el propio Ej¨¦rcito a trav¨¦s del militar retirado, Jair Messias Bolsonaro.
Obviamente, lo mejor ser¨ªa resolver el problema de la inseguridad p¨²blica desde ahora, algo que no est¨¢ sucediendo o no a la velocidad con la que se necesita. Si los gobiernos de la 4T o los intereses democr¨¢ticos, cualquiera sea su tendencia, no desean ser sorprendidos desde este flanco, tendr¨ªa que construir sus propias respuestas; los cuadros capaces de competir con argumentos convincentes y de presencia pol¨ªticamente atractiva frente a los Bukeles. Y, para eso, necesita de los Harfush de los que pueda dotarse. No digo que sea ¨¦l, precisamente, pero s¨ª su equivalente. Pol¨ªticos-funcionarios con experiencia y resultados en este campo, competitivos en las urnas. Algo, menos ser presa f¨¢cil de los encantadores de serpientes, que los habr¨¢.
Cuenta de Jorge Zepeda Patterson en Twitter: @jorgezepedap
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