Bukele, el caudillo en estado de excepci¨®n
La guerra extrema del presidente salvadore?o contra las pandillas est¨¢ reduciendo la violencia a costa de acumular abusos contra los derechos y libertades. Nunca un mandatario fue tan popular en El Salvador
Cuando lleg¨® de trabajar una tarde, Luis se encontr¨® un agujero en el techo de su dormitorio. Los pedazos de uralita estaban desparramados por la cama y las s¨¢banas llenas de tierra y marcas de pisadas. ¡°Debieron ser ellos¡±, pens¨® al encontrar aquel destrozo hace como cinco a?os. Durante mucho tiempo, Luis se acostumbr¨® a escuchar a gente trotar sobre su cabeza y la de su familia como si fueran carreras de caballos al galope. ¡°Era com¨²n que los muchachos escaparan de la polic¨ªa por los tejados de nuestras casas mientras se disparaban unos a otros¡±, recuerda ahora delante de una casita diminuta de l¨¢mina y ladrillo levantada con sus propias manos en la colonia La Campanera, en la periferia de San Salvador, uno de los feudos hist¨®ricos de la pandilla Barrio 18.
¡°Ellos¡± o ¡°los muchachos¡± es el modo que Luis, nombre ficticio por seguridad, tiene de llamar a los pandilleros, las mafias criminales que durante m¨¢s de 30 a?os han estado pisoteando literalmente las vidas de los barrios m¨¢s pobres de El Salvador ¡ªextorsi¨®n, secuestro, violaci¨®n, asesinato¡ª y que llegaron a colocar al pa¨ªs como el m¨¢s violento del mundo. Un sin fin de dolores que se han ido reduciendo en los ¨²ltimos meses. La guerra extrema lanzada hace ahora justo un a?o por el presidente Nayib Bukele, que acumula denuncias por abusos a los derechos humanos, est¨¢ logrando lo que parec¨ªa imposible. Las pandillas est¨¢n efectivamente siendo desarticuladas en sus propios bastiones, lugares donde durante d¨¦cadas fue imposible entrar, a veces incluso para la polic¨ªa.
La Campanera, una de las cuatro comunidades que ha recorrido El PA?S, es un barranco hundido entre unas colinas. Hay una calle principal que atraviesa el barrio hacia abajo. A los lados se abre un laberinto de estrechos pasajes con casitas apretujadas como la de Luis. Muchas est¨¢n abandonadas porque los vecinos han ido huyendo del terror. Era habitual que tuvieran que pagar a la mafia un extra al mes tan solo por vivir ah¨ª o que les obligaran a tener la puerta abierta por si la necesitaban de escondite. Hay mara?as de cables que conectan la luz da las casas directamente de las farolas y basura acumulada por unos pasillos de apenas metro y medio.
En esta especie de madrigueras donde antes se refugiaban los centinelas de las pandillas para avisar de la llegada de alg¨²n enemigo, ahora hay parejas de militares con una mano en el fusil y la otra abanic¨¢ndose del calor tropical con la gorra. Y por la calle principal, donde antes solo hab¨ªa silencio, ahora los repartidores venden a gritos bolsas de agua, pasa el cami¨®n de la leche y el del pan. Los taxis pueden volver a entrar otra vez y hasta las empresas de luz y agua se est¨¢n empezando a atrever a dar servicio a los vecinos.
Pese al cambio tan evidente, no muchos quieren hablar sobre el pasado en La Campanera. Todav¨ªa hay una mezcla de miedo y desconfianza tras d¨¦cadas de sometimiento. Antes de despedirse para ir a buscar a sus hijos al colegio, Luis cuenta que ¡°algunos vecinos est¨¢n pensando en volver a las casa que abandonaron, pero muchos aun no pueden creer que sea verdad lo que est¨¢ pasando¡±. El mismo asombro que recorre todo el pa¨ªs, donde se repite una frase que que da cuenta de ello: ¡°Imaginar un Salvador sin pandillas era c¨®mo pensar un oceano sin agua¡±.
Popularidad disparada
La lucha contra las pandillas ha catapultado la popularidad de Bukele, convirti¨¦ndose en el mandatario con mas poder ¡ªcontrola tambi¨¦n el Parlamento y la judicatura¡ª y con una mayor aprobaci¨®n desde que hay registros. Cuatro a?os despu¨¦s de llegar al gobierno, ronda el 90%. Y nadie duda que en las presidenciales del a?o que viene saldr¨¢ reelegido tras una reciente treta legal que ha abierto la puerta para que se vuelva a presentar. La mayor explicaci¨®n es el abrumador saldo oficial de su guerra contra las maras: en 2015 el pa¨ªs recog¨ªa de las calles 20 cad¨¢veres diarios y hoy menos de tres. El Salvador ten¨ªa entonces una tasa de 103 muertos por cada 100.000 habitantes, la m¨¢s alta del mundo, que apenas baj¨® moderadamente durante los a?os siguientes. Sin embargo, 2022 cerr¨® con 7,8.
A lomos de estos inapelables resultados en seguridad, poco han importado la lista de atropellos autoritarios durante su mandato. Ni la entrada en 2020 con los militares a la Asamblea y el asalto definitivo al a?o siguiente imponiendo a su medida a un Fiscal General y a los 10 magistrados de la Corte Constitucional. Ni los abusos del duro r¨¦gimen de excepci¨®n que est¨¢ amparando la guerra contra las pandillas a costa de recortar derechos constitucionales. Tampoco la peligrosa excentricidad de convertir el bitcoin en moneda legal de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de la regi¨®n. Ni siquiera que haya lanzado un pulso abierto a EE UU mientras coquetea con Rusia y China.
M¨¢s bien, todo eso es precisamente lo que lo ha propulsado, porque alimenta el magullado orgullo nacional de un pa¨ªs peque?o, apenas siete millones de habitantes, y atravesado por una historia reciente de violencia y desarraigo: una guerra civil (1980-1992) larga, sangrienta y alentada por EE UU, que provoc¨® una migraci¨®n masiva (cerca de una cuarta parte de la poblaci¨®n). Y a la vuelta de la democracia, una nueva rivalidad a muerte, ahora, entre la MS-13 y Barrio 18. Dos pandillas formadas en California por los cientos de miles de salvadore?os que encontraron en esos dos clanes un hogar al salir huyendo de la guerra y que, tras ser deportados por EE UU en los noventa, replicaron en su antiguo pa¨ªs los mismos m¨¦todos criminales.
Con este caldo de cultivo, Bukele est¨¢ sirviendo en bandeja un sentimiento de revancha contra supuestos enemigos internos y externos. As¨ª lo explica Victor Manuel V¨¢squez, un transportista de 45 a?os, mientras se come un helado con sus dos hijos de paseo por la plaza del centro de la capital: ¡°El presidente es duro pero est¨¢ arreglando los problemas de El Salvador. Y por primera vez el mundo nos mira como un ejemplo y no con pena o con miedo¡±.
Para sus cr¨ªticos, organizaciones civiles y la comunidad internacional, se trata de las mismas recetas de mano dura de siempre pero empaquetadas por un publicista habilidoso que sabe leer nuestros tiempos. Bukele, con su gorra para atr¨¢s y su pa?uelo en la americana, ser¨ªa a la vez un l¨ªder medi¨¢tico, un predicador, un martillo en Twitter, un caudillo posmoderno que gobierna el pa¨ªs como el presentador de un reality show o un influencer en Youtube.
El dictador m¨¢s cool
Su pol¨ªtica de comunicaci¨®n es una sucesi¨®n de golpes de efecto. Esl¨®ganes como ¡±El dictador m¨¢s cool del mundo¡±, ¡°el que perdona al lobo sacrifica a las ovejas¡±, bravuconadas como grabar a escondidas conversaciones con los embajadores o acusar a las organizaciones internacionales de ser ¡°socios de los pandilleros¡±; hasta videos promocionales exhibiendo a los detenidos que parecen el tr¨¢iler de una pel¨ªcula. La espectacularizaci¨®n de la pol¨ªtica estaba ah¨ª desde el principio de una carrera fulgurante. A los 30 a?os entr¨® en la pol¨ªtica y a los 37 ya era el presidente del Gobierno m¨¢s joven del mundo.
Present¨¢ndose como un outsider, pese a venir de una familia privilegiada y comenzar en uno de los grandes partidos, Bukele ha capitalizado el hartazgo y la frustraci¨®n de la ciudadan¨ªa con las formaciones, Arena y FMLN, que dominaron el pa¨ªs desde el fin de la guerra. De los tres ¨²ltimos presidentes, uno est¨¢ encarcelados por corrupci¨®n y los otros dos pr¨®fugos por los mismos cargos.
¡°Devuelvan lo robado¡±. Ese fue uno de sus lemas durante la ascensi¨®n desde la alcald¨ªa de un peque?o municipio al gobierno de la capital. Por el camino implant¨® algunas pol¨ªticas progresistas a la vez que tomaba distancia con su entonces partido, el FMLN. Hasta romper del todo y formar uno nuevo a su imagen y semejanza: Nuevas Ideas. Su c¨ªrculo de confianza es muy reducido e incluye a su hermano peque?o, Karim, la mano derecha en la sombra. Fuentes cercanas coinciden en el uso compulsivo de redes sociales y el comportamiento err¨¢tico del presidente. ¡°Ten¨ªamos hasta 30 grupos de WhatsApp y las reuniones eran un show donde solo hablaba ¨¦l¡±, afirma un exalto cargo del gabinete que prefiere guardar anonimato. ¡°Eso s¨ª, no hab¨ªa una reuni¨®n en la que no estuviera su hermano¡±.
Tras un breve idilio con la Administraci¨®n de Donald Trump, la deriva autoritaria de Bukele ha llevado al actual Gobierno de Joe Bien a elevar el tono. El anuncio, el a?o pasado, de que estaba dispuesto a presentarse a la reelecci¨®n, prohibida constitucionalmente, fue respondido por la Casa Blanca con sanciones a su c¨ªrculo m¨¢s cercano, la retirada de visados y el bloqueo de bienes de una decena de funcionarios y exfuncionarios de su Gobierno por corrupci¨®n y conductas antidemocr¨¢ticas.
La encargada de negocios estadounidense, Jean Manes, ha llegado a compararlo con Nicol¨¢s Maduro y organizaciones salvadore?as e internacionales como Human Rights Watch han denunciado abusos sistem¨¢ticos durante el r¨¦gimen de excepci¨®n, que ya acumula m¨¢s de 60.000 detenidos. Muertes bajo custodia en las c¨¢rceles, tortura, detenciones arbitrarias, incluyendo menores de edad. La incomunicaci¨®n total de los presos con el exterior, incluidos abogados y familiares, juicios virtuales sin intervenci¨®n de testigos y, en general, un proceso plagado de opacidad e irregularidades. Consultado por este diario, una portavoz del Gobierno ha declinando dar su versi¨®n ante estas denuncias. La ¨²nica informaci¨®n oficial son las palabras del presidente en Twitter: ¡°el margen de error en los arrestos es solo del 1%¡±.
Fin de la tregua
Eimy, 36 a?os, est¨¢ sentada en una silla de pl¨¢stico a las puertas de su casa. Mientras borda un mantel con dibujos de flores recuerda que el 27 de marzo del a?o pasado un grupo de polic¨ªas y militares colocaron ¡°a m¨¢s de 10 muchachos¡± contra el muro amarillo que est¨¢ al lado de su casa. ¡°Los pusieron en fila india, los esposaron y se los llevaron en la patrulla¡±. Eimy, nombre ficticio, vive en el Distrito Italia, otra barriada al norte de la capital. Este basti¨®n de la pandilla MS-13 fue uno de los primeros lugares donde comenzaron los operativos de seguridad. Una semana antes, las pandillas asesinaron a 83 personas en tres d¨ªas. Atacaron de manera indiscriminada en 12 de los 14 departamentos del pa¨ªs demostrando su implantaci¨®n en todo el territorio. La tregua que hab¨ªa fraguado en secreto el presidente desde su llegada al poder, como hab¨ªan hecho todos su predecesores, era ya papel mojado.
Eimy recuerda tambi¨¦n que durante aquellos tres d¨ªas de plomo un soldado apareci¨® muerto una cuadra m¨¢s arriba. ¡°Aqu¨ª se agarraban a balazos y no sab¨ªas qui¨¦n era qui¨¦n¡±. Mientras teje el mantel, su hija de a?o y medio juega en la acera con un conejo y la mayor, de 19, sale de la casa y se tumba en una hamaca enganchada a una farola. La casa de al lado est¨¢ abandonada y detr¨¢s de la hamaca hay montones de basura y un par de coches desvencijados.
Durante el dominio de las pandillas, la familia pagaba 40 d¨®lares al mes por vivir en su casita destartalada. El marido, mensajero, gana poco m¨¢s de 300. En aquella ¨¦poca la hija mayor apenas sal¨ªa a la calle. Sus padres la llevaban y la tra¨ªan del instituto y al volver la encerraban en casa. ¡°Los muchachos la molestaban y ya ha pasado en la colonia que acaban secuestrando a las ni?as¡±, cuenta la madre. La joven, recostada en la hamaca, explica que ¡°para ellos era como una diversi¨®n, pero a mi no me gustaba porque me dec¨ªan cosas ¨ªntimas¡±.
La madre y la hija viven ahora m¨¢s tranquilas, aunque cuentan que entre las detenciones masivas de estos meses los polic¨ªas se llevaron a un primo suyo. ¡°Es alba?il y una ma?ana vinieron por ¨¦l. No es justo porque es imposible que haya hecho nada. Tiene s¨ªndrome de Down y ni si quiera entiende bien cuando le hablan. No sabemos nada de ¨¦l¡±. Las organizaciones de derechos humanos han denunciado varios casos de arrestos de personas con discapacidad. Eimy se queda en silencio unos segundos antes dar su opini¨®n sobre el dilema: ¡°Es dif¨ªcil todo lo que est¨¢ haciendo el Gobierno, pero las fallas son menos que los beneficios¡±.
El desgarro de los v¨ªnculos sociales en la convulsa sociedad salvadore?a es uno de los temas centrales en las novelas de Horacio Castellano Moya, una de las voces mas autorizadas de Centroam¨¦rica. Para ¨¦l, la guerra civil comenz¨® antes incluso, desde la insurrecci¨®n comunista de 1932 y hasta los Acuerdos de paz de 1991. Casi 60 a?os de conflicto. Para la psic¨®loga social Ver¨®nica Reina, la violencia tampoco acab¨® con la vuelta de la democracia. ¡°La cultura y el uso de la violencia nunca han cedido. Siempre ha sido la manera de atender los problemas colectivos. Y ha afectado a como se construyeron las instituciones, como se entiende la autoridad. El buen l¨ªder es el que castiga. Adem¨¢s con el nivel de sometimiento de las pandillas a las comunidades por d¨¦cadas, y acostumbrados tambi¨¦n al abuso sistem¨¢tico de la polic¨ªa, hoy d¨ªa tener un familiar preso puede ser hasta asumible¡±.
Amenazas y opacidad
Miedo, silencio, apat¨ªa y complicidad. As¨ª describe el juez Antonio Dur¨¢n el clima entre sus compa?eros. ¡°Desde el golpe de 2021, no existe la independencia judicial¡±, cuenta sentado en la cafeter¨ªa de la Universidad Centroamericana Jos¨¦ Sime¨®n Ca?as, donde es profesor de derecho penal desde hace m¨¢s de 30 a?os. Dur¨¢n se refiere a la destituci¨®n fulminante del fiscal general y los cinco magistrados del Constitucional para colocar, salt¨¢ndose todos las reglas, a fieles del presidente poco despu¨¦s de arrasar en las elecciones legislativas de hace dos a?os. ?l fue de los pocos que alz¨® la voz y la respuesta fue, tras una sucesi¨®n de amenazas, sacarle de su juzgado en la capital y trasladarle a un peque?o pueblo a las afueras.
Los ataques de Bukele al poder judicial comenzaron desde casi el inicio de su mandato. En 2020, en respuesta a un fallo en contra de sus medidas de confinamiento durante la pandemia, el presidente dijo esto en una cadena de televisi¨®n a los magistrados de la sala Constitucional: ¡°Los hubiera fusilado a todos si fuera de verdad un dictador. Prefiero salvar mil vidas a cambio de cinco¡±. Meses antes, Bukele hab¨ªa entrado con los militares en el Parlamento para exigir que aprobaran unos presupuestos especiales para sus planes de seguridad.
Adem¨¢s del destierro, Dur¨¢n denuncia tambi¨¦n amenazas por parte de otros compa?eros alineados con el Gobierno, visitas de militares y polic¨ªas y hasta drones sobrevolando su casa. ¡°El hostigamiento ha cesado en los ¨²ltimos tiempos porque han intervenido los organismos internacionales, pero la campa?a de persecuci¨®n al que no piensa como ellos es una constante¡±. El hostigamiento a la prensa independiente es otra de los denuncias, incluyendo el espionaje a al menos 22 periodistas de El Faro con el software Pegasus. Al menos cinco altos funcionarios, incluida una ministra, del anterior gobierno est¨¢n encarcelados o tienen abiertos procedimientos judiciales por corrupci¨®n. Un portavoz de la oposici¨®n, que prefiere no ser identificado, denuncia una campa?a para acabar con ellos: ¡°Controlan a la Fiscal¨ªa y a lo jueces. Pueden hacer lo que quieran¡±.
Las denuncias por arbitrariedades han llegado tambi¨¦n al sistema de rendici¨®n de cuentas y, en general, a la opacidad cada vez mayor que rodea la gesti¨®n del Gobierno salvadore?o. En los ¨²ltimos dos a?os, el Ejecutivo ha ido colocando candados en la ley de acceso a la informaci¨®n p¨²blica, incluido el sistema de compras p¨²blicas y el propio Instituto de Informaci¨®n, una de las instituciones nacidas con la vuelta a la democracia como contrapeso de poderes.
La falta de transparencia alcanza tambi¨¦n a la pol¨¦mica operaci¨®n del bitcoin. Desde 2021, la criptomoneda es una divisa de curso legal en El Salvador, pero tanto su implementaci¨®n como sus consecuencias est¨¢n rodeadas de incertidumbre. En la plaza del centro de la capital, ni la cadena de pollo frito ni la cafetear¨ªa de al lado tienen si quiera el sistema que permite pagar con bitcoin. ¡°Es muy costoso y mi jefe no lo ha hecho¡±, cuenta un empleado. Las ¨²nicas cifras que se conocen son los 200 millones de d¨®lares de gasto inicial. M¨¢s all¨¢ de los tuits del presidente, no se sabe la inversi¨®n exacta del pais en la moneda digital. Organismos internacionales ya han avisado de los riesgos para las finanzas p¨²blicas, alertando incluso de una posible bancarrota. Sobre todo, tras el desplome de m¨¢s de 40% del valor del bitcoin desde del a?o pasado.
¡°La ley es como una serpiente, solo muerde al que va descalzo¡±. La frase es de Monse?or Romero, asesinado al comienzo de la guerra civil por defender a los campesinos pobres de los abusos del Ej¨¦rcito. Y quien la recuerda es un vecino de la colonia Las Margaritas, mientras ayuda a su hijo a hacer la tarea sentado en en el bordillo de la calle. Esta es una de las principales bases de operaciones de la pandilla MS-13 y, como otros barrios duros, hoy luce apacible y tranquila.
Manuel, tambi¨¦n nombre ficticio, tiene 52 a?os y fue militar durante la guerra. ¡°Era una manera de tener un ingreso¡±, recuerda de aquellos tiempos en los que se tatu¨® un peque?o b¨²ho en el brazo izquierdo. ¡°Se dec¨ªa que si te mataban as¨ª al menos te pod¨ªa identificar tu familia¡±. Est¨¢ satisfecho con que los pandilleros no anden asfixiando el barrio, pero desconf¨ªa sobre lo que pueda pasar en unos meses, cuando baje la atenci¨®n medi¨¢tica y los polic¨ªas y los militares dejen de patrullar sus calles. Despu¨¦s de afilar con parsimonia el lapicero de su hijo, dice: ¡°A este pa¨ªs parece que le ha ca¨ªdo una maldici¨®n b¨ªblica, pero aqu¨ª estaremos para soportarla.¡±
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