?Los economistas tienen la culpa?
Los economistas se representaron como capaces de sanar todos los males, y al hacerlo se expusieron a la actual oleada de desconfianza y al escarnio p¨²blico
Los economistas se consideran a s¨ª mismos, y desde hace 100 a?os se han presentado as¨ª al p¨²blico, como poseedores de las soluciones a los males sociales. Como un m¨¦dico social.
Pero llevamos m¨¢s de una d¨¦cada en que los males sociales se extienden al comportamiento cotidiano, el trato mutuo, la cultura, la pol¨ªtica, la inseguridad, y se manifiestan en descontento, falta de civismo, agresividad, desconfianza y desesperanza. Ese inventario ...
Los economistas se consideran a s¨ª mismos, y desde hace 100 a?os se han presentado as¨ª al p¨²blico, como poseedores de las soluciones a los males sociales. Como un m¨¦dico social.
Pero llevamos m¨¢s de una d¨¦cada en que los males sociales se extienden al comportamiento cotidiano, el trato mutuo, la cultura, la pol¨ªtica, la inseguridad, y se manifiestan en descontento, falta de civismo, agresividad, desconfianza y desesperanza. Ese inventario sobrepasa a los economistas.
Desde los j¨®venes hasta los pensionados, pasando por los padres de familia, todos andan descre¨ªdos de las promesas del pasado. Los j¨®venes no encuentran oportunidades o trabajo, y para muchos la educaci¨®n result¨® un fraude. A los viejos las pensiones no les alcanzan para una vida digna. Y los padres y madres enfrentan exigencias laborales, en la eventualidad de que tengan un empleo. Si no, su situaci¨®n es desesperada.
Es natural que se vuelvan a mirar al m¨¦dico, que supuestamente pod¨ªa sanar a la sociedad, y le pregunten por qu¨¦ sus curas no han funcionado.
Seg¨²n la evidencia de las encuestas, en muchos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina la gente quiere, aparte de oportunidades econ¨®micas, dignidad y respeto. Se siente mirada por encima del hombro por las ¨¦lites, ninguneada y tratada con un paternalismo condescendiente.
Los economistas les dicen que agradezcan que hay empleo, salud, carreteras y servicios p¨²blicos. Pero eso ya no lo agradece nadie. Es parte del paisaje. En cambio, la gente com¨²n y corriente siente que unos pocos se enriquecen en esas industrias.
Esa crisis social, pol¨ªtica y cultural no se restringe a Colombia; contamina a un pa¨ªs tras otro. Chile, Per¨², Ecuador, Argentina, el tri¨¢ngulo norte de Centroam¨¦rica, as¨ª como Reino Unido, Espa?a, Estados Unidos, y se sigue extendiendo.
De hecho, el columnista David Brooks encuentra que el problema actual en Estados Unidos es la mezquindad. (How America Got Mean, revista The Atlantic, septiembre de 2023). Menciona unas hip¨®tesis que buscan explicarlo: 1) redes sociales; 2) aislamiento; 3) blancos en p¨¢nico por la inmigraci¨®n y el ascenso de otras razas; 4) desigualdad econ¨®mica y pesimismo. De estas, solo una es realmente econ¨®mica.
En su opini¨®n todas explican algo, pero ninguna pega en la m¨¦dula, que para ¨¦l es que no est¨¢n, como en el pasado, educados para tratar a los dem¨¢s con decencia (kindness). Han perdido la sensaci¨®n de un prop¨®sito, de conducirse en la vida ¨¦ticamente y de restringir el ego¨ªsmo.
La gente se siente v¨ªctima del estatus y deriva su prop¨®sito en la vida de una lucha pol¨ªtica por el reconocimiento y la redistribuci¨®n, llena de emociones fuertes y radicalismo. Terminan pidi¨¦ndole a la pol¨ªtica y a la econom¨ªa lo que no les puede dar. El vac¨ªo moral se convierte en la guerra moral, contra casi todo.
Tomemos el caso de Chile, sobre el que Sebasti¨¢n Edwards acaba de publicar un libro, El Proyecto Chile. La Historia de los Chicago Boys y la ca¨ªda del neoliberalismo. Un libro documentado y provocador sobre uno de los experimentos m¨¢s publicitados de un pa¨ªs que en los a?os setenta estaba muy enfermo, y fue curado por unos m¨¦dicos sociales: los Chicago Boys. A los pa¨ªses muchas veces hay que salvarlos de sus fracasos. A Chile hoy, ir¨®nicamente, hay que salvarla de su ¨¦xito.
Los males de Chile que alimentaron las protestas juveniles desde 2005, y que en 2019 llevaron a una explosi¨®n social, acusaron al m¨¦dico, los economistas neoliberales, como el culpable de la crisis social y pol¨ªtica.
Los llamados Chicago Boys, que regentaron la econom¨ªa chilena durante la dictadura de Pinochet, y luego los economistas de los 30 a?os de La Concertaci¨®n (una serie de gobiernos con una fusi¨®n interesante de socialistas promercado), posiblemente no fueron suficientemente sensibles al estancamiento de la distribuci¨®n del ingreso y la desigualdad.
Fueron autocomplacientes por sus evidentes logros, abandonaron el debate de ideas y perdieron las mentes y los corazones de los votantes. No criticaron ni trataron de sanar una sociedad con fracturas sociales, en la que, para dar un ejemplo, el crack Alexis S¨¢nchez se quejaba de ser maltratado por ser S¨¢nchez y llamarse Alexis, hasta el d¨ªa que se volvi¨® estrella internacional de f¨²tbol. Al fin se difundi¨® que los economistas eran los principales culpables del descalabro social y pol¨ªtico de Chile.
Con David Brooks el tema se remite no a si los economistas fueron o deben ser m¨¢s iluminados y sensibles m¨¦dicos sociales, sino a una pregunta m¨¢s de fondo, de car¨¢cter antropol¨®gico: ?c¨®mo est¨¢ constituido el ser humano? ?Es naturalmente bueno, o se deja dominar por sus peores inclinaciones?
Rousseau, Marx y los diferentes izquierdismos y progresismos creen que el ser humano es naturalmente bueno. Por ende, cabe un relativismo moral. En contraste, los padres fundadores de Estados Unidos y vertientes conservadoras ven al ser humano como l¨¢bil y propenso a dejarse seducir por el resentimiento y sus inclinaciones menos aconsejables. Las instituciones necesarias son muy distintas en cada caso.
Tiene que ver con nuestro autoentendimiento como seres humanos, la forma como hemos elegido educarnos y educar a nuestros hijos, como sentimos la dignidad del pr¨®jimo. Si el verdadero hervidero est¨¢ en la moral, la educaci¨®n, la cultura, el irrespeto de las ¨¦lites, la falta de dignidad en el trato y la ausencia de un prop¨®sito, esto es algo que sobrepasa a los economistas, e inclusive a los pol¨ªticos.
Los mismos pol¨ªticos se vuelven s¨®lo el altoparlante del problema, pero no su soluci¨®n. Act¨²an m¨¢s como vendedores de soluciones f¨¢ciles que como l¨ªderes profundos. Basta ver la deficiente camada de dirigentes que ha ganado las elecciones en todos lados en d¨¦cadas recientes.
No creo que los economistas tengan (toda) la culpa, as¨ª miembros ilustres de la profesi¨®n quieran ahora inmolarse. Varias sopas han estado hirviendo por d¨¦cadas en la olla pitadora social, m¨¢s profundas inclusive que la pol¨ªtica p¨²blica o la justicia distributiva.
Creer que alguien ¡°tiene la culpa¡± y ¡°nos sale a deber¡± es parte del problema. Estoy del lado de David Brooks m¨¢s que del lado de los economistas. Ni los economistas importan tanto, ni tienen tanta capacidad de gesti¨®n y transformaci¨®n. Ahora bien, los economistas se representaron como capaces de sanar todos los males, y al hacerlo se expusieron a la actual oleada de desconfianza y al escarnio p¨²blico.
Hay un profundo malestar en la cultura, como dijo Sigmund Freud hace un siglo en un famoso libro, y como recoge ahora Sebasti¨¢n Edwards en su diagn¨®stico del neoliberalismo en Chile. Pero ese malestar va m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito econ¨®mico. Va a la m¨¦dula de lo que creemos que es el ser humano y la forma como debe y puede conducirse en sociedad frente a los dem¨¢s.
Es curioso que el m¨¦dico austr¨ªaco (Freud) y el economista chileno (Edwards) cierran sus libros con pesimismo sobre el futuro. Mientras el comentarista conservador estadounidense (Brooks) termina optimista y propositivo.
Si dejamos de pensar en a qui¨¦n echarle todas las culpas, podemos forjar una visi¨®n optimista y empezar a pensar en las muchas tareas por hacer.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.