La pr¨®xima guerra cultural
Los conservadores cristianos de EE UU deber¨ªan olvidar la revoluci¨®n sexual y luchar por reparar una sociedad fragmentada
El cristianismo est¨¢ en declive en Estados Unidos: el n¨²mero de estadounidenses que se declaran cristianos y van a la iglesia est¨¢ cayendo y los votantes evang¨¦licos constituyen una cuota cada vez m¨¢s peque?a del electorado. Los miembros de la generaci¨®n del milenio se alejan de las instituciones religiosas en tropel.
Los reveses m¨¢s graves que se ha llevado el cristianismo se encuentran en el reino de los valores: la cultura estadounidense se est¨¢ separando de las posturas cristianas ortodoxas en materia de homosexualidad, sexo antes del matrimonio, m¨¦todos anticonceptivos, hijos nacidos fuera del matrimonio y divorcio, entre toda una gama de cuestiones sociales. Cada vez m¨¢s cristianos se sienten ajenos a la cultura mayoritaria, y temen que pronto empezar¨¢n a ser tratados como parias sociales, el equivalente moral de los segregacionistas, por su fidelidad a las ense?anzas b¨ªblicas sobre el matrimonio homosexual. Temen que sus universidades pierdan credibilidad, que sus instituciones religiosas pierdan sus exenciones fiscales, que su libertad religiosa sufra un acoso a¨²n mayor.
La decisi¨®n del Tribunal Supremo sobre el matrimonio homosexual se ha sentido como una especie de pu?etazo culminante en medio de este clima de asedio. Rod Dreher, autor del excepcional libro How Dante Can Save Your Life [C¨®mo Dante puede salvarte la vida], escribi¨® un ensayo en Time en el que afirmaba que para los cristianos era hora de retirarse estrat¨¦gicamente a sus comunidades, donde ¡°la llama de la fe seguir¨ªa brillando merced a la oscuridad cultural en derredor¡±.
Y segu¨ªa: ¡°Tenemos que aceptar que vivimos en un pa¨ªs culturalmente poscristiano. Las reglas fundamentales de las que han dependido los cristianos durante mucho tiempo ya no existen¡±.
La mayor¨ªa de los analistas cristianos han optado por otra estrategia: seguir luchando. La semana pasada, varios colaboradores de la revista First Things, en un especial sobre la decisi¨®n del tribunal en el caso Obergefell, aseguraban que la resoluci¨®n era como el caso Roe contra Wade ¡ªque abord¨® el tema del aborto¡ª del matrimonio: hay que oponerse a ella una y otra vez. Robert P. George, probablemente el te¨®rico social conservador m¨¢s brillante del pa¨ªs, aseguraba que de la misma manera que Lincoln rechaz¨® constantemente la decisi¨®n del caso Dred Scott ¡ªsobre la esclavitud¡ª, ¡°nosotros tenemos que rechazar y resistirnos a un acto atroz de usurpaci¨®n judicial¡±.
Estos movimientos siguen enfrascados en la lucha contra el aborto o el matrimonio gay
Estos conservadores est¨¢n enfrascados en una guerra cultural que lleva d¨¦cadas libr¨¢ndose sobre los temas surgidos de la revoluci¨®n sexual, y la mayor¨ªa de los analistas conservadores que he le¨ªdo en los ¨²ltimos d¨ªas est¨¢n decididos a seguir librando esa guerra.
Yo me sit¨²o a la izquierda de la gente que he descrito en casi todas estas cuestiones sociales. Sin embargo, conf¨ªo en que me vean como un amigo y admirador. Y desde esa posici¨®n privilegiada, yo me limitar¨ªa a pedirles que se planteasen un cambio de rumbo.
Que se planteasen dejar de lado, en el clima actual, la guerra cultural que orbita alrededor de la revoluci¨®n sexual. Dejar de lado una guerra cultural que ha propiciado que buena parte de tres generaciones no sienta ning¨²n tipo de apego por la religi¨®n o las creencias. Dejar de lado un esfuerzo que ha supuesto un desastre en lo que concierne a la comunicaci¨®n, y ha reducido una fe rica, compleja y hermosa a una obsesi¨®n p¨²blica por el sexo. Dejar de lado una guerra cultural que, al menos a corto plazo, est¨¢n destinados a perder.
Que se planteasen una guerra cultural diferente, una igual de importante para su fe y con un ejemplo persuasivo mucho m¨¢s poderoso.
Vivimos en una sociedad asediada por un cambio informe y radical, donde los v¨ªnculos, las estructuras sociales y los compromisos se tensan y se rompen. Millones de ni?os viven en unas condiciones inestables y abrumadoras. Muchas comunidades han sufrido una p¨¦rdida de capital social. Muchos j¨®venes crecen en un contexto sexual y social que se ha vuelto b¨¢rbaro porque no hay normas comunes. Muchos adultos anhelan unas vidas regidas por el bien y la relevancia, pero carecen del vocabulario espiritual con el que reflexionar.
Los conservadores sociales podr¨ªan ser las personas que ayudasen a revigorizar, a unir de nuevo los tendones de la sociedad. Ellos ya se adhieren a una fe construida sobre el amor desinteresado, y pueden servir de ejemplo de compromiso. Poseen el vocabulario para distinguir el bien del mal, lo que dignifica y lo que envilece. Ellos ya pagan el diezmo a los pobres y ofrecen consuelo a los abandonados, aunque lo hagan en privado.
El rasgo definitorio del conservadurismo social podr¨ªa ser el siguiente: ser las personas que van a zonas desamparadas y crean organizaciones para ayudar a formar familias estables. Ser las personas que construyen instituciones comunitarias en lugares donde escasean. Ser las personas que pueden ayudarnos a comprender que el desempleo y la pobreza espiritual se alimentan mutuamente. Ser las personas que nos hablan de los elementos trascendentes de la vida cotidiana.
Esa guerra cultural tiene m¨¢s de Albert Schweitzer y Dorothy Day que de Jerry Falwell y Franklin Graham; m¨¢s de Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n que de Mayor¨ªa Moral. Est¨¢ haciendo en p¨²blico, con gran determinaci¨®n, lo que los conservadores sociales ya hacen en privado.
No espero que los conservadores sociales cambien su postura sobre el sexo, y es evidente que las disputas sobre la definici¨®n del matrimonio tienen como objetivo reparar la sociedad. Sin embargo, la revoluci¨®n sexual no tocar¨¢ a su fin a corto plazo. La lucha m¨¢s pr¨¢ctica consiste en reparar una sociedad fragmentada, despiadada e inh¨®spita. Los conservadores sociales est¨¢n bien equipados para reparar ese tejido, para ser mensajeros de amor, dignidad, compromiso, comuni¨®n y gracia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Conservadores
- Matrimonio igualitario
- Opini¨®n
- Aborto
- Activismo Lgtbiq
- Matrimonio
- Comunidad Lgtbiq
- Derechos civiles
- Homosexualidad
- Activismo
- Anticoncepci¨®n
- Familia
- Derechos humanos
- Reproducci¨®n
- Grupos sociales
- Ideolog¨ªas
- Cristianismo
- Pol¨ªtica
- Medicina
- Religi¨®n
- Salud
- Relaciones pareja
- Orientaci¨®n sexual
- Sexualidad
- Sociedad
- Ideas