No, no ganaron los decentes
En Colombia solo existe una manera de hacer pol¨ªtica, y la del inframundo, la impresentable que necesita de las maquinarias regionales para ganar, es la misma que se viste de decente en la capital
En estas elecciones en las que los colombianos elegimos a los nuevos alcaldes y gobernadores para los pr¨®ximos cuatro a?os no ganaron los decentes, as¨ª muchos proclamen lo contrario. Para que entiendan de donde viene esta afirmaci¨®n, habr¨ªa que empezar por decir que en Colombia cohabitan dos formas de cultura pol¨ªtica que aparentemente se repelen.
Una vota en Bogot¨¢, de frac, cuidando las formas, rechazando las pr¨¢cticas clientelistas como si fuera una democracia del primer mundo. Son los decentes. La otra es burda, desali?ada y elige a sus alcaldes y gobernadores en la trastienda de la...
En estas elecciones en las que los colombianos elegimos a los nuevos alcaldes y gobernadores para los pr¨®ximos cuatro a?os no ganaron los decentes, as¨ª muchos proclamen lo contrario. Para que entiendan de donde viene esta afirmaci¨®n, habr¨ªa que empezar por decir que en Colombia cohabitan dos formas de cultura pol¨ªtica que aparentemente se repelen.
Una vota en Bogot¨¢, de frac, cuidando las formas, rechazando las pr¨¢cticas clientelistas como si fuera una democracia del primer mundo. Son los decentes. La otra es burda, desali?ada y elige a sus alcaldes y gobernadores en la trastienda de la Colombia marginal, donde todo est¨¢ permitido. Son los clanes corruptos y rastreros.
En la capital colombiana se eligi¨® por una amplia mayor¨ªa a Carlos Fernando Gal¨¢n, un aplomado candidato de centro-derecha que apacigu¨® las aguas y que forma parte de los cuadros de la decencia. Los votantes bogotanos pudieron expresarse libremente en las urnas y en franca lid le cobraron al presidente Gustavo Petro sus desafueros tuiteros y su intento por cambiar los t¨¦rminos de la construcci¨®n de la primera l¨ªnea del metro a ¨²ltimo minuto. Lo malo es que este tema de si Bogot¨¢ deb¨ªa tener metro subterr¨¢neo, como quer¨ªa Petro, o un metro elevado, como el que ya se est¨¢ construyendo, acapar¨® el cubrimiento de los medios y le quit¨® peso a lo que pasaba en el resto del pa¨ªs.
En las regiones no hubo franca lid ni demostraciones de madurez pol¨ªtica. Como ya lo hab¨ªamos vaticinado, en la Colombia profunda, que poco cubren los medios nacionales, no triunf¨® la derecha antipetrista ni la ideolog¨ªa, sino la pol¨ªtica feudal y antidemocr¨¢tica de los clanes. Aquella que opera a trav¨¦s de estructuras pol¨ªticas que funcionan como una mafia familiar. Su especialidad es ganar elecciones a trav¨¦s de la compra de votos y enriquecerse por cuenta del robo del presupuesto de sus regiones y de las coimas que les exigen a los contratistas por cada contrato que les otorgan. No tienen ideolog¨ªa y su ¨¦tica es tan el¨¢stica como una malla talla 50. Hoy pueden ser de centro, ma?ana de izquierda, pasado ma?ana de derecha.
Pese a que muchos de ellos tienen sus manos untadas de sangre, estos poderosos clanes cumplen una funci¨®n de bisagra entre el poder central de Bogot¨¢ y la Colombia olvidada de las regiones, hecho que ha terminado por legitimarlos. La verdad es que muchos de estos clanes se nos han vuelto parte del paisaje y ya no nos parece grotesco que, en cada elecci¨®n de alcaldes y gobernadores, Bogot¨¢ vote como si fuera una urbe del primer mundo y la periferia vote desde el inframundo.
En la burbuja de Bogot¨¢, habitada por los decentes, la pol¨ªtica se ha vuelto tan civilizada que es de no creer. Los candidatos se enfrentan a un electorado independiente y aparentemente sofisticado que no gusta de los extremos y que se precia de ser muy abierto en materia de los derechos de la poblaci¨®n LGTBIQ+. Se dan ¨ªnfulas de que hace cuatro a?os eligieron a una alcaldesa lesbiana y de que, en estas elecciones, Juan Daniel Oviedo, un candidato independiente y gay, ocup¨® la segunda posici¨®n con casi 700.000 votos.
Poco les importa que en el resto del pa¨ªs la pol¨ªtica funcione bajo otros c¨¢nones. Los clanes no saben ni quieren saber de pol¨ªticas de identidad de g¨¦nero, tampoco se han interesado por la ley de cuotas para las mujeres y entre sus huestes no se ven gays ni lesbianas ni trans. Los clanes no son inclusivos sino con los machos de siempre. Poco importa que sus candidatos tengan investigaciones abiertas por v¨ªnculos con el bajo mundo, como sucedi¨® con Yair Acu?a, el candidato que gan¨® la Alcald¨ªa de Sincelejo, la tierra de las corralejas, o que est¨¦n se?alados de intento de homicidio como Alex Char, el candidato que gan¨® por tercera vez la Alcald¨ªa de Barranquilla. Todo vale a la hora de pelear por el poder y de retenerlo.
El escenario se complica a¨²n m¨¢s cuando uno pone la lupa sobre estas dos formas de hacer pol¨ªtica y se da cuenta de que en el fondo no son tan distintas y que muchos clanes y partidos corruptos a la hora de las elecciones se las ingenian para aparecer en Bogot¨¢ vestidos de decentes y descrestar al electorado con su disfraz. Eso sucede con partidos que tienen presencia en Bogot¨¢, como Cambio Radical, que no es ni un partido de cambio ni radical. En Bogot¨¢ se presenta como un partido de centro, moderno, con candidatos gomelos, pero en las regiones es la chapa de clanes tan poderosos y temibles como el clan Char y el Gnecco. En Bogot¨¢, partidos como Cambio Radical, el Conservador o el Liberal se visten de seda, pero en las regiones se comportan como rufianes de barrio.
De esta esquizofrenia no se salva ni el partido del Nuevo Liberalismo del nuevo alcalde de Bogot¨¢, Carlos Fernando Gal¨¢n. Esa colectividad present¨® candidatos en estas elecciones en coalici¨®n con clanes tan cuestionados como el de Su¨¢rez Mira, que opera en Bello (Antioquia).
Dejemos los espejismos. En Colombia solo existe una manera de hacer pol¨ªtica, y la del inframundo, la impresentable que necesita de las maquinarias regionales para ganar las elecciones a trav¨¦s de la corrupci¨®n, es la misma que se viste de decente en la capital para seducir a un voto de opini¨®n que se acostumbr¨® a no mirar m¨¢s all¨¢ de sus narices. No, no ganaron los decentes.
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