Diego Guerrero, m¨¦dico colombiano, tras volver de Gaza: ¡°Est¨¢ creciendo una generaci¨®n de palestinos amputados¡±
El doctor, miembro de M¨¦dicos Sin Fronteras, pas¨® seis semanas atendiendo urgencias en un hospital en el centro de la Franja. Describe las condiciones en las que trabaj¨® y el escenario causado por el conflicto con Israel
Abdullah, un enfermero palestino, pas¨® nueve meses con el mismo par de zapatos. Entre bromas, en medio de una charla diaria para distraer la zozobra de la guerra con el equipo de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), se lo dijo a Diego Guerrero, un colombiano que junto a ¨¦l atendi¨® por seis semanas emergencias en el hospital Al-Aqsa, en el centro de la Franja de Gaza. Tras el ...
Abdullah, un enfermero palestino, pas¨® nueve meses con el mismo par de zapatos. Entre bromas, en medio de una charla diaria para distraer la zozobra de la guerra con el equipo de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), se lo dijo a Diego Guerrero, un colombiano que junto a ¨¦l atendi¨® por seis semanas emergencias en el hospital Al-Aqsa, en el centro de la Franja de Gaza. Tras el estallido del conflicto palestino-israel¨ª, el 7 de octubre, Abdullah lo perdi¨® todo, excepto ese par de tenis rotos que nunca se quit¨®. El ¨²ltimo d¨ªa de su misi¨®n antes de volver a su pa¨ªs, Guerrero le regal¨® los suyos. Gracias a esos zapatos ha podido mantener contacto constante con su compa?ero y ha sido la excusa para saber si sigue con vida. Se le escucha afectado cuando lo cuenta, se le ve melanc¨®lico. Su mirada parece repetir en espiral las desgarradoras im¨¢genes a las que se enfrent¨® por 45 d¨ªas en el centro de la guerra.
Bajo un chorro de agua min¨²sculo y salado empezaba el d¨ªa a d¨ªa para Guerrero. Tras un desayuno r¨¢pido e igual de diminuto, se armaba de su chaleco blanco de MSF. En un carro con enormes escarapelas de las Naciones Unidas, el equipo de siete m¨¦dicos internacionales sal¨ªa con rumbo al hospital Al-Aqsa, uno de los apenas tres hospitales ¡ªantes eran 17¡ª que contin¨²a en pie en la ciudad. De golpe, sin espacio para pensar, Guerrero se incorporaba a las labores. Siempre iniciaba y terminaba la jornada rodeado de heridos y cad¨¢veres. ¡°En un d¨ªa de bombardeos pod¨ªan llegar 400 heridos o m¨¢s de un centenar de muertos. La sala de emergencias de ese hospital era muy peque?a, as¨ª que era apocal¨ªptico, nunca sab¨ªas a ciencia cierta cu¨¢ntos pacientes ten¨ªas¡±, rememora. A eso de las cuatro de la tarde, la jornada llegaba a su fin, ¨¦l volv¨ªa a casa y colgaba su chaleco, ya lleno de sangre y polvo.
Guerrero no era ajeno a los escenarios m¨¦dicos cr¨ªticos, pero asegura que nada se asemeja a que enfrent¨® en Gaza. El a?o previo, el m¨¦dico de 32 a?os y egresado de la Universidad Nacional, vivi¨® en Irak, donde pas¨® seis meses atendiendo emergencias en Tal Afar, en el norte, en la frontera con Siria. Antes de trabajar para MSF, form¨® parte del personal sanitario que atendi¨® la emergencia del covid-19 en el hospital de Kennedy, uno de los puntos de Bogot¨¢ en que la atenci¨®n de la pandemia fue m¨¢s cr¨ªtica.
Pens¨® que esa experiencia, sumada al contexto colombiano de conflicto armado en el que creci¨®, lo iba a preparar para los escenarios m¨¢s adversos. Hoy, sin atisbo de duda, asegura que estaba equivocado. ¡°Hasta antes de salir de Colombia, el escenario de guerra all¨¢ era lo m¨¢s violento que hab¨ªa visto. Pero cuando llegu¨¦ a Palestina, el nivel de violencia era otro. La angustia, la incertidumbre, el miedo¡ el nivel de muerte es uno que jam¨¢s imagin¨¦¡±, declara.
En su sala de emergencias recibi¨® todo tipo de heridos. Atend¨ªa desde personas heridas por disparos, esquirlas y escombros, hasta mutilados y quemados por las bombas. La mayor¨ªa de sus pacientes fueron ni?os y j¨®venes. ¡°Hay una generaci¨®n de ni?os amputados creciendo en Gaza. Una generaci¨®n llena de dolor y odio alrededor de esa tragedia¡±, reflexiona. Seg¨²n Unicef, en estos nueve meses de guerra m¨¢s de 1.000 ni?os y ni?as han perdido una o ambas piernas.
¨D?La realidad s¨ª se ajusta a los videos de las redes sociales?
¨DEs peor. La carga emocional durante toda la misi¨®n es demasiada. Los recuerdos que m¨¢s tengo en mi mente son los de los ni?os hu¨¦rfanos y mutilados.
¡°Hice todo lo que pude¡±
El piso, los vidrios y las paredes tiemblan, y Guerrero sigue trabajando. Si bien se?ala que jam¨¢s se acostumbr¨® a los estallidos, r¨¢pidamente la zozobra del asedio ten¨ªa que convertirse en la angustia de no tener las herramientas necesarias para hacer su trabajo. Despu¨¦s del bloqueo a Rafah, en abril, y sumado a la ¡°interminable burocracia impuesta por las autoridades israel¨ªes¡±, la oeneg¨¦ no ha podido ingresar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, lo que ha dificultado la labor m¨¦dica en la zona. Para Guerrero, de continuar la escasez, en algunas semanas la operaci¨®n de MSF va a ser insostenible. Entre tanto, y sin la opci¨®n de detenerse, el equipo en Al-Aqsa se las ha arreglado como puede. Por ejemplo, ahora ya no hacen curaciones en intervalos de tres d¨ªas, sino de seis. Aunque en el tiempo que estuvo all¨ª no fue testigo de que se hubieran tenido que realizar operaciones sin anestesia, aclara que no tienen los medicamentos ideales para todas las necesidades.
¡°Desde el 7 de mayo no hemos podido ingresar implementos o insumos m¨¦dicos, entonces estamos gastando nuestras reservas y estamos llegando al l¨ªmite. Si no hay pronto un cese el fuego, si no hay una tregua humanitaria verdadera que permita el libre ingreso y la movilidad de los trabajadores humanitarios, muchas organizaciones tendr¨¢n que desistir de sus servicios¡±, subraya. Actualmente, la organizaci¨®n humanitaria est¨¢ contemplando construir su propio hospital de campa?a en el centro de Gaza. Guerrero dice que eso solo ser¨ªa posible si hay voluntades pol¨ªticas que lo permitan.
El primer ministro de Israel, Benjam¨ªn Netanyahu, ha justificado los ataques indiscriminados a los centros m¨¦dicos, aludiendo a que bajo ellos se esconden miembros de la c¨²pula pol¨ªtica de Ham¨¢s. Eso, sin embargo, no ha sino comprobado por ahora. Guerrero, por su parte, reitera que la importancia de proteger los hospitales va m¨¢s all¨¢ de la atenci¨®n sanitaria. Relata que en los momentos m¨¢s agudos de la ofensiva militar, la poblaci¨®n gazat¨ª se resguarda en esos edificios. ¡°No hay por d¨®nde caminar, no solo por la cantidad de heridos, sino por los refugiados. Pacientes a los que trat¨¢bamos, mejoraban, les d¨¢bamos el egreso, pero no ten¨ªan adonde ir. Hay ni?os hu¨¦rfanos, que salen de quir¨®fano y fueron ¨²nicos sobrevivientes de su familia. ?C¨®mo le explicas a un ni?o de seis a?os eso?¡±, dice.
La crisis sanitaria se expande m¨¢s all¨¢ de los impactos m¨¢s obvios de la violencia. La ausencia de servicios b¨¢sicos, sea agua potable o electricidad, ha provocado otros efectos en la salud de los gazat¨ªes. ¡°La gente est¨¢ teniendo diarrea o neumon¨ªas en su casa. Ir a un hospital implica riesgos, recursos y demasiado esfuerzo, as¨ª que se curan solos o se mueren¡±, revela Guerrero.
¨D?C¨®mo se lidia con tanta desolaci¨®n y tanta carencia?
¨DNunca me termin¨¦ de acostumbrar. En Gaza no hay nada. No hay agua, no hay comida, no hay electricidad, no hay combustible, no hay hospitales. Lo ¨²nico que hay es hambre y necesidades.
El no futuro
Del paisaje del mar Mediterr¨¢neo, rodeado de arena fina y hermosas playas, ya no queda nada en Gaza. Las inmediaciones del mar se han llenado de m¨²ltiples campos de refugiados que huyen al agua cuando arrecian los bombardeos. De esa misma agua beben, con esa misma agua se ba?an. Los pocos segundos en los que retorna una suerte de calma tensa en esa tierra son las noches, donde lo que se escucha son los sonidos de los drones de vigilancia de las fuerzas israel¨ªes o las explosiones a lo lejos. Cuando el sol cae, Gaza se sume en la oscuridad, porque no hay electricidad, y el poco combustible disponible se dosifica. Seg¨²n describe Guerrero, la gente procura mantener una quietud extrema en las noches y no se mueve ni siquiera durante los ataques nocturnos. En ocasiones, si hay heridos, esperan a que salga la luz o simplemente mueren en casa.
Por eso, a su juicio, las cifras de muertos desde que comenz¨® el conflicto podr¨ªan ser superiores a los 37.000 que reporta el Ministerio de Salud palestino. ¡°Si una persona muere dentro del hospital o llega muerta, no hay un registro de defunciones oficial. No hay un centro del Gobierno palestino donde esto se pueda llevar con precisi¨®n. El caos es total, por eso creo que son much¨ªsimos m¨¢s¡±. Los constantes escenarios de sangre y muerte han sumido a los sobrevivientes en Gaza en la desesperanza. No hay posibilidades de huir, y mucho menos recursos. Guerrero destaca que quienes siguen en las ruinas de la ciudad son familias m¨¢s empobrecidas que nunca tuvieron la capacidad econ¨®mica para dejar todo y empezar de cero. ¡°La gente te dice: ¡®Me voy a morir, pero no s¨¦ en qu¨¦ momento. Voy a morir, as¨ª como muri¨® mi pap¨¢ en un bombardeo hace un mes, o como muri¨® mi t¨ªo, hace dos¡±. Afirma que el desasosiego es inocultable.
No va muy lejos. Trae a la charla la historia de otro colega del equipo local de MSF. El hombre era el primero en llegar al hospital y, al salir, se supone que dorm¨ªa con algunos amigos porque en un bombardeo hab¨ªa perdido su hogar. Sin embargo, al indagar m¨¢s, descubri¨® que su compa?ero viv¨ªa en su auto, que fue lo ¨²nico que logr¨® rescatar de los escombros. As¨ª que durante todos estos meses se duchaba en el trabajo, se cambiaba all¨ª, cumpl¨ªa con su jornada y en la noche volv¨ªa a su carro. Otros, con historias similares, viv¨ªan en las tiendas de campa?a al lado del mar y prefer¨ªan trabajar extensas jornadas y sentirse ¨²tiles para su pueblo.
Esa compasi¨®n y entrega por sus colegas palestinos la resalta Guerrero. Ante los cientos o miles de ni?os hu¨¦rfanos, ante la hambruna y el miedo, la solidaridad ha sido la mejor defensa de los gazat¨ªes que, adem¨¢s, se han acostumbrado por d¨¦cadas a encontrar en la di¨¢spora de su pueblo familias extensas. ¡°La cultura all¨ª es muy generosa. Si a ti te bombardearon tu casa, probablemente tengas familiares lejanos o amigos en otra ciudad que siempre van a estar dispuestos a ayudarte. Eso mantiene viva a gran parte de la poblaci¨®n¡±, reflexiona el m¨¦dico.
Esa misma generosidad, de quien nada tiene, se mantuvo hasta sus ¨²ltimos momentos en Gaza. La despedida fue casi m¨¢s dura que la llegada. Guerrero sab¨ªa que nunca volver¨ªa a ver a mucha de esa gente a la que dec¨ªa adi¨®s. De nuevo, vestido con su chaleco y en la camioneta llena de escarapelas, se despidi¨® del conductor que por semanas lo transport¨®. En un ingl¨¦s tropezado el hombre se despidi¨® de vuelta, recogi¨® unos peque?os jazmines de hojas blancas y se los obsequi¨® antes de decirle: ¡°Quisiera ser como estas flores para salir de aqu¨ª con usted y viajar a Colombia¡±.
De regreso, sano y salvo a Colombia, a Guerrero todav¨ªa le cuesta dormir. Los ruidos en las noches lo despiertan y le recuerdan el zumbido constante de los drones. Sigue sin entender del todo lo que vivi¨®. MSF le proporciona terapia y le da algunas semanas de vacaciones. Despu¨¦s, ¨¦l puede decidir si volver o no.
¨DTendr¨¦ que tomar la decisi¨®n en unas semanas. Por ahora solo pienso en que yo estoy seguro aqu¨ª, pero toda la gente con la que trabaj¨¦, mis compa?eros, quedaron all¨¢.
Precisamente, el pasado 25 de junio, Fadi Al-Wadiya, miembro del personal de MSF fue asesinado, presuntamente por fuerzas israel¨ªes. Su muerte se sum¨® a las de otros cinco miembros de MSF asesinados en Gaza desde el 7 de octubre.
¨D?Qu¨¦ reflexi¨®n le queda?
¨DLa m¨¢s urgente es que el cese al fuego es m¨¢s necesario que nunca. La comunidad internacional debe exigir una tregua humanitaria ya.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y aqu¨ª al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.