Cuidado: aqu¨ª hay historia
Lo que ha pasado en Colombia va mucho m¨¢s all¨¢ de Petro, por fortuna. Con los elementos de juicio de que dispongo, tengo una certeza: es lo que m¨¢s le conven¨ªa a mi pa¨ªs
El resultado de las elecciones colombianas rompe en dos la historia del pa¨ªs. Todo el mundo en todas partes echa mano ahora del adjetivo hist¨®rico, y por una vez no parece exagerado hacerlo; y pensar en el nombre del partido victorioso, el Pacto Hist¨®rico, es pensar que la segunda palabra es verdad y desear que la primera pueda serlo. ?Pero c¨®mo entender lo...
El resultado de las elecciones colombianas rompe en dos la historia del pa¨ªs. Todo el mundo en todas partes echa mano ahora del adjetivo hist¨®rico, y por una vez no parece exagerado hacerlo; y pensar en el nombre del partido victorioso, el Pacto Hist¨®rico, es pensar que la segunda palabra es verdad y desear que la primera pueda serlo. ?Pero c¨®mo entender lo que ha pasado en Colombia? Las se?as particulares de mi pa¨ªs, combinaci¨®n de circunstancias (pol¨ªticas, geogr¨¢ficas, temperamentales) que no han existido en otros lugares de Latinoam¨¦rica, han construido a lo largo de los a?os una historia hecha de excepciones. Al contrario de lo que ocurri¨® en el resto del continente, que en el siglo XX se hundi¨® en dictaduras militares de una crueldad que todav¨ªa nos estremece, Colombia solo padeci¨® una dictadura brev¨ªsima y, por comparaci¨®n, m¨¢s bien incruenta. Al contrario de lo que ocurri¨® en el resto del continente, en Colombia nunca hubo gobiernos antiamericanos (o antinorteamericanos, o antiyanquis: como ustedes quieran). Al contrario de lo que ocurri¨® en el resto del continente, en fin, Colombia nunca ha tenido un Gobierno de izquierda.
Lo que m¨¢s se le ha parecido a eso fue el Gobierno del liberal Alfonso L¨®pez Pumarejo, que en 1934 lanz¨® un atrevido programa con un nombre sugerente: Revoluci¨®n en Marcha. ¡°El deber del hombre de Estado¡±, dijo L¨®pez en su primer discurso, es ¡°efectuar por medios pac¨ªficos y constitucionales todo lo que har¨ªa una revoluci¨®n¡±. Y eso hizo: la educaci¨®n p¨²blica quiso ser laica, los sindicatos salieron de la sombra, se comenz¨® a llevar a cabo una reforma agraria que a algunos les pareci¨® socialista y se reform¨® la Constituci¨®n ultraconservadora que hab¨ªa regido en el pa¨ªs durante medio siglo, y para ello se mir¨® con atenci¨®n la Constituci¨®n de la Segunda Rep¨²blica espa?ola. Fue demasiado: el pa¨ªs no estaba preparado para esas transformaciones, y la reacci¨®n conservadora de los a?os siguientes es inseparable de esa d¨¦cada malhadada ¡ªcon sus 300.000 muertos y un pa¨ªs roto¡ª que los colombianos llamamos La Violencia. Y esto es importante: pues durante esos a?os surgieron las primeras guerrillas campesinas, y solo hac¨ªa falta la inyecci¨®n de ideolog¨ªa de la Revoluci¨®n Cubana para convertirlas en los ej¨¦rcitos marxistas que han marcado la vida colombiana desde entonces.
Pues bien, hay que traer a la mente a estas guerrillas ¡ªFARC, ELN, EPL: siglas que son parte de nuestra memoria¡ª para entender por qu¨¦ no ha habido gobiernos de izquierda en Colombia. Porque esos movimientos armados y violentos, que con los a?os se degradaron hasta llegar a extremos inconcebibles de crueldad y sevicia, hicieron que en la sociedad colombiana fuera imposible hablar de izquierda y a?adir democr¨¢tica. He dicho con frecuencia que en esto, como en tantas otras cosas, las guerrillas revolucionarias fueron en efecto las c¨®mplices perfectas de la reacci¨®n y el retraso social, obst¨¢culos formidables en el camino de cualquiera de las reformas m¨¢s urgentes que requer¨ªa esta sociedad. Mientras diversas formas de la socialdemocracia se instalaban en otros pa¨ªses, Espa?a entre ellos, los excesos de una guerrilla descarriada hac¨ªan que en Colombia hablar de m¨ªnimas medidas de justicia social se pudiera tildar, de inmediato y sin f¨®rmula de juicio, de complicidad con el terrorismo. Y los militantes que dejaban las armas y trataban de hacer pol¨ªtica eran sistem¨¢ticamente asesinados por la extrema derecha, con frecuencia con la connivencia de pol¨ªticos y militares. Todo un partido fue exterminado as¨ª.
Y por todo esto es que Colombia nunca ha tenido un Gobierno de izquierda.
Pues bien, ahora acaba de elegirlo por primera vez. Y en unas elecciones, adem¨¢s, que convocaron m¨¢s gente que nunca, aunque tambi¨¦n pusieron en evidencia nuestro lado m¨¢s oscuro, y ahora nos dejan con la obligaci¨®n de convivir de aqu¨ª en adelante. La victoria de Gustavo Petro tiene muchas lecturas: desde la histeria de la derecha m¨¢s desinformada y atrabiliaria (que vive en su propio mundo de verdades alternativas y paranoia generalizada) hasta el triunfalismo sin matices de la izquierda m¨¢s revanchista y fan¨¢tica (que suele mirar con desprecio y aun con repulsa todo lo que suene a negociaci¨®n o mesura). Como suele suceder, la verdad est¨¢ en alg¨²n punto medio entre esos dos extremos: la verdad es una frase larga que incluye palabras como pero, aunque y sin embargo. Ahora Petro habr¨¢ de desactivar la desconfianza que le tenemos muchos, y yo no olvidar¨¦ que su campa?a estuvo marcada por la deslealtad, la guerra sucia y serios problemas ¨¦ticos. Pero lo que ha pasado va mucho m¨¢s all¨¢ de Petro, por fortuna, y ahora mismo, con los elementos de juicio de que dispongo, tengo una certeza: es lo que m¨¢s le conven¨ªa a mi pa¨ªs.
Por varias razones. La primera es lo que no pas¨®: una victoria de Rodolfo Hern¨¢ndez, el populista hecho en TikTok que no ten¨ªa m¨¢s ideas que las que le aportaran sus apoyos pol¨ªticos, hubiera significado la continuaci¨®n en el poder de una forma de entender la sociedad insolidaria y excluyente; tambi¨¦n, de un sector de nuestra clase pol¨ªtica que ha dominado el escenario durante 20 a?os y en ese tiempo ha mentido, calumniado, usado el miedo como herramienta pol¨ªtica y alimentado nuestra crispaci¨®n y nuestros odios sin cuidarse de que la violencia es contagiosa, o sin que le importaran las consecuencias del contagio. Eso ha sido la derecha uribista: ahora es f¨¢cil decirlo, porque los excesos se han hecho evidentes con el tiempo, pero hab¨ªa que ver lo que pasaba hace 15 a?os, cuando no ¨¦ramos muchos los que nos atrev¨ªamos a sugerir que tal vez no estaba bien modificar la Constituci¨®n con votos corruptos para perpetuarse en el poder, o utilizar los organismos de inteligencia del Estado para espiar y amedrentar a periodistas y a jueces, o mirar para otro lado (en el mejor de los casos) cuando soldados enceguecidos asesinaban a civiles inocentes para hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate.
La segunda raz¨®n por la que me parece que a mi pa¨ªs le conviene lo ocurrido el domingo es m¨¢s simple todav¨ªa, y tiene tres palabras: acuerdos de paz. Es mucho lo que nos han costado tantos a?os de guerra, y los acuerdos de 2016 ¡ªlo digo una vez m¨¢s como lo he dicho tantas¡ª son el mejor intento que hemos hecho los colombianos por pasar la p¨¢gina de la guerra y armar un pa¨ªs donde quepamos todos. Pero el Gobierno de Iv¨¢n Duque, cuya tarea de estadista habr¨ªa debido ser unir al pa¨ªs en la implementaci¨®n de lo acordado, no supo o no quiso hacerlo con verdadera convicci¨®n, y m¨¢s bien su partido trabaj¨® activamente en la deslegitimaci¨®n o el sabotaje de los aspectos que m¨¢s les incomodaban. Los acuerdos son ley y est¨¢n protegidos jur¨ªdicamente, pero lo que proponen es tan grande que necesita del respaldo de la ciudadan¨ªa; y aunque ese respaldo es hoy notablemente mayor que hace seis a?os, cuando la gente a¨²n cre¨ªa en las calumnias de los enemigos del proceso, es mucho lo que podremos avanzar con un Gobierno comprometido de verdad y a fondo con su implementaci¨®n completa.
Porque tambi¨¦n eso es lo que ha llevado al Pacto Hist¨®rico a ganar las elecciones: muchos de sus miembros se la han jugado ¡ªy no ahora, sino a lo largo de a?os y m¨¢s a?os¡ª por una paz dif¨ªcil que a veces ha da?ado a quienes la defend¨ªan. Lo que pas¨® el domingo se puede ver as¨ª: como los frutos que ahora se recogen.