Arte para cuestionar y reconciliarse una y otra vez con la cultura misak
La artista Julieth Morales entreteje su parte ind¨ªgena y mestiza en una obra que rechaza el machismo de las costumbres con las que creci¨® y critica la exotizaci¨®n de su comunidad
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La vida de Julieth Morales parece haberse moldeado por un sinf¨ªn de contradicciones. De peque?a, escuch¨® a su mam¨¢ decirle enfadada que era ¡°m¨¢s mestiza que ind¨ªgena¡± y nunca le ense?¨® su lengua para que no la rechazaran fuera de la comunidad, como le hab¨ªa pasado a ella. Las mujeres de su familia siempre incentivaron que estudiara en la universidad, y cuando se mud¨® a Popay¨¢n, a formarse en Artes, le reprochaban estar lejos. La b¨²squeda de la identidad ha sido en s¨ª misma una contradicci¨®n. Se fue para no volver y ahora su obra es un regreso continuo. A las mingas, a tejer, a los rituales, al chambe¡ Una vuelta a las ra¨ªces pero llena de interrogantes. ¡°El arte me ha permitido cuestionarme qu¨¦ de todo lo que dijeron que era yo es m¨ªo verdaderamente¡±, cuenta.
Tiene 30 a?os y creci¨® en el Resguardo de Guamb¨ªa, en el municipio de Silvia, en el noreste del departamento del Cauca. Pertenece al pueblo misak, una comunidad ind¨ªgena que desde finales del siglo XX lidera luchas pol¨ªticas para recuperar sus tierras y tradiciones, y es por ello que su arte transita entre lo urbano y lo rural, rechazando la exotizaci¨®n con la que se suele retratar a los pueblos originarios. Su obra, que mezcla performance, tejido, fotograf¨ªa y serigraf¨ªas, estar¨¢ expuesta en la galer¨ªa El Dorado, en el centro de Bogot¨¢, hasta el 28 de febrero.
Su an¨¢lisis parti¨® desde lo individual, siendo su cuerpo desnudo el primer soporte de la artista. ¡°Todos le tememos al cuerpo. Nos lo tapamos todo el rato, pero para m¨ª era muy necesario desnudarlo y mostrarlo. Mostrarme como la mujer que soy ahora y no el de la ni?a que fue tantas veces se?alado¡±, cuenta por videollamada. Uno de los elementos clave de esta primera fase fue el chumbe, una especie de faja tejida por mujeres con la que se envuelven las tripas las embarazadas y se arropa a los ni?os desde el ombligo al nacer. ¡°Es cierto que protege el cuerpo y el esp¨ªritu pero tampoco permite el movimiento¡±, narra.
Morales toma su propio chumbe y pide el de las mujeres de su familia que le presten los de ellas y los usa para un fotoperformance en el que se desnuda y se va enrollando en ellos, dejando los senos fuera y cubriendo sus ojos. ¡°Lo hice as¨ª para corregir de manera ut¨®pica las exigencias tradicionales, y para pertenecer a mi territorio sin prejuicios. Pero tambi¨¦n para exponer una propuesta de la mujer nueva que se est¨¢ construyendo¡±.
¡°?Por qu¨¦ haces esto?¡±, le pregunt¨® su mam¨¢, quien tambi¨¦n insinu¨® que solo lograr¨ªa que m¨¢s mujeres se vuelvan ¡°libertinas¡± como ella. ¡°Yo necesitaba desprenderme de todo eso. De ese dedo que juzga¡±, dice.
Rechazar. Preguntarse. Acercarse. Reconciliarse. Ir y volver de su cultura ha sido una constante. Involucrar a las mujeres de su comunidad tambi¨¦n. ¡°Muchas de las ideas empezaban en conversaciones en la cocina¡±, dice. ¡°Ellas empezaron a participar y a acercarse al proyecto. Una de ellas me dijo que nunca pens¨® que una mujer tan joven quisiera escucharlas o contar lo que viven. Me di cuenta de que en lo que todos coincidimos es en la necesidad de conservar nuestra memoria. La conversaci¨®n sobre c¨®mo y qu¨¦ conservamos se est¨¢ empezando a tener. Y me alegra que est¨¦n ellas en ese repensar¡±.
Los hombres, sin embargo, nunca son protagonistas en su obra. Apenas salen en su obra; al menos no se les ve. El ¨²nico proyecto en el que los puso en el centro fue en su reinvenci¨®n de las Mojigangas, una fiesta popular en la que los hombres (solo ellos) se disfrazan de diferentes personajes del mundo occidental como una burla a los colonos. Es un ritual de memoria y resistencia en el que se colocan coloridas m¨¢scaras y adornos relacionados normalmente con las mujeres, pero no las dejan participar.
En su proyecto, ella misma las llevaba e invit¨® a la comunidad a participar en un baile en el que, esta vez, las protagonistas eran las mujeres. Los hombres solo tocaban los instrumentos. ¡°Los hombres estaban algo confundidos. Por una parte se alegraban de que quisiera rescatar esta tradici¨®n, que ahora mismo se ha perdido todo el significado por la fuerte presencia de alcohol, pero por otro se indignaban porque ellas tambi¨¦n formaran parte de ello¡±, dice. ¡°Quise invertir los roles. Es algo que no se acostumbra a hacer. Incomodar con el ¨²nico fin de incluir¡±. Y a?ade: ¡°Toda la cosmovisi¨®n ind¨ªgena est¨¢ centrada en el equilibrio, tambi¨¦n en la energ¨ªa femenina y masculina. Excluirnos o relegarnos al cuidado y al tejido va en contra de nuestras creencias¡±.
La cr¨ªtica no solo es hacia dentro. Para Morales tambi¨¦n fue todo un trabajo tratar de desmantelar el imaginario que se tiene de las comunidades ind¨ªgenas fuera de las mismas. Los pueblos originarios, dice, est¨¢n narrados siempre desde la linealidad y la exotizaci¨®n. ¡°Se cuenta c¨®mo comemos, c¨®mo dormimos, c¨®mo vivimos¡±, r¨ªe ir¨®nica. ¡°Desde la universidad sent¨ªa que, por ser ind¨ªgena, ten¨ªa que hacer ¡®cosas de ind¨ªgenas¡¯. Tejer, casarme joven, ser mam¨¢ r¨¢pido¡ Yo quise hacer todo lo contrario¡±.
Para Morales queda mucho por hacer. Pero ella ha vivido en primera persona esa reconciliaci¨®n con la identidad que le conflictuaba y el rechazo a una violencia que tambi¨¦n est¨¢ presente en la construcci¨®n de la familia. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil saber qui¨¦n soy despu¨¦s de todas las preguntas que me he hecho. El arte fue el canal¡±.