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En colaboraci¨®n conCAF

¡°Esto es la guerra¡±: el drama de las mujeres violadas repetidamente por pandilleros en Hait¨ª

La violaci¨®n se ha convertido en un arma de guerra de las pandillas para luchar contra sus rivales y controlar las comunidades y el territorio. Tres supervivientes dan su testimonio

Violencia sexual en Hait¨ª
JC/ Cortes¨ªa The New Humanitarian
Andr¨¦ Paultre y Daniela Mohor
Puerto Pr¨ªncipe -

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En Hait¨ª, la violaci¨®n se ha convertido en un arma de guerra de las pandillas. Las horas y los d¨ªas posteriores a una violaci¨®n pueden ser decisivos para el futuro de las mujeres y las ni?as, pero la mayor¨ªa de las supervivientes se enfrentan a innumerables obst¨¢culos antes de poder empezar a recuperarse f¨ªsica y mentalmente. Y eso si no vuelven a ser violadas por segunda o tercera vez.

La organizaci¨®n independiente The New Humanitarian se reuni¨® con tres supervivientes de Cit¨¦ Soleil, un barrio de viviendas precarias situado en las afueras de la capital, que est¨¢ totalmente controlado por las pandillas. Por razones de seguridad, sus nombres se han cambiado, pero estos testimonios que reproduce EL PA?S a continuaci¨®n, son representativos de las experiencias de un n¨²mero incalculable de mujeres que, como ellas, se enfrentan cada d¨ªa a dificultades y peligros extremos para poder sobrevivir y mantener con vida a sus hijos.

(El encuentro con las tres mujeres se organiz¨® a trav¨¦s del grupo feminista haitiano N¨¨g¨¨s Mawon. Los siguientes testimonios, publicados originalmente por The New Humanitarian, se han traducido y editado por motivos de extensi¨®n y claridad).

Kari: ¡°No recibimos ayuda. Esto es la guerra¡±

Kari, una mujer de 39 a?os que reside en Cit¨¦ Soleil, ya hab¨ªa perdido a su beb¨¦ y a su marido por la violencia de las pandillas antes de ser violada y luego secuestrada. Durante su cautiverio, fue golpeada y violada repetidamente durante tres d¨ªas antes de que la dejaran desnuda en la calle. No cree que sirva de nada denunciar los hechos a la polic¨ªa. Kari, que lucha por recuperarse psicol¨®gica y f¨ªsicamente de una infecci¨®n provocada por las violaciones, intenta cuidar de sus cinco hijos ella sola. No ha recibido ninguna ayuda, salvo algunos alimentos de un sacerdote local y apoyo de una organizaci¨®n comunitaria de mujeres.

Lea el testimonio de Kari completo aqu¨ª:

Los ¨²ltimos a?os de Kari han sido una suma de tragedias. En 2020, perdi¨® a su beb¨¦ por una bala perdida. Menos de un a?o despu¨¦s, en junio de 2021, su marido fue tiroteado por unos delincuentes mientras pescaba en su canoa. La mujer a¨²n intentaba recuperarse de estos acontecimientos tr¨¢gicos cuando se desencadenaron los sangrientos acontecimientos de julio de 2022.

Ese mes, diez d¨ªas de intensos enfrentamientos entre pandillas en el barrio costero de viviendas precarias dejaron casi 500 heridos, desaparecidos y muertos. Se registraron m¨²ltiples agresiones sexuales y 3.000 personas huyeron de sus hogares, entre ellas, Kari y cuatro de sus hijos.

¡°Empec¨¦ a malvivir el 8 de julio de 2022. [Los pandilleros] quemaron mi casa y me agredieron. A m¨ª no me violaron, pero violaron a una joven que viv¨ªa en la misma vivienda. Perd¨ª todos mis documentos importantes¡±, explica. Desde la muerte de su marido, Kari apenas pod¨ªa cubrir las necesidades de sus hijos. Ganaba dinero vendiendo algunos productos como pescado, arroz y gambas secas, pero los ataques del 20 de julio de 2022 la dejaron sin nada. Sin recursos, huy¨® del barrio con un grupo de gente. Para ello, tuvieron que cruzar una zona llamada d¨¨y¨¨ mi (que en creole significa ¡°tras el muro¡±), que tiene fama por ser la frontera entre el territorio de dos pandillas. Tambi¨¦n es la ¨²nica v¨ªa de entrada y salida de Brooklyn, el barrio de Cit¨¦ Soleil en el que viv¨ªa.

¡°Mientras caminaba por d¨¨y¨¨ mi con otras personas porque no hab¨ªa transporte p¨²blico, unos hombres de la zona nos asaltaron y nos violaron¡±, explica. ¡°Tambi¨¦n me dispararon y todav¨ªa no se me ha curado del todo la pierna. Cuando llueve, siento un dolor atroz¡±.

Kari vivi¨® durante alg¨²n tiempo en la Plaza Hugo Ch¨¢vez, una plaza p¨²blica en el centro de Puerto Pr¨ªncipe, donde miles de haitianos que hu¨ªan de la violencia se hab¨ªan instalado en un campamento improvisado. Hab¨ªa conseguido sacar algunas cosas de su casa para venderlas, pero la precariedad de su situaci¨®n la empuj¨® a marcharse a la Rep¨²blica Dominicana con sus dos hijos menores, de 17 y 11 a?os. No dur¨® mucho en el pa¨ªs vecino, ya que sus hijos no pod¨ªan acceder a una escolarizaci¨®n digna all¨ª. Al cabo de tres meses, regresaron a Puerto Pr¨ªncipe.

De regreso en Hait¨ª, volvi¨® a comerciar, como hacen muchas mujeres para sobrevivir. El martes 14 de marzo, subi¨® a un autob¨²s con otras 16 mujeres con las que sol¨ªa vender productos. Se dirig¨ªan a Arcahaie, una ciudad situada a 40 kil¨®metros al noroeste de la capital. Viajar fuera de Cit¨¦ Soleil no es seguro, pero Kari tampoco ten¨ªa elecci¨®n. El negocio hab¨ªa empezado a flojear y hab¨ªa pedido prestados el equivalente a 140 d¨®lares, de los que solo consigui¨® devolver 18.

¡°Cuando estaba yendo a Arcahaie, al llegar a Source Matelas ¡ªun barrio al norte de la capital donde ha habido varias redadas violentas de pandillas en los ¨²ltimos meses¡ª, unas personas pararon el autob¨²s en el que iba y nos ordenaron que nos baj¨¢ramos y sigui¨¦ramos un cortejo f¨²nebre¡±, explica Kari. Despu¨¦s del funeral, ella y otras mujeres fueron secuestradas por los hombres que las hab¨ªan obligado a bajar del autob¨²s.

¡°Entramos en una vivienda. Nos pidieron nuestros documentos de identidad. Les dije que iba a vender, y que no llevaba identificaci¨®n¡±, explica. ¡°Nos empujaron y nos dijeron que seguramente viv¨ªamos en el territorio de Ti Gabriel [el cabecilla de una de las pandillas de Cit¨¦ Soleil]. Nos dijeron que ¨¦ramos unas ladronas y que iban a matarnos¡±, recuerda.

Los hombres las tuvieron retenidas durante tres d¨ªas, durante los cuales las golpearon y violaron repetidamente. ¡°Nos hicieron todo lo impensable¡±, recuerda Kari. ¡°Cuando a¨²n estaba consciente, cont¨¦ hasta siete hombres. Soy asm¨¢tica y, aunque tuve un ataque de asma, siguieron golpe¨¢ndome¡±, explica.

Al final se desmay¨®, pero eso tampoco fren¨® a sus agresores. ¡°Cuando recobr¨¦ el conocimiento, unos j¨®venes que podr¨ªan haber sido mis propios hijos me estaban violando. Les dije que me mataran, que pod¨ªan matarme aunque tuviera hijos peque?os. Que Dios iba a seguir cuidando de ellos. Les dije que era mejor que me mataran¡±.

Durante esos tres d¨ªas, las mujeres tuvieron que lavar la ropa de los pandilleros. Apenas comieron. Los hombres les dec¨ªan constantemente que las iban a matar y segu¨ªan viol¨¢ndolas, hasta que lleg¨® la cuarta noche. ¡°Despu¨¦s de todo eso, cambiaron de idea y nos preguntaron si quer¨ªamos quedarnos con ellos. Les dije que ten¨ªa cuatro hijos sin padre. Hablamos con ellos mucho tiempo. Al final, nos dejaron ir desnudas. Cuando nos fuimos, gente buena de la zona nos dio ropa para vestirnos¡±.

Kari se demor¨® ocho horas en llegar a la casa de su madre. Ella compr¨® hojas medicinales para curarle las heridas. El plazo para tomar la medicaci¨®n que previene embarazos no deseados y enfermedades de transmisi¨®n sexual es de 72 horas, pero pasaron 15 d¨ªas hasta que una amiga de Kari la convenci¨® para que fuera al hospital. All¨ª recibi¨® medicaci¨®n para una infecci¨®n, pero a¨²n no se ha recuperado del todo.

Kari no ha acudido a la polic¨ªa para presentar una denuncia. No cree que sirva de nada. ¡°La justicia no existe¡±, afirma. Desde que la secuestraron, Kari vive en la pobreza extrema. Los miembros de la pandilla le robaron toda la mercanc¨ªa que iba a vender, lo que significa que no tiene dinero para seguir con su negocio. Todav¨ªa tiene que pagar su deuda y ahora tambi¨¦n es responsable de su quinta hija, una ni?a de seis a?os que antes no viv¨ªa con ella.

Kari no tiene suficiente dinero para pagar un alquiler, as¨ª que viven en un campamento improvisado en una escuela. Cuando llueve, tienen que pasar la noche de pie o dormir bajo la lluvia. Para comer, dependen de un sacerdote que distribuye comida. Para el agua, dependen de la lluvia. La desesperaci¨®n, incluso por las necesidades de alimentaci¨®n m¨¢s b¨¢sicas, ha empujado a su hijo mayor, de 20 a?os, a abandonar los estudios para dedicarse a la pesca. Kari culpa a las autoridades de su situaci¨®n y de no dejarle otra opci¨®n que arriesgar su vida para sobrevivir.

¡°Nosotros que somos de Brooklyn jam¨¢s hemos contado con que las autoridades haitianas dijeran que [estos ataques violentos] no deber¨ªan ocurrir. Si tuvi¨¦ramos suficiente dinero, no estar¨ªamos en la calle. Sabemos que si [los pandilleros] nos atrapan, nos matan¡±, dice.

Desde la violaci¨®n en marzo pasado, Kari atraviesa una crisis de salud mental. Su ¨²nico apoyo lo ha encontrado en la organizaci¨®n de mujeres N¨¨g¨¨s Mawon. Sin embargo, en las ¨²ltimas semanas, la escalada de violencia de las pandillas le ha impedido llegar hasta la organizaci¨®n, que se encuentra en un barrio situado a las afueras de Cit¨¦ Soleil. Asegura que se siente avergonzada por lo que le ocurri¨® y que no consigue superar el trauma de las agresiones.

¡°Tuve la intenci¨®n de hacerme da?o porque me di cuenta de que malviv¨ªa. La violencia que sufr¨ª en Source Matelas es la que m¨¢s da?o me ha hecho¡±, declara a The New Humanitarian. Cuando recuerda lo que le ocurri¨®, no puede contener las l¨¢grimas. ¡°Estaba gorda y me qued¨¦ tan menudita como me ves. Me quitaron mi negocio, me golpearon y me violaron¡±, explica. ¡°Exijo justicia [a las autoridades]. Los desfavorecidos pedimos m¨¢s seguridad. En Cit¨¦ Soleil sufrimos m¨¢s. No recibimos ayuda. Esto es la guerra.¡±


Madeline: ¡°Mi madre no para de llorar. No sabe qu¨¦ hacer¡±

Madeline, una joven de 16 a?os, regresaba a su casa en Cit¨¦ Soleil despu¨¦s de intentar ganar algo de dinero revendiendo comida en la ciudad cuando unos hombres armados detuvieron el autob¨²s en el que viajaba, mataron a algunas de las personas que iban a bordo y tomaron a otras como rehenes. La violaron y golpearon, y cuando recobr¨® el conocimiento estaba cubierta de sangre. Durante varios d¨ªas, un n¨²mero desconocido de hombres la viol¨® antes de liberarla, tambi¨¦n, desnuda. M¨¢s tarde, en el hospital, se enter¨® de que estaba embarazada, fruto de la violaci¨®n. Madeline se siente atrapada por la creciente ola de violencia de las pandillas y la posibilidad de volver a ser violada, por lo que ha intentado quitarse la vida en repetidas ocasiones.

Lea el testimonio de Madeline completo aqu¨ª:

El d¨ªa que la violaron, Madeline hab¨ªa decidido que ya era hora de ayudar a sus padres ganando algo de dinero. La situaci¨®n era desesperada para la familia. Apenas ten¨ªan comida ni agua potable, y su escuela hab¨ªa tenido que cerrar despu¨¦s de que varias personas fueran alcanzadas por balas perdidas cuando volv¨ªan a casa despu¨¦s de las clases.

¡°Mis padres ten¨ªan un dinero ahorrado para pagarme los estudios. Pero la escuela tuvo que cerrar, por eso les ped¨ª el dinero¡±, explica. Le dieron 2.500 gurdes, el equivalente a 18 d¨®lares, con los que compr¨® clavos de olor y gambas secas para venderlos con un grupo de mujeres en Arcahaie, a las afueras de la capital. Llegaron al pueblo y pasaron el d¨ªa trabajando. Despu¨¦s vino el viaje de vuelta a Puerto Pr¨ªncipe.

¡°Ese d¨ªa hab¨ªamos estado caminando bajo el sol, vendiendo todo el d¨ªa y ten¨ªamos sed. Est¨¢bamos regresando a casa cuando un grupo de hombres armados par¨® el autob¨²s en el que viaj¨¢bamos. Era el 28 de marzo de 2023¡å, recuerda Madeline. ¡°Condujeron el autob¨²s por la maleza. Luego nos golpearon y mataron a algunas personas que iban a bordo. Les pedimos que nos dejaran vivir. Nos secuestraron, nos arrancaron la ropa y nos violaron. Nos golpearon tanto que perd¨ª el conocimiento. Cuando lo recobr¨¦, estaba cubierta de sangre¡±.

Madeline y sus compa?eras fueron retenidas durante tres d¨ªas. La joven explica a The New Humanitarian que no recuerda cu¨¢ntos hombres abusaron sexualmente de ella. Se turnaban. Los agresores las obligaron a lavar la ropa y luego las dejaron marcharse desnudas, lo que parece ser el modus operandi habitual de las pandillas haitianas que secuestran a mujeres.

Despu¨¦s de la violaci¨®n, llevaron a Madeline al hospital, pero no lo suficientemente pronto como para poder administrarle anticonceptivos de emergencia. Le dijeron que estaba embarazada. ¡°Me siento muy triste y sufro mucho. Estoy embarazada y no hay nada que me consuele. Mi madre no tiene dinero. Mi padre, tampoco¡±, explica Madeline. ¡°Mi madre no para de llorar. No sabe qu¨¦ hacer. Mi padre no ha dicho ni una sola palabra. Est¨¢n tristes... Donde yo vivo, si bloquean la calle, no encontramos agua. Solo hay una carretera de acceso. Tampoco podemos alimentarnos bien¡±.

Desde la violaci¨®n, Madeline sufre mareos y tiene pensamientos suicidas. ¡°He intentado beber agua con Clorox [lej¨ªa] varias veces. Siempre hay alguien que me ve y me la quita de las manos, y me da consejos¡±, explica. Dice que si consigue ayuda, se ir¨¢ a vivir a otro lugar. ¡°Espero que alguna vez pueda irme de aqu¨ª para tener otra vida. Eso es lo que tengo en mente¡±, explica. ¡°Si vives en Cit¨¦ Soleil, siempre piensas que te puede alcanzar una bala, que te puede tocar a ti. Espero ser libre alg¨²n d¨ªa, dejar de vivir controlada [por las pandillas].¡±

Tamara: ¡°Ve¨ªa a los ni?os en el suelo llorando. Sent¨ªa que me hab¨ªa muerto¡±

Tamara, una mujer de 24 a?os, fue violada por dos miembros de una pandilla. Cuando recobr¨® el conocimiento, descubri¨® que hab¨ªan matado a su marido y quemado su cuerpo. Dos meses despu¨¦s, fue violada otra vez por tres hombres. Alguien fingi¨® que iba a ayudarla y le tendi¨® una trampa. Llev¨® a sus tres hijos hasta una de las plazas principales de Puerto Pr¨ªncipe, la capital, donde mendig¨® para sobrevivir hasta que fueron expulsados por las autoridades. Hace poco, su hija de nueve a?os tambi¨¦n fue violada por un miembro de una pandilla. Tamara qued¨® embarazada y su salud f¨ªsica sigue sufriendo las consecuencias de una sustancia t¨®xica que ingiri¨® con la intenci¨®n de provocarse un aborto.

Lea el testimonio de Tamara completo aqu¨ª:

A sus 24 a?os, Tamara nunca ha tenido una vida f¨¢cil. Ha cuidado de s¨ª misma desde los 15 a?os, cuando naci¨® su primer hijo. Se las arreglaba para salir adelante. Cuando conoci¨® a su marido, ya era madre de dos ni?os. Empez¨® una nueva vida con ¨¦l, tuvo otro hijo y ¨¦l los manten¨ªa a todos. Viv¨ªan en Cit¨¦ Soleil.

La noche del 8 de julio de 2022, se despertaron por los violentos enfrentamientos que estallaron entre las pandillas de la zona. Su marido no quer¨ªa huir porque pensaba que no era seguro, pero ella lo convenci¨® de que ten¨ªan que irse. ¡°Unos hombres invadieron nuestro barrio. Mataban a la gente a tiros. Tambi¨¦n quemaron casas. Hab¨ªa gente corriendo por todas partes. Yo no quer¨ªa morirme en esa casa. Quer¨ªa irme de all¨ª¡±, explica Tamara.

Sacaron a sus hijos de la casa y se fueron con lo poco que llevaban puesto. Caminaron durante horas. Sin embargo, cuando llegaron a d¨¨y¨¨ mi, los pandilleros los detuvieron. Tamara, entre l¨¢grimas, recuerda lo que ocurri¨® despu¨¦s, cuando hablaron con su marido.

¡°Los hombres dijeron: ¡®Este hombre depuso las armas, est¨¢ huyendo porque sab¨ªa que iba a morir¡¯. Mientras hablaban con ¨¦l, algunos me llevaron aparte y dos de ellos me violaron. Ve¨ªa a los ni?os en el suelo llorando. Sent¨ªa que me hab¨ªa muerto¡±, recuerda.

Despu¨¦s de eso, Tamara pregunt¨® por su marido y ellos le dijeron que les siguiera. Lo encontr¨® tan golpeado que apenas pudo reconocerlo. Cuando iba caminando hacia ¨¦l, recibi¨® un golpe en la cabeza y perdi¨® el conocimiento. Lo que vio cuando despert¨® es algo que nunca podr¨¢ superar: all¨ª estaba el cuerpo de su marido completamente calcinado.

¡°Entonces, agarr¨¦ a los tres ni?os y me fui... Me fui a la Plaza Hugo Ch¨¢vez. Me qued¨¦ all¨ª cuatro meses viviendo en la miseria. Vend¨ªa agua, mendigaba dinero. Trabaj¨¦ con vendedores de comida cerca del aeropuerto. Hac¨ªa cosas para sobrevivir¡±, recuerda.

El 25 de septiembre de 2022, Tamara fue violada otra vez. Ese d¨ªa, sus hijos, que ahora tienen 9, 6 y un a?o, no hab¨ªan comido y estaban llorando. ¡°Ten¨ªan hambre. La beb¨¦ estaba enferma por la lluvia, as¨ª que le prepar¨¦ una cama y les dije a los mayores que la cuidaran. Deb¨ªan de ser las 6:00 o las 7:00 de la tarde. Sal¨ª y habl¨¦ con un hombre que me pregunt¨® si estaba en problemas y si pod¨ªa ayudarme¡±, cuenta.

Tamara le explic¨® su situaci¨®n y el hombre se ofreci¨® a comprarle comida y darle algo de dinero. Ella lo sigui¨® hasta que otros cuatro hombres los detuvieron y, entonces, ¨¦l sali¨® huyendo. M¨¢s tarde Tamara comprendi¨® que en realidad todo era un enga?o. Cuando sus captores la llevaron a una zona de maleza, el hombre que le hab¨ªa ofrecido ayuda les estaba esperando.

¡°Estaba sentado y me pregunt¨® si acaso era mi padre para darme de comer. Me reproch¨® que ni siquiera me conoc¨ªa. Empez¨® a insultarme¡±, explica Tamara. ¡°Me pidieron que me desnudara y uno de ellos me dijo que me pondr¨ªa un cuchillo en el cuello. No pod¨ªa luchar contra cinco hombres y tampoco hab¨ªa nadie m¨¢s que pudiera ayudarme.¡±

Tres de ellos la violaron brutalmente. ¡°Despu¨¦s de todo, me dije a m¨ª misma que ten¨ªa que morir¡±, explica Tamara a The New Humanitarian. ¡°O¨ª voces [en mi cabeza] cuando buscaba un lugar para morir. Algunas voces me dec¨ªan que me matara. Otras me dec¨ªan que la vida no hab¨ªa terminado. Al final me vest¨ª y me fui¡±.

Tres meses despu¨¦s, descubri¨® que estaba embarazada y decidi¨®, a pesar de sus creencias, interrumpir el embarazo. ¡°Pens¨¦ que no pod¨ªa estar embarazada... Estoy en un pa¨ªs donde no voy a encontrar ning¨²n apoyo. Ya tengo tres hijos sin padre, as¨ª que tuve que hacer un sacrificio. Beb¨ª un l¨ªquido que me provoc¨® el aborto. Estuve a punto de morirme, y ahora todo es un problema. Tuve que hacer cosas con las que nunca antes hab¨ªa estado de acuerdo¡±.

Tamara sigue lidiando con las consecuencias m¨¦dicas de su aborto autogestionado. N¨¨g¨¨s Mawon la ha ayudado proporcion¨¢ndole medicaci¨®n. Sin embargo, las mujeres que han sufrido violencia sexual en Hait¨ª no reciben protecci¨®n. Tampoco sus hijos.

La mujer recuerda c¨®mo una noche de noviembre de 2022, el alcalde de Tabarre, un municipio que tiene jurisdicci¨®n sobre la Plaza Hugo Ch¨¢vez, decidi¨® desalojar a las personas que viv¨ªan all¨ª y cerrar la plaza. La brigada de protecci¨®n civil y los agentes de polic¨ªa no les dieron mucho tiempo para llevarse sus pertenencias. Tamara perdi¨® lo poco que ten¨ªa.

Tamara dice que el Estado no la ayud¨® despu¨¦s de lo ocurrido. ¡°Algunas personas recibieron 5.000 gurdes (35,5 d¨®lares), mientras que yo recib¨ª un cup¨®n para alimentos, pero no dinero. ?Por qu¨¦?¡± El pasado mes de febrero, sufri¨® otro duro golpe cuando violaron a su hija de nueve a?os mientras iba a comprar agua en Cit¨¦ Soleil. Dos miembros de una pandilla la sujetaron con fuerza, mientras que un tercero la violaba.

¡°Desde que la violaron, ya no es la misma. Est¨¢ como ausente. A veces, se sienta sola. Cuando la llamo, solo reacciona si estoy cerca de ella¡±, explica Tamara. ¡°En la cl¨ªnica, ha recibido atenci¨®n psic¨®logica, pero sigo necesitando apoyo psicol¨®gico [para ella] y apoyo para su escolarizaci¨®n¡±.

Todav¨ªa no ha presentado una denuncia ante la polic¨ªa por ninguna de las violaciones. Dice que no quiere ¡°enfrentarse a los delincuentes¡±, que ha podido arregl¨¢rselas sola, aunque a veces sea dif¨ªcil, sobre todo desde que ha vuelto a vivir en Cit¨¦ Soleil.

¡°Estoy pasando un mal momento. No puedo comer. No puedo mandar a mis hijos a la escuela y ni siquiera puedo cruzar la entrada a mi barrio¡±, explica. Cada vez que tiene que acercarse a d¨¨y¨¨ mi, o atravesar esa zona para salir de Cit¨¦ Soleil, siente terror. La ¨²ltima vez que intent¨® pasar por d¨¨y¨¨ mi, algo que hizo a pesar del miedo, volvieron a abusar sexualmente de ella.

Unos pandilleros la pararon a las 11:00 de la ma?ana y le obligaron a quitarse la ropa. ¡°Pens¨¦ que iban a violarme¡±, explica. Sin embargo, no lo hicieron. En lugar de eso, le dijeron que se tumbara boca abajo sobre la calzada, con las piernas abiertas, durante horas. El sol pegaba fuerte.

¡°Me obligaron a acostarme con la vagina directamente sobre el suelo, que estaba muy caliente¡±, explica Tamara. ¡°Nos dijeron que ya nos hab¨ªan violado demasiadas veces, y que como tenemos SIDA hab¨ªan decidido que no iban a volver a hacerlo.¡±

Tamara no se contagi¨® de SIDA, pero para los pandilleros, sacar el tema de las enfermedades de transmisi¨®n sexual es otra forma de agredir a las mujeres para denigrarlas. ¡°Hacia las dos de la tarde, nos dijeron que pod¨ªamos marcharnos, y que fu¨¦ramos a contagiar a otros ladrones¡±, recuerda Tamara. ¡°Desde entonces, no me encuentro bien. Ya no aguanto m¨¢s¡±.

Las violaciones para sembrar el terror, una tragedia dif¨ªcil de cuantificar

Ilustraci¨®n Hait¨ª violaciones
JC/ CORTES?A THE NEW HUMANITARIAN

Los datos sobre violencia de g¨¦nero, y en concreto sobre las violaciones cometidas por pandilleros, son muy limitados en Hait¨ª porque las agresiones no suelen denunciarse. Sin embargo, un estudio reciente de la ONU y los registros de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) arrojan algo de luz sobre la magnitud de este fen¨®meno, al menos en la capital. El estudio, que encuest¨® a 591 mujeres y ni?as de Cit¨¦ Soleil y sus alrededores en diciembre de 2022, demuestra que las zonas con menos enfrentamientos armados entre pandillas registran menos casos de violencia de g¨¦nero y que la violencia sexual se concentra en el barrio de Brooklyn, de donde proceden las tres supervivientes entrevistadas por The New Humanitarian. La zona fue escenario de intensos enfrentamientos entre pandillas en 2022.

El 80% de las mujeres y las ni?as que participaron en esta investigaci¨®n hab¨ªan sido v¨ªctimas de una o varias formas de violencia sexual por parte de uno o varios agresores. En el 33% de los casos, los agresores fueron descritos como delincuentes, pandilleros o secuestradores. El 14% de las v¨ªctimas ten¨ªan entre 10 y 18 a?os.

El 84% de las personas que respondieron al estudio no denunciaron las agresiones de las que fueron v¨ªctimas. En aquellos casos en los que el agresor era un desconocido, la mayor¨ªa respondi¨® que cre¨ªa que la denuncia ¡°las pondr¨ªa en riesgo por las pandillas, incluido en peligro de muerte; que no confiaban en las autoridades locales y tem¨ªan represalias; que no sab¨ªan d¨®nde o c¨®mo denunciar; o que en general sent¨ªan que no hab¨ªa presencia del Estado¡±.

El 40% de las mujeres y las ni?as que fueron entrevistadas afirmaron no haber tenido acceso a asistencia m¨¦dica tras la agresi¨®n. Los motivos fueron que no hab¨ªa personal, que los servicios de salud estaban demasiado lejos, que llegar hasta ellos era demasiado peligroso o que no quer¨ªan ser identificadas. La gran mayor¨ªa de las que s¨ª tuvieron acceso a ayuda m¨¦dica (83%) respondieron que hab¨ªa sido beneficiosa. El 69% respondi¨® que lo que m¨¢s necesitaban era recibir atenci¨®n psicol¨®gica, psicoterap¨¦utica, o psiqui¨¢trica.

M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) tambi¨¦n dispone de algunas cifras alarmantes. Durante los cinco primeros meses de 2023, la organizaci¨®n atendi¨® a 1.005 supervivientes de violencia sexual en Puerto Pr¨ªncipe, casi el doble que en el mismo periodo de 2022. Michele Trainiti, jefe de misi¨®n de MSF en Hait¨ª, explica a The New Humanitarian que el perfil de los agresores ha cambiado. Si antes las v¨ªctimas eran agredidas predominantemente por alguien de su familia o su entorno m¨¢s cercano, ahora solo el 20% de los agresores pertenece a esta categor¨ªa.

Sin embargo, los registros de MSF no reflejan toda la realidad, explica Trainiti. ¡°La tendencia va en aumento, pero no tenemos acceso a todas las regiones de Hait¨ª, y las pacientes tambi¨¦n tienen dificultades para acceder a nuestros servicios¡±, afirma. ¡°Nuestros datos son solo la punta del iceberg. No reflejan la magnitud de las necesidades, que son mucho mayores¡±.

Las tres supervivientes entrevistadas por The New Humanitarian han recibido apoyo de N¨¨g¨¨s Mawon, una de las pocas ONG haitianas que ayudan a las v¨ªctimas de violaci¨®n. La organizaci¨®n feminista asigna a las supervivientes de violaci¨®n una ¡°madrina¡± que las acompa?a a los servicios m¨¦dicos (MSF, AHF Hait¨ª y Zanmi Lasante) para que reciban atenci¨®n m¨¦dica, tratamiento o seguimiento. La madrina, que tambi¨¦n suele ser una superviviente de violencia sexual, les ayuda con el proceso judicial. Si la v¨ªctima no quiere denunciar la violaci¨®n, la informaci¨®n se env¨ªa a la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (R¨¦seau National de D¨¦fense des Droits Humains, RNDDH) para que lleve un registro de cada caso y lo documente, con la esperanza de que la informaci¨®n pueda seguir sirviendo para el procesamiento si el sistema jur¨ªdico mejora. N¨¨g¨¨s Mawon tambi¨¦n ofrece atenci¨®n psicol¨®gica a las v¨ªctimas y les ayuda con los gastos de transporte para llegar hasta sus oficinas, o para acudir a los diferentes centros que les prestan apoyo. Entre mayo de 2022 y marzo de 2023, la organizaci¨®n registr¨® 652 casos de mujeres y ni?as v¨ªctimas de violaci¨®n en solo cuatro barrios de Puerto Pr¨ªncipe, incluido Cit¨¦ Soleil. 14 de ellas quedaron embarazadas a causa de la violaci¨®n, ocho tuvieron complicaciones por abortos autogestionados, 90 contrajeron enfermedades de transmisi¨®n sexual y nueve fueron asesinadas.

Las dificultades adicionales que enfrenta una v¨ªctima de violaci¨®n en Hait¨ª:

  • Calles controladas por pandillas: Para llegar hasta un lugar seguro, la víctima debe atravesar zonas urbanas que se han convertido en auténticos campos de batalla. Aproximadamente el 80% de los barrios de Puerto Príncipe están bajo el control de las pandillas. Cientos de personas han muerto o han resultado heridas por balas perdidas desde principios de año.
  • Transporte (coste y acceso): Conseguir transporte para llegar hasta una clínica o un hospital fuera de su barrio puede ser difícil y caro. Los medios de transporte se han reducido debido a la escasez de combustible, la inflación y el temor a sufrir un secuestro. Los precios de algunos trayectos se han cuadruplicado en el último año.
  • Salud (clínicas cerradas): Varias clínicas y hospitales han suspendido algunos de sus servicios o han cerrado debido a la violencia de las pandillas, y otros están llenos por el brote de cólera. La escasez de personal es un problema persistente. Aunque la mayoría de los hospitales de Médicos Sin Fronteras (MSF) siguen funcionando, no todos lo hacen a pleno rendimiento. La clínica de MSF en Cité Soleil, uno de los barrios más afectados por la violencia de las pandillas, cerró entre marzo y finales de mayo debido a la inseguridad. Este mes, esta organización cerró su hospital en el sector de Tabarre después de que 20 pandilleros entraran con violencia y sacaran a un herido de una sala de operación. La organización sigue gestionando clínicas móviles en algunas zonas.
  • Embarazos y enfermedades de transmisión sexual (ETS): Por lo general, se pueden conseguir medicamentos profilácticos contra el VIH y otras ETS. También se pueden conseguir anticonceptivos de emergencia, pero muchas mujeres no consiguen acceder a una clínica en el plazo de 72 horas. El aborto sigue siendo ilegal en Haití. Las mujeres que pueden costearlo suelen recurrir al misoprostol para inducir el aborto, que en Haití se vende como Cytotec y se puede encontrar en farmacias o en puestos de venta ambulante. La atención de seguimiento ya es otro tema. Los abortos no seguros contribuyen a la elevada tasa de morbilidad materna de Haití, que ya es la más alta del hemisferio occidental.
  • Asesoramiento psicológico postraumático: Incluso si una mujer consigue acceder a los servicios de emergencias médicas, es menos probable que reciba asesoramiento psicológico a largo plazo por el trauma sufrido tras una violación. En Haití escasean desde hace tiempo los profesionales de la salud mental, y el tratamiento suele considerarse un lujo que la mayoría no puede pagar cuando las necesidades básicas de supervivencia son prioritarias. El estigma social de la violencia sexual también obliga a muchas supervivientes de violación a soportar ese sufrimiento en silencio. 
  • Policía: La mayoría de las violaciones no se denuncian, y no es de extrañar. Muchas comisarías han sido abandonadas tras ser incendiadas y saqueadas por las pandillas. Decenas de policías también han sido asesinados brutalmente o secuestrados por pandilleros. Sin apenas recursos en las arcas del país, decenas de agentes de policía se manifestaron a principios de año. Más de 3.000 han abandonado el cuerpo desde 2021.
  • Vivienda: Las mujeres suelen huir de sus casas y de sus barrios tras una violación. Más de 160.000 personas han sido desplazadas. Sin apenas apoyo gubernamental y a falta de lugares protegidos para las personas desplazadas, algunas mujeres han denunciado que han vuelto a ser violadas en estos entornos inseguros.
  • Sistema jurídico: Incluso cuando Haití tenía un Gobierno funcional, muy pocos casos de violación llegaban a juicio. Sin cargos electos, muchas de las instituciones haitianas, incluidos los tribunales, están en punto muerto. Los secretarios judiciales suelen hacer huelga, y la limitada financiación gubernamental implica que muchas oficinas judiciales funcionan bajo mínimos o permanecen cerradas. Aunque en teoría las víctimas tienen acceso al sistema jurídico, muchas no pueden costearse los servicios de un abogado particular.

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