¡®Mariposas libres¡¯: las mujeres gar¨ªfunas se unen para combatir la violencia de g¨¦nero
La red congrega a 400 afrocaribe?as que encaran juntas el maltrato en sus comunidades en el pa¨ªs con la mayor tasa de feminicidios de Am¨¦rica Latina
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Paula N¨²?ez dice que hace un a?o esquiv¨® la muerte de milagro. ¡°Estaba rezando al borde de mi cama y sent¨ª una voz que me dec¨ªa: lev¨¢ntate¡±. Al ponerse de pie y darse la vuelta, la mujer de 53 a?os vio al padre de sus cuatro hijos listo para atacarla por la espalda con un cuchillo. Despu¨¦s de eso, ella decidi¨® acabar con un matrimonio tortuoso de 34 a?os. Las historias de violencia como esta no dejan de repetirse entre las mujeres de la etnia gar¨ªfuna de las costas del norte de Honduras.
En siete pueblos, 400 de ellas conforman una especie de pelot¨®n para defender sus vidas y sus derechos. Mariposas Libres es una red femenina que durante 15 a?os se ha fortalecido para luchar en contra de la violencia de g¨¦nero dentro de las comunidades gar¨ªfunas de Honduras, un pa¨ªs en el que una mujer muere de forma violenta cada 21 horas, seg¨²n la ONG Centro de Derechos de Mujeres (CDM).
Una de estas muertes fue la que inspir¨® a Calixta Mart¨ªnez a fundar la organizaci¨®n en 2008. Mariposas Libres naci¨® en homenaje a su hermana Virginia, que muri¨® en un hospital a causa de problemas irreversibles en sus ¨®rganos tras a?os de soportar golpes de su marido. ¡°Crec¨ª viendo como ¨¦l la maltrataba. No quer¨ªa que eso les pasara a otras¡±, sentencia Mart¨ªnez, con la mirada perdida en el mar de Tornab¨¦, un pueblo costero de menos de 3.000 habitantes al que cada vez llegan menos turistas.
En territorios as¨ª, habitan comunidades que llegaron desde ?frica a Centroam¨¦rica en el siglo XVIII y que se conocen como gar¨ªfunas. Pueblos que viven entre callejones de tierra y muros despintados en la provincia de Atl¨¢ntida. Mart¨ªnez ya no sabe cu¨¢ntas veces las mujeres han tenido que levantar cad¨¢veres de mujeres de las calles ante lo que consideran la indiferencia de las autoridades. ¡°Los polic¨ªas de aqu¨ª dicen que entre marido y mujer nadie se mete¡±, explica la l¨ªder afro de 50 a?os.
Ella misma, como la mayor¨ªa en su pueblo, fue educada para soportar los abusos. ¡°Mi propia madre me maltrat¨® desde que era ni?a. Ella dec¨ªa que las mujeres ten¨ªamos que aguantar¡±, comenta, mordi¨¦ndose los labios. Desde peque?a, fue consciente de que no quer¨ªa seguir ese ejemplo. A?os m¨¢s tarde, tras la muerte de su hermana mayor, decidi¨® a convocar a las gar¨ªfunas para hablar de los problemas en los territorios y apoyarse en situaciones de violencia. ¡°Vi la necesidad de organizarnos para rescatar a las mujeres¡±, resalta con su voz estridente.
Fue as¨ª como Mariposas Libres arranc¨® con un pu?ado de mujeres en Tornab¨¦ y, en unos a?os, lleg¨® a tener hasta 700 participantes repartidas entre las comunidades de San Juan, Triunfo de la Cruz, La Ensenada, R¨ªo Tinto y Barra Vieja. En esas costas, mientras las mujeres se las arreglaban para sobrevivir, tambi¨¦n se reun¨ªan semanalmente para hablar de sus derechos, la defensa de los territorios, los l¨ªmites en sus relaciones y los problemas en sus hogares. ¡°Yo me quedaba callada en las reuniones porque pensaba en los insultos que me dec¨ªa mi esposo en la casa, pero cuando escuchaba a las otras, me daba cuenta de muchas cosas¡±, recuerda N¨²?ez, quien integra la red desde 2015.
Paula N¨²?ez se cas¨® muy joven, y tras dos a?os de matrimonio, la violencia se le volvi¨® cotidiana. ¡°Mi marido me trataba como basura, pero yo cre¨ªa que ten¨ªa que soportar por mis cuatro hijos¡±, cuenta esta mujer delgada de metro ochenta, mientras hunde sus pies en la arena. En las comunidades gar¨ªfunas, la falta de recursos muchas veces obliga a las mujeres a aguantar. ¡°Ten¨ªa miedo de separarme porque no sab¨ªa c¨®mo iba a hacer sola con mis hijos¡±, comenta N¨²?ez entre l¨¢grimas. Ella, al igual que la mayor¨ªa en el pueblo, vive la venta de pan de coco y artesan¨ªas en ciudades cercanas como Tela.
Esa precariedad hizo que sus cuatro hijos abandonaran la comunidad de San Juan. ¡°La gente se va porque aqu¨ª no hay trabajo¡±, explica la l¨ªder de Mariposas Libres, que pas¨® de 700 a 400 miembros en los ¨²ltimos cinco a?os, a causa de la migraci¨®n de muchas familias. Una realidad frecuente en Honduras, en donde 195.584 personas han dejado sus hogares para solicitar asilo en el resto de pa¨ªses del mundo, seg¨²n datos de 2022 de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur.
Aunque la violencia y la pobreza han ahuyentado a muchas mariposas, las 400 que quedan siguen en pie de lucha por sus comunidades. Su labor ha logrado ganarse el apoyo de Acnur, que, mediante el Foro de Mujeres por la Vida, brinda asesor¨ªa psicol¨®gica y acompa?amiento jur¨ªdico a los casos de maltrato que registra la organizaci¨®n. Gracias a eso, mujeres como N¨²?ez han logrado acceder a servicios especializados para sobrevivientes de violencia de g¨¦nero, denunciar los abusos y alejar a sus agresores. ¡°Estoy esperando noticias del juzgado, pero mi exmarido ya se fue del pueblo¡±, cuenta aliviada y orgullosa de los pasos que ha dado.
Al igual que su caso, la red ha asistido a m¨¢s de 60 mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero solo este a?o. Una cifra que no es dif¨ªcil de asimilar en el pa¨ªs que ostenta la tasa m¨¢s alta de feminicidios de Latinoam¨¦rica, con 6 casos por cada 100.000 mujeres, seg¨²n el Observatorio de Igualdad de G¨¦nero de la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe, Cepal. Solo hasta finales de octubre, se registraron 341 muertes violentas de mujeres en Honduras, de acuerdo al CDM.
No solo esas muertes ocupan la atenci¨®n de Mariposas Libres. En las reuniones, tambi¨¦n se discuten los problemas de las m¨¢s j¨®venes. Para eso, se han consolidado grupos de j¨®venes, llamados de orugas, que tienen miembros que van desde los 10 hasta los 25 a?os. Ellas tambi¨¦n se juntan a hablar y a aprender sobre el respeto, los l¨ªmites y la igualdad de las mujeres. ¡°Tenemos unas cien orugas repartidas entre los pueblos, que se re¨²nen todas las semanas. Despu¨¦s de cierta edad, muchas deciden pasar al grupo de las mariposas¡±, explica Mart¨ªnez, quien tiene sus esperanzas puestas en las futuras generaciones.
¡°Sue?o con que la violencia hacia las mujeres se termine en las comunidades porque s¨¦ que nosotras somos capaces de muchas cosas¡±, sentencia Dorian Mart¨ªnez, una de las orugas que conformar¨¢ el futuro s¨¦quito de luchadoras de Tornab¨¦. La joven de 23 a?os camina erguida con un turbante en la cabeza, agradeciendo las lecciones acumuladas. ¡°He aprendido mucho sobre lo que no debo permitir y con eso quiero ayudar a otras mujeres¡±, afirma la amante del baloncesto. Sabe que las experiencias de sus mayores buscan dejar huella en chicas como ella, del mismo modo en que las decenas de murales de Mariposas Libres han dejado marcas en los muros de los pueblos de la Atl¨¢ntida.
Pintadas que no se comparan con el legado vivo que llevan las mujeres que han logrado cambiar su historia, como N¨²?ez, que ahora celebra su nueva vida: ¡°Soy una mariposa que sali¨® del closet. Por fin logr¨¦ abrir mis alas¡±, dice ri¨¦ndose.