Las ballenas jorobadas reconquistan R¨ªo de Janeiro y dan alas al ecoturismo
Tras d¨¦cadas desaparecida de las costas de la ciudad, la especie, que ya supera los 35.000 ejemplares, retoma sus viejas rutas migratorias desde la Ant¨¢rtida hasta las c¨¢lidas aguas tropicales
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Las nuevas garotas de Ipanema no est¨¢n bronce¨¢ndose al sol, sino cantando su particular bossanova bajo el agua. Pesan hasta 40 toneladas y se han convertido en la sensaci¨®n del suave invierno de R¨ªo de Janeiro. Son las ballenas jorobadas, los imponentes cet¨¢ceos que hace unas d¨¦cadas bordearon la extinci¨®n y cuya recuperaci¨®n est¨¢ propiciando un boom del ecoturismo en la ciudad. Hasta hace poco, ver ballenas en R¨ªo parec¨ªa un sue?o inalcanzable. Hoy es el d¨ªa a d¨ªa de bi¨®logos y turistas, que apenas necesitan lanzarse con una lancha a pocos metros de la costa y probar suerte. Toparse con ellas no es dif¨ªcil, sobre todo entre junio y septiembre, en plena temporada migratoria.
¡°Nunca imagin¨¦ que podr¨ªa haber ballenas aqu¨ª. Cuando era ni?o, ballenas y delfines eran como animales m¨ªsticos, que s¨®lo pod¨ªas ver en lugares paradis¨ªacos (¡) Ver este crecimiento espectacular de la ballena jorobada es muy especial¡±, comenta el bi¨®logo Guilherme Maricato, de 32 a?os. La poblaci¨®n de ballenas jorobadas empez¨® a recuperarse a partir de 1986, cuando se prohibi¨® la caza de estos mam¨ªferos a nivel mundial. Ahora se calcula que la poblaci¨®n que pasa por delante de la costa brasile?a ya supera los 35.000 ejemplares, llegando a niveles anteriores al periodo de caza masiva.
Las ballenas pasan los meses del verano austral en la Ant¨¢rtida, aliment¨¢ndose de krill y acumulando reservas para el resto del a?o. Cuando el fr¨ªo empieza a apretar, a partir de junio, ponen rumbo a aguas m¨¢s c¨¢lidas, en la costa brasile?a, para aparearse y tener a sus cr¨ªas. La mayor¨ªa tienen como destino final la costa sur del Estado de Bah¨ªa, donde se encuentra el archipi¨¦lago de Abrolhos. A partir de septiembre realizar¨¢n el viaje de vuelta al polo sur. Abrolhos est¨¢ a 70 kil¨®metros de tierra firme y es un conjunto de cinco islas deshabitadas, un para¨ªso para la vida marina alejado de los peligros de la costa. Fue aqu¨ª donde la especie empez¨® a recuperarse y donde Maricato empez¨® a trabajar con las ballenas como becario, de la mano del Projeto Baleia Jubarte (as¨ª se las conoce en portugu¨¦s). Era el lugar al que hab¨ªa que ir para ver a estos cet¨¢ceos. Ya no. Ante el aumento de avistamientos, en 2021 la organizaci¨®n abri¨® un equipo de trabajo en R¨ªo de Janeiro que ahora ¨¦l coordina. ¡°Era algo impensable cuando estaba estudiando en la facultad¡±, celebra el bi¨®logo.
Aunque ahora puedan parecer unas reci¨¦n llegadas, la historia de las ballenas est¨¢ estrechamente vinculada a la de R¨ªo de Janeiro. Los relatos de los primeros europeos en llegar a estas costas hablaban de una bah¨ªa de Guanabara repleta de cet¨¢ceos. En la playa de Ipanema, el mont¨ªculo rocoso donde los turistas se amontonan para ver la puesta de sol se llama Arpoador porque en la ¨¦poca colonial era el lugar desde donde se avistaban las ballenas que se cazaban con arp¨®n. Pero las ballenas estaban en todas partes: en el siglo XVIII, sus huesos triturados se usaban para hacer argamasa y levantar edificios; su grasa, para el alumbrado p¨²blico, y sus el¨¢sticas barbas, para fabricar paraguas o cors¨¦s.
Todo eso suena a ciencia ficci¨®n para los turistas que ahora se apuntan a la moda de los ¡°safaris oce¨¢nicos¡± para buscar ballenas. As¨ª los llama Guilherme Braga, fundador de Rio Boat Experience. Su empresa ofrece desde hace a?os excursiones por la costa de R¨ªo para apreciar la ciudad desde el mar. Siempre sol¨ªa haber encuentros fortuitos con delfines o tortugas marinas, pero este invierno incorpor¨® por primera vez la modalidad ballenera, despu¨¦s de cerciorarse de que la probabilidad de verlas era muy alta.
¡°Ya llevaba dos a?os investigando el comportamiento de las ballenas en R¨ªo. Hice expediciones para ver la frecuencia de ballenas, siguiendo su ruta¡ El a?o pasado vimos muchas cerca de la costa, pero quer¨ªa preparar los barcos para estar seguro de que la gente siempre podr¨ªa ver ballenas¡±, comenta durante uno de estos peculiares safaris. Mejor¨® sus embarcaciones para que pudieran navegar un poco m¨¢s lejos en caso de que las jorobadas tardaran un poco m¨¢s en aparecer. Es lo que pas¨® a mediados de julio, cuando Am¨¦rica Futura acompa?¨® una de las expediciones. Tras m¨¢s de una hora mirando fijamente al mar sin rastro de ellas, ya cund¨ªa el des¨¢nimo entre los tripulantes, hasta que de repente una mancha de espuma blanca a lo lejos rompi¨® el horizonte monocrom¨¢tico y el silencio de alta mar. Era una ballena saltando. El nivel de piruetas depende de la voluntad de cada animal, pero casi siempre es posible ver su cola (cuando se sumergen a m¨¢s profundidad) y el chorro de vapor de su respiraci¨®n. Otros cet¨¢ceos, como los cachalotes, pueden aguantar hasta 90 minutos bajo el agua, pero las jorobadas salen a respirar cada cinco u ocho minutos, lo que facilita los avistamientos.
Tras la primera aparici¨®n, la lancha de Guilherme aceler¨® en direcci¨®n a la ballena, pero no demasiado. Las normas de observaci¨®n que dicta la ley brasile?a son estrictas, como recordaba la bi¨®loga a bordo, Luana Pini. Los barcos tienen que permanecer a un m¨¢ximo de 100 metros de distancia, deben apagar el motor cuando la ballena est¨¢ cerca y como mucho se puede estar 30 minutos observando al mismo animal. Tampoco puede haber m¨¢s de tres barcos alrededor de la misma ballena.
Aunque el turismo de avistamiento de ballenas jorobadas en R¨ªo est¨¢ creciendo r¨¢pidamente, Pini destaca que de momento no se detect¨® ninguna alteraci¨®n en el comportamiento de los animales porque, por suerte, las reglas se siguen a rajatabla. En el estado sure?o de Santa Catarina, la observaci¨®n de ballenas francas (que pasan a¨²n m¨¢s cerca de la costa que las jorobadas) estuvo repleta de excesos, hasta que las autoridades decidieron prohibir la actividad para preservar el bienestar animal. En el incipiente sector tur¨ªstico que gira en torno a las ballenas cariocas, se quiere evitar llegar a ese punto a toda costa.
Para Maricato, una de las claves es que en las excursiones que se hacen en R¨ªo de Janeiro se ha aunado turismo e investigaci¨®n. La mayor¨ªa de empresas que ofrecen el servicio han recibido formaci¨®n especializada y siempre viajan con un bi¨®logo a bordo, que mientras los turistas hacen fotos recopila informaciones t¨¦cnicas que ayudan en la conservaci¨®n de la especie. El bi¨®logo conf¨ªa en el equilibrio entre biodiversidad, ciencia y ecoturismo: ¡°Este a?o el avistamiento de ballenas creci¨® de una forma que nadie esperaba, pero estamos haciendo todo lo posible para que no se vuelva algo ca¨®tico¡±.