A Estados Unidos le sale caro el racismo
La marginaci¨®n de este colectivo le cuesta a Estados Unidos 13,6 billones de euros en lo que va de siglo
La historia de Estados Unidos es, en cierta medida, la historia del racismo. Una fractura que a¨²n recorre su espina dorsal y que en 1964 el l¨ªder de los movimientos civiles Malcolm X (1925-1965) denunci¨® con la sinceridad de quien lleva d¨¦cadas sufri¨¦ndola. ¡°Si clavas un cuchillo en mi espalda nueve pulgadas y lo sacas seis pulgadas, no hay progreso. Si lo extraes del todo, no hay progreso. El progreso es curar la herida que provoc¨® la cuchillada. Y ni siquiera han sacado el cuchillo y mucho menos ...
La historia de Estados Unidos es, en cierta medida, la historia del racismo. Una fractura que a¨²n recorre su espina dorsal y que en 1964 el l¨ªder de los movimientos civiles Malcolm X (1925-1965) denunci¨® con la sinceridad de quien lleva d¨¦cadas sufri¨¦ndola. ¡°Si clavas un cuchillo en mi espalda nueve pulgadas y lo sacas seis pulgadas, no hay progreso. Si lo extraes del todo, no hay progreso. El progreso es curar la herida que provoc¨® la cuchillada. Y ni siquiera han sacado el cuchillo y mucho menos han curado la herida. Ni siquiera admitir¨¢n que el cuchillo estaba ah¨ª¡±. Un a?o despu¨¦s morir¨ªa acribillado de 21 disparos en Manhattan. The New York Times escribi¨® en su necrol¨®gica que fue ¡°un hombre extraordinario y retorcido¡±, capaz de ¡°utilizar muchos dones verdaderos para prop¨®sitos malvados¡±.
El racismo transforma las franjas de la bandera estadounidense en rejas y las estrellas en simas. Es un problema estructural. ¡°George Washington y Thomas Jefferson [dos de los Padres Fundadores] eran due?os de esclavos, y la Constituci¨®n de 1787 contaba a los afroamericanos esclavizados como tres quintas partes de una persona a efectos de representaci¨®n¡±, narra Mario L. Small, profesor de sociolog¨ªa en la Universidad de Harvard. Desde luego, en este tiempo, ha habido mejoras, pero 155 a?os despu¨¦s del D¨ªa de la Emancipaci¨®n, ocho generaciones m¨¢s tarde, la fractura de la riqueza racial resulta inmensa. Universidades, instituciones p¨²blicas y bancos se han lanzado a trazar ecuaciones del precio de ese sufrimiento. En lo que va de siglo, el racismo ha costado a la econom¨ªa estadounidense ¡ªseg¨²n un informe de 104 p¨¢ginas de Citigroup¡ª 16 billones de d¨®lares (unos 13,6 billones de euros).
¡°El pasado nunca muere. Ni siquiera existe el pasado¡±, escribi¨® William Faulkner. Las injusticias pret¨¦ritas y presentes se derraman como una cascada. La cl¨¢sica familia negra solo tiene una d¨¦cima parte de la riqueza frente a la t¨ªpica familia blanca.
El c¨¢lculo de 2016 de la Reserva Federal es una muestra de esas vidas bald¨ªas. Hablamos de un patrimonio de 171.000 d¨®lares de las familias blancas en comparaci¨®n con 17.600 de las negras. Y a¨²n puede ser peor. Una quinta parte de las familias afroamericanas tiene una riqueza neta de cero d¨®lares o menos. El 75% apenas cuenta con 10.000 d¨®lares para jubilarse. Los blancos ¡ªacorde con Citigroup¡ª son due?os en un 80% de sus casas, los negros solo el 47%. Y la delincuencia dir¨ªase que es su principal patrimonio. Los negros tienen cinco veces m¨¢s posibilidades de acabar en la c¨¢rcel y suponen algo m¨¢s del 33% de los reclusos, pese a que solo representan el 12% de la poblaci¨®n del pa¨ªs. Sin duda, 400 a?os de esclavitud de las poblaciones negras a¨²n tienen efectos en la vida diaria. Cerrar la inequidad en la inversi¨®n, la educaci¨®n, los inmuebles y los salarios podr¨ªa impulsar ¡ªseg¨²n Citi¡ª el PIB del pa¨ªs cinco billones de d¨®lares durante los pr¨®ximos cinco a?os.
Ecos de la esclavitud
Pero los n¨²meros son botes arrastrados a contracorriente de la realidad. ¡°El esp¨ªritu de la esclavitud contin¨²a vivo en la supremac¨ªa econ¨®mica blanca. Un sistema econ¨®mico que despoja de la riqueza y de sus ingresos a los estadounidenses negros y persiste en ampliar, no en reducir, la brecha de la inequidad. Hay ecos de esa esclavitud en el encarcelamiento masivo de personas negras y latinas y a trav¨¦s del trabajo penitenciario no remunerado o abusivo¡±, critica Calvin Schermerhorn, profesor de Historia y experto en esclavismo de la Universidad Estatal de Arizona. El docente propone no olvidar lo que Keeanga-Yamahtta Taylor, profesora de Estudios Afroamericanos de la Universidad de Princeton, llama ¡°inclusi¨®n depredadora¡±. El cepo atrapa sin ruido. ¡°Dar la bienvenida a la participaci¨®n negra en actividades econ¨®micas para luego castigar esa entrada con altos tipos de inter¨¦s y f¨®rmulas que les despojan de sus ingresos y su riqueza¡±, avisa Schermerhorn.
El escritor Ta-Nehisi Coates lo califica de ¡°saqueo silencioso¡±. Una partida con los dados trucados. ¡°El negro se enfrenta al est¨¢ndar del hombre blanco, sin la oportunidad del hombre blanco¡±, se quej¨® en 1930 el matem¨¢tico negro Kelly Miller. Pese a las mejoras, ¡°es un problema sist¨¦mico¡±, admite Mauro Guill¨¦n, catedr¨¢tico en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. Aparece en voces inesperadas. Un recordatorio de que el pasado nunca es otro pa¨ªs. El premio Nobel George Stigler (1911-1991) defendi¨® en 1965 (The Problem of the Negro. New Guard), que la gente negra era inferior como trabajadores y que la soluci¨®n estaba en fomentar ¡°la voluntad del trabajo duro¡±.
La injusticia de esas palabras se construye sobre todo en el espacio inmobiliario. Del valor de la casa depender¨¢ la calidad del barrio o de la escuela p¨²blica donde acudan los hijos negros. Y la econometr¨ªa les azota como mistral. Los propietarios negros ten¨ªan la menor riqueza inmobiliaria en 2016. Unos 124.000 d¨®lares frente a los 200.000 de las familias blancas o 158.000 de los hispanos. N¨²meros que desprenden cuestiones.
¡ªPresidente, me apellido P¨¦rez, ?en qu¨¦ lado del muro que est¨¢ construyendo deber¨ªa estar?
¡ª(Silencio)
Esta es la pregunta que Jorge P¨¦rez, due?o de Related Group, dem¨®crata y uno de los latinos m¨¢s ricos del mundo (1.700 millones de d¨®lares, seg¨²n Forbes), le lanz¨® hace unos meses a su antiguo socio y amigo Donald Trump. P¨¦rez, nacido en Argentina y recriado en Colombia, es, a trav¨¦s de su compa?¨ªa con sede en Miami, el principal promotor inmobiliario de la costa este de Estados Unidos. La situaci¨®n ha mejorado ¡ªmatiza¡ª refiri¨¦ndose sobre todo a Florida. ¡°Pero todav¨ªa, desafortunadamente, se ven casos en donde le niegan el alquiler de un apartamento a una persona negra con la excusa de estar ocupado, pero si llega un cliente blanco se lo alquilan¡±, describe el empresario. ¡°Y, adem¨¢s, conseguir hipotecas resulta m¨¢s dif¨ªcil en los barrios negros. Queda mucho por hacer¡±, lamenta. La brecha en los ¨ªndices de propiedad de casas es mayor hoy que en los a?os cincuenta o sesenta. Eso son d¨¦cadas de revalorizaci¨®n inmobiliaria (riqueza negra) perdida. Tras ellas hay miseria en las condiciones de vida. Los asesinatos por la polic¨ªa este a?o de tres estadounidenses negros, George Floyd, BreonnaTaylor y Ahmaud Arbery y la explosi¨®n del movimiento Black Lives Matter demuestran que el problema ha arraigado en el alma de la naci¨®n.
La exposici¨®n directa e indirecta a la brutalidad policial, las redadas del servicio de inmigraci¨®n o la separaci¨®n de las familias en la frontera deterioran el compromiso con el trabajo de los empleados negros. Sobre todo cuando son excluidos del di¨¢logo sobre su propio bienestar. Todo empieza en la educaci¨®n y todo falla en la educaci¨®n. La presencia de estudiantes negros en las universidades est¨¢ 10 puntos por debajo de la media nacional. ¡°La educaci¨®n es el veh¨ªculo clave para nivelar las oportunidades en todo el mundo. Sin embargo, en Estados Unidos la inequidad educativa resulta profunda e hist¨®rica y est¨¢ firmemente arraigada en la educaci¨®n b¨¢sica¡±, observa Timothy Knowles, fundador de Academy Group, una empresa que trabaja en cerrar la brecha. ¡°Una raz¨®n esencial es que las escuelas se financian en gran medida por los impuestos a la propiedad. Esto significa que las comunidades estadounidenses m¨¢s ricas tienen las escuelas p¨²blicas mejor financiadas. Y viceversa¡±.
El resultado es que la injusticia se sienta en los pupitres. Quienes m¨¢s necesitan la formaci¨®n cuentan con peores instalaciones, profesores con menos experiencia y falta de ense?anzas b¨¢sicas como idiomas, arte o cursos avanzados. ¡°Desde el primer d¨ªa en el jard¨ªn de infancia hasta la escuela secundaria, los j¨®venes afroamericanos, latinos e ind¨ªgenas enfrentan enormes obst¨¢culos, ninguno de ellos destinados a lograr su ¨¦xito educativo¡±, sostiene Knowles.
Si las cadenas se rompieran, si los negros accediesen ¡ªacorde con Citi¡ª a la educaci¨®n superior, sus ingresos durante su vida aumentar¨ªan entre 90.000 y 113.000 millones de d¨®lares. Pero las ¨¦lites blancas (y heterosexuales) han tapiado el camino. Un trabajo reciente de Harvard revel¨® que el 43% de los estudiantes blancos fueron admitidos por sus legados o donaciones. Si hubieran tenido en cuenta las notas o los m¨¦ritos ¨²nicamente habr¨ªa accedido un 26%. Otra vez los poderosos levantando alambradas sobre sus privilegios.
El lema ¡°La tierra de las oportunidades¡± suena a hueco cuando se golpea. En febrero pasado ¡ªseg¨²n una nota de Bank of America¡ª las tasas de paro se distribu¨ªan as¨ª: afroamericanos (5,8%), hispanos (4,4%) y blancos (3,1%). En abril, con la covid-19 descontrolada, el desempleo reflejaba a¨²n m¨¢s esa alma rota. Hispanos (18,9%), afroamericanos (16,7%) y blancos (14,2%).
Consejos sin diversidad
Cambian las cartas, pero la jugada siempre resulta id¨¦ntica. Solo el 9% de los consejeros del ¨ªndice Fortune 500 son negros. La ausencia de diversidad sigue oscureciendo el sue?o americano pese a algunas mejoras. ¡°Durante el a?o pasado hemos utilizado nuestro derecho de voto como accionistas en las juntas de las compa?¨ªas para lograr una mayor diversidad en los consejos de las empresas en Estados Unidos, y estamos viendo resultados¡±, cometan fuentes de de Goldman Sachs.
Sin embargo, las finanzas son Wall Street y esa calle es blanca y masculina. El 38% de los empleados negros ¡ªaunque representan solo el 11% de la fuerza de trabajo del pa¨ªs¡ª cobra el salario m¨ªnimo. Adem¨¢s, heredar¨¢n menos que los hispanos y los blancos, y ¨²nicamente el 1% son business angels. Una evidencia de la dificultad de acceder a la financiaci¨®n. Este es el terreno donde lucha Wole Coaxum, un antiguo director general de JP Morgan Chase, quien cambi¨® toda su vida cuando un polic¨ªa blanco asesin¨® en 2014 en Ferguson (Misuri) a Michael Brown, un chaval, desarmado, de 18 a?os.
¡°Creemos que las injusticias sist¨¦micas se pueden resolver abordando primero las desproporciones econ¨®micas que mantienen a millones de estadounidenses sin servicios bancarios, en comunidades que limitan el n¨²mero de sucursales de bancos a los que se puede acceder¡±, relata como fundador de MoCaFi, una empresa emergente que aporta servicios financieros gratuitos o muy asequibles a personas con bajos ingresos. Nada menos que 55 millones de estadounidenses carecen de cuentas bancarias y, por ejemplo, no han podido beneficiarse de la ayuda federal por la covid-19. ¡°Una privaci¨®n de sus derechos¡±, critica. Y, tambi¨¦n, de otro futuro. Si los emprendedores negros tuvieran iguales posibilidades de acceso a la financiaci¨®n podr¨ªan generar 13 billones en ingresos las pr¨®ximas dos d¨¦cadas.
Pero eso son n¨²meros en un ordenador. La realidad es otra: se est¨¢n muriendo por un sue?o. Los afroamericanos han sido m¨¢s afectados por la pandemia. Su tasa de fallecimiento ¡ªdocumenta la CNN¡ª es 2,4 veces superior a la de un trabajador blanco. B¨¢sicamente porque han estado m¨¢s expuestos a empleos imposibles de desempe?ar desde casa. Y el sistema los ha arrinconado. ¡°Los afroamericanos y los hispanos tienen menos probabilidades de recibir una atenci¨®n m¨¦dica ¨®ptima, lo que no solo les afecta a ellos sino a sus familias, a sus comunidades; a la naci¨®n¡±, reflexiona John Z. Ayanian, profesor de Medicina y director de Pol¨ªtica Sanitaria de la Universidad de M¨ªchigan.
La oscuridad envuelve al pa¨ªs entre ambas costas. Las escaleras mec¨¢nicas hacia la clase media se han detenido para los negros y el pelda?o econ¨®mico donde uno empieza, es, casi seguro, donde acabar¨¢. Esa tierra que Woody Guthrie cant¨® que fue ¡°hecha para ti y para m¨ª¡± busca soluciones. Una es la reparaci¨®n por las d¨¦cadas de esclavitud. El profesor Thomas Craemer, de la Universidad de Connecticut, ha valorado el coste en 14 billones de d¨®lares (12 billones de euros). ?Otro sue?o? ¡°No creo que resulte imposible lograr un programa nacional de reparaciones para los descendientes de negros estadounidenses de la esclavitud americana¡±, analiza la folclorista A. Kirsten Mullen. Y remata: ¡°El nuestro es un gran pa¨ªs capaz de hacer cosas incre¨ªbles¡±.
Esa esperanza que procede de los Padres Fundadores ha evitado una fractura a¨²n mayor. Hacen falta tipos de inter¨¦s bajos y olvidarse de la inflaci¨®n, fomentar la inclusi¨®n financiera, una fiscalidad progresiva, aumentar el salario m¨ªnimo de los negros, tomarse en serio los baby bonos (una cantidad que el Gobierno dar¨ªa anualmente a los ni?os al nacer y hasta la edad adulta) y cancelar la deuda para los graduados negros. Y obligar a respetar la diferencia. ¡°Es loable trabajar para cambiar la mentalidad de la gente pero, en la coyuntura actual del pa¨ªs, el impacto de estas estrategias seguramente resulte peque?o. Mucho m¨¢s importantes son las instituciones: no solo las leyes que penalizan el trato desigual, sino tambi¨¦n la aplicaci¨®n dura y las sanciones severas por hacerlo¡±, matiza Mario L. Small, profesor en Harvard.
El caso europeo
Porque la brecha trasciende la econom¨ªa. El pasado ni siquiera existe. ¡°Cuando los abolicionistas estadounidenses defendieron la libertad, sostuvieron que favorec¨ªa el inter¨¦s econ¨®mico de la naci¨®n acabar con la esclavitud. Si este argumento, por s¨ª solo, hubiera sido cierto, no habr¨ªamos necesitado una Guerra Civil para establecerlo¡±, critica en Bloomberg Caitlin Rosenthal, profesora de historia en la Universidad de Berkeley.
Europa nunca tuvo un sue?o com¨²n y nunca fue una tierra prometida. Pero no hay datos globales sobre el racismo. Por razones hist¨®ricas, Alemania y Francia, las dos mayores econom¨ªas europeas, no ofrecen informaci¨®n ¨¦tnica. Sabemos poco sobre si son interrogados m¨¢s por la polic¨ªa, si sufren acoso, si tienen dificultades laborales. Sin cifras precisas, el problema no desaparece sino que se oculta. Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisi¨®n Europa, cuyo objetivo es ¡°promover el estilo de vida europeo¡± (tal cual suena), ha declarado ¡ªcomo recoge The Guardian¡ª que la brutalidad policial que hemos visto en Estados Unidos ser¨ªa ¡°improbable¡± en Europa. La frase deja muchas dudas en pa¨ªses europeos que tienen un pasado colonial y esclavista. No es una lacra del nuevo mundo, tambi¨¦n del viejo.
La Uni¨®n Europea cuenta desde septiembre con un nuevo Plan de Acci¨®n contra el Racismo. ¡°Este es un problema grave que sufren las minor¨ªas raciales en Europa y es hora de que la Uni¨®n diga: suficiente es suficiente¡±, subraya Rafaela Samira, europarlamentaria, 31 a?os, holandesa, con una madre de la isla caribe?a de Curazao y un padre nigeriano. Y a?ade: ¡°Fallamos tambi¨¦n en nuestras propias instituciones porque existe una carencia de diversidad¡±. Fracasamos en lo que el fil¨®sofo Frantz Fanon (1925-1961) llam¨® el ¡°hedor del racismo¡±.
Comentarios de barras de bar, de charlas con los amigos; nos malogramos en la cotidianeidad. Es evidente ¡ªescribe The Guardian¡ª que desde la crisis de los refugiados de 2015 y los ataques terroristas yihadistas en Espa?a, Francia y Alemania los musulmanes tienen mala reputaci¨®n en Europa. El 52% de la poblaci¨®n germana ve al islam como una amenaza. Y sus vidas se endurecen. ¡°Los estudios muestran que los musulmanes son sistem¨¢ticamente desfavorecidos en el mercado laboral. Un nombre ¨¢rabe o turco en la solicitud de empleo conlleva menos oportunidades, especialmente cuando se trata depuestos m¨¢s elevados¡±, alerta Yasemin El-Menouar, experto de la fundaci¨®n Bertelsmann Stiftung. ¡°Y la situaci¨®n de las mujeres que llevan velo es todav¨ªa peor¡±.
La propuesta francesa de enviar los curr¨ªculos sin fotos y sin apellidos puede ayudar. Porque los populismos y la extrema derecha incendian el antisemitismo y el odio al musulm¨¢n. ¡°El coste econ¨®mico [de esta situaci¨®n] es que las desigualdades a menudo reflejan divisiones ¨¦tnicas y religiosas. Y las empresas se niegan a s¨ª mismas mano de obra o clientes, o ambos, a veces por desconocimiento, debido a los prejuicios¡±, analiza Patrycja Sasnal, responsable de investigaci¨®n del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales (PISM, por sus siglas inglesas).
Y Espa?a no es una ¡°isla¡± en estas costas de injusticia. El 60% ¡ªacorde con Bertelsmann Stiftung¡ª piensa que el islam resulta incompatible con ¡°Occidente¡±. El aumento de la desigualdad, generada por la crisis, tanto antes de las transferencias del sector p¨²blico como despu¨¦s, afect¨® sobre todo a los j¨®venes y a los inmigrantes. ¡°Los trabajadores con contratos m¨¢s precarios son los que m¨¢s sufren¡±, incide Josep Mestres, economista de CaixaBank Research. Tras el dolor queda el alba y la ma?ana. ¡°La desigualdad alimenta el pesimismo sobre el futuro. Y ese sentimiento da fuerzas al populismo que a la vez erosiona la fortaleza democr¨¢tica y la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en el sistema de mercado, que tantas mejoras en la calidad de vida nos ha tra¨ªdo en los ¨²ltimos dos siglos¡±, defiende Ram¨®n Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Gobierno Corporativo de KPMG en Espa?a.
Sin embargo, esos 200 a?os no han transcurrido igual para todos. En 1852, el 5 de julio, una jornada despu¨¦s de la celebraci¨®n del D¨ªa de la Independencia en Estados Unidos, Frederick Douglass, l¨ªder abolicionista, habl¨® ante la Sociedad Antiesclavista de Damas de Rochester en Nueva York: ¡°?Oh!. Si yo tuviera la habilidad y pudiera llegar hoy al o¨ªdo de la naci¨®n, derramar¨ªa un torrente, una catarata ardiente de burlas mordaces, de terribles reproches, de sarcasmo fulminante y severas reprimendas. Pues no es luz lo que se requiere, si no fuego; no es la lluvia fina sino truenos. Necesitamos la tormenta, el torbellino, el terremoto. Hay que reavivar el sentimiento de la naci¨®n; hay que despertar la conciencia de la naci¨®n; la hipocres¨ªa de la naci¨®n debe ser expuesta; y los cr¨ªmenes contra Dios y el hombre deben ser proclamados y condenados¡±. Queda esperanza. ¡°La luz penetra donde no brilla el sol¡±, Dylan Thomas.
Al albur de la Reserva Federal
El racismo es un problema que emponzo?a el alma del mundo. Pese a haber estallado, en los ¨²ltimos meses, en Estados Unidos. Sin embargo, es una fractura que recae sobre los pecados originales. El genocidio de los nativos americanos y la esclavitud de los negros y el robo de sus tierras han creado la prosperidad del pa¨ªs. Un expolio que enriqueci¨® a los blancos y sus herederos. Pero tambi¨¦n la Fed (Reserva Federal) y la pol¨ªtica monetaria, pese a que suene a un t¨¦rmino escondido en los manuales de econom¨ªa, les han fallado.
Durante los a?os ochenta, el antiguo presidente de la Reserva Paul Volcker combati¨® la inflaci¨®n como si fuera la pandemia. ?Su gran ¡°logro¡±? ¡°Todos y cada uno de los meses la tasa de paro de los negros era superior al 10%¡±, narra en el peri¨®dico 'Politico' William ?Spriggs, profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Howard. Y a?ade: ¡°Los afroamericanos fueron obligados a vivir una d¨¦cada entera en depresi¨®n¡±.
El cambio de rumbo, a mediados de los noventa, con Alan Greenspan como presidente de la Fed, y la relajaci¨®n de los objetivos de inflaci¨®n ayudaron a las vidas de los negros. No es ninguna casualidad que el nivel m¨¢s bajo de paro de aquellos tiempos lo alcanzaran en abril de 2000.
Por eso, dirigentes dem¨®cratas, encabezados por Maxine Waters y la senadora Elizabeth Warren, quieren que el banco central asuma pol¨ªticas m¨¢s contundentes para cerrar la brecha salarial y de empleo. Una mezcla de memoria y justicia. En una nota de julio, los analistas de Schroders escriben: ¡°Si los votantes negros se ven impulsados [suponen el 13% del electorado] a votar el 3 de noviembre, podr¨ªa ser el fin de la Administraci¨®n de Trump¡±.
Pero su ca¨ªda no ser¨ªa el ocaso de un imperio de inequidad. Ni del discurso supremacista blanco que gangrena a los 50 Estados. ¡°Antes pensaba que el racismo y la supremac¨ªa y el privilegio blanco eran venas en nuestras extremidades. Ahora creo que es una aorta que recorre el coraz¨®n de la naci¨®n. El movimiento [Black Lives Matter] me abri¨® los ojos, fuera o no est¨²pidamente ingenuo antes¡±, cuenta Bruce Springsteen en la revista 'Rolling Stone'.
El camino es de duro pav¨¦s. ¡°Un Gobierno de Biden estar¨ªa bajo presi¨®n para reconocer que existe racismo sist¨¦mico [una frase que solo este a?o se ha vuelto de uso com¨²n], y no est¨¢ claro que haya opciones de pol¨ªtica ampliamente aceptadas que puedan ponerse en marcha con rapidez¡±, advierte Giles Alston, experto de la consultora Oxford Analytica. Sin embargo, Estados Unidos tiene poco tiempo. La ira est¨¢ fermentando. Porque, o cambia la econom¨ªa, o las familias negras ser¨¢n m¨¢s pobres en el 175? aniversario de la Emancipaci¨®n que durante 1980.
Y esos grilletes hist¨®ricos, pero tambi¨¦n recientes, no solo encadenan a los negros estadounidenses. En Europa ¨²nicamente 15 de los 27 Estados miembros tienen planes contra la segregaci¨®n y muchas veces ineficientes. A finales de 2022 ser¨¢ una obligaci¨®n de todas las naciones de la Uni¨®n. El racismo, esa trampa creada por el hombre para el hombre, debe romperse. ¡°Los mecanismos econ¨®micos existentes est¨¢n creando sistemas opresivos que se basan en la segregaci¨®n y la perpet¨²an.
Tenemos que reconocer las desigualdades estructurales dentro de estos sistemas y dise?ar una econom¨ªa justa, inclusiva y resiliente que permita a todas las personas vivir una vida digna¡±, observa un portavoz de la Red Europea contra el Racismo. El fil¨®sofo Viktor Frankl (1905-1997) ense?¨® que el ser humano necesita encontrar sentido, trascendencia, en todo lo que hace, si no est¨¢ abocado a la resignaci¨®n. Qu¨¦ mejor prop¨®sito que destruir el fermento de esas (justas) uvas de la ira.