Un burrito, una arepa y un hot dog: comida hispana en Estados Unidos
A la cocina de origen hispanoamericano le ha costado tiempo, cocci¨®n y esmero ganarse un lugar en la preferencia de los comensales estadounidenses. Hoy, no s¨®lo es una de las consentidas sino sus mezclas, transformaciones y locas adopciones no dejan de suceder.
Para los hispanos, la comida es una de las cosas m¨¢s importantes que puedan existir en el mundo, especialmente para quienes por trabajo, desarrollo profesional u otras circunstancias han tenido que dejar su pa¨ªs de origen para vivir, ya sea solos o en familia, en Estados Unidos.
M¨¢s all¨¢ de darle forma a un platillo con los ingredientes exclusivos del lugar donde crecimos, la comida hispana es una forma de conectar con nuestros ancestros, abrazar al del lado y compartir lo que somos, lo que nos hace felices con los dem¨¢s. Es una transmisi¨®n de conocimientos mediante los sabores, sazones, cocciones y mezclas, mismas que para algunos puedan percibir en una primera impresi¨®n como algo alocado y diferente. Para los hispanos, una comida puede ser una expresi¨®n de amor y confianza hacia los dem¨¢s, un abrazo que tiene mil formas de presentarse y enriquecer o enriquecerse desde el lugar desde el cual se cocina.
Esta diversidad y sentir de variedad en la cocina hispana lo podemos ver en la amplitud latinoamericana y espa?ola, que pese a que se comparten ingredientes y procedimientos, a veces nombres de platillos, el saz¨®n local se impone y ning¨²n platillo sabe igual al otro, aunque todos sean en extremo deliciosos. Un ejemplo b¨¢sico y delicioso es la palabra tortilla, que para los espa?oles pudiera ser un platillo m¨¢s cercano al omelette, mientras que para los mexicanos y los originarios de Am¨¦rica Central sea algo parecido a la masa horneada.
Otro ejemplo todav¨ªa m¨¢s hispano y delicioso lo podemos ver (y mejor a¨²n, probar) en los frijoles y el arroz, que son base para pr¨¢cticamente toda la cocina proveniente de Am¨¦rica Latina, independientemente de que su nombre cambie o su cocci¨®n sea distinta. As¨ª, en Cuba los frijoles son cocidos a fuego lento, en Per¨² habr¨¢ una inclinaci¨®n m¨¢s recurrente por las habas y los frijoles blancos, en M¨¦xico por los frijoles pintos, negros si son caldosos con cebolla, chile verde y epazote. Y as¨ª de forma pr¨¢cticamente inagotable.
Tan inagotable como las nuevas versiones y sincretismos de la cocina hispana moderna. Hoy, aquellos chefs, comensales y paladares aventureros que han podido ver las similitudes entre un burrito, una arepa y un hot dog, por poner tan s¨®lo un breve pero poderoso ejemplo, han cruzado las fronteras y reinventado los tacos, los sancochos y los ceviches m¨¢s rigurosos del Per¨², pero tambi¨¦n las hamburguesas, las papas fritas o incluso los platillos aparentemente m¨¢s norteamericanos.
Abrazar nuestra cultura es degustar una hamburguesa de chile verde, un taco californiano, un encebollado ecuatoriano con brisket en vez de pescado, unas arepas colombianas con mermelada o crema de cacahuate para el desayuno, o un pabell¨®n venezolano que est¨¦ potenciado con salsa molcajeteada. El futuro culinario de la comunidad hispana parece estar ganando a¨²n m¨¢s confianza. ?Qu¨¦ vendr¨¢ el d¨ªa de ma?ana?, ?el platillo cubano ropa vieja en fusi¨®n tinga?, ?un curanto con chilli, salchichas neoyorquinas y algo de aj¨ª? S¨®lo el siguiente tiempo nos lo dir¨¢. Mientras tanto, disfrutemos nuestros momentos y nuestros sabores. ?Celebremos juntos!