La cara B de la vieja y extra?a Am¨¦rica
Una idea audaz: se rescatan las canciones que acompa?aban a las pizarras usadas en los cincuenta por Harry Smith para su m¨ªtica ¡®Anthology of American Folk Music¡¯. Un canon olvidado que inspir¨® a Bob Dylan o Joan Baez
Repasando la vida de Harry Everett Smith (1923-1991), uno cree toparse con otro de aquellos gloriosos exc¨¦ntricos que Joseph Mitchell retrataba para The New Yorker: un solitario que malviv¨ªa en hoteles mientras pintaba o hac¨ªa cine experimental, a la vez que acumulaba colecciones de lo m¨¢s dispar, desde aviones de papel hasta discos de 78 r. p. m. Tambi¨¦n ejerc¨ªa de ocultista: seg¨²n el poeta Allen Ginsberg, que le acogi¨® en su casa, acumulaba en el frigor¨ªfico jarras con su semen, destinadas a un ritual de alquimia.
Visto de cerca, no era un personaje querible. Como inquilino del...
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Repasando la vida de Harry Everett Smith (1923-1991), uno cree toparse con otro de aquellos gloriosos exc¨¦ntricos que Joseph Mitchell retrataba para The New Yorker: un solitario que malviv¨ªa en hoteles mientras pintaba o hac¨ªa cine experimental, a la vez que acumulaba colecciones de lo m¨¢s dispar, desde aviones de papel hasta discos de 78 r. p. m. Tambi¨¦n ejerc¨ªa de ocultista: seg¨²n el poeta Allen Ginsberg, que le acogi¨® en su casa, acumulaba en el frigor¨ªfico jarras con su semen, destinadas a un ritual de alquimia.
Visto de cerca, no era un personaje querible. Como inquilino del Chelsea Hotel, protagoniz¨® monumentales esc¨¢ndalos cuando se pasaba con el alcohol o las anfetaminas. Tambi¨¦n le tem¨ªan sus colegas devotos de las pizarras: pod¨ªa llevarse una pieza codiciada en cuanto su propietario se despistase. Acumulaba, explicaba, para tener posibilidades de comparar y establecer jerarqu¨ªas entre aquellos artistas de nombres misteriosos.
Se trataba de una obsesi¨®n personal, sin voluntad de folclorista ni vocaci¨®n de permanencia. A principios de los a?os cincuenta, Smith se present¨® ante Moses Asch, fundador del sello Folkways, dispuesto a venderle todo o parte de su tesoro. Pero Asch ten¨ªa otra idea: le adelant¨® dinero para que preparara la Anthology of American Folk Music, una colecci¨®n de tres elep¨¦s dobles que public¨® en 1952.
Imposible imaginar, en nuestros tiempos de abundancia, lo que signific¨® aquella recopilaci¨®n: una panor¨¢mica de la expresi¨®n musical de la Am¨¦rica profunda, desconocida fuera de su p¨²blico natural y algunos c¨ªrculos herm¨¦ticos de enterados, olvidada incluso por las discogr¨¢ficas, que hab¨ªan fundido los m¨¢steres. Un canon alternativo que hipnotiz¨® a Bob Dylan, Joan Baez, Dave Van Ronk y dem¨¢s protagonistas del folk revival. Que ni siquiera sab¨ªan que muchos de los creadores reivindicados por Harry Smith estaban vivos: Clarence Ashley, la Carter Family, Mississippi John Hurt, Bascom Lamar Lunsford, Dock Boggs, Sleepy John Estes, Gus Cannon. Vivos y dispuestos a actuar ante aquellos ¡°beatniks de ciudad¡±.
La Anthology of American Folk Music ofrec¨ªa adem¨¢s manjares digeribles: a diferencia de las grabaciones de campo de los Lomax, era m¨²sica concebida para ser editada comercialmente. Se buscaba la mejor toma; se registraba con profesionalidad, siguiendo las exigencias t¨¦cnicas de la ¨¦poca (duraci¨®n m¨¢xima de tres minutos por cara, ausencia de instrumentos avasalladores).
En los 70 a?os transcurridos, la Anthology no ha parado de transformarse. Ha sido pirateada y luego publicada legalmente en CD a trav¨¦s del Smithsonian. Ampliada extraoficialmente por disc¨ªpulos de Smith, tambi¨¦n ha recibido homenajes multitudinarios como The Harry Smith Project Live, conciertos organizados por el productor Hal Willner. Y ahora se materializa algo que andaba rondando desde hace tiempo. Harry Smith hab¨ªa elegido 84 temas extra¨ªdos de otras tantas pizarras, lo que planteaba un interrogante: ?qu¨¦ hab¨ªa en la otra cara de aquellos discos? Ya se puede comprobar con The Harry Smith B-Sides, una preciosa caja con cuatro CD y un detallado libro.
Debemos prescindir de nuestras ideas preconcebidas sobre las caras B. Las pizarras seleccionadas por Smith proced¨ªan generalmente del periodo entre 1926, cuando se implant¨® la llamada grabaci¨®n el¨¦ctrica, y 1934, cuando la Gran Depresi¨®n hundi¨® el mercado de discos rurales. M¨²sica cosechada por cazatalentos que, cargando con su pesado equipo, se pod¨ªan acercar a rincones remotos de Estados Unidos, usando la prensa local para convocar a cantantes e instrumentistas, aunque fueran aficionados. Se grababa en cualquier espacio con buena ac¨²stica y se pagaba a tanto la pieza. De vuelta en la gran ciudad, las disqueras editaban lo que consideraban que tendr¨ªa acogida en las tiendas, sin caer en los h¨¢bitos que ahora conocemos, como reservar la cara B a caprichos o material de relleno.
No exist¨ªan estudios de mercado ni listas de ventas: cada lanzamiento era publicitado con anuncios, donde estaba impl¨ªcito el color de la piel del artista. El p¨²blico potencial era tan nebuloso como los m¨²sicos. Eso explica que fuera una edad de oro para la fonograf¨ªa: se grababa mucha m¨²sica ¨¦tnica, hecha por inmigrantes de primera generaci¨®n, y prosperaban las canciones en espa?ol en Texas, Arizona, California.
Esas eran categor¨ªas que no interesaban a Harry ?Smith, que aceptaba instrumentales, pero se deleitaba en las interpretaciones con contenido narrativo, que recog¨ªan a?ejas historias o las emociones desnudas de generaciones pasadas, apenas contaminadas por la influencia de medios de masas como la radio o el cine. Y eso ha presentado un enojoso dilema a los compiladores de The Harry Smith B-Sides: 3 de los 84 temas se pueden clasificar como ¡°racistas¡±, lo que va desde insultos casuales hasta bromas sobre linchamientos.
Lance y April Ledbetter, responsables del sello Dust-to-Digital, ya hab¨ªan fabricado las cajas de The Harry Smith B-Sides cuando eclosion¨® el movimiento Black Lives Matter y el cuestionamiento del hist¨®rico segregacionismo estadounidense. Vecinos de Atlanta, en Georgia, no pod¨ªan evitar posicionarse. Decidieron finalmente hacer un nuevo prensaje, eliminando las canciones ofensivas, con los resultados previsibles: el aplauso de m¨²sicos negros, la consternaci¨®n entre estudiosos que les acusan de falsear la historia.
?Censura o gesto pol¨ªtico? En The Harry Smith B-Sides se especifica que han sido omitidas por sus letras. No son canciones ocultas: circu?lan por la Red, a veces debido precisamente a su contenido. Cabe suponer que Smith no se escandalizaba: estaba habituado a toda la gama de los sentimientos humanos, incluidos los m¨¢s odiosos. Pero su ausencia evita que el foco no se desv¨ªe de lo esencial de The Harry Smith B-Sides: el vigor de las interpretaciones y el asombroso sonido conseguido por el equipo de Dust-to-Digital.
THE HARRY SMITH B-SIDES
Dust-to-Digital