Ense?anzas dylanianas
Como recuerda el texto de The essential, Dylan compuso Blowing in the wind cuando John F. Kennedy ocupaba la Casa Blanca y las m¨¢ximas estrellas de Hollywood eran John Wayne y Doris Day. Cuarenta a?os despu¨¦s, sigue ocupando una posici¨®n ¨²nica en el mundo de la m¨²sica popular. Durante varios periodos, su obra ha sido minusvalorada o se han ridiculizado sus modos, pero la enfermedad de 1997, que estuvo a punto de 'reunirle con Elvis', ha recordado que se trata de un artista insustituible.
Lo expres¨® contundentemente Bruce Springsteen: 'Presley liber¨® nuestros cuerpos, pero Dylan liber¨® nuestras mentes'. Es cierto: hasta que fueron conscientes de Dylan, tanto los Beatles como los Rolling Stones compon¨ªan canciones convencionales de chico-chica. Tras 1965, cualquier asunto se consider¨® susceptible de ser cantado, utilizando la denuncia, el sarcasmo, la escritura autom¨¢tica, las met¨¢foras, el simbolismo y dem¨¢s ense?anzas dylanianas.
Como modelo de carrera, Dylan es menos imitable. Si en el primer lustro mitific¨® sus or¨ªgenes y se convirti¨® en el implacable Petronio del rock, luego se rebel¨® contra ese Bob Dylan p¨²blico que tan h¨¢bilmente construy¨®. Se convirti¨® en padre de familia, se retir¨® cuando la contracultura que ¨¦l hab¨ªa ayudado a definir agitaba las calles. Reivindic¨® m¨²sicas como el gospel y el country, contrarias al carpe diem del rock. Recuper¨® sus ra¨ªces jud¨ªas y se recicl¨® en insoportable cristiano militante. Sin olvidar su creciente incomodidad ante el proceso de grabar y su consagraci¨®n al directo, con la llamada gira interminable: Dylan se rige por reglas intransferibles.
Su enigm¨¢tico comportamiento y su lib¨¦rrima actitud fascinan a seguidores y colegas. Hace unos d¨ªas, la rama neoyorquina del Pen Club reun¨ªa a escritores y cantautores para debatir el misterio de Dylan. Un asunto que es el pan de cada d¨ªa para los dylan¨®filos, que alimentan infinidad de p¨¢ginas en Internet y una pujante industria paralela de discos piratas y libros anal¨ªticos o documentales.
Los dylan¨®filos son una especie aparte, paradigma de dedicaci¨®n desinteresada. Muchos se definen como 'monote¨ªstas' y ni siquiera comparten la enciclop¨¦dica pasi¨®n de Dylan por las m¨²sicas perdidas que Harry Smith compil¨® en su Anthology of american folk music: tampoco les interesan sus disc¨ªpulos, a no ser que tengan historias de primera mano sobre Dylan. Sus reuniones de hoy servir¨¢n para planear viajes que les acerquen a los conciertos de la pr¨®xima visita europea, del 24 de junio al 28 de julio (sin parada en Espa?a), o desmenuzar el extraordinario clip de Things have changed, la canci¨®n que gan¨® el Oscar, donde se aprecia a un Dylan burl¨®n. La Esf¨ªnge guarda muchos secretos: hasta el pasado abril, pocos fuera de los ¨ªntimos sab¨ªan que se cas¨® con una de sus coristas. Una biograf¨ªa reciente -Down the highway, de Howard Saunes- revela que el joven Dylan ten¨ªa mala fama entre sus amigos: sol¨ªa robarles los elep¨¦s que le interesaban. El tema Bob Dylan es inagotable.
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