Arquitectura sin arquitectos pero con pedigr¨ª
Hace seis d¨¦cadas, Bernard Rudofsky reivindic¨® en el MoMA las construcciones vern¨¢culas, populares y an¨®nimas. Su ensayo sobre el tema vuelve a reeditarse y muchas de sus propuestas est¨¢n ahora m¨¢s vigentes que nunca
El tiempo ha demostrado la urgencia de estudiar la arquitectura que no se llamaba arquitectura. No es la primera vez que sucede. En 1964, el MoMA, de la mano del arquitecto de origen checo Bernard Rudofsky (1905-1988), se pregunt¨® si la historia de la arquitectura no ser¨ªa, en realidad, la historia de la arquitectura para unos pocos. Corr¨ªan los primeros a?os sesenta cuando el departamento de dise?o de ese museo ¡ªde ra¨ªces ...
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El tiempo ha demostrado la urgencia de estudiar la arquitectura que no se llamaba arquitectura. No es la primera vez que sucede. En 1964, el MoMA, de la mano del arquitecto de origen checo Bernard Rudofsky (1905-1988), se pregunt¨® si la historia de la arquitectura no ser¨ªa, en realidad, la historia de la arquitectura para unos pocos. Corr¨ªan los primeros a?os sesenta cuando el departamento de dise?o de ese museo ¡ªde ra¨ªces claramente modernas de la mano de Philip Johnson y con Mies van der Rohe como modelo¡ª quiso investigar la mejor arquitectura an¨®nima o vern¨¢cula ¡ªno ten¨ªa nombre¡ª y, por lo tanto, no clasificada acad¨¦micamente.
Hablaban de la tradici¨®n, pero les costaba definirla. La idea parti¨® de un grupo de presi¨®n: casi todos los grandes proyectistas modernos. De Walter Gropius a Jos¨¦ Luis Sert, pasando por Gio Ponti o Kenzo Tange, todos hab¨ªan admirado la l¨²cida l¨®gica de esa arquitectura sin pretensiones y con tantos recursos. Rudofsky fue el encargado de investigarla. El arquitecto, dise?ador y ensayista realiz¨® entonces un viaje que cambiar¨ªa su manera de entender el mundo y avanzar¨ªa, en medio siglo, lo que todav¨ªa hoy se plantea el planeta: la posibilidad de una arquitectura no inmutable, l¨®gica, cercana y, este t¨¦rmino es fundamental, inclusiva. En simple: en lugar de palacios, casas para todos, justo el sue?o que persegu¨ªa la modernidad.
Rudofsky hab¨ªa descubierto la contradicci¨®n entre la aspiraci¨®n moderna y los medios que ese movimiento hab¨ªa empleado para conseguirla (la industrializaci¨®n), y con las fotograf¨ªas que realiz¨® viajando por el mundo (de Lanzhou en China o Pantalica en Sicilia a Sind en Pakist¨¢n, pasando por Kisangani en Congo) demostr¨® el conocimiento t¨¦cnico y los valores culturales que las escuelas de arquitectura estaban menospreciando. O ignorando.
Todo lo que pasaba por trabajo comunitario, materiales aut¨®ctonos y formas tradicionales espantaba en una disciplina que hab¨ªa decidido renovarse imponi¨¦ndose a la naturaleza ¡ªdialogando se dec¨ªa¡ª y tratando a los usuarios m¨¢s como ignorantes que como clientes. As¨ª, con escasa humildad desde el despotismo ilustrado y con el objetivo de ¡°conquistar¡± la naturaleza, se dec¨ªa que la arquitectura interesante era la que ofrec¨ªa, m¨¢s all¨¢ de un servicio, una huella cultural. ?Seguro? El tiempo podr¨ªa estar demostrando que buena parte de la arquitectura considerada interesante ten¨ªa poco reparo en borrar culturas ancestrales si no reportaba, por encima de cultura, beneficios econ¨®micos.
El libro de Rudofsky es, en realidad, el cat¨¢logo de esa exposici¨®n que organiz¨® el MoMA. Es decir, el diario del viaje de b¨²squeda de Rudofsky y, por lo tanto, el testigo de un problema que se detect¨®, se anot¨® y finalmente se arrincon¨®. Su lectura hoy, cuando sabemos que en muchos pa¨ªses el 70% de las casas son autoconstruidas y que m¨¢s de un tercio de la poblaci¨®n carece de vivienda m¨ªnima ¡ªcon agua y retrete¡ª, evidencia que distinguir entre arquitectura y construcci¨®n ¡ª como el lado culto de la disciplina y el pr¨¢ctico¡ª resulta cuando menos escapista. Algo as¨ª como, en medicina, podr¨ªa suponer diferenciar entre salvar a los j¨®venes o salvar a toda la poblaci¨®n. Sobre todo porque, adem¨¢s, uno de los grandes problemas de la supuestamente mejor arquitectura ha sido justo ese: cu¨¢nto, c¨®mo y por qu¨¦ ha descuidado la construcci¨®n. O el arte de construir.
¡°?Se ha alejado la mayor¨ªa de los arquitectos demasiado de la construcci¨®n?¡±, se pregunt¨® ya en la edici¨®n de 1964 el arquitecto del MIT Jamshid Kooros. ¡°Dale mortero y ladrillos a un alba?il y p¨ªdele que cierre un espacio, pero que deje entrar la luz. Har¨¢ maravillas. A pesar de sus limitaciones, encontrar¨¢ posibilidades arm¨®nicas; mientras que un arquitecto moderno, a pesar de todos los materiales y sistemas estructurales disponibles, solo produce monoton¨ªa y disonancia¡±, aseveraba. No siempre ha sido as¨ª. Algunos arquitectos modernos crearon obras maestras. La mayor¨ªa de los bloques modernos son, sin embargo, arquitecturas no humildes sino desoladoras.
Rudofsky critic¨® el reduccionismo de estudiar la arquitectura formal ¡ªla dibujada por arquitectos¡ª como si otra cosa no existiese, ¡°algo as¨ª como estudiar solo m¨²sica sinf¨®nica en historia de la m¨²sica¡±. La historia de la arquitectura era, efectivamente, la de catedrales y los palacios, nunca la de las casas del pueblo llano. Esa es la que ¨¦l quiso contar. Esa y la que se constru¨ªa con materiales no industriales y sistemas constructivos que trabajaban a favor de la naturaleza, pero que la Academia consideraba pobres y obsoletos.
Por eso, le¨ªdo hoy, el libro es, sobre todo, una exploraci¨®n sobre los prejuicios arquitect¨®nicos que evidencia la l¨®gica de la arquitectura de los llamados pa¨ªses menos desarrollados frente a la plaga arquitect¨®nica de los pa¨ªses industriales. Pero pedir que se estudie c¨®mo aprovechar la paja y las hojas de palma o defender que no se pierda el conocimiento para construir con adobe no es defender el regreso a las cavernas. Justamente se trata de aprovecharlo todo, en absoluto de destruir nada.
Muchos arquitectos j¨®venes as¨ª lo han entendido. Y hoy hay grandes ejemplos de arquitectura que tratan de actualizar la l¨®gica del saber vern¨¢culo y buscan la manera de construir desde ese conocimiento. En M¨¦xico, el estudio Comunal, formado por Mariana Ord¨®?ez y Jesica Amescua Carrera, lleva de la mano los trabajos vecinales de una manera a la vez fundamentada, did¨¢ctica y artesana. Tambi¨¦n Saif UI Haque Sthapati construy¨® en Banglad¨¦s una escuela m¨¢s parecida a un anfibio que a un edificio. Se trataba de que pudiera flotar en caso de inundaci¨®n. Razia Alam, una profesora que tras ahorrar durante 40 a?os ense?ando en el Reino Unido regres¨® a su tierra con dinero para construir una escuela para los ni?os desfavorecidos, se la encarg¨®.
Esta arquitectura que, de la mano de arquitectos, se esfuerza por escuchar el lugar, limitar el presupuesto y trata de actualizar la tradici¨®n, trabaja a favor del planeta y a favor de la gente. Con humildad, actualiza y abre una esperanza ante el problema de la vivienda en el mundo. Si para construir el planeta lo hemos estado destrozando, puede que haya llegado el momento de, por lo menos, escuchar otras posibilidades.
Arquitectura sin arquitectos. Bernard Rudofsky. Traducci¨®n de Enrique Alda. Pepitas de Calabaza, 2020. 144 p¨¢ginas. 19,50 euros.