Arquitectura, ?ad¨®nde vas?
Los ¨²ltimos iconos construidos en Corea y Dub¨¢i coinciden en el tiempo con proyectos marcados por la preocupaci¨®n social en M¨¦xico. La crisis obligar¨¢ a elegir
La arquitectura construye el mundo, no puede proyectar de espaldas a ¨¦l. Para anticipar el futuro y dar respuesta a nuevas urgencias debe arriesgar. El resultado puede acertar o fallar, y entonces convertirse en un testigo inc¨®modo. Ese equilibrio inestable entre tratar de anticipar las necesidades del ma?ana y erigirse en recordatorio de fallos del pasado convierte esta disciplina en un arte lento. La industria que tambi¨¦n es trabaja despacio por otros motivos. Contrariamente a lo que podr¨ªa sospecharse ¡ªpor la constante invenci¨®n de materiales y la imparable mejora del desarrollo tecnol¨®gico¡ª, los tiempos de la arquitectura est¨¢n cada vez m¨¢s dilatados. En parte porque la tecnolog¨ªa superavanzada o los materiales ultrainteligentes no son siempre los m¨¢s apropiados, econ¨®micos o disponibles; en parte por la burocracia de controles normativos y, en una parte no desde?able, porque ya hemos aprendido que lo que encarece muchos proyectos arquitect¨®nicos no son solo las ocurrencias, o los malos c¨¢lculos, de algunos arquitectos, sino tambi¨¦n las contabilidades paralelas: las enormes, y con frecuencia oscuras, cifras que mueve la construcci¨®n. As¨ª pues, hace ya mucho tiempo que el juego no est¨¢ solo en manos de quienes proyectan edificios y ciudades, si es que alguna vez lo estuvo, cuando cliente y arquitecto buscaban un mismo fin: la legendaria inmortalidad.
?Qu¨¦ ocurre ahora? ?Se est¨¢ dando una arquitectura de reacci¨®n ante los grandes problemas que sacuden el planeta? Entre construir en balde un ox¨ªmoron como un hospital de campa?a permanente ¡ªtambi¨¦n tiene un coste mantener lo innecesario¡ª o dotar de infraestructuras, por rudimentarias que sean, a quienes las necesitan hay un mundo. Lo primero es incomprensible desde la l¨®gica del uso, pero la l¨®gica de la corrupci¨®n es m¨¢s perversa que la de la funci¨®n. Lo segundo requiere que el arquitecto sea, adem¨¢s de proyectista, agente social. Entre esos dos extremos hay necesarias ideas de reciclaje urbano, acondicionamiento energ¨¦tico, convivencia cicatrizante con lo existente y, por supuesto, el esfuerzo sis¨ªfico de reinventar la p¨®lvora para que no cese el espect¨¢culo. Una pregunta siempre pertinente consiste en descubrir qu¨¦ es hoy la verdadera p¨®lvora arquitect¨®nica. La respuesta deber¨ªa extender la sostenibilidad de lo energ¨¦tico y lo material a lo social.
M¨¢s all¨¢ de un creciente peligro global que pone a prueba nuestra capacidad de acuerdos y evidencia nuestros desacuerdos, la plaga de la covid-19 es un aviso muy serio sobre las formas de vida, la explotaci¨®n del planeta y las prioridades de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esa advertencia se refleja en la arquitectura que se est¨¢ proyectando ya en intervenciones ef¨ªmeras que ¡ªcomo sucede durante los grandes eventos¡ª han tenido una escala urbana. Se trata de un urbanismo, en principio temporal, que ha devuelto las calles a los ciudadanos ¡ªlimitando el tr¨¢fico de coches¡ª y que algunas alcaldesas, como las de Par¨ªs o Barcelona, han comenzado a adoptar para transformar permanentemente sus ciudades.
Ese esp¨ªritu de l¨®gica social no es nuevo. Lleva a?os presente en trabajos poco publicitados por humildes o porque su construcci¨®n no tiene una repercusi¨®n econ¨®mica m¨¢s que en quien apenas tiene. Informar sobre la convivencia de arquitecturas es una obligaci¨®n y una riqueza. En la cosecha arquitect¨®nica del coronavirus conviven, como sucede tras las crisis, una mezcla de autocr¨ªtica, buenas intenciones y s¨¢lvese quien pueda. Junto a las propuestas de reconquista ciudadana ¡ªque cuestionan tambi¨¦n la prioridad conferida al turismo que ha vaciado los centros urbanos¡ª afloran iniciativas para expandir el ¨¢mbito de la arquitectura, propuestas para hacerla seriamente sostenible y tambi¨¦n una voluntad de aumentar la espec?tacularidad de la disciplina.
Empecemos por el final. En la versi¨®n m¨¢s llamativa de la nueva arquitectura, el ganador es Rem Koolhaas, al mando del estudio OMA, con los grandes almacenes levantados en Gwanggyo (Corea del Sur), para el grupo empresarial Galleria. Morfol¨®gicamente, el edificio trata de acercarse a una roca. Esa ambici¨®n deja al espectador con la duda de si se trata de un inmueble realmente feo ¡ªy por siniestro justamente sorprendente¡ª o si es de nuevo Koolhaas el que se adelanta a lo que todav¨ªa no alcanzamos a comprender. No se trata ¡ªno sobra decirlo¡ª de juzgar maniqueamente un inmueble como bonito o feo. Se trata de reaccionar a una primera impresi¨®n justificada por los arquitectos a partir de ¡°la falta de peso visual del barrio¡±, una ciudad dormitorio sin historia a 25 kil¨®metros de Se¨²l. Es cierto que el panelado p¨¦treo triangular que lo envuelve logra m¨¢s expresi¨®n que los rascacielos que lo rodean, pero la banda externa ¡ªque construye una l¨²cida circulaci¨®n perimetral¡ª termina envolviendo la roca como la cinta del lazo en un regalo. Vistas las circulaciones perimetrales de la Biblioteca de Seattle o la de Doha, cabe plantearse si Koolhaas no ser¨¢ fundamentalmente bueno en organizar el desfile de los usuarios y el resto se lo juega al alto riesgo: para arraigar el barrio, ha hecho aterrizar un meteorito.
Otro de los nuevos proyectos es un agujero enmarcado, firmado p¨®stumamente por Zaha Hadid, que inevitablemente tambi¨¦n sorprende desde su espectacular forma. Est¨¢ en Dub¨¢i, a pocos metros del rascacielos m¨¢s alto del mundo, el Burj Khalifa. Se llama Opus, pertenece al grupo hostelero espa?ol Meli¨¢ y est¨¢ formado por dos torres unidas en la base y la corona. El agujero que las separa act¨²a como un patio de luces y permite el control de seguridad en los accesos. Su audacia formal contrasta, sin embargo, con la decisi¨®n poco razonable de construir en el desierto con una fachada de vidrio, el llamado muro cortina. Es cierto que ese acabado hace que el propio edificio desaparezca entre los reflejos de sus vecinos, pero m¨¢s all¨¢ de ignorar el genius loci, la l¨®gica energ¨¦tica hace agua y eso termina hablando de pasado. Y pesando sobre el futuro.
La voluntad de construir r¨¢pido y el valor de los espacios intermedios ¡ªcon ventajas del exterior como la luz natural y la protecci¨®n de un interior¡ª est¨¢n presentes en el ¨²ltimo de los proyectos inaugurados por el japon¨¦s Shigeru Ban: el Campus Swatch en Biel, Suiza. Aqu¨ª, la sede de la empresa relojera se abraza a la f¨¢brica de Omega como una lombriz gigante. Se trata de un proyecto muy visual que, sin embargo, es un sobresaliente ejercicio de innovaci¨®n. M¨¢s o menos caprichosa, la forma es consecuencia de una voluntad transformadora: uno de los mayores edificios construidos con madera en el mundo. El Campus es tambi¨¦n el mayor proyecto de Ban hasta la fecha y lleva a la arquitectura empresarial lo que su estudio ha aprendido trabajando con la de emergencia. La cubierta ¡ªformada por 7.700 plafones de abeto¡ª contrasta con el volumen cartesiano de la f¨¢brica levantada tambi¨¦n con una estructura de madera.
Con todo, es la versi¨®n m¨¢s voluntariosa de la arquitectura actual la que resulta m¨¢s revolucionaria porque busca impulsar cambios mucho m¨¢s necesarios que arbitrarios. Arquitectas como las mexicanas Mariana Ord¨®?ez y Jesica Amescua defienden la disciplina como proceso colaborativo, es decir, dise?an con los usuarios. Trabajan con comunidades de mujeres identificando necesidades urgentes y proponiendo soluciones constructivas y culturales. Escuchan, dialogan, proyectan y hasta recaudan dinero desde la propia web de su estudio, Comunal. No est¨¢n solas en esa nueva versi¨®n del arquitecto-agente social. Como el estudio Shau en Indonesia o Anna Heringer en Banglad¨¦s, tambi¨¦n el Pritzker Shigeru Ban recauda donativos para sus llamados proyectos de emergencia: las viviendas temporales que ense?a a construir tras terremotos, tifones o ¡ªen su propio pa¨ªs¡ª desastres nucleares.
Compartiendo esa urgencia de lo que no admite demora, de nuevo en M¨¦xico, las arquitectos Rozana Montiel y Alin V. Wallach idearon hace unos meses el proyecto Un cuarto m¨¢s: una sencilla estructura de bamb¨² y aluminio reciclado que ¡ªcon muy bajo coste y menos de dos semanas de obras¡ª ampl¨ªa las casas en sus azoteas. En la l¨ªnea de las viviendas incrementales de Alejandro Aravena, se trata de colocar una casa sobre otra aprovechando la vivienda existente como cimientos y utilizando la distancia del suelo como protecci¨®n. Los arquitectos buscaban hacer crecer las casas sin esfuerzo y evitando un gran desembolso econ¨®mico. Montiel habla de combatir el hacinamiento. Tambi¨¦n de reducir la violencia intrafamiliar.
De la misma manera que la verdadera escritura debe ense?ar a escapar, hay una arquitectura que ense?a a pensar. Por eso es inesperada. Vivimos una ¨¦poca en la que lo poco est¨¢ empezando a sorprender m¨¢s que lo mucho. Y si a la arquitectura espectacular se le resta la sorpresa, ?qu¨¦ le quedar¨¢?
El coronavirus est¨¢ evidenciando que la necesaria sostenibilidad no es solo una cuesti¨®n energ¨¦tica. The New York Times lo ha convertido en titular: ¡°Hay que ayudar a los que no tienen nada¡±. No es ¨²nicamente un tema de justicia social, es una cuesti¨®n de supervivencia econ¨®mica: sin clientes, el mercado, como la arquitectura, deja de existir.
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