Julien Gracq, el pulidor de oro
Digan lo que digan, no creo que el escritor franc¨¦s pueda confundirse con el pelot¨®n de los llamados ¡®antimodernos¡¯. ?l cre¨® una obra inmune y solitaria, eterna, ajena a los premios y a la televisi¨®n
De momento, no hablar¨¦ mucho de un librito, o mejor, op¨²sculo suyo, que puso patas arriba, en 1949, al ambiente literario franc¨¦s y de rebote a medio mundo. Se titulaba La litt¨¦rature ¨¤ l¡¯estomac. S¨ª, caus¨® muchos ataques de gastroenteritis y pataleos silenciosos entre los entendidos, y tambi¨¦n anim¨® las tertulias en casa despu¨¦s de cenar y con copas. Eso ocurr¨ªa muchos a?os despu¨¦s, cuando lleg¨® por fin la excitante y primorosa traducci¨®n de Mar¨ªa Teresa Gallego Urrutia en castellano, publi...
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De momento, no hablar¨¦ mucho de un librito, o mejor, op¨²sculo suyo, que puso patas arriba, en 1949, al ambiente literario franc¨¦s y de rebote a medio mundo. Se titulaba La litt¨¦rature ¨¤ l¡¯estomac. S¨ª, caus¨® muchos ataques de gastroenteritis y pataleos silenciosos entre los entendidos, y tambi¨¦n anim¨® las tertulias en casa despu¨¦s de cenar y con copas. Eso ocurr¨ªa muchos a?os despu¨¦s, cuando lleg¨® por fin la excitante y primorosa traducci¨®n de Mar¨ªa Teresa Gallego Urrutia en castellano, publicada por Nortesur en Barcelona en 2009, con un persuasivo aspecto de livre de poche.
Creo que este es uno de los libros m¨¢s marcados que a¨²n resisten entre todos. Lleg¨® un momento en el que no hab¨ªa p¨¢gina sin subrayar. Ahora que lo acabo de releer, tiene un aire de muro esgrafiado. La primera disensi¨®n, que pronto dej¨® lugar a encarnizadas interpretaciones a favor y en contra de la industria cultural europea de aquellos a?os, pero que de momento desplazaba lo m¨¢s singular ¡ªla tersura y belleza de esa prosa sin edad¡ª era el t¨ªtulo elegido para la edici¨®n en castellano: La literatura como bluff. Sonoro pero equ¨ªvoco o, mejor dicho, muy del gusto de los presuntos lectores que siempre andan buscando carnaza. Bluff, estoy casi segura, me son¨® a otra maniobra comercial m¨¢s de ¨¦sas que Gracq ven¨ªa a desmontar.
?A qu¨¦ os suena bluff? Busco en el diccionario y encuentro, en orden pavorosamente creciente y categ¨®rico: ¡°ingenuidad¡±, ¡°diligencia¡±, ¡°enga?o¡±. ?Toda ingenuidad comporta enga?o? No lo creo; tal vez coqueter¨ªa. ?C¨®mo se hubiera sentido Gracq con este t¨ªtulo ladino, que anuncia una simple gresca pasajera y que cuanto m¨¢s lo manoseas va tomando el aspecto de una irreparable ofensa? Me imagino que ese bluff reduplic¨® las ventas y tambi¨¦n pudo enfurecer al autor, que ¡ª?menos mal!¡ª hab¨ªa ya muerto en paz, tras una larga vida. A m¨ª, francamente, ese bluff no me gusta. Consultados sabios amigos franc¨®filos, como la exigente lectora Silvia Saenger y el atento Luis Gago, me he decidido por t¨ªtulos lib¨¦rrimos pero m¨¢s ¨ªntimos: La literatura visceral, o bien La literatura encinta, o, por fin, Cuando la literatura te empacha. Ah¨ª lo dejo.
Julien Gracq, que era un pseud¨®nimo, naci¨® como homenaje al Julien Sorel de Stendhal y a la estirpe romana de los Graco. Ahora estamos con ¨¦l mismo, Louis Poirier, profesor de instituto y licenciado en historia y geograf¨ªa, al mismo tiempo que se diplomaba en Ciencias Pol¨ªticas. Como docente, ejerci¨® hasta jubilarse. Y de este trabajo vivi¨® m¨¢s o menos tranquilo. No fue todo un camino de rosas: su movilizaci¨®n para la guerra en 1939, los tiempos de cautiverio y sus heridas. Sin olvidar que en 1936 hab¨ªa salido del Partido Comunista, al conocer el pacto de no agresi¨®n entre Hitler y Stalin. Aunque no soy muy de datos, insisto en las fechas porque ellas nos proporcionan ya una idea bastante clara de qui¨¦n era este lector y degustador de palabras, venerado por toda Francia, y del que Ernst J¨¹nger escribi¨® tras su desaparici¨®n: ¡°Gracq es, tras la muerte de Marcel Jouhandeau, quien ha escrito la mejor prosa francesa, y un ser muy dulce¡±. Lo suscribo.
Retrocedo y empiezo de nuevo, como promet¨ª al principio, con mi libro favorito, En lisant en ¨¦crivant (1980). Para entonces nadie se atrev¨ªa ya a tomarle por un simple incendiario. Se trata de un minucioso relato o diario. Una confesi¨®n apasionada de sus felices lecturas, esas que haces en la cama, antes de desayunar, un poco aterido y con un cuaderno grande al lado para tomar notas. El aspecto de este hombre de ancha frente y ojos de p¨¢jaro, de barbilla respingona y gestos vol¨¢tiles, me recuerda al de un ni?o suavemente empecinado que acaba sali¨¦ndose con la suya. Las palabras para ¨¦l eran sensibles y caprichosas; hab¨ªa que prestarles la m¨¢xima atenci¨®n. Gracq es el pulidor del oro, y sus palabras resplandecen y te atrapan.
As¨ª, en alg¨²n lugar confiesa que escribir consiste siempre en ¡°avivar la chispa de esos min¨²sculos contactos y cortacircuitos que se producen entre la punta de la pluma y la vasta carga de electricidad est¨¢tica de la biblioteca¡±. Creo que fue la profesora Amelia Gamoneda Lanza quien me dio la pista definitiva: escribir al hilo de la lectura. Y Roland Barthes, que no se perd¨ªa una, a?ad¨ªa sobre Gracq que los suyos eran ¡°textos de goce¡±. Digan lo que digan los compadres, no creo que Gracq pueda confundirse con el pelot¨®n de los llamados antimodernos. ?l cre¨® una obra inmune y solitaria, eterna, ajena a los premios y a la televisi¨®n. Hay unas im¨¢genes muy expresivas de ¨¦l, acosado por una masa de c¨¢maras el d¨ªa que renunci¨® al premio Goncourt. Tambi¨¦n lo hizo cuando le propusieron para ocupar un sill¨®n en la Academia Francesa. S¨®lo en 1989 permiti¨® que sus obras se publicaran en la Pl¨¦iade. As¨ª se convirti¨® en uno de los pocos autores que pudo disfrutar de esa gloria en vida.
En La litt¨¦rature ¨¤ l¡¯estomac, hubo y hay mucho que desencaj¨® y podr¨ªa todav¨ªa paralizar la precisa maquinaria que ¨¦l llam¨® ¡°reputaciones de confecci¨®n¡±. A pesar del ¨¦xito del librito, el escritor sigui¨® apart¨¢ndose cada vez m¨¢s de ese mundillo que ignoraba. Creo que ha llegado el momento de o¨ªr una vez m¨¢s la refrescante voz de Gracq en su nota al final del citado libro: ¡°Cuando digo que ¡°la literatura lleva unos cuantos a?os siendo v¨ªctima de una gigantesca maniobra de intimidaci¨®n por parte, de lo no-literario, y de lo no-literario m¨¢s agresivo¡±, s¨®lo aspiro a recordar que un compromiso irrevocable del pensamiento en la ¡°forma¡± da aliento d¨ªa a d¨ªa a la literatura: en el ¨¢mbito de lo sensible, este compromiso es la mism¨ªsima condici¨®n de la poes¨ªa; en el ¨¢mbito de las ideas, se llama el ¡°tono¡±: cabe tan poca duda de que Nietzsche pertenece al mundo de la literatura como de que Kant no pertenece a ¨¦l. Por habernos olvidado de tal cosa, dando muestras de cierta ligereza, es por lo que nos amenaza en la actualidad este suceso inconcebible: una literatura de pedantes¡±.