Julien Gracq y la percepci¨®n de futuro
Pienso en aquello que Tolst¨®i dice de Napole¨®n y que Julien Gracq transcribe en A lo largo del camino: "Con un gran tacto y una gran experiencia, con calma y dignidad, cumpli¨® su papel de jefe imaginario". Podr¨ªamos perfectamente aplicarlo al propio Gracq, ¨²ltimo cl¨¢sico de la literatura francesa. Que lo sea no equivale a que sea una estatua de m¨¢rmol del pante¨®n de los ilustres. Es m¨¢s, si nos acercamos a su mejor novela, El mar de las Sirtes, nos llevaremos una sorpresa cuando, en lugar de resonancias decimon¨®nicas, percibamos el vigor moderno de una f¨¢bula que no s¨®lo se acopla perfectamente al aire de nuestro tiempo, sino que se alinea con las tendencias m¨¢s exquisitas o renovadoras de la narrativa de estos comienzos de siglo. Porque El mar de las Sirtes no s¨®lo contiene la belleza extrema de cierta modernidad, sino que, adem¨¢s -como el enigm¨¢tico volc¨¢n T?ngri, que una madrugada lunar despega del horizonte en el s¨¦ptimo cap¨ªtulo-, se proyecta con sombra inquietante en el panorama de las novelas futuras.
A lo largo del camino
Julien Gracq
Traducci¨®n de Cecilia Yepes
Acantilado. Barcelona, 2007
310 p¨¢ginas. 18 euros
Le cre¨ªamos anticuado y es el m¨¢s moderno de todos, es el porvenir. Julien Gracq, que muri¨® el pasado 22 de diciembre a los 97 a?os, segu¨ªa viviendo en su casa natal de Saint-Florent-le-Vieil, a orillas del Loira, en austero retiro ya legendario. Cuanto m¨¢s descubrimos lo muy contempor¨¢nea que es El mar de las Sirtes, m¨¢s comenzamos a explicarnos las reacciones de estupor o de altivo menosprecio que pudieron provocar sus "bacterias literarias" entre los supuestos genios que triunfaban por aquellos d¨ªas de 1951 -eran los tiempos modernos de Sartre y compa?¨ªa- en que apareci¨® el "anticuado" libro de Gracq y fue premiado con un Goncourt que el escritor rechaz¨®.
En El mar de las Sirtes el procedimiento narrativo acoge tendencias y tradiciones literarias que el autor absorbe y transforma, lo que le relaciona, aunque sea s¨®lo de manera oblicua, con ciertas t¨¦cnicas modernas, borgianas, por llamarlas de alguna forma. El mar de las Sirtes no s¨®lo se alimenta de los materiales que le proporciona la vida, sino que tambi¨¦n crece, misteriosamente, sobre otros libros. Es una novela hecha con el estilo de un esp¨ªritu nuevo que absorbe, transforma y, finalmente, restituye, con una forma in¨¦dita, la enorme materia literaria que le precede.
Pero no s¨®lo este aspecto intertextual sit¨²a El mar de las Sirtes en el aire del tiempo, sino tambi¨¦n la victoria francesa del estilo sobre la trama, su sentido terrible de la percepci¨®n, la conexi¨®n con las ventanas altas de la poes¨ªa... Todo eso la sit¨²a en la pista de plata de la novela del futuro. La trama, por ejemplo, es tan lenta como el atardecer terrible de una civilizaci¨®n de antiguo esplendor, ya apag¨¢ndose: po¨¦tica de la inactividad y de la enso?aci¨®n solitaria y del contagio nebuloso entre la trama y un estilo que termina por avanzar a zancadas mientras la trama, tirada por el suelo, a duras penas le sigue, arrastr¨¢ndose.
Por otra parte, para los registros dram¨¢ticos de fondo cuenta con lo mejor de cada casa: Nerval (locura y vagabundeo libre), Rimbaud (configuraci¨®n ps¨ªquica tormentosa) y Breton (procesador de signos). Un fondo as¨ª le permite vertebrar con pasi¨®n po¨¦tica su novela. ?Y qu¨¦ decir de la tenebrosa intuici¨®n de futuro, extra?amente agazapada a lo largo de la luz fr¨ªa de Sirtes? A Gracq siempre le fascin¨® una escena muy secundaria de Macbeth, cuando Duncan avista el castillo donde va a ser asesinado. ?Por qu¨¦ este pasaje? Dice Gracq: "Porque presiente".
?Y qu¨¦ decir de la morosa espera que cruza la trama de El mar de las Sirtes y nos acerca al presentimiento terror¨ªfico del est¨¦ril porvenir que a Occidente le espera? La novela es, de hecho, una sorprendente aproximaci¨®n a lo que nos est¨¢ sucediendo ahora. Es la narraci¨®n de una decadencia brutal y de una angustia. Es literatura de percepci¨®n, no prof¨¦tica. A lo largo de El mar de las Sirtes el lector se cruzar¨¢ con una sucesi¨®n de iluminaciones de estirpe rimbaudiana. Gracq muestra una especial sabidur¨ªa de percepci¨®n del futuro, como si supiera que un aspecto muy seductor de la literatura estriba en ser como un espejo que se adelanta: un espejo que, como algunos relojes, tiene la capacidad de avanzarse. Kafka fue un buen ejemplo de esto porque presinti¨®, percibi¨® hacia d¨®nde evolucionar¨ªa la distancia entre Estado e individuo, m¨¢quina de poder e individuo, singularidad y colectividad, masa y ser ciudadano. El libro de Gracq no s¨®lo se sit¨²a en esta corriente de escritores con espejos que se adelantan, sino que parece conocer el centro de nuestro problema actual: la situaci¨®n de absoluta imposibilidad, de impotencia del individuo frente a la m¨¢quina devastadora del poder, del sistema pol¨ªtico. ?se precisamente es el paisaje moral y literario que hace m¨¢s de medio siglo prefigurara El mar de las Sirtes, donde el g¨¦nero novel¨ªstico es abordado como g¨¦nero supremo de la utop¨ªa y como instrumento id¨®neo para ense?orearse nuevamente de la irrealidad en una ¨¦poca en la que la realidad deber¨ªa perder sentido.
Toda esa atm¨®sfera gracquiana alcanza su cumbre m¨¢xima cuando, en el famoso s¨¦ptimo cap¨ªtulo, vemos aparecer, fantasmag¨®rico, al volc¨¢n T?ngri, una monta?a emergida del mar, un cono blanco y nevado flotando como una madrugada lunar sobre un tenue velo morado que parece despegarlo del horizonte. Ah¨ª est¨¢ plenamente el gran Gracq, ah¨ª le tenemos se?alando pautas y alineado con la mejor narrativa actual. A veces, sus palabras sobre el volc¨¢n, esa iluminaci¨®n tan rimbaudiana, me evocan la calma y dignidad del propio Gracq y su papel de faro y de imaginario jefe de la renovaci¨®n de las tendencias narrativas: "Ah¨ª estaba, all¨ª le ten¨ªamos. Su fr¨ªa luz irradiaba como un manantial de silencio, maestro en la noche desierta". -
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