Yacimientos de goma laca contra la singularidad
El ¨¢lbum ¡®Excavated Shellac: An Alternate History of the World¡¯s Music¡¯ recoge una selecci¨®n del inconmensurable trabajo de catalogaci¨®n y digitalizaci¨®n de la m¨²sica vern¨¢cula impresa en discos de 78 rpm realizado por Jonathan Ward
El patriotismo cultural es de catetos. Esa es la opini¨®n de B¨¦la Bart¨®k, al menos: ¡°El descubrimiento de valores culturales impl¨ªcitos en la poes¨ªa y la m¨²sica populares fue una notable contribuci¨®n al desarrollo del orgullo nacional, aun porque, al no existir en el comienzo de estas investigaciones la posibilidad de estudios comparados, cada pueblo terminaba creyendo que tales tesoros eran su exclusivo y peculiar privilegio¡±. La fonofijaci¨®n, desde su mismo comienzo, se puso al servicio de la construcci¨®n de esta imagen biso?a de la singularidad grabando en miles y miles de discos de goma laca las m¨²sicas supuestamente propias de cada naci¨®n. Las grandes multinacionales discogr¨¢ficas y las ¨¦lites burguesas de cada pa¨ªs vieron claramente la rentabilidad de explotar dichas m¨²sicas vern¨¢culas, unas por dinero, las otras buscando la hegemon¨ªa. Es as¨ª como estas m¨²sicas tomaron forma y distinci¨®n m¨¢s all¨¢ de lo razonable, m¨¢s all¨¢ de su morfolog¨ªa, promulgando por decreto la propia rareza: ¡°El flamenco es ¨²nico¡±, ¡°el canto dif¨®nico es patrimonio del pueblo mongol¡±, etc¨¦tera.
Una cura contra esta alienaci¨®n es la escucha comparada, como propon¨ªa Bart¨®k. Y no siempre es f¨¢cil realizarla, pues, aun hoy d¨ªa, los sellos que se ocupan de las m¨²sicas vern¨¢culas las siguen vendiendo como productos ex¨®ticos e incomparables bajo el aura de la autenticidad. Afortunadamente, no es el caso de Excavated Shellac, un proyecto web en el que su creador, Jonathan Ward, lleva desde 2007 digitalizando y poniendo al servicio de quien le preste o¨ªdo su absolutamente apabullante colecci¨®n de m¨²sicas vern¨¢culas en discos de 78 rpm. Recientemente, el meritorio sello Dust-to-Digital ¡ªque tambi¨¦n lleva un buen mont¨®n de a?os en estas lides¡ª acaba de publicar una compilaci¨®n de la colecci¨®n que, bajo el nombre Excavated Shellac: An Alternate History of the World¡¯s Music, contiene m¨¢s de 100 grabaciones y un libreto de 186 p¨¢ginas con textos y anotaciones del mismo Ward. Y es una ocasi¨®n magn¨ªfica para llevar a cabo este tipo de escucha, dejarse confundir por un coro b¨²lgaro que resulta ser alban¨¦s, una l¨ªnea de fado que resulta ser reb¨¦tico, una pianola de vodevil que resulta ser m¨²sica birmana, una canci¨®n sarda que recuerda a una petenera.
?C¨®mo es posible este parecido? En un primer momento, la confusi¨®n puede deberse a una mera falta de pericia, pero, si se profundiza, los parecidos subsisten. Hay una explicaci¨®n esot¨¦rica que puede ser del gusto de algunos: la de la migraci¨®n m¨¢gica de los s¨ªmbolos. Es la sostenida por Rudolf Wittkower. Pero se antoja m¨¢s bien una forma de dar nombre a la ignorancia. Una tesis m¨¢s plausible es la de que, si ha existido y sigue existiendo un incesante intercambio, cruzamientos e injertos entre las m¨²sicas ver?n¨¢culas, es por una sencilla raz¨®n: por la migraci¨®n, no de las almas ni tonter¨ªas similares, sino de las personas, y, m¨¢s concretamente, del proletariado, la emigraci¨®n, con diferencia, m¨¢s masiva de la historia. Como bien estudia Michael Denning en Ruido insurgente, el trabajador, cuando emigraba, lo hac¨ªa con sus m¨²sicas. Y no solo en el recuerdo, tambi¨¦n con sus instrumentos y ¡ªen muchas m¨¢s ocasiones de las que se tiende a pensar¡ª con sus discos y reproductores port¨¢tiles. La cosa no tiene m¨¢s ciencia: contacto directo debido a las nuevas condiciones econ¨®micas.
Por su parte, Manuel de Falla, inc¨®modo con todo esto, era capaz de escribir lo siguiente en 1916: ¡°La horrenda guerra que padece Europa ha de servir, entre otras cosas, y sea cual fuere su resultado, para establecer las que pudi¨¦ramos llamar fronteras de razas. Estas fronteras iban desapareciendo de modo creciente y constante, y con ellas uno de los tesoros m¨¢s sagrados que los pueblos deben conservar: los valores que caracterizan el arte creado por una raza¡±. Falla no es ciego a la permeabilidad; la reconoce y, por eso, haciendo gala de un discurso dudoso, la rechaza. Para ¨¦l, siguiendo a Felipe Pedrell, el cante jondo, supuesto tesoro espa?ol, era tambi¨¦n producto de una amalgama, pero lo suficientemente antigua como para declarar que su forma, como la de la misma Espa?a, ya estaba acabada y no necesitaba de ninguna mezcla m¨¢s. Puede pensarse, para salvar los muebles, que no es necesario hacerse cruces, que cuando antes se dec¨ªa ¡°raza¡± se quer¨ªa referir a lo que ahora se entiende como ¡°cultura¡±, sin m¨¢s, sin sustrato ¡°racial¡±. Afortunadamente, contundentes estudios como el que Samuel Llano realiza en su libro Notas discordantes dejan meridianamente claro que el concepto de raza que se manejaba en ese entorno era b¨¢sicamente el mismo que el que m¨¢s tarde estar¨ªa tras algunas de las peores tragedias del siglo XX. Llano explica c¨®mo el concepto se asent¨® en Espa?a gracias al impacto y amplia difusi¨®n (por cierto, debida al trabajo de miembros de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza) de los textos de los padres del racismo y la xenofobia moderna tout court: Cesare Lombroso, Max Nordau y sus seguidores espa?oles, Rafael Salillas o Constancio Bernaldo de Quir¨®s.
La singularidad cultural nacional no aguanta la prueba de la escucha. Demasiados parecidos, demasiada poca singularidad. Y es que, si el patriotismo es una forma de alienaci¨®n, de irracionalismo, el trabajo serio de proyectos como Excavated Shellac es un buen ant¨ªdoto. Adorno sentencia con claridad: ¡°Bart¨®k, el h¨²ngaro, ha sido maltratado por su patria en el quincuag¨¦simo aniversario de su nacimiento. Esto podr¨ªa extra?ar; pues su m¨²sica tiene una intenci¨®n nacional, en gran medida folclorista, tal como, por lo dem¨¢s, gusta al fascismo pol¨ªtico; est¨¢ al margen del proceso de racionalizaci¨®n de la m¨²sica europea. No obstante, si en su ¨¢mbito original, esta m¨²sica, a pesar de su propensi¨®n pol¨ªtico-nacionalista, y debido a ella, no halla reconocimiento, esto mismo remite a un doble sentido de lo folclorista. A saber, mientras que el folclore medio, moderado, no meramente glorifica a la patria, sino que la refuerza en su simpleza natural e inculca a los hombres, como la m¨²sica popular, una esencia con v¨ªnculos org¨¢nicos, un folclore serio y radical penetra en las profundidades del material en las que tal unidad y simpleza no persisten, sino que se desmoronan¡±.
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