Ramon Llull: m¨¢quina fant¨¢stica de pensar
El fil¨®sofo medieval desarroll¨® un m¨¦todo que en cierto sentido prefiguraba la inteligencia artificial
La Edad Media, contra lo que generalmente se cree, fue la edad de la raz¨®n. Una ¨¦poca dominada por el pensamiento deductivo (ese que va de lo universal a lo particular) y hechizada por la diosa de la persuasi¨®n. Un tiempo en el que todav¨ªa era posible convencer con argumentos. Ramon Llull (1232-1316) particip¨® de esa fiebre silog¨ªstica y construy¨®, a tal efecto, una m¨¢quina de pensar. Una ciencia, llamada Arte, revelada en un Sina¨ª mediterr¨¢neo, el Puig de Randa, cerca de Palma de Mallorca. La epifan¨ªa prefigura, en ...
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La Edad Media, contra lo que generalmente se cree, fue la edad de la raz¨®n. Una ¨¦poca dominada por el pensamiento deductivo (ese que va de lo universal a lo particular) y hechizada por la diosa de la persuasi¨®n. Un tiempo en el que todav¨ªa era posible convencer con argumentos. Ramon Llull (1232-1316) particip¨® de esa fiebre silog¨ªstica y construy¨®, a tal efecto, una m¨¢quina de pensar. Una ciencia, llamada Arte, revelada en un Sina¨ª mediterr¨¢neo, el Puig de Randa, cerca de Palma de Mallorca. La epifan¨ªa prefigura, en cierto sentido, la llamada inteligencia artificial. Dicen sus bi¨®grafos que, en esa monta?a santa, ¡°recibi¨® por inspiraci¨®n divina una ciencia para la conversi¨®n de los infieles¡±. Ese mismo a?o de 1274 mueren dos maestros del silogismo, el dominico Tom¨¢s de Aquino y el franciscano Buenaventura. Se cierra una ¨¦poca y comienza el mundo moderno.
El artefacto es relativamente simple. Una serie de discos conc¨¦ntricos que producen mec¨¢nicamente oraciones, mediante un lenguaje formal y una l¨®gica combinatoria. Se trata de uno de los primeros intentos de sortear las barreras idiom¨¢ticas y crear una lengua universal, antecedente de la Mathesis Universalis que buscaron Descartes y Leibniz, y que nace del deseo de persuadir (la l¨®gica siempre es la propia). Los cristianos comparten con hebreos y musulmanes la pr¨¢ctica de dirigirse a Dios a trav¨¦s de sus nombres. La epifan¨ªa de Randa pone esos nombres a funcionar. El Arte es una m¨¢quina que hace pensar y las oraciones que emite se convierte en objeto de contemplaci¨®n. En cierto sentido recuerda a los brahma-vihara del budismo, una serie de pr¨¢cticas de la meditaci¨®n dise?adas para el cultivo de cuatro virtudes o actitudes sublimes: la bondad, la empat¨ªa, la alegr¨ªa y la ecuanimidad, donde confluyen la experiencia visionaria y la comprensi¨®n intelectual.
Llull est¨¢ convencido de que el Arte es una confidencia divina. De hecho, poco despu¨¦s de la epifan¨ªa, recibe la visita de un misterioso pastor ang¨¦lico. Desciende de la monta?a y, en una abad¨ªa cercana, escribe la obra sobre la que orbitar¨¢ el resto de su vida. Toda su inmensa producci¨®n, casi trescientas obras en catal¨¢n, lat¨ªn y ¨¢rabe, son aplicaciones diversas, literarias y cient¨ªficas del Arte. Cuando regresa a la cima, manda construir una ermita y pasa all¨ª los cuatro meses siguientes. Los atributos divinos son correlativos y su concordancia entre s¨ª es el motor del Arte. Unas dignidades que necesariamente han de compartir jud¨ªos y musulmanes. Aunque a nosotros no nos lo parezca, para Llull ese supuesto compartido por las religiones del libro es indiscutible: el Dios mejor, el verdadero, es el que posee mayor concordancia entre sus atributos y el efecto de estos: la creaci¨®n. Todos los sabios del mundo han de coincidir en ello. Ese Dios ha de gozar de una serie de atributos o dignidades como bondad, sabidur¨ªa, virtud, verdad, gloria y perfecci¨®n (la lista ir¨¢ variando conforme se desarrolle el sistema). Las transformaciones del mundo, que es una emanaci¨®n divina, proceden mediante correlativos de tres. Llull se disculpa de su ¡°manera ar¨¢biga de hablar¡±. Esos correlativos son, seg¨²n la gram¨¢tica: sujeto, objeto y verbo; seg¨²n la filosof¨ªa de Arist¨®teles: agente, paciente y acci¨®n; seg¨²n el cristianismo: Padre, Hijo y Esp¨ªritu Santo; y seg¨²n la filosof¨ªa musulmana: el mundo inmaterial del significado, el sensible de la persona y el imaginal del alma.
Personaje en busca de autor
Vaya por delante que Ramon Llull es un personaje inclasificable. Un autor total, original¨ªsimo, exc¨¦ntrico y posiblemente algo col¨¦rico. En una ¨¦poca en la que todav¨ªa no ha nacido el individuo, no duda en hablar de s¨ª mismo, de su propia trayectoria vital, de sus logros y sus fracasos, de lo que queda por hacer. De todo ello da cuenta en poemas, di¨¢logos y canciones (Desconsuelo, Phantasticus, Canto de Ramon). Desde Agust¨ªn de Hipona, pocos autores han hablado tanto de s¨ª mismos. No hay narcisismo, pero s¨ª la certeza de que la propia vida puede ser objeto de meditaci¨®n, por ser una vida casi extravagante, de un rico que se hace pobre y que ha descubierto las interioridades divinas. Lo arrastra una fiebre apolog¨¦tica sin precedentes, pose¨ªdo por una energ¨ªa creativa inacabable. Su misi¨®n: promover el modo cat¨®lico de ver el mundo. Vive en el cruce de caminos entre Oriente y Occidente que es la Mallorca de su tiempo. Esa perspectiva tiene dos elementos que no comparten hebreos ni musulmanes: la Trinidad y la Encarnaci¨®n. Tom¨¢s de Aquino ha establecido que la raz¨®n puede demostrar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, pero que esos dos elementos fundamentales son asunto de fe. Llull es m¨¢s ambicioso. Pretende demostrar racionalmente la Trinidad y la Encarnaci¨®n. Algo que los dominicos (que controlan la Inquisici¨®n) consideran her¨¦tico, y pretende hacerlo mediante un ¨¢lgebra de los nombres divinos que nos hablan de los ¡°actos de Dios¡±. La vida de lo divino no es algo est¨¢tico o indiferente, sino que se proyecta continuamente sobre el mundo creado. Todas las cosas, por peque?as que sean, son una mezcla, m¨¢s o menos equilibrada, de los atributos divinos. La Trinidad es el mecanismo de esa actividad interna y la Encarnaci¨®n el modo de compartirla, el modo en que Dios hace participar a la criatura de su propia naturaleza. Esa conversaci¨®n est¨¢ escrita en la materia, en cada uno de los pliegues de la piel, en la mirada y en la voz.
La experiencia de Randa no hubiera sido posible sin el trabajo previo de El libro de la contemplaci¨®n en Dios, donde Llull va en busca de un m¨¦todo y prueba diversas t¨¦cnicas y formulaciones algebraicas. Pretende fusionar la l¨®gica cristiana de Pedro Hispano con la ¨¢rabe de Algazel. Avanza sobre un terreno pantanoso: ¡°demostrar la fe¡±. Una empresa considerada her¨¦tica por los dominicos. Si la fe se pudiera demostrar, perder¨ªa su valor. Pero Llull es un autodidacta imparable, no ha sido educado en la escol¨¢stica (en general gregaria), y sigue adelante con su empresa apolog¨¦tica. Necesita dos cosas. En primer lugar, no recurrir a la autoridad de libros sagrados o exegetas. En segundo, demostrar por ¡°razones necesarias¡± la doctrina cristiana. No basta la v¨ªa negativa. Sin estos dos requisitos, cualquier proyecto apolog¨¦tico fracasar¨¢. Para sortear los dos obst¨¢culos fundamentales para jud¨ªos y musulmanes (la trinidad y la encarnaci¨®n) debe buscar elementos comunes a los tres monote¨ªsmos: la tradici¨®n veterotestamentaria y la herencia de la filosof¨ªa de Arist¨®teles. A nivel cosmol¨®gico, otra idea compartida y heredada del neoplatonismo es la de la escala del ser. Una idea que asume tres premisas: un universo ordenado, una jerarqu¨ªa de seres y una serie de planos superpuestos (que reflejan con mayor o menor intensidad el original divino). De ah¨ª que Llull apenas cite la Biblia u otras autoridades. Su ¨²nica fuente es la epifan¨ªa de Randa. Ahora bien, esa experiencia no env¨ªa un mensaje completo. M¨¢s bien, sugiere un m¨¦todo: el Arte. Un m¨¦todo que ajustar¨¢ y corregir¨¢ durante m¨¢s de 30 a?os, hasta su versi¨®n definitiva de 1308. Lo que ocurri¨® en aquella monta?a, m¨¢s que un mensaje, es la certeza respecto a ciertos m¨¦todos del pensamiento. En aquella cima ha descubierto un sexto sentido, el poder de la palabra (afato), ese que permite una comunicaci¨®n directa y luminosa.
Cuando baja de la monta?a, Llull trae consigo un nuevo lenguaje, abstracto y, a su juicio, universal. No sabe que los supuestos que maneja se limitan al Mediterr¨¢neo, quiz¨¢ hasta Persia. Del neoplatonismo ha heredado la confianza en la bondad y la plenitud del Ser; la idea de una escala de los seres, con Dios a la cabeza, y la posibilidad del regreso del alma inmortal a la unidad primigenia. La interconfesionalidad que busca sea local, limitada a cristianos, jud¨ªos y musulmanes. No puede ser de otro modo. La Mallorca de su tiempo es un territorio fronterizo, enclave entre la Europa meridional y el Norte de ?frica. Un budista tibetano al que se le explicara el Arte, no lo entender¨ªa. Las premisas sobre lo divino (dignidades) carecen de sentido para una visi¨®n no te¨ªsta. Tampoco lo har¨ªa un tao¨ªsta o un fil¨®sofo del s¨¡?khya (m¨¢s cerca de entenderlo estar¨ªan el ny¨¡ya o el ved¨¡nta). La l¨®gica y el pensamiento abstracto, que se pretenden universales, siempre acaban mostrando idiosincrasias locales, un aire de la tierra en la que nacieron.
La empresa de Llull es la b¨²squeda de una lengua perfecta. Una empresa que siempre termina por convertirse en una estrategia de dominaci¨®n o imposici¨®n simb¨®lica. Internet iba a traernos voces lejanas y diversas y no hace sino condensar voces uniformes, que aplanan las mentes y las miradas, al tiempo que crean grandes monopolios. El monopolio simb¨®lico es hoy el gran negocio y la amenaza heredada de los viejos monote¨ªsmos. Pero Llull no es Montaigne. No han llegado a sus o¨ªdos las advertencias de la antropolog¨ªa. No le preocupa salvaguardar las diversas im¨¢genes del mundo.
El Arte
El Arte es original, ya hemos dicho que se parece m¨¢s a un artilugio algebraico que a un tratado. Tiene un tono escol¨¢stico y aristot¨¦lico, pero sus categor¨ªas son dignidades o atributos (¡°Nombres de Dios¡±) que pretenden la unificaci¨®n de todas las ciencias y todas las creencias. En su primera versi¨®n esas dignidades son 16. M¨¢s tarde, en la versi¨®n definitiva del Arte, se reducen a nueve, m¨²ltiplo de tres. En ella se introduce un factor clave: el amor. Amor y conocimiento van de la mano. Entre el sujeto que conoce y el objeto conocido hay una corriente er¨®tica. Es el llamado Arte amativo. La ciencia no es ¨¢rida abstracci¨®n, sino un ¨¢rbol vivo (que busca lo alto). Se mueve, como todo lo vivo, a impulsos (hoy dir¨ªamos revoluciones). Llull escribir¨¢ una enciclopedia org¨¢nica titulada el ?rbol de la ciencia donde unifica las ciencias de su ¨¦poca y a la que a?ade un colof¨®n literario: el ?rbol ejemplifical. Se trata de uno de los textos m¨¢s creativos y originales de la lengua catalana, donde la ciencia se transforma en literatura. Hasta ahora, el ejemplo particular (la literatura) estaba al servicio de lo general (la ciencia). Llull se gira sobre s¨ª mismo y pone la ciencia al servicio de la literatura. Todo se percibe y siente. Como en las upani?ad, los elementos se enzarzan en una discusi¨®n (el fuego reprocha al agua su humedad), tambi¨¦n hablan los frutos entre s¨ª. El Arte funciona como m¨¢quina discursiva a pleno rendimiento, multiplica los ejemplos y las tramas, como los algoritmos que hoy escriben los guiones de las series.
El pensamiento medieval concibe tres mundos. En primer lugar, el mundo del sentido, increado, y, por debajo, el mundo creado. Este ¨²ltimo se divide en dos, el mundo imaginal (los ¨¢ngeles y almas) y el mundo ¡°elementado¡± de la materia y la vida. Llull utiliza muchas met¨¢foras para describir esta triple divisi¨®n, una de ellas es gramatical: superlativo-comparativo-positivo. Otra herm¨¦tica: la condici¨®n humana como eje o bisagra de los tres mundos. De hecho, las tres potencias del alma (entendimiento, memoria y voluntad) son reflejo de esos tres ¨¢mbitos. El entendimiento participa de lo increado, la memoria de la imaginaci¨®n y la voluntad de la vida.
Si jud¨ªos y musulmanes aceptan que lo divino es ¡°aquello de lo cual no puede pensarse nada mejor¡±, Dios debe tener estos nueve atributos: Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabidur¨ªa, Voluntad, Virtud, Verdad y Gloria. Estos atributos son reales y concordantes entre s¨ª, es decir, pueden transformarse unos en otros (la bondad es grande, la grandeza es buena). Dichas dignidades no est¨¢n ociosas, tienen su propia actividad interna en la unidad de la esencia divina. Una actividad que se refleja en el mundo (que parece plural, aunque la Realidad sea una). Por eso existe el universo. La bondad es difusiva por naturaleza y lo es desde toda la eternidad. Una idea que viene del neoplatonismo: el bien es mejor si se comparte. El bien ensimismado ser¨ªa un bien viciado, narcisista. El Padre proyecta el bien sobre el Hijo, y el Esp¨ªritu lo hace circular. La Trinidad es el resultado de la actividad intr¨ªnseca de las dignidades, pues lo que se dice del bien puede decirse de la sabidur¨ªa, el poder, la gloria, etc¨¦tera. Sin esa actividad intr¨ªnseca, la divinidad estar¨ªa ociosa. Y una divinidad ociosa vale menos que una divinidad compartida.
Hay en Dios una actividad ad intra y otra ad extra, que es la creaci¨®n. Para que haya una mayor concordancia (un mayor entendimiento y participaci¨®n) entre Dios y la creaci¨®n es necesario un mediador. De este modo se demuestra la Encarnaci¨®n, que es la uni¨®n del Creador con la criatura en la persona de Cristo (una uni¨®n que los suf¨ªes extienden a todas las criaturas). Esta naturaleza activa de lo divino existe en todos los niveles del ser, en todos los escalones de lo creado, desde la tierra y el agua hasta los ¨¢ngeles. Como apuntan [el traductor] Anthony Bonner y [la fil¨®loga] Lola Bad¨ªa, cada elemento particular de la creaci¨®n tiene a su vez una actividad ad intra y otra ad extra. El fuego se quema a s¨ª mismo y calienta la olla. El ser es pura actividad, hacia dentro y hacia afuera.
La naturaleza din¨¢mica de los atributos divinos que anima la creaci¨®n incide en las tres potencias del alma (entendimiento, memoria y voluntad), que a su vez se proyectan en los tres mundos. No es este el lugar para entrar en detalles, pero cada una de estas potencias tiene un modo triple de actuaci¨®n, asociado a diferentes ternas de conceptos (afirmaci¨®n-duda-negaci¨®n, diferencia-afinidad-contrariedad, etc¨¦tera) que configuran tablas y figuras esenciales del sistema. La idea central es que Dios ha creado el mundo a su semejanza y que cada cosa creada recibe las dignidades seg¨²n su propia receptividad. En su itinerario, el alma no puede rebasar su propia capacidad de recepci¨®n. En cualquier ¨¢mbito de la existencia en el que se encuentre, se ver¨¢ a s¨ª misma, pues lo divino asume la forma de su disposici¨®n.
Hay, adem¨¢s, otro aspecto muy moderno en Llull. Las figuras no tienen un valor simb¨®lico o m¨¢gico. Son herramientas intelectuales, no de meditaci¨®n, como los yantras hind¨²es. Para la ciencia luliana, el simbolismo visual es el ¨¢rbol, cuyas ramas y ra¨ªces constituyen una estructura viva y, al mismo tiempo, relacional-combinatoria. Las criaturas est¨¢n hechas de una combinaci¨®n de las dignidades en cada una de sus tres formas (bonificativo-bonificar-bonificable). Una mezcla (en el sentido de Anax¨¢goras), particular e intransferible. La l¨®gica diagram¨¢tica y las tablas combinatorias reflejan esos patrones en el universo y en los seres. No se discuten conceptos aislados, sino en relaci¨®n con los dem¨¢s. Lo que interesa es el lugar que ocupa en una gama y su contacto con otros conceptos lim¨ªtrofes (recuerda al ¡°origen dependiente¡± del budismo, que subsume el concepto de causa en el de circunstancia).
El Arte construye proposiciones y permite advertir la unidad esencial de la realidad. Es un programa a la vez intelectual y m¨ªstico, un programa que algunos considerar¨¢n perverso. Es intelectual porque pretende borrar la distinci¨®n entre fe y raz¨®n, entre l¨®gica, ontolog¨ªa y teolog¨ªa. Es m¨ªstico porque lo hace mediante un m¨¦todo que sirve para conocer y amar. El conocimiento debe amar lo que conoce y el amor conocer lo que ama. Es lo que Llull llama ciencia y amanc¨ªa. La mirada tiene temperatura, puede ser fr¨ªa o c¨¢lida. La devoci¨®n es el termostato que ajusta esa temperatura. La escala del ser es una escala de percepciones. La inteligencia emocional de la que se habla hoy d¨ªa revive la amanc¨ªa luliana (el amor intelectual del que hablar¨ªa m¨¢s tarde Spinoza). La enfermedad del alma es el desorden en sus ra¨ªces. El pecado es falta de atenci¨®n a la Unidad originaria. El Arte la recuerda, la pone de manifiesto, permite visualizar el ¨¢rbol c¨®smico.
Vida coet¨¢nea
La vida de Ramon Llull merecer¨ªa un filme. ?l mismo relat¨® de sus andanzas a ¡°ciertos amigos¡± de Par¨ªs, los monjes de la Cartuja de Vauvert, junto al Jard¨ªn de Luxemburgo. El mallorqu¨ªn ten¨ªa, sin saberlo, algo de americano. Un coraz¨®n impetuoso con af¨¢n de totalidad. Quiso conocer todo y convencer a todos. Pens¨®, como Leibniz, que las disputas pod¨ªan resolverse mediante el c¨¢lculo, y cre¨ªa, como algunos hoy, que un arte combinatorio revelar¨ªa los arcanos del mundo. Tuvo tambi¨¦n algo de visionario: en el monasterio de orientalistas de Miramar, en Valldemossa, puede verse, escrito en un muro, un fragmento redactado en 1289 en Montpellier, doscientos a?os antes del viaje de Col¨®n: ¡°La principal causa del flujo y reflujo del mar Grande [el oc¨¦ano Atl¨¢ntico] es el arco del agua del mar que en el Poniente estriba en una tierra opuesta a las costas de Inglaterra Francia y Espa?a y toda la confinante de ?frica¡±.
El padre de Ramon Llull pertenec¨ªa al patriciado barcelon¨¦s. Hab¨ªa acompa?ado a Jaime I en la conquista de Mallorca, por lo que le fueron otorgadas tierras en la isla. La juventud de Llull transcurre en la corte. Senescal de mesa del rey, casado y con dos hijos, es ¡°bastante rico, lascivo y mundano¡± y se dedica ¡°a componer canciones y otras cantinelas¡±. Una noche, con cerca de 30 a?os, tiene una visi¨®n en su alcoba. Se mete en la cama para enterrarla en los sue?os, pero la visi¨®n de Cristo, crucificado y ensangrentado se repite en los d¨ªas siguientes. Asume entonces que ha de cambiar de vida. Renuncia a la familia, vende sus propiedades e inicia una vida peregrina, consagrada al estudio y la contemplaci¨®n (no ingresa en los franciscanos, pero se mantiene pr¨®ximo a ellos). Carece de formaci¨®n, por lo que decide estudiar en Par¨ªs, pero Ramon de Penyafort le aconseja que lo haga en Mallorca. Un hecho decisivo. La innovaci¨®n siempre ocurre en los l¨ªmites. La isla es territorio fronterizo. Los musulmanes sometidos constituyen una tercera parte de la poblaci¨®n y los jud¨ªos una minor¨ªa influyente. Se viste con un ¡°pa?o grosero¡± y pasa una d¨¦cada entre libros, aprendiendo la lengua y la filosof¨ªa ¨¢rabe. De ese silencio emerge su primera gran obra, los siete tomos del Libro de la contemplaci¨®n, escrito en la lengua del Cor¨¢n. Es el primer orientalista europeo, un laico con vocaci¨®n misionera, globalizante.
Lo mueven tres obsesiones: escribir ¡°el mejor libro del mundo¡±, la creaci¨®n de escuelas de traductores y el martirio, que buscar¨¢ con denuedo. Sue?a su muerte (apedreado por los sarracenos) y as¨ª lo recordar¨¢ la tradici¨®n. Viaja infatigablemente, recorre los reinos musulmanes del norte de ?frica para persuadir a los infieles. Tiene algo de Quijote y sabe lo que es la violencia. Sufre insultos, golpes y vejaciones. En dos ocasiones intentan asesinarlo, la primera su profesor de ¨¢rabe, que tambi¨¦n era su esclavo; la segunda dos sirvientes, uno de ellos cl¨¦rigo. Pretende predicar en sinagogas y mezquitas, y no pierde ocasi¨®n de debatir con imanes y rabinos. Lo vemos buscando el ansiado martirio en T¨²nez, a una edad en la que ya es una extravagancia hacerlo. En Bug¨ªa, con m¨¢s de 60 a?os, es encarcelado, linchado y apedreado, ¡°recibe golpes de palos y pu?os de los sarracenos¡±, es ¡°brutalmente arrastrado por la barba¡± y encarcelado seis meses. Una vida intensa e itinerante, trufada de crisis y fracasos, de temores paralizantes y enfermedades. Ya anciano, naufraga frente a las costas de Pisa y pierde algunos de sus libros, los expertos hablan de 327 obras (243 conocidas), escritas en lat¨ªn, catal¨¢n y ¨¢rabe.
En tres estancias en la Universidad de Par¨ªs (donde pudo coincidir con Eckhart), Llull combati¨® a los averro¨ªstas y la idea de una doble verdad. Deb¨ªa existir un fondo racional en las verdades de la fe, a las que era posible llegar mediante la deducci¨®n l¨®gica, de ah¨ª que una m¨¢quina de la verdad pudiera ser un objetivo plausible. Lo real deb¨ªa ser divino y racional al mismo tiempo, y para ¡°levantar el palacio de la ciencia¡± bastaban la idea de Dios y sus atributos. En cierto sentido proced¨ªa como Spinoza, y parece anticiparlo cuando escribe: ¡°Mi esencia no es otra cosa que la fuerza resultante de una participaci¨®n finita en los atributos de Dios: por la bondad de Dios soy bueno; por su grandeza, grande; por su eternidad, durable, es decir, permanezco en el ser.¡±
Llull tiene una energ¨ªa febril y una enorme fuerza y vigor. La extrae de la tensi¨®n interna entre lo apolog¨¦tico y lo contemplativo. Es al mismo tiempo un violento cruzado y un franciscano contemplativo. Combina episodios audaces de conquista dial¨¦ctica con episodios contemplativos y, cuando el miedo lo atenaza, depresivos (como cuando se queda paralizado en G¨¦nova, antes de embarcar para T¨²nez, donde cree que lo matar¨¢n o encerrar¨¢n de por vida). No teme mostrarse como es, en un fragmento se describe como un idealista al que los dem¨¢s consideran un pesado. Su idea fija es la empresa apolog¨¦tica, que siempre implica cierta violencia contra los h¨¢bitos y costumbres del extranjero.
El amor es cosa de tres
En los periodos contemplativos de su vida, las im¨¢genes de Llull se orientan hacia el amor a la naturaleza. No hay en su pensamiento fuga gn¨®stica del mundo, sino meditaci¨®n soleada en la profunda realidad de un cosmos envuelto en un halo de inocencia primordial. De ah¨ª que no conciba el conocimiento sin amor (scientia et amantia). Se entiende m¨¢s por amor que por conocer. Ese amor exige armonizar las potencias del alma: memoria, voluntad y entendimiento.
El Libro de amigo y amado es la expresi¨®n del Llull m¨¢s contemplativo y su obra m¨¢s le¨ªda. Un breviario de amor impregnado de sufismo. El amigo es el m¨ªstico del mundo sensible, el amado el trasfondo de todas sus maravillas: fuentes, ¨¢rboles, p¨¢jaros, jardines encantados. El alma del amante (mundus imaginalis) es el lugar de encuentro de los amantes. El amor es el factor que ilumina tanto al amigo como al amado. Les otorga su consistencia y vitalidad. Es distancia y tambi¨¦n encuentro, es la luz que mide las cosas. Llull asume la visi¨®n del poeta egipcio Ibn Farid. En el libro del amor humano es donde se aprende el amor divino, quien no conozca el primero no alcanzar¨¢ el segundo. Hay tambi¨¦n resonancias hind¨²es, tra¨ªdas de la mano del iranio Al-Hallaj: ¡°Yo soy Aquel que yo amo / y Aquel que amo soy yo. / Somos dos esp¨ªritus / difundidos en un solo cuerpo¡±. ¡°All¨ª donde t¨² est¨¢s no hay d¨®nde¡±. Ese presente que no tiene lugar es la atenci¨®n. Esa es la fuerza de cohesi¨®n entre el amigo y el amado, el mundo intermedio o barzaj. ¡°¡ª?Qui¨¦n eres?¡ªT¨²¡±.
Llull lo enuncia expl¨ªcitamente es una de sus estrofas: ¡°Si no nos entendemos por el lenguaje, entend¨¢monos por el amor¡±. Para ello hay que ¡°beber en la fuente donde aquel que no ama se enamora¡±. Pretende inspirar el fervor y la devoci¨®n en los ermita?os. Cada vers¨ªculo puede ser objeto de meditaci¨®n diaria, como si se tratara de haikus. Subyace una cosmolog¨ªa de sesgo oriental. Diferencia y concordancia son cosas del mundo creado, que es un mundo plural. No as¨ª el trasfondo divino, cuya esencia es la unidad y donde los opuestos puede coincidir. Una idea que fascinar¨¢ a Nicol¨¢s de Cusa. Los estudiosos han identificado un pasaje clave, que da cuenta de dicha cosmolog¨ªa: ¡°Por los caminos de vegetaci¨®n, de sentimiento, de imaginaci¨®n, de entendimiento y voluntad, iba el amigo en busca del amado¡±. En esos caminos hay peligros y fatigas. No es f¨¢cil elevarse hasta el amado, que quiere que sus amantes lo amen y entiendan. Esos caminos no son simb¨®licos y tampoco son ¨²nicamente los del alma. Expresan la creaci¨®n entera, la existencia misma, en todas sus formas, que recorre la escala del ser.
Llull es el primer moderno en su voluntad universalista. Quiso difundir un tesoro que, a su entender, val¨ªa para todas las confesiones. Pero no supo c¨®mo trasladar ese amor a su proyecto apolog¨¦tico. Esa es su locura de amor, que es tambi¨¦n la locura de la l¨®gica (la misma en la que se embarcaron Russell, Frege y Whitehead. La tensi¨®n, casi tect¨®nica, entre lo apolog¨¦tico-racional y lo ingenuo-contemplativo fue el motor de la vida de Llull. De ella emerge su inmensa obra. Tanto en su ciencia como en su arte se respira en un amor loco a lo divino. Pero tambi¨¦n la pasi¨®n por ciertos s¨ªmbolos heredados que ser¨¢n un obst¨¢culo en el di¨¢logo que pretend¨ªa propiciar. Llull, como don Quijote, fracasa. Y en su fracaso podemos encontrar algunos signos de nuestra identidad m¨¢s valiosa y profunda.
La m¨ªstica de la m¨¢quina
Una ¨²ltima reflexi¨®n. La m¨¢quina de Llull estaba cargada de ilusi¨®n. Pero aquella m¨¢quina, como las de hoy, era una m¨¢quina ilusa. Las m¨¢quinas no piensan, simplemente calculan. Con frecuencia, en esta civilizaci¨®n contable que habitamos, se confunde el c¨¢lculo con el pensamiento. Se dice que el ordenador ¡°est¨¢ pensando¡± cuando se quiere decir ¡°est¨¢ calculando¡±. El pensamiento genuino tiene siempre algo de creativo y de participativo. Esa creaci¨®n supone una recreaci¨®n. Al pensar, nos recreamos, literalmente. No se trata de un mero entretenimiento, sino que en cierto sentido renacemos. Algo parecido a lo que ocurre cuando recordamos algo. Donald Davidson dec¨ªa que entender una met¨¢fora era tan creativo como inventarla. Es cierto. Ver una cosa en t¨¦rminos de otra, ?qu¨¦ otra cosa podr¨ªa ser la met¨¢fora? Por eso la lectura es tan saludable, porque hace viajar al pensamiento y todo el mundo sabe que los viajes rejuvenecen, nos vuelven a crear. Hay, adem¨¢s, otro factor. El pensamiento genuino surge cuando callan las palabras. Cuando nos detenemos. De ah¨ª que las m¨¢quinas, a pesar de lo que diga el marketing ingenieril, nunca podr¨¢n pensar, porque ellas, que est¨¢n hechas de palabras, no saben recrearse (solo reiniciarse). El poeta Paul Val¨¦ry ha expresado mejor que nadie esa aspiraci¨®n silenciosa del pensamiento. ¡°Les hablo, y si han entendido mis palabras, esas mismas palabras est¨¢n abolidas. Si han entendido, eso quiere decir que esas palabras han desaparecido de sus mentes, han sido sustituidas por una contrapartida, por im¨¢genes, relaciones, impulsiones, y ustedes poseer¨¢n entonces con qu¨¦ transmitir esas ideas y esas im¨¢genes a un lenguaje que puede ser muy diferente. Comprender consiste en la sustituci¨®n m¨¢s o menos r¨¢pida de un sistema de sonidos, de duraciones y de signos por una cosa muy distinta, que es en suma una modificaci¨®n o una reorganizaci¨®n interior de la persona a la que se habla.¡± Una reorganizaci¨®n interior, esa es la recreaci¨®n mediante el pensamiento que ninguna m¨¢quina podr¨¢ lograr. El pensamiento bien entendido, con cierta distancia esc¨¦ptica y contemplativa, el ¨²nico capaz de vivificar y renovar las energ¨ªas.
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