Un cuento de hadas, del hado y del Hades

A esta Celestina infernal le han favorecido las tormentas copiosas que obligaron a trasladar al Gran Teatro cuatro funciones programadas al aire libre por el Festival de Teatro Cl¨¢sico de C¨¢ceres. Calixto y Melibea, Elicia y Sempronio, encarnados por marionetas de un metro con 20 cent¨ªmetros de altura, se desnudaron y se poseyeron all¨ª sin que se delataran sus h¨¢biles manipuladores, cuya presencia no hubiera pasado tan inadvertida en la plaza de las Veletas.

Los t¨ªteres y el bulul¨² son los g¨¦neros ...

A esta Celestina infernal le han favorecido las tormentas copiosas que obligaron a trasladar al Gran Teatro cuatro funciones programadas al aire libre por el Festival de Teatro Cl¨¢sico de C¨¢ceres. Calixto y Melibea, Elicia y Sempronio, encarnados por marionetas de un metro con 20 cent¨ªmetros de altura, se desnudaron y se poseyeron all¨ª sin que se delataran sus h¨¢biles manipuladores, cuya presencia no hubiera pasado tan inadvertida en la plaza de las Veletas.

Los t¨ªteres y el bulul¨² son los g¨¦neros teatrales en los que la imaginaci¨®n vuela m¨¢s alto, porque permiten representar (en el escenario en el primer caso y en la mente del espectador en el segundo) aquello que con realismo resulta imposible. En Celestina infernal hay un elenco humano y otro formado por animales, por criaturas mitol¨®gicas y diab¨®licas, sobre las que la ley de la gravedad no puede ejercer su imperio. En la botica fant¨¢stica de la vieja hechicera, enormes peroles de cobre, cazos, morteros y banquetas emprenden una danza diab¨®lica, y su escoba tienta con ¨ªmpetu masculino el vientre de Melibea.

Jes¨²s Pe?a reduce el extenso dramatis personae original a la pareja protagonista, un criado, su prostituta y el padre de Melibea, para mostrar el trato ¨ªntimo de la alcahueta nigromante con las criaturas de ultratumba que la asisten. Si en Aullidos, espect¨¢culo sobre la licantrop¨ªa, Teatro Corsario mantuvo cierta contenci¨®n, en Celestina infernal la compa?¨ªa vallisoletana va sin cadena hasta la escena ¨²ltima, redonda y emocionante por el contraste virulento entre el car¨¢cter maligno que se le supone a la gigantesca criatura del Hades que hace su aparici¨®n y la ternura human¨ªsima con la que recoge en sus brazos a la vieja asesinada.

La versi¨®n y la puesta en escena de Pe?a, directas al quid er¨®tico y transaccional de la cuesti¨®n, desplazan (con un empujoncito leve) la comedia human¨ªstica de Rojas al terreno de los cuentos de hadas de tradici¨®n oral y al de los relatos er¨®ticos de Boccaccio. Una mocita, hija de Elicia, acompa?a a Celestina en sus correr¨ªas, en lo que parece una cita de la historia de Caperucita Roja, aunque esta ni?a siente inclinaci¨®n por lo oscuro y lo escatol¨®gico: su incorporaci¨®n resulta muy eficaz en t¨¦rminos narrativos, en esta refundici¨®n sin palabras en la que la m¨²sica de Juan Carlos Mart¨ªn suple al texto. Minuciosa y brillante la luz de Xiqui Rodr¨ªguez.

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