Elogio del riesgo: las vidas cruzadas de la anarquista Emma Goldman y la fil¨®sofa Anne Dufourmantelle
La activista de origen ruso entreg¨® el curso de su vida a una causa, mientras que la pensadora francesa dio su vida en un instante
Leo en paralelo la biograf¨ªa de la anarquista jud¨ªa Emma Goldman Viviendo mi vida, publicada en 1931, y el ensayo de la fil¨®sofa y psicoanalista francesa Anne Dufourmantelle Elogio del riesgo, publicado en 2011. Poco tienen que ver estas dos mujeres a las que separa un siglo y sin embargo emerge a mis ojos un v¨ªnculo entre sus maneras de pensar y estar en la vida, que resulta a¨²n m¨¢s poderoso en los tiempos que vivimos: aceptar el riesgo como condici¨®n para vivir en libertad. O para vivir, a secas.
Goldman fue un personaje hist¨®rico con una vida de una riqueza e intensidad excepcionales. La narra a lo largo de las m¨¢s de 1.000 p¨¢ginas que ocupan los dos vol¨²menes de su biograf¨ªa con la misma desenvoltura y talento que, de acuerdo a sus coet¨¢neos, mostr¨® como oradora y activista. Goldman se consagr¨® a la causa obrera ya en sus a?os adolescentes, cuando, tras llegar a Nueva York procedente de Rusia, descubri¨® que la Am¨¦rica libre no exist¨ªa para los trabajadores como ella. La revuelta de Haymarket de 1886, a ra¨ªz de la cual cinco trabajadores fueron condenados a muerte y que dio lugar a la celebraci¨®n del Primero de Mayo, la marcaron para siempre. Poco a poco fue acerc¨¢ndose al movimiento obrero anarquista, cuya causa termin¨® abrazando de manera ardiente e incondicional hasta alcanzar el renombre de ¡°la mujer m¨¢s peligrosa de Estados Unidos¡±. Al mismo tiempo, al contrario que muchos de sus compa?eros, no renunci¨® a disfrutar de la vida y a buscar el amor, el placer y la belleza. ¡°Quiero libertad, el derecho a la autoexpresi¨®n, el derecho de todo el mundo a cosas hermosas y radiantes; el anarquismo significa eso para m¨ª¡±, escribe.
¡°Vivimos en una sociedad ultrasegura donde constantemente se nos insta a protegernos. Pero no correr riesgos es no atreverse a ser libre¡±, dijo Dufourmantelle.
En su ensayo, Anne Dufourmantelle habla de la desobediencia ¡°como uno de los mayores riesgos, dado que el cataclismo que desencadena est¨¢ m¨¢s all¨¢ de aquello a lo que se opone¡±. As¨ª, desde ni?a, Goldman no anhelaba otra cosa que romper con su padre, que la maltrataba. Una vez logr¨® huir a Am¨¦rica, se cas¨® por convenci¨®n, pero termin¨® rompiendo con su matrimonio y abandonando para siempre la comunidad jud¨ªa de Rochester que la hab¨ªa condenado al ostracismo por su decisi¨®n. Liberada de ataduras, vivi¨® posteriormente en uniones libres (aunque no sin dificultad, como ella misma reconoc¨ªa); la m¨¢s duradera, con Alexander Sasha Berkman. Amaba a los ni?os, pero renunci¨® a tener hijos, form¨¢ndose m¨¢s adelante como matrona profesional. Conoci¨® la precariedad y la marginalidad, haciendo siempre lo imposible por difundir y reunir fondos para ¡°la Causa¡±. Entr¨® y sali¨® de la c¨¢rcel varias veces, acusada de agitaci¨®n e incitaci¨®n a la violencia. Cre¨® su propia publicaci¨®n, Mother Earth. Junto con Berkman, fue deportada a Rusia, que termin¨® abandonando horrorizada ante la falta de libertad del nuevo r¨¦gimen sovi¨¦tico. Vivi¨® posteriormente en Alemania, Reino Unido y Canad¨¢. Se retir¨® a Saint-Tropez para escribir su autobiograf¨ªa y estuvo en las comunas anarquistas que surgieron durante la guerra civil espa?ola.
La desobediencia puede adoptar proporciones ¨¦picas como en el caso de Goldman. Pero, sugiere Dufourmantelle, hay desobediencia en cualquier acto, por peque?o que sea, que se sale de lo que se espera de nosotros o esperamos nosotros mismos. Ese peque?o acto ¡ªun ¡°no¡± cuando se espera un ¡°s¨ª¡± o un ¡°s¨ª¡± cuando se espera un ¡°no¡±¡ª puede ser la llave de una ¡°metamorfosis interna¡± que nos cambiar¨¢ para siempre. Dufourmantelle evoca el viejo concepto griego de kair¨®s para referirse al instante en que uno arriesga, consciente ¡ªo inconscientemente¡ª, el curso de su vida: el tiempo cronol¨®gico se detiene y entra en juego un tiempo de otra calidad, llam¨¦moslo divino o trascendente. Sin embargo, constataba Dufourmantelle en una entrevista realizada en 2011 con motivo de la publicaci¨®n de su ensayo, hay en nuestras sociedades una enorme aversi¨®n al riesgo. ¡°Vivimos en una sociedad ultrasegura donde constantemente se nos insta a protegernos y, cuando no queremos hacerlo, se nos dice: ¡®Pero hazlo al menos por tus seres queridos¡¯. Se juega con el miedo. Es la l¨®gica de la depresi¨®n¡±. Continuaba: ¡°Muy concretamente, no correr riesgos es no atreverse a ser libre¡±. Si arriesgar exige coraje y consciencia, no es, necesariamente, el ¡°tama?o¡± objetivo del riesgo lo que lo hace determinante, sino nuestra experiencia subjetiva de ¨¦l.
¡°Dos a?os de prisi¨®n por haber defendido sin concesiones el ideal de uno. Es un precio peque?o¡±, escrib¨ªa Goldman c¨¦lebremente al conocer la sentencia que en junio de 1917 la condenaba por organizar un movimiento contra el reclutamiento obligatorio de j¨®venes estadounidenses para luchar en la I Guerra Mundial. Cien a?os m¨¢s tarde, en julio de 2017, en una playa cercana a Saint-Tropez, Anne Dufourmantelle se lanzaba al agua para salvar a unos ni?os atrapados en las olas. Los ni?os sobrevivieron. Ella falleci¨® de una parada cardiorrespiratoria. Es dif¨ªcil imaginar una encarnaci¨®n m¨¢s precisa, poderosa y, al tiempo, provocadora de su elogio del riesgo. Un tributo a esos instantes en que arriesgamos; quiz¨¢ los ¨²nicos en los que somos verdaderamente libres, en los que estamos realmente vivos.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.