¡®Inloca¡¯, una fusi¨®n filos¨®fica que no cuaja sobre el escenario
El nuevo espect¨¢culo de la compa?¨ªa gallega Matarile parte de los conceptos del pensador Gilles Deleuze, pero no logra unificar las ideas que plantea en un todo
Treinta y seis a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n en Santiago de Compostela, la compa?¨ªa Matarile produce por primera vez un espect¨¢culo con el amparo del Centro Dram¨¢tico Nacional. Parece que la m¨¢xima instituci¨®n teatral espa?ola est¨¢ cumpliendo con algunas deudas que ten¨ªa con creadores que llevan d¨¦cadas dando batalla desde los m¨¢rgenes (y las periferias geogr¨¢ficas) hasta convertirse en referencias de la vanguardia espa?ola. En concreto esta temporada con dos puntales de la escena gallega: la citada Matarile y Ch¨¦vere, otra veterana formaci¨®n con 35 a?os de historia, ...
Treinta y seis a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n en Santiago de Compostela, la compa?¨ªa Matarile produce por primera vez un espect¨¢culo con el amparo del Centro Dram¨¢tico Nacional. Parece que la m¨¢xima instituci¨®n teatral espa?ola est¨¢ cumpliendo con algunas deudas que ten¨ªa con creadores que llevan d¨¦cadas dando batalla desde los m¨¢rgenes (y las periferias geogr¨¢ficas) hasta convertirse en referencias de la vanguardia espa?ola. En concreto esta temporada con dos puntales de la escena gallega: la citada Matarile y Ch¨¦vere, otra veterana formaci¨®n con 35 a?os de historia, con la que coprodujo en oto?o Nevermore.
Con Matarile ha coproducido la reci¨¦n estrenada Inloca, segunda parte de su Trilog¨ªa de la fragilidad, que empez¨® en 2020 con El diablo en la playa y concluir¨¢ en 2023 con Europa despu¨¦s de la lluvia. La propuesta se mantiene fiel al estilo que han desarrollado conjuntamente a lo largo de los a?os los dos fundadores del grupo, Ana Vall¨¦s como dramaturga-core¨®grafa y Baltasar Pati?o como creador del espacio esc¨¦nico y la iluminaci¨®n. Un lenguaje propio en el que las luces, el sonido y la atm¨®sfera tienen tanto protagonismo como el texto, la danza y la m¨²sica. Todo se funde en la forma de hacer de Matarile. No hay argumento, sino pensamiento. Y ese pensamiento se expresa a trav¨¦s de la palabra, pero tambi¨¦n se respira en la atm¨®sfera y se materializa en los cuerpos y la interacci¨®n de los int¨¦rpretes. Una experiencia intelectual a trav¨¦s de la est¨¦tica. Y viceversa.
Para ello Vall¨¦s suele utilizar en sus propuestas la estructura cl¨¢sica de la danza teatro de Pina Bausch: bailarines-actores que desfilan por el escenario con intervenciones breves. A veces para hablar, otras veces para bailar, en otros momentos para interactuar con otro int¨¦rprete. Todo alrededor de una idea central que se va desarrollando a capas. En este caso, el punto de partida son las ideas sobre el caos de Gilles Deleuze, un pensador que aparece de manera recurrente en los ¨²ltimos trabajos de la compa?¨ªa. Pero as¨ª como en Daimon y la jodida l¨®gica (su ¨²ltimo espect¨¢culo antes de arrancar la trilog¨ªa) esas ideas se traduc¨ªan de manera poderosamente visual, f¨ªsica y sensorial sobre el escenario, tanto en El diablo en la playa como en Inloca la sensaci¨®n es que la filosof¨ªa aplasta lo dem¨¢s. Hay momentos reveladores y realmente envolventes, sobre todo cuando hay danza o m¨²sica, pero los conceptos fluyen de manera inconexa. Caos, l¨®gica, fragilidad, identidad, historia¡ no acaban de cuajar en un todo.
Me quedo con algunas estampas. Los pies desnudos rozando el agua del mar con los que terminaba El diablo en la playa y comienza Inloca. Claudia Faci en ambas obras sobre una mesa concentrando en su delgad¨ªsimo cuerpo desnudo todo el caos del mundo con m¨²sica punk de fondo. La danza en¨¦rgica de Ana Cotor¨¦ y Nuria Sotelo. La presencia siempre rebelde de Celeste Gonz¨¢lez. La maqueta de Notre Dame echando humo. La invitaci¨®n a pensar no solo con la mente, sino con todo el cuerpo.
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