Batman, el superh¨¦roe de la masculinidad neur¨®tica
Como demuestra la nueva pel¨ªcula de la saga, el personaje enmascarado comparte con James Bond la incapacidad para establecer relaciones de igual a igual con las mujeres
Los planos iniciales de The Batman, en¨¦sima vuelta de tuerca cinematogr¨¢fica al superh¨¦roe de DC Comics, nos muestran a un misterioso enmascarado que esp¨ªa con prism¨¢ticos al alcalde de Gotham City. Aunque su comportamiento es muy similar al de Batman, pronto se nos revela que estamos ante el gran villano de la pel¨ªcula, Enigma. La equiparaci¨®n del hombre murci¨¦lago con sus archienemigos es una constante de sus historias, per...
Los planos iniciales de The Batman, en¨¦sima vuelta de tuerca cinematogr¨¢fica al superh¨¦roe de DC Comics, nos muestran a un misterioso enmascarado que esp¨ªa con prism¨¢ticos al alcalde de Gotham City. Aunque su comportamiento es muy similar al de Batman, pronto se nos revela que estamos ante el gran villano de la pel¨ªcula, Enigma. La equiparaci¨®n del hombre murci¨¦lago con sus archienemigos es una constante de sus historias, pero en The Batman adquiere un cariz m¨¢s virulento de lo habitual: Frente a las complejidades del mundo tanto Enigma como Batman se han construido universos a su medida, perversos parques de atracciones que sustentan anhelos enfermizos de venganza, el empleo fetichista de todo tipo de gadgets, y una obsesi¨®n por el control de la ciudadan¨ªa y la arquitectura de Gotham cifrada en la pulsi¨®n esc¨®pica.
No es casual que los ¨²ltimos planos de la pel¨ªcula de Matt Reeves ofrezcan al superh¨¦roe la posibilidad de escapar a esas din¨¢micas de masculinidad neur¨®tica, surgidas de la frustraci¨®n y las fantas¨ªas de poder. El hombre murci¨¦lago observa por el retrovisor de su moto c¨®mo Catwoman escapa de Gotham City y de su mirada, y se ve obligado a fijar sus ojos, quiz¨¢ por primera vez, en los desaf¨ªos tangibles que han salido a su encuentro a lo largo del metraje. En este sentido, The Batman es una pel¨ªcula digna de nuestro tiempo, es decir, tan confusa e irregular como estimulante en sus esfuerzos por someter al superh¨¦roe a una profunda revisi¨®n que deja al descubierto su inmadurez, su incapacidad para pensarse a s¨ª mismo y empatizar con su entorno, y sus intentos bald¨ªos por soslayar a golpe de uniformes, m¨¢scaras y tecnolog¨ªa su impotencia para desenvolverse en la realidad.
Batman y Bond representan arquetipos inalterables, pero se percibe en ellos una autoconciencia cada vez mayor en cuanto al sentido de sus disfraces, sus m¨¢scaras, su fuerza bruta
Cabe recordar que 007 fue objeto hace unos meses de una deconstrucci¨®n similar en Sin tiempo para morir (2021). Es probable que el Batman cinematogr¨¢fico ¡ªel de los c¨®mics hace mucho que ha trascendido este debate¡ª y James Bond reiteren en pr¨®ximas aventuras su esencia como supersoldados al servicio del sistema. Ambos representan un arquetipo con un arraigo sociocultural profundo, inalterable pese a los espejismos de cambio. Pero al menos se percibe una autoconciencia cada vez mayor de uno y otro personaje en cuanto al sentido profundo de sus disfraces, sus m¨¢scaras literales o metaf¨®ricas y todos los ¨²tiles mort¨ªferos que puede pagar el dinero a la hora de hacer el bien. Al fin y al cabo, el homo tecnologicus encarnado por superh¨¦roes y agentes secretos ¡ªabocado en nuestros tiempos a su disoluci¨®n en el paradigma digital¡ª marc¨® la pauta de lo asignado masculino desde que la era de la raz¨®n dio al traste con la legitimidad de la fuerza bruta. Lo masculino hubo de sofisticar a partir de entonces su pretensi¨®n de dominar la realidad con el pretexto de honrar una verdad y una justicia que los nuevos ¨®rdenes sociales parec¨ªan amenazar.
El vigilante enmascarado, que todo lo ve salvo las anomal¨ªas de su propia identidad, que todo lo sabe sobre avances t¨¦cnicos pero nada sobre su potencial para mejorar su comunidad, se adue?a de la cultura popular. En especial, cuando esta afronta su conversi¨®n en cultura de masas y las copias y emulaciones reafirman ciertos modelos. Percy Blakeney, alias Pimpinela Escarlata, personaje imaginado en 1905 por la dramaturga y novelista Emma Orzcy, oculta bajo la fachada de un disoluto noble brit¨¢nico a un maestro del disfraz y prodigioso espadach¨ªn que salva a nobles franceses de la guillotina popularizada por la Revoluci¨®n Francesa. El talante conservador de la obra teatral de Orczy y sus muchas secuelas literarias es rastreable de hecho en la tercera y ¨²ltima aventura de Batman protagonizada por Christian Bale para Christopher Nolan, El caballero oscuro: La leyenda renace (2012); una pel¨ªcula que, a juicio del cr¨ªtico Jordi Costa, revelaba cu¨¢n lejos estaba Christopher Nolan de compartir el esp¨ªritu de movimientos sociales como el 15-M u Occupy Wall Street.
Batman y su ¡®alter ego¡¯ Bruce Wayne beben del Zorro, de la Sombra y de Pimpinela Escarlata, pero tambi¨¦n de Sherlock Holmes
Batman y su alter ego Bruce Wayne beben por tanto, como El Zorro (1919) o La Sombra (1930), de la idiosincrasia de la Pimpinela Escarlata, pero tambi¨¦n de Sherlock Holmes, el detective por antonomasia. El personaje de Arthur Conan Doyle no necesita antifaz porque sus pesquisas heterodoxas jam¨¢s le han puesto a merced de la opini¨®n p¨²blica y, adem¨¢s, porque su rostro impasible, aguile?o y de ojos cl¨ªnicos es en s¨ª mismo una m¨¢scara: la negaci¨®n de las emociones en favor de un raciocinio de orden cuasidivino. Aunque bajo el mismo vibren una alienaci¨®n profunda y una pulsi¨®n de muerte transferida a sus presas mediante el ejercicio de una violencia no siempre f¨ªsica sino, como en el caso de Holmes, dial¨¦ctica.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el arquetipo cambia para adaptarse a tiempos de cultura pop marcada por la Guerra Fr¨ªa, la gentrificaci¨®n corporativa y el desarrollismo econ¨®mico y tur¨ªstico. Frente al romanticismo g¨®tico que caracteriza a Batman, un animal rabioso atrapado en el cuerpo de un ser humano, es el momento id¨®neo para la aparici¨®n de James Bond, el sue?o h¨²medo del oficinista medio. Por mucha emoci¨®n que queramos aportar a su condici¨®n de esp¨ªa al servicio secreto de Su Majestad ¡ªe Ian Fleming, su propio creador, se abstuvo de hacerlo¡ª Bond es un funcionario, un ejecutor sin conciencia. Un tipo gris, que no crea sus trajes de lujo ni las invenciones con las que escapa o liquida a sus enemigos. Bond es el tecn¨®crata perfecto, un gestor eficaz de las ¨®rdenes recibidas que tampoco tiene necesidad de m¨¢scara puesto que su rostro y sus ojos son lienzos en blanco¡ Gracias a Sin tiempo para morir hemos tenido por fin la oportunidad de ver, transcurridos sesenta a?os desde Agente 007 contra el Dr. No (1962), algo de la esfera privada de Bond, frente a la importancia que tienen en el imaginario de Batman y Holmes las fortalezas de la soledad desde donde preparan sus asaltos al simulacro de la civilizaci¨®n.
Batman y Bond comparten sin embargo algo importante: la incapacidad para establecer relaciones de igual a igual con las mujeres, camuflada en el primer caso por una actitud de severidad patriarcal insufrible y, en el segundo, bajo la actitud displicente de Don Juan. Por fortuna, los personajes femeninos de una y otra franquicia han puesto de manifiesto con mayor o menor sutileza pel¨ªcula a pel¨ªcula que han descubierto la verdadera faz de uno y otro. No parece casual que el hombre murci¨¦lago en The Batman y James Bond en Sin tiempo para morir se vean atrapados en su rinc¨®n de jugar, mientras ellas se atreven a explorar otras posibilidades de la ficci¨®n.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.