Asomadas a s¨ª mismas: el arte de mirar por la ventana
Una exposici¨®n en Londres analiza la omnipresencia de mujeres pegadas a cristales y miradores en la pintura de los ¨²ltimos siglos
¡°Lo que se puede ver al sol es siempre menos interesante que lo que ocurre detr¨¢s de un vidrio. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sue?a la vida, sufre la vida¡±. Lo escribi¨® Baudelaire en ¡®Las ventanas¡¯, uno de los poemas en prosa que formaban parte de El spleen de Par¨ªs, donde observaba a una mujer madura, ¡°arrugada ya, pobre, siempre inclinada sobre algo¡±, reclusa en su hogar pero asomada a su mirador sobre los bulevares. Con su rostro, su ropa y sus gestos, ¡°con casi nada¡±, reconstru¨ªa la historia de esa se?ora, ¡°o m¨¢s bien su leyenda¡±. Si hubiera sido un hombre, aseguraba Baudelaire, lo hubiera narrado con la misma facilidad. La cuesti¨®n es que no lo era. Pese a que asegurase lo contrario, el poeta se inscrib¨ªa en una larga tradici¨®n en la historia del arte, que durante los ¨²ltimos 3.000 a?os no ha dejado de representar a mujeres pegadas a la ventana, motivo presente en tantas civilizaciones a la vez que no puede obedecer a la simple casualidad. Una exposici¨®n en la Dulwich Picture Gallery, en el sur de Londres, explora ahora los significados de este tropo pict¨®rico, que ha convertido a la mujer en ¡°un lienzo sobre el que proyectar unos ideales y una moral que dicen mucho sobre las preocupaciones de una sociedad en particular¡±, escribe la comisaria Jennifer Sliwka, especialista en el Renacimiento y Barroco italianos del King¡¯s College, en el cat¨¢logo de la muestra.
Desde la Antig¨¹edad cl¨¢sica hasta la actualidad, la exposici¨®n recorre una suma de obras de calidad variable, que analiza con una erudici¨®n accesible y apta para un p¨²blico familiar, y que a ratos puede resultar poco exigente. Por suerte, las tesis son tan apasionantes, y su asunto, tan poco abordado hasta la fecha, que poco importan estas reservas. La idea fundamental de la muestra es la polisemia que desprende esta figura, s¨ªmbolo de confinamiento y de libertad, de visibilizaci¨®n de las mujeres pero tambi¨¦n de ?anhe??lo por el mundo al que no tuvieron acceso durante los muchos siglos que pasaron recluidas en sus casas.
La idea fundamental de la muestra es la polisemia que desprende esta figura, s¨ªmbolo de confinamiento y de libertad, de visibilizaci¨®n de las mujeres y de ?anhe??lo por el mundo al que no tuvieron acceso
Antes de la eclosi¨®n de la sociedad del espect¨¢culo, en la que la mercanc¨ªa concluy¨® ¡°su colonizaci¨®n de la vida social¡± ¡ªen palabras de su principal te¨®rico, Guy Debord¡ª, mirar por la ventana fue una de las principales actividades de ocio en el mundo occidental. Las aperturas en las fachadas permit¨ªan el paso de la luz y la ventilaci¨®n, pero tambi¨¦n eran instrumentos para la socializaci¨®n, lugares donde ver y ser visto, donde exponerse a las miradas ajenas y exhibir belleza u opulencia. Por ese motivo, asomarse al balc¨®n siempre estuvo sujeto a un debate moral e incluso a la censura religiosa. Sobre todo, en las sociedades cat¨®licas, donde se consideraba un signo de ostentaci¨®n imp¨²dica e incluso de holgazaner¨ªa femenina.
Pese a todo, durante el Quattrocento, la tradici¨®n florentina, representada por Botticelli o Lippi, populariz¨® las im¨¢genes de mujeres mirando por la ventana, convertidas en recatados objetos sexuales, ideales inalcanzables de mujeres aletargadas que tambi¨¦n retomar¨ªa Veronese d¨¦cadas m¨¢s tarde en Venecia. En La vita nuova, Dante Alighieri se repuso de la muerte de Beatrice observando a una doncella an¨®nima sentada en su balc¨®n. Esa proyecci¨®n de deseo sin atributos, casi abstracta, fue el ¨²nico remedio que encontr¨® para reemplazar a su amada, igual que hizo el prerrafaelita Rossetti, siglos m¨¢s tarde, cuando sustituy¨® a Elizabeth Siddal, reci¨¦n fallecida, por otra dama pegada al cristal a la que retrat¨® en uno de sus ¨®leos.
En los pa¨ªses protestantes, asomarse a la ventana generaba menos recelo. El propio Lutero recomendaba rezar con los ojos mirando al cielo, y no ante iconos religiosos. La pr¨¢ctica se toleraba en un marco estrictamente espiritual, pero esa permisividad acab¨® abriendo camino a otros usos, hasta desembocar en los escaparates de la prostituci¨®n de algunos barrios rojos. En Pa¨ªses Bajos se puso de moda vivir sin cortinas, emblema de una sociedad de la transparencia que no ten¨ªa nada que esconder, porque todo en ella era virtud. Rembrandt sigue siendo considerado el gran art¨ªfice de este subg¨¦nero, con su retrato de Agatha Bas (1641) o su Muchacha en la ventana (1645). M¨¢s tarde, otros maestros holandeses escogieron a mujeres en la ventana como protagonistas de vi?etas intimistas y dom¨¦sticas donde cocinaban, bordaban o tocaban instrumentos mientras una luz tenue y existencial iluminaba la estancia. La m¨¢s conocida es la Mujer leyendo una carta (1663-1664), de Vermeer, reinterpretada por el fot¨®grafo Tom Hunter en una imagen en que la misiva de amor del original se ha convertido en un aviso de desahucio en el Londres de la primera gentrificaci¨®n, all¨¢ por 1997.
Con el siglo XX, la mujer y la ventana cobran otros significados. Vanessa Bell retrat¨® a una dama que descansa en la campi?a, a salvo de la contienda de la Primera Guerra Mundial, aunque las vistas al exterior le recuerden que su quietud podr¨ªa ser ef¨ªmera, como indica su rostro quebrantado. Picasso pint¨® a Fran?oise Gilot en La femme ¨¤ la fen¨ºtre (1952), retrato en el que apoya sus manos contra el cristal, como si buscara una escapatoria, en un dram¨¢tico claroscuro que anticipa el final de su turbulenta historia de amor. Desde los cuarenta, con el alejamiento de las mujeres del espacio dom¨¦stico, el subg¨¦nero entra en declive. O, mejor dicho, pervive en una versi¨®n adulterada. Cindy Sherman o Marina Abramovic lo subvierten convirtiendo a las castas doncellas del pasado en mujeres sexualmente activas. Por su parte, Wolfgang Tillmans escogi¨® como modelo de uno de sus primeros retratos londinenses a Smokin Jo, reconocida DJ afrobrit¨¢nica, a?adiendo nuevas capas de significado al resultado.
Durante la pandemia, la ventana recobr¨®, contra todo pron¨®stico, su rol original: proporcionaba un acceso visual al mundo y, a la vez, nos proteg¨ªa de sus peligros
La muestra concluye con la pandemia, cuando la ventana recobr¨®, contra todo pron¨®stico, el rol que ten¨ªa en otro tiempo: proporcionaba un acceso visual al mundo y, a la vez, nos proteg¨ªa de sus peligros. Por desgracia, la muestra lo ejemplifica con fotograf¨ªas sentimentales y algo anecd¨®ticas, que no reflejan la brutalidad del encierro de 2020. Puede que no hubiera otras mejores, pero seguro que las habr¨¢. Visto lo visto, los artistas seguir¨¢n asom¨¢ndose a la ventana.
¡®Reframed. The Woman in the Window¡¯. Dulwich Picture Gallery. Londres. Hasta el 4 de septiembre.
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