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El ¡®Popol Vuh¡¯ y la ecolog¨ªa profunda

En su hip¨®tesis Gaia, James Lovelock retrata a la Tierra como un organismo vivo, una imagen que est¨¢ en llamativa armon¨ªa con los postulados de la visi¨®n m¨ªtica de esta obra maya, de la que ¡®Babelia¡¯ adelanta el pr¨®logo a la edici¨®n de Errata Naturae

Representaci¨®n del Popol Vuh en el Centro Cultural Maya-Quich¨¦ Popol Ja de Santa Cruz del Quich¨¦, Guatemala.
Representaci¨®n del Popol Vuh en el Centro Cultural Maya-Quich¨¦ Popol Ja de Santa Cruz del Quich¨¦, Guatemala.Alamy Stock Photo

Es un hecho innegable que desde los or¨ªgenes mismos del fen¨®meno civilizatorio ha existido, en diferente grado, depredaci¨®n y deforestaci¨®n de los bosques y del entorno ecol¨®gico en general. La criatura humana se ha desarrollado y engrandecido a costa del seno materno de la Tierra, en una batalla contra la Naturaleza y en un progresivo alejamiento de ella. Este recorrido en apariencia unidireccional y sin retorno supone una aceleraci¨®n geom¨¦trica de consecuencias dram¨¢ticamente previsibles.

El mundo de la cultura en general y de la literatura en particular no es, ni puede ni debe mostrarse, insensible ante esta cuesti¨®n capital. De hecho, la noci¨®n del bosque como lugar de arraigo existe todav¨ªa y pertenece a la literatura y a sus profundos ¨¢mbitos y dominios tanto al menos como al mundo biol¨®gico.

As¨ª, el Popol Vuh, cuya nueva edici¨®n en castellano presentamos aqu¨ª, es buen ejemplo de una cosmovisi¨®n de arraigo respetuosa: aquella a?eja y arcana visi¨®n, propia de la Am¨¦rica precolombina tanto como de la Europa premoderna, de un universo org¨¢nico y animado, as¨ª como de una Tierra que el hombre veneraba y respetaba. Frente a ¨¦sta surgi¨® el pensamiento radicalmente desacralizador de Francis Bacon y muchos otros como ¨¦l, hijos irreconocibles de la profanaci¨®n e industrializaci¨®n del mundo y de la desmitificaci¨®n e hiperracionalizaci¨®n de la conciencia humana. La Naturaleza dejaba de ser un ente sagrado y m¨¢gico. Puesta al servicio del capitalismo naciente, ser¨ªa sometida a interrogatorio en busca de sus secretos y dominada. Su funcionamiento, supuestamente mec¨¢nico e insensible, se extendi¨® hasta los animales, considerados una suerte de ¡°m¨¢quinas sofisticadas¡±.

Una ecolog¨ªa profunda

Antes de abordar los contenidos del Popol Vuh desde la perspectiva que aqu¨ª nos interesa, me gustar¨ªa exponer muy brevemente la noci¨®n de ¡°ecolog¨ªa profunda¡±. ?sta es una corriente que rebasa el posicionamiento antropoc¨¦ntrico del tradicional movimiento ecol¨®gico e involucra su dimensi¨®n global. Postula una visi¨®n del mundo de una mayor profundidad e interconexi¨®n. De la mano de autores como Arne N?ss, Fritjof Capra, Gregory Bateson o Joanna Macy, ha llegado a convertirse en un marco de contextualizaci¨®n global pr¨¢cticamente imprescindible en nuestro mundo: la teor¨ªa general de los sistemas, la visi¨®n de la realidad holon¨ªstica y la hip¨®tesis Gaia, entre otros principios, abren una puerta a posibilidades insospechadas en el campo de la investigaci¨®n interdisciplinar.

Mujer de la cultura maya-quich¨¦ utilizando un metate.
Mujer de la cultura maya-quich¨¦ utilizando un metate.errata naturae

Joanna Macy, psic¨®loga y pionera de la ecolog¨ªa profunda, afirma que todos los sistemas vivos, ya sean org¨¢nicos, como en el caso de una c¨¦lula, o superorg¨¢nicos, como en el caso de una sociedad o de un sistema ecol¨®gico, son holones, es decir, que son al mismo tiempo un todo y parte de otro todo superior[1]. El escritor Arthur Koestler acu?¨® este t¨¦rmino a partir del griego holos, ¡°todo¡±, y on, ¡°parte¡±. Seg¨²n esta idea, cada sistema forma parte de otro sistema, y todos los niveles se encuentran conectados entre s¨ª y act¨²an en conjunto en el marco de una gigantesca holonarqu¨ªa. Los subsistemas particulares funcionan en gran medida como unidades independientes, pero pese a ello siguen ligados al orden general[2]. Esto entronca con la nueva teor¨ªa de los sistemas, que ha sido formulada desde distintas posiciones, no todas ellas afortunadas, y que se halla vinculada asimismo a la ecolog¨ªa profunda. Una de las conclusiones m¨¢s reveladoras de esta disciplina apunta a que las fronteras entre ser humano y Naturaleza son de origen artificial, y que debe existir una unidad total relevante que asimila la informaci¨®n atravesando las fases de prueba y error.

Esta visi¨®n hol¨ªstica ¡ªla idea de que la totalidad no es una simple suma de las partes, sino la red de relaciones que hay entre ellas¡ª es esencial en la ecolog¨ªa profunda, y ha llevado a muchos investigadores a adoptar la imagen de gaia, popularizada por el cient¨ªfico ingl¨¦s James Lovelock, que retrata a la Tierra como un organismo vivo complej¨ªsimo en contraste con las ideas modernas del planeta como un objeto inerte, pura materia bruta[3]. Precisamente, y de una manera casi ins¨®lita, la imagen que dibuja la hip¨®tesis Gaia se halla en llamativa armon¨ªa con los m¨¢s a?ejos postulados de la visi¨®n m¨ªtica y literaria del Popol Vuh, as¨ª como de las mitolog¨ªas mesoamericanas en general y su diosa Tierra del faldell¨ªn de sierpes.

Estas ideas, formuladas desde la ecolog¨ªa profunda, contribuyen a un entendimiento cabal de la literatura y el arte, y sobre todo de sus formas m¨ªticas de creaci¨®n, como es el caso del Popol Vuh. Adem¨¢s, resultan especialmente sugerentes con respecto al tema que nos ocupa, porque permiten establecer algunas analog¨ªas y conexiones f¨¦rtiles e insospechadas entre elementos aparentemente tan dispares como la literatura m¨ªtica indigenista, y en particular el Popol Vuh, la obra m¨¢s destacada del pueblo maya-quich¨¦, y algunos de los ¨²ltimos descubrimientos en el campo de la ecolog¨ªa y de la biolog¨ªa.

En la actualidad, en Hispanoam¨¦rica, gran parte de estas necesidades profundamente ecol¨®gicas se articulan en torno a im¨¢genes o relatos tomados del mundo ind¨ªgena. ?ste sirve como muestra de una edad de oro ecol¨®gica y en no pocos casos de una posible y deseada sociedad futura. Algo que explica en parte el renovado inter¨¦s por textos como el Popol Vuh, y el descubrimiento reciente, en muchos pa¨ªses hispanoamericanos, de la poes¨ªa y la literatura ind¨ªgena en general. La recepci¨®n entusiasta de estas obras, m¨¢s all¨¢ del reconocimiento del valor de unas literaturas tradicionalmente marginadas, corresponde asimismo a cierto malestar social y ecol¨®gico de los diversos epicentros culturales. Por otra parte, la aspiraci¨®n anal¨®gica y m¨ªtica, as¨ª como la b¨²squeda de arraigo, son cuestiones fundamentales para el hablante ind¨ªgena.

El Popol Vuh en la din¨¢mica de la ecolog¨ªa profunda

Llegados a este punto, podemos preguntarnos si una lectura profunda del Popol Vuh permite la aplicaci¨®n de los principios ecocr¨ªticos y sus par¨¢metros a la obra literaria del pueblo maya-quich¨¦, y aunque resulta una tentaci¨®n evidente responder afirmativamente a esta cuesti¨®n, lo cierto es que la distancia cronol¨®gica y de perspectiva debe ser tenida en cuenta en este caso, y observada con sumo cuidado. Y no porque no haya sensibilidad ecol¨®gica en el Popol Vuh, que la hay y mucha, sino porque dicha sensibilidad resulta en algunos casos tan connatural al bagaje cultural de los antiguos que convertirla en una perspectiva cr¨ªtica especializada y aparte, por as¨ª decirlo, de la obra misma, resulta muy delicado.

Tambi¨¦n se hace preciso considerar otra premisa fundamental a la hora de abordar esta cuesti¨®n, y es la que tiene que ver con la autor¨ªa de la obra y su marco cronol¨®gico. El Popol Vuh ha sido imaginado, ideado y llevado a su realizaci¨®n pr¨¢ctica, tanto pict¨®rica como narrativa, y esto al menos en dos lenguas diferentes, la maya-quich¨¦ y la castellana[4], por distintos autores. Tampoco debe perderse de vista que todo esto ha tenido lugar en distintos espacios geogr¨¢ficos y en diferentes ¨¦pocas hist¨®ricas, entre las que puede haber, sin exageraci¨®n, varias generaciones de distancia. Pongamos un ejemplo: los antiguos habitantes de la m¨ªtico-hist¨®rica ciudad de Tul¨¢n, donde muy posiblemente se cre¨® esta ins¨®lita narraci¨®n, son muy diferentes de los del tard¨ªo emporio quich¨¦, centralizado en Gumarcaah, que fue siempre altamente militarista, colonialista, depredador con respecto a sus pueblos vecinos y, con toda probabilidad, tambi¨¦n en lo relativo a la explotaci¨®n de los recursos de la tierra y del entorno ecol¨®gico (aunque jam¨¢s alcanzase las dimensiones del continente europeo, que hab¨ªa comenzado a ejercer ya un impacto negativo muy evidente sobre el medio ambiente). En ¨¦pocas tard¨ªas, en algunas regiones de Yucat¨¢n se puede hablar ya de superpoblaci¨®n y de tierras bald¨ªas, agostadas por la sobreexplotaci¨®n de sus recursos, por no abundar en el significativo hecho de que la pr¨¢ctica de los sacrificios humanos no supone precisamente un acto ecol¨®gico.

As¨ª que a la hora de analizar este aspecto en la obra que aqu¨ª presentamos, se hace preciso distinguir entre la narrativa m¨ªtica, a?eja, de los tiempos ecol¨®gicos de Tul¨¢n, cuyos eventos narrativos est¨¢n protagonizados en su mayor¨ªa por los gemelos m¨ªticos Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦, y la tradici¨®n casi escrupulosamente hist¨®rica del pueblo maya-quich¨¦, que se inicia con el supuesto origen del g¨¦nero humano, con Balam Quitz¨¦, Balam Acab, Mahucutah e Iqu¨ª Balam, y llega hasta los tiempos de la conquista y colonizaci¨®n, expresamente citados en la obra desde su contemporaneidad[5].

A todas estas diferentes ¨¦pocas de generaci¨®n ¡ªy de recepci¨®n¡ª de la obra, corresponden, por l¨®gica, diferentes sensibilidades ecol¨®gicas.

La historia m¨ªtica de nuestro planeta

Tracemos en primer lugar un somero recorrido por la historia de la Tierra seg¨²n el Popol Vuh, deteni¨¦ndonos a contemplar y disfrutar su inusual belleza ecol¨®gica.

Seg¨²n el Popol Vuh, la Tierra, nuestra casa y planeta, ha sido creada por los dioses, designados como ¡°Creadores¡± y ¡°Formadores¡±, y dividida en los cuatro sectores del Espacio:

All¨ª se contaba c¨®mo se acabaron de formar el Cielo y la Tierra, su ser dividido en cuatro mediante los equinoccios y los solsticios; su ser repartido entre el blanco, el amarillo, el rojo y el azul, es decir, el norte, el sur, el este y el oeste; su ser se?alando y poniendo cada estrella y cada planeta en su lugar, estableciendo as¨ª sus ¨®rbitas; su ser amojonado con estacas, medido con cuerdas y cordeles, creando cada distancia; su ser como un bramante que religara el Cielo y la Tierra, estableciendo la altura y la profundidad, con cuatro esquinas o estaciones, y cuatro posibles direcciones.

Tambi¨¦n se contaba c¨®mo el Creador y Formador fue quien engendr¨® el aire que respiramos, el aliento que nos anima y nos otorga la existencia: nos conserva, nos cuida, nos protege y nos da la paz y la claridad.

En fin, c¨®mo ?l es el que con su pensamiento y con su palabra, que es acci¨®n, concibi¨® y sostiene desde entonces toda la belleza que existe en el Cielo, en la Tierra, en las lagunas y en los mares.

El relato de la creaci¨®n es depositario de la ins¨®lita y agreste belleza natural de estas viejas mitolog¨ªas, tan propia del tema que nos ocupa:

Podemos decir que en ese instante inicial no hab¨ªa hombres, ni animales, ni aves, ni peces, ni cangrejos, ni ¨¢rboles, ni piedras, ni hondonadas, ni barrancos, ni siquiera una brizna de hierba: s¨®lo exist¨ªa el vac¨ªo infinito del Cielo.

La llamada ¡°enumeraci¨®n negativa¡± del estadio de caos prec¨®smico abunda en descripciones naturalistas y biol¨®gicas, se?al de su importancia y, m¨¢s a¨²n, de la intuici¨®n m¨ªtica de que el Universo pronto a gestarse habr¨ªa de contemplar ya, entre sus planes trazados por una sabidur¨ªa divina, la creaci¨®n de las especies animales, vegetales y minerales de nuestro entorno natural. Y prosigue:

Todav¨ªa no hab¨ªa nada que estuviera junto, nada emit¨ªa sonido alguno, todo se hallaba inm¨®vil, nada ocasionaba ning¨²n mal. Nada estaba en pie, nada exist¨ªa.

S¨®lo se presagiaba el germen del agua en la mar sosegada, entre las olas serenas. S¨®lo se sent¨ªa el silencio, el reposo, en la oscuridad, entre las tinieblas.

S¨®lo estaba el Creador y Formador junto a los g¨¦rmenes de las cosas colocados por ¨¦l con toda pureza, entre las aguas.

Estos g¨¦rmenes estaban cubiertos, como el quetzal, por plumas verdes, y por eso se les llama Gucumatz. Eran grandes sabios, de inconmensurable lucidez. Por eso tambi¨¦n al germen de lo que existe en el Cielo se le llama U Cux Cah, es decir, Coraz¨®n del Cielo.

Y fue entonces cuando la palabra del Creador y Formador lleg¨® hasta Tepeu (la Grandeza Oculta) y hasta Gucumatz. Lleg¨® entre tinieblas, pero su voz se dej¨® escuchar dentro de ellos.

Cuando escucharon dentro de s¨ª aquella voz, y meditaron sobre ella, decidieron reunirse en consejo.

Se hablaron con el pensamiento y as¨ª empezaron a generarse las cosas.

Entonces comenzaron a formarse las criaturas. Y cuando consultaron entre s¨ª sobre la hechura de los vegetales, se crearon los ¨¢rboles, las plantas y los bejucos.

As¨ª, entre consultas, naci¨® la vida y se inici¨® la creaci¨®n de todas las cosas. Y cada una de ellas surgi¨® en medio de la oscuridad, entre tinieblas, como manifestaci¨®n de Coraz¨®n del Cielo, que tambi¨¦n se llama Hurac¨¢n o Torbellino de un solo pie.

Este fragmento supone todo un ejercicio de estilo y una declaraci¨®n de principios de orden ecol¨®gico. Otro de los aspectos que deber¨ªamos considerar es que la propia designaci¨®n de los personajes y lugares en el Popol Vuh supone ya un ejercicio nominal de comuni¨®n con la Naturaleza. Efectivamente, la gran mayor¨ªa de los nombres de los personajes de la obra y de las ciudades y entornos que ocupan, las Casas de castigo y la prueba de Xibalb¨¢ (una especie de ¡°Infierno¡± literario de estos pueblos mayas presente en el Popol Vuh) y hasta los actores fundamentales de este averno representan diferentes aspectos de la Naturaleza, ora espl¨¦ndidos, ora oscuros y tenebrosos.

El demonio Zipacn¨¢ de la cultura maya-quich¨¦.
El demonio Zipacn¨¢ de la cultura maya-quich¨¦.errata naturae

Unamuno escribi¨® una poes¨ªa a partir casi exclusivamente de una enumeraci¨®n de top¨®nimos espa?oles ordenados seg¨²n su cadencia: ¡°?vila, M¨¢laga, C¨¢ceres, / J¨¢tiva, M¨¦rida, C¨®rdoba, / Ciudad Rodrigo, Sep¨²lveda, / ?beda, Ar¨¦valo, Fr¨®mista / (¡­)/ Sois nombres de cuerpo entero, / libres, propios, los de n¨®mina, / el tu¨¦tano intraductible / de nuestra lengua espa?ola¡±[6]. De manera similar, y empleando nombres de protagonistas del Popol Vuh y de lugares o eventos destacados de la obra, m¨ªnimamente hilados desde un casi imperceptible recorrido argumental, me tomo la libertad de enumerar esta declaraci¨®n de ecologismo nominal, ins¨®lito, en forma de improvisado poema:

Quetzal-Culebra, Culebra Emplumada que anda en el agua,

Gigante Rel¨¢mpago, Esplendor del Rel¨¢mpago,

Rayo Verde, Peque?o Rayo,

Coraz¨®n del Cielo, Coraz¨®n de la Tierra,

Maestro Mago del Alba, Gran Tapir del Alba,

Gigante de la Tierra, Gigante-B¨²ho, Sabio Pez-Tierra,

Fuego Envuelto, Majestad Envuelta,

Lugar de la Abundancia, Lugar donde los Hombres se vuelven Dioses,

Blanca Mansi¨®n del Mar, Mansi¨®n de los Peces,

Mansi¨®n de los Guacamayos, Mansi¨®n de los Colibr¨ªes,

Mansi¨®n de la Obsidiana, Mansi¨®n de las Tinieblas,

Monte de Fuego, Vientos Congregados,

Centro de la Llanura, Centro de la Mansi¨®n,

Jaguar de la Noche, Jaguar de la dulce Risa,

Tigre Lunar, Tigre-B¨²ho, B¨²ho-Guacamayo,

Uno-Mono, Uno-Simio,

Agua escogida, Agua de gorriones,

La de la Sangre, La de la Savia, La de la Lluvia,

Bajo los diez Venados, La poblada de Bosques,

Ca?as-Vivas, Barranca-Cantante,

Los de la Jade¨ªta verde, Los de la verde Copa,

Los de las Gemas, Gemas-Pedrer¨ªas,

Tierra Blanca, Camino Negro,

Lugar del Desvanecimiento, Murci¨¦lago de la Muerte.

Resulta evidente que, la sola enumeraci¨®n traducida de los nombres de los protagonistas de la obra permite esbozar un recorrido m¨¢gico-naturalista por la significativa y sugerente selva del mundo m¨ªtico maya-quich¨¦. Apenas hay un nombre que no suponga una mirada admirativa hacia los umbrosos bosques.

El hombre y la Tierra en el Popol Vuh

Otra caracter¨ªstica del Popol Vuh es el ¡°fabulismo¡± presente a lo largo de toda la obra, ya que los animales se comunican con el ser humano y dialogan con ¨¦l. Y no son s¨®lo los animales, de hecho, pues tambi¨¦n el Camino Negro les dice a Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦ que ¨¦l es el que lleva a Xibalb¨¢. Esta suerte de fabulismo, de cuya anormalidad parece a veces consciente el narrador, otras veces no, supone un di¨¢logo, un acercamiento a la Naturaleza, aunque en ocasiones sea desde el desencuentro y el enfrentamiento abierto. De hecho, podr¨ªa deducirse a partir de la obra que dicho di¨¢logo existe desde siempre, aunque no se articule en palabras, y as¨ª cada uno de nuestros actos genera una responsabilidad con respecto a nuestro entorno, como se ver¨¢, por ejemplo, en relaci¨®n con la cat¨¢strofe ecol¨®gica del Popol Vuh.

Por otra parte, la materia misma de la que los dioses crearon al ser humano le vincula a la Naturaleza con inconfundible acento: una criatura de barro, de madera, de espada?a o de ma¨ªz no puede, ni debe, desvincularse o renegar de la sustancia de la que los dioses tejieron su destino, criaturas m¨ªticas que a su vez dependen del ma¨ªz y se alimentan de ¨¦ste, dioses y humanos. Adem¨¢s, los dioses no s¨®lo se ¡°alimentan¡± de ma¨ªz, sino tambi¨¦n de las atenciones y plegarias de los humanos y de su correcto comportamiento ¨¦tico con respecto al resto de las criaturas, es decir, a su entorno ecol¨®gico.

Cuando se incumple este aserto, cuando el ser humano viola las leyes de la Tierra, y por tanto las del Cielo, cuando su comportamiento resulta abusivo, predador y negativo para su entorno, cabe la posibilidad extrema del cataclismo corrector, el inevitable castigo largo tiempo rumiado y advertido (imposible no pensar, hoy en d¨ªa, en el cambio clim¨¢tico y sus consecuencias). El Popol Vuh escenifica en una melodram¨¢tica puesta en escena el enfrentamiento de la diosa Tierra con su d¨ªscola criatura humana:

Y as¨ª fueron anegados y encontraron la muerte: vino primero una gran lluvia de resina, una sustancia pegajosa como esa otra que envuelve a los peces, y cay¨® con fuerza sobre ellos, dej¨¢ndolos inm¨®viles. Luego vino el buitre Xecotcovach a sacarles los ojos. Y despu¨¦s otro ser, llamado Camalotz, que les cort¨® las cabezas. M¨¢s tarde se abalanz¨® sobre ellos el tigre Cotz, que los desfigur¨® arranc¨¢ndoles pedazos enteros de carne. Finalmente apareci¨® Tucum Balam, que era otra clase de tigre, cuyos zarpazos quebraron sus huesos y sus nervios como si fueran sacos de harina.

Todo esto ocurri¨® como castigo y escarmiento porque no hab¨ªan dado gracias al Creador y Formador que les hab¨ªa otorgado la vida, porque no hab¨ªan dado gracias a Coraz¨®n del Cielo ni a su emanaci¨®n, Hurac¨¢n. Por ello se oscureci¨® la superficie de la Tierra y por ello llovi¨® sin cesar durante el d¨ªa y la noche.

Cuando parec¨ªa que todo hab¨ªa acabado, llegaron tambi¨¦n ante los hombres todo tipo de animales peque?os y grandes, as¨ª como ¨¢rboles y piedras, que les golpearon en el rostro. Y todos hablaron, hasta las piedras de moler, los platos, las tinajas, las ollas, los perros¡­ y todo cuanto exist¨ªa les afrent¨®.

Incluso las gallinas recordaron: "Nos trataban muy mal, nos mord¨ªan y despiezaban, as¨ª que nosotras ahora los vamos a picar"[7].

Y las piedras de moler dijeron: ¡°Nos atormentasteis, todos los d¨ªas, de la ma?ana a la tarde, nos hac¨ªais sufrir haciendo sonar y chiflar nuestros cuerpos. Nos pas¨¢bamos la jornada con el hol¨ª, hol¨ª, huqu¨ª, huqu¨ª. Ahora probar¨¦is nuestras fuerzas. Ahora moleremos vuestras carnes y haremos harina de vuestros cuerpos¡±.

Y los perros a?adieron: ¡°No nos dabais comida, y aun cuando s¨®lo nos acerc¨¢bamos a veros comer, nos ahuyentabais y nos expulsabais lejos. Siempre ten¨ªais a mano un palo para pegarnos cuando lleg¨¢bamos. As¨ª nos tratabais, s¨®lo porque no habl¨¢bamos. Si nos hubierais tratado bien, quiz¨¢ ahora no hallar¨ªais la muerte. ?Por qu¨¦ no os preocupasteis por nosotros? Ahora probar¨¦is nuestros dientes, que bien afilados los tenemos. Ahora os comeremos¡±.

(¡­)

As¨ª fueron afrentados, destruidos, aniquilados todos los hombres de palo de tzit¨¦ y todas las mujeres de espada?a. Dicen que[8] de estas gentes s¨®lo qued¨® como recuerdo su descendencia: los monos que a¨²n hoy andan vagando por las selvas. ?stos son la evocaci¨®n de aqu¨¦llos, y por eso el mono se parece al hombre, porque es la huella de otro g¨¦nero de hombres que se tallaron hace mucho a partir del palo de tzit¨¦.

Por supuesto el texto invita a m¨¢s de una reflexi¨®n de diversa ¨ªndole. Nos detendremos en aquellas que tienen que ver con el contexto ecol¨®gico y ambiental del cataclismo parapsicol¨®gico. ?Qu¨¦ fuerza, por irracional o m¨¢gica que sea, puede acordar todas las diversas actuaciones y partes de la agresi¨®n contra el ser humano? ?Qu¨¦ general puede dirigir, as¨ª sea desde la f¨¢bula, el ataque coordinado de perros, aves, enseres dom¨¦sticos, piedras, casas, ¨¢rboles y cuevas contra el ser humano? ?nicamente una entidad que les comprende a todos como criaturas suyas: el planeta. Es decir, la diosa en cuyo cuerpo vivimos, seg¨²n la sensibilidad mitol¨®gica. Y esto nos lleva a m¨¢s de una interesante analog¨ªa con algunas hip¨®tesis recientes de la ciencia y de la biolog¨ªa.

Por otra parte, la agresi¨®n de los ej¨¦rcitos de objetos y animales expresa casi siempre una denuncia vinculada al sentimiento y actuaci¨®n ecol¨®gica del ser humano, as¨ª como al olvido de sus deberes sagrados hacia los dioses. De hecho, lo que para nosotros supone dos motivos de acusaci¨®n recriminatoria parecen estar insoslayablemente fundidos en uno solo para el maya-quich¨¦, tan relacionados que siempre parecen actuar de com¨²n acuerdo.

Por ¨²ltimo, deteng¨¢monos a pensar: ?qu¨¦ objetivo puede albergar la mente del tejedor de este mito tan singular? Se trata de construir cuidadosamente un sue?o atroz que sin duda debi¨® poblar las im¨¢genes on¨ªricas de los receptores del mito oral, pict¨®rico y escrito. En sus noches de pesadilla, las criaturas de su cotidianeidad les atacar¨ªan entre amargos reproches por no respetar el delicado marco, la red sutil que envuelve e interrelaciona a todas las criaturas y objetos del universo, latido de la Vida-una. La lecci¨®n es estremecedora: ¡°Trata con cari?o y cuidado todas las cosas y criaturas o llegar¨¢ un d¨ªa en que su abrazo ser¨¢ terrible¡±.

Por otra parte, la conceptualizaci¨®n de la Tierra como un ser vivo, dotado de alguna forma de conciencia incomprensible para nosotros e interconectado con las criaturas animales que conviven en su superficie, entronca de forma m¨¢s que directa con la llamada por algunos de los m¨¢s eminentes bi¨®logos e investigadores ¡°hip¨®tesis Gaia¡±. Esta hip¨®tesis se present¨® al mundo cient¨ªfico en 1969 en New Jersey con motivo de unas jornadas sobre ¡°el origen de la vida¡± y debe su nombre al escritor William Golding, que se inspir¨® en la antigua diosa griega de la Tierra, Gea. El cient¨ªfico brit¨¢nico James Lovelock, padre de la hip¨®tesis, acept¨® el nombre porque denominaba de un modo po¨¦tico lo que en medios cient¨ªficos se describ¨ªa como ¡°sistema de homeostasis y biocibern¨¦tica universal[9].

Lovelock y la microbi¨®loga estadounidense Lynn Margulis postularon que a lo largo de la historia de la Tierra, su climatolog¨ªa y su qu¨ªmica parecen haber sido en todo momento sorprendentemente ¨®ptimas para el desarrollo de la vida, ya que una m¨ªnima variaci¨®n hubiese alterado todo el sistema con dram¨¢ticas repercusiones para los seres vivos. La presencia de gases como el metano, el ¨®xido nitroso y el nitr¨®geno representa una amenaza tan dram¨¢tica para los seres vivos que hace pensar que la atm¨®sfera no es un nuevo producto biol¨®gico, sino m¨¢s bien una construcci¨®n biol¨®gica. Y que esto se deba a la casualidad es tan improbable como salir ileso de un atasco conduciendo con los ojos vendados.

Gaia es definida como una entidad compleja que comprende el suelo, los oc¨¦anos, la atm¨®sfera y el conjunto de los seres vivos. Todo ello constituye un sistema cibern¨¦tico autoajustado por retroalimentaci¨®n que se encarga de mantener en el planeta un entorno f¨ªsica y qu¨ªmicamente ¨®ptimo para la vida. La hip¨®tesis Gaia es tambi¨¦n, de alg¨²n modo, la primera expresi¨®n cient¨ªfica moderna de esta profunda y antigua creencia seg¨²n la cual la Tierra est¨¢ viva.

Estamos alterando hilo a hilo la red de los ecosistemas. ?Cu¨¢l ser¨¢ la respuesta de Gaia? El tejedor de mitos que idease el Popol Vuh lo imagin¨® como una pesadilla atroz en la que los objetos todos alzaban su voz contra el gran contaminante, la criatura humana, y la mutilaban espantosamente. Sin duda porque concibi¨® el da?o percutido sobre el ecosistema y la m¨¢s que posible respuesta de ¨¦ste desde sus par¨¢metros autodefensivos.

Una variante significativa de esta forma de comuni¨®n misteriosa entre la Tierra y sus criaturas a partir de la obra literaria del pueblo maya-quich¨¦ es el llamado nahualismo, que supone, para cada ser humano, la presencia de una suerte de alter ego o "alma gemela" en la Naturaleza. El nahual de cada ser humano se identifica con una especie animal o vegetal. Los m¨¢s comunes son el jaguar, la serpiente, el quetzal, el ¨¢guila y el ma¨ªz, como se hace presente en la obra. En efecto, las "ca?as vivientes" sembradas en el centro del hogar de la abuela, testigos de la existencia de sus nietos, se pudrieron cuando ellos murieron en Xibalb¨¢, y reto?aron y reverdecieron cuando resucitaron en las aguas del r¨ªo en forma de hombres-peces. Esta exquisita met¨¢fora vinculante, considerada en el ¨¢mbito de lo religioso como verdad fundamental, m¨¢gica y literal, sigue viva y presente en el pensamiento anal¨®gico de las colectividades ind¨ªgenas.

Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦ no ser¨¢n los ¨²nicos dotados de nahual en el Popol Vuh. Balam Quitz¨¦ se identificar¨¢ con el jaguar, Balam Acab con el ¨¢guila, y Mahucutah con los abejorros y avispas que figuraban pintados sobre las mantas que regalaban arteramente a las tribus, que cobraban vida y les atacaban a todos con notable perjuicio. Y es posible incluso que un rastreo minucioso, unido al estudio de los nombres de los protagonistas, nos permitiese concluir que cada uno de ellos se halla asociado a un nahual, testigo silencioso y latido m¨¢gicamente acompasado de su paso por el mundo. A su vez, es posible incluso que la propia criatura humana no sea sino un nahual inferior de entidades mucho m¨¢s grandes, como las estrellas y los planetas. ?No es justo esto lo que permite a Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦, o a Nanahualtzin y Tecuziztecatl transfigurarse en el Sol y en la Luna respectivamente en el Popol Vuh y en la Leyenda de los soles de las tradiciones nahuas?

Otro v¨ªnculo significativo es el que se establece en la obra entre los gigantes de los or¨ªgenes, Vucub Caquix y su descendencia, y los fen¨®menos geol¨®gicos, sobre todo terremotos y volcanes. Hacedor de gigantescos temblores, el hombre-dios-demonio de los tiempos previos a los h¨¦roes parece una fuerza desatada de la Naturaleza. Formidable, majestuoso, inconsciente, como un vendaval imponente, detentador del poder y la grandeza que la geolog¨ªa implacable de un pa¨ªs de volcanes activos y terremotos pudiera sugerir al tejedor de mitos:

Y este Zipacn¨¢ era muy fuerte. Su pasto, su comida, eran los grandes montes, y de ellos hac¨ªa brotar el humo. En una sola noche hizo surgir las grandes monta?as de Chigag, Hunahp¨², Pecul, Yaxcanul, Macamob y Huliznab. Mientras, su hermano Cabrac¨¢n meneaba y hac¨ªa temblar los montes grandes y peque?os. Y gracias a este poder y a estas grandes fuerzas que ostentaban, ambos hijos de Vucub Caquix se dejaron conquistar por la vanidad.

Vucub Caquix segu¨ªa repitiendo sin cesar: "?Han de saber que yo soy el Sol!"; a lo que Zipacn¨¢ a?ad¨ªa: "?Y yo soy el hacedor de la Tierra!"; y Cabrac¨¢n agregaba: "?Y yo soy el que muevo la Tierra y el que la derribar¨¢ si es necesario!".

Chak Chel, diosa maya de la creaci¨®n y la destrucci¨®n.
Chak Chel, diosa maya de la creaci¨®n y la destrucci¨®n.errata naturae

Y c¨®mo no sorprendernos, una vez m¨¢s, por el reconocimiento de un parentesco gen¨¦tico entre el ser humano y el simio, intuido, presentido, poetizado, hecho sustancia m¨ªtica, muchos siglos antes de Darwin y de su teor¨ªa sobre el origen de las especies. Presentir el latido de este secreto y llegar a ¨¦l por m¨¦todos no cient¨ªficos supone edificar sobre el sustrato de los sue?os y las met¨¢foras toda una nueva teor¨ªa del conocimiento. ?Qu¨¦ ins¨®lito narrador de f¨¢bulas de asalvajada belleza pudo so?ar y relatar que una remota criatura del pasado de la Tierra se diversificase en hombres y simios desde la procedencia de un tronco com¨²n? ?C¨®mo llega a paladearse esto? ?Qu¨¦ o qui¨¦n teje estos sue?os e intuiciones?

Y el Popol Vuh sigue hilando sobre ese latido de univocidad, sin explicarlo, sorprendiendo, fascinando, sobre el fondo que conecta a todas las criaturas entre s¨ª y con su ecosistema global. En la segunda narraci¨®n, en la parte dedicada a "Las obras de Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦", los animales invocan el alzamiento de la tierra, depredada por medios m¨¢gicos por los gemelos Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦, que no quieren trabajar y desean obtener f¨¢cilmente su fruto y su cosecha:

Llegaron al campo donde hab¨ªan de sembrar, clavaron en tierra el azad¨®n y ¨¦ste comenz¨® a labrar solo y de forma m¨¢gica. Despu¨¦s clavaron el hacha en un ¨¢rbol y ¨¦sta empez¨® a derribar todas las ramas de inmediato.

En poco tiempo talaron muchos ¨¢rboles y labraron grandes parcelas de tierra s¨®lo con un hacha y un azad¨®n.

(¡­)

Poco a poco, los animales del bosque, los grandes y los peque?os, se fueron juntando en un mismo lugar y cerca de la medianoche caminaron en tropel hacia las tierras de Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦. Y todos los animales ven¨ªan diciendo: Yac lin che, yac lin caam, que en su lengua quiere decir: "?Levantaos, ¨¢rboles! ?Levantaos, bejucos!". Sin cesar caminaban junto a los ¨¢rboles y los bejucos, movi¨¦ndose de un lado a otro y repitiendo: Yac lin che, yac lin caam.

(¡­)

Al segundo d¨ªa los gemelos se fueron otra vez al campo, pero se sorprendieron al encontrar de nuevo en pie todos los ¨¢rboles y la maleza bien tupida. Y se dijeron: "?Qui¨¦n ser¨¢ el que nos ha enga?ado?".

Inexplicados los motivos de los animales para obrar as¨ª, inexplicada la t¨¦cnica m¨¢gica de Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦ para hacer obrar como aut¨®matas a las herramientas del campo, asistimos a una funci¨®n que parte de un substrato cultural y de unos presupuestos m¨¢gicos que a veces desconocemos inevitablemente, pero cuya puesta en escena a¨²n conserva la capacidad de sobrecogernos y plantearnos preguntas.

Otro punto de reflexi¨®n lo constituye la ant¨ªtesis o cuando menos diferencia significativa que podemos observar en la obra entre la mirada masculina y femenina de los protagonistas con respecto a la Tierra. En efecto, mientras que Hunahp¨² e Ixbalanqu¨¦, a pesar de ser los h¨¦roes indiscutidos de la epopeya, se sit¨²an frente a la Naturaleza, la Tierra y sus habitantes animados como potencia dome?adora (con frecuencia persiguen a los animales para golpearlos o castigarlos, adem¨¢s del episodio ya referido del bosque y la labranza m¨¢gica abusiva), y s¨®lo en el amargo trance de Xibalb¨¢ parecen volverse hacia ellos y buscar su alianza, en cambio su madre Xquic dialoga con una sencillez conmovedora y plena de ternura con todas las criaturas animales y triunfa siempre en su encuentro con ellas, sean ¨¦stas los b¨²hos ejecutores de los Se?ores de Xibalb¨¢ encargados de asesinarla o los guardianes m¨¢gicos del campo y los animalitos en el episodio que citamos a continuaci¨®n:

El sendero que hab¨ªan hecho para llegar a aquel campo era ancho y por all¨ª se encamin¨® la muchacha. Al llegar al terreno no hall¨® ni tres, ni dos ni siquiera una mata y no encontr¨® m¨¢s que una ¨²nica mazorca de ma¨ªz. La joven se entristeci¨® y clam¨®: "?Ay, pobre de m¨ª! ?Y ad¨®nde puedo ir a buscar mazorcas para llenar la red que me pide mi suegra?".

Entonces decidi¨® invocar a Chahal, guardi¨¢n de los alimentos: "?Venid en mi ayuda, oh, Xtoh, Xcanil y Xcacavix[10], vosotras que coc¨¦is el ma¨ªz, y t¨², Chahal, custodio de nuestro sustento!". A continuaci¨®n Xquic cogi¨® las tiernas barbas de la mazorca y las arranc¨®. Luego fue colocando cuidadosamente uno a uno aquellos pelos en el interior de la red y al poco ¨¦sta se llen¨® de mazorcas[11]. Y como la joven estaba ya para dar a luz, vinieron los animales a ayudarla y cargaron la red, de modo que pudo regresar a casa de su suegra para entregar el encargo.

Al ver Xmucan¨¦ aquella gran red repleta de mazorcas, le pregunt¨®: "?De d¨®nde vino todo esto? Ir¨¦ a ver si agostaste nuestro campo y te lo trajiste para ac¨¢". Y cuando lleg¨® all¨ª lo vio rebosante de tierno ma¨ªz, y junto a una mata segu¨ªa bien patente la marca que hab¨ªa dejado el gran bulto que hab¨ªa cargado Xquic.

Tras volver a la casa, la vieja Xmucan¨¦ le dijo a Xquic: "?sta es prueba suficiente y as¨ª me basta para reconocer que eres realmente mi nuera. Atender¨¦ a tus obras y a las de los hijos que pronto van a nacer, pues s¨¦ que ser¨¢n tambi¨¦n sabios hechiceros".

La mirada de Xquic se muestra siempre plena de empat¨ªa y conexi¨®n m¨¢gica con la Naturaleza, los animales, las plantas y los esp¨ªritus tutelares de la cosecha. La abuela Xmucan¨¦ no duda en reconocerlo finalmente, pese a su dolor. Y es que, no en vano, el Coraz¨®n de la Tierra es diosa, y no dios.

La naturaleza m¨ªtica infernal

En su largo periplo aventurero, los episodios en la sombr¨ªa Xibalb¨¢ parecen exentos de la di¨¢fana canci¨®n de los bosques y las tierras de los cap¨ªtulos previos, pero una lectura m¨¢s atenta nos descubre que tampoco es as¨ª. El tenebroso Lugar del Desvanecimiento de los Muertos sigue siendo un topos, un lugar en la Naturaleza. De hecho, adem¨¢s de las presencias indiscutiblemente animales asociadas al Reino de la Noche (b¨²hos, lechuzas, hormigas, perros, luci¨¦rnagas, as¨ª como r¨ªos ¡ªde agua, de sangre, de pus, de podredumbre¡ª, barrancos y despe?aderos), es importante tomar conciencia de que las sucesivas victorias de los gemelos sobre las Casas de castigo de Xibalb¨¢ se llevan a cabo mediante el di¨¢logo o la alianza con las diferentes potencias de la Naturaleza: as¨ª, en la Casa de la Oscuridad, simulan una lumbre inexistente con las plumas de la cola de la guacamaya y fingen encender los cigarros poni¨¦ndoles luci¨¦rnagas en la punta; en la Casa de los Pu?ales, pactando con otras criaturas, les ofrecen la promesa de la carne de los animales en el futuro a cambio de sus vidas, y se valen de la alianza con las hormigas para recolectar en secreto los cuatro ramos de flores de los cuatro rumbos y colores fundamentales; en la Casa del Fr¨ªo, sencillamente encienden un fuego con maderos viejos; en la Casa de los Tigres, les ofrecen huesos que colman su hambre; y en la Casa de los Murci¨¦lagos, se introducen en el interior de sus cerbatanas y all¨ª duermen casi toda la noche, pese al incidente que a punto est¨¢ de llevarlos a la derrota.

Si analizamos con minuciosidad todos estos episodios, veremos que es por su capacidad de di¨¢logo, negociaci¨®n y alianza con las diferentes fuerzas, elementos y potencias de la Naturaleza como se van edificando lentamente sus sucesivos triunfos.

Dioses creadores de la cultura maya.
Dioses creadores de la cultura maya.errata naturae

Esto supone una verdadera toma de posici¨®n y un replanteamiento estrat¨¦gico con respecto al entorno biol¨®gico. Estamos donde estamos para interactuar, para pactar, para caminar juntos, no para depredar, no para arrasar, no para aniquilar. La verdadera victoria supone siempre el reconocimiento y la aceptaci¨®n de la verdad del otro, del valor del otro, del numen de aquello, por lejano u hostil que pueda figur¨¢rsenos. Y una humilde criatura del bosque, una diminuta hormiga, puede ser nuestro mayor aliado y brindarnos una preciosa lecci¨®n.

Hombres, soles, dioses y dinosaurios

La transfiguraci¨®n y apoteosis final de Hun Ahp¨² e Ixbalanqu¨¦, que ascienden de Xibalb¨¢ convertidos respectivamente en el Sol y en la Luna, del mismo modo que Tecuziztecatl y Nanahualtzin lo hicieran en la ciudad de Teotihuacan, no sin antes arrojarse al fuego, para dar nacimiento al quinto Sol (y a la quinta Luna), supone, a la par que su consagraci¨®n m¨ªtica y sagrada, su metamorfosis en una fuerza no s¨®lo divina, sino tambi¨¦n natural, que acompa?ar¨¢ y guiar¨¢ ya para siempre los pasos de los seres humanos en su devenir. El Sol y la Luna no son s¨®lo luminarias sacras y ecol¨®gicamente vitales, imprescindibles para el latido de la humanidad, sino los antiguos h¨¦roes, los exhombres que vencieron y se vencieron, y denotan la trayectoria vital y m¨¢gica que seguir por las generaciones venideras.

Otro de los interrogantes de orden geobiol¨®gico de esta obra es la m¨¢s que probable referencia a los ciclos geol¨®gicos del pasado remoto del planeta, en la que parecen advertirse incluso referencias a animales extinguidos en la era Terciaria o Cenozoica, as¨ª como otras sobre momentos en que la superficie del planeta resultaba apenas una esfera de barro en la que las grandes masas continentales y acu¨¢ticas se hallaban en un estado indiferenciado:

Enseguida la Tierra, que estaba mojada y cenagosa, se sec¨® a causa del calor del Sol. Y cuando ¨¦ste se manifest¨® parec¨ªa un hombre de rostro ardiente capaz de desecar todos los suelos. Pero de ¨¦l s¨®lo qued¨® su espejo, pues ciertamente no es ¨¦ste el Sol que ahora nos alumbra, seg¨²n se relata en las historias que hemos conservado[12].

Tan pronto como el Sol, la Luna y las estrellas aparecieron, Tohil, Avilix y Hacavitz se convirtieron en piedra junto con el resto de seres deificados: el puma, el jaguar, la v¨ªbora, el cantil y el quebrantahuesos. Por todas partes estos animales se quedaron r¨ªgidos y duros. Quiz¨¢ nosotros no vivir¨ªamos hoy, no estar¨ªamos en pie, a causa de la voracidad que habr¨ªamos sufrido de parte de estas bestias. Quiz¨¢ no existir¨ªamos si el Sol no los hubiera petrificado.

El texto parece remitir a un periodo geol¨®gico en el que las masas continentales y los oc¨¦anos no estaban consolidados, si bien cualquier precisi¨®n en ese sentido resulta sobradamente confusa. Pero la alusi¨®n a animales transformados en piedra (?petrificados, f¨®siles?) y extinguidos de la faz de la Tierra antes de la aparici¨®n del hombre resulta realmente sorprendente. De todos modos, la enumeraci¨®n de los animales es ambigua y confusa, porque el jaguar, el puma, la v¨ªbora y el cantil[13] coexisten a¨²n hoy en d¨ªa con nosotros. El texto deja bien claro que desaparecieron y se extinguieron en aquellos momentos, y, en todo caso, estas alusiones parecen remitir a una Entidad m¨ªtica. Adem¨¢s, ?c¨®mo designar desde el sustrato ind¨ªgena, pero para oyentes posiblemente contempor¨¢neos de la colonia, animales hoy inexistentes, si no es a trav¨¦s de sus m¨¢s familiares y cercanos "descendientes"? Insistimos en que el hecho de "volverse piedra" podr¨ªa tener una lectura menos m¨ªtica y mucho m¨¢s racional visto bajo la ¨®ptica de un paleont¨®logo. En cualquier caso supone un apasionante desaf¨ªo para la investigaci¨®n y confiamos en sembrar una m¨¢s que interesante sugerencia y v¨ªa de posible indagaci¨®n sobre las creencias de los ind¨ªgenas mayas en el campo de las edades arcaicas del planeta y las criaturas que lo ocuparon antes de la aparici¨®n del ser humano.

Finalmente, no podemos dejar de consignar la aparici¨®n de los sacrificios humanos tal como se describen en la obra, no por casualidad en su parte final y de la mano de un tard¨ªo dios Tohil y un m¨¢s que dudoso emisario de Xibalb¨¢. Ello supone una irrupci¨®n antiecol¨®gica y antinatural en el seno de un texto como el que nos ocupa. Tan antinatural como debi¨® serlo, en sus inicios, en el contexto de la cultura maya. Pero debemos ser conscientes de que hemos recibido un legado tard¨ªo pleno de injerencias y deformidades, a la par que de muestras extraordinarias de una cultura y de un mundo perdidos, sofocados en la selva del tiempo y a los que acaso sea imposible restaurar en su sentido primigenio. De todos modos, esta irrupci¨®n antinatural y antihumanitaria acompa?¨® la evoluci¨®n hist¨®rica tard¨ªa de estos pueblos, entregados a un militarismo siempre creciente y al feudalismo, colonialismo y belicismo de su etapa final.

* * *

?Qu¨¦ sucedi¨® despu¨¦s? ?Qu¨¦ panorama hemos heredado hoy? ?Cu¨¢l es la visi¨®n del hecho ecol¨®gico y cultural que impera entre los actuales representantes del mundo ind¨ªgena mesoamericano?

La desaparici¨®n forzada de gran parte del mundo ind¨ªgena y de sus valores signific¨® la abolici¨®n de la mayor¨ªa de las pr¨¢cticas culturales y rituales que sacralizaban la Tierra. La nueva visi¨®n desacralizadora, o portadora de una sacralidad inmaterial, exclusivamente metaf¨ªsica, metamaterial, abri¨® las puertas a la violaci¨®n generalizada de los ecosistemas. De la misma manera, el triunfo contempor¨¢neo del industrialismo y el mercantilismo propici¨® la explotaci¨®n sin l¨ªmites del planeta y el ancho despliegue de la codicia humana.

Para finalizar esta introducci¨®n, nada mejor que las palabras de una plegaria incluida en el Popol Vuh, realizada en v¨ªsperas de la llegada del Sol que ilumin¨® por primera vez la Tierra, y en absoluto exenta de querencia ecol¨®gica:

?Oh, Creadores y Formadores! ?Coraz¨®n del Cielo, Coraz¨®n de la Tierra! Dadnos nuestra descendencia para siempre, cuando amanezca. Ofrecednos muchos y buenos caminos, que sean anchos y planos, y una paz quieta, sosegada, esa tranquilidad que ansiamos, la buena vida, la amabilidad y la bondad. Esto es lo que os pedimos para cuando aclare.

[1] Joanna Macy, World as Lover, World as Self, Berkeley, Parallax Press, 1991, p. 52.

[2] Arthur Koestler, The Act of Creation, Londres, Hutchinson, 1976, p. 84.

[3] James Lovelock, Gaia, una nueva visi¨®n de la vida sobre la Tierra, Barcelona, Orbis, 1985, p. 35.

[4] Lo m¨¢s seguro es que fuesen m¨¢s, pues con toda probabilidad la lengua de Tul¨¢n ser¨ªa otra, ya sea una variante de la propia lengua maya o una protolengua a¨²n m¨¢s antigua, hoy extinguida, de la que derivaron tanto las lenguas mayenses como el n¨¢huatl.

[5] Contempor¨¢nea como m¨ªnimo de la fundaci¨®n de la ciudad de Santa Cruz, hoy Santa Cruz del Quich¨¦, expresamente citada en la obra.

[6] Miguel de Unamuno, Antolog¨ªa po¨¦tica, Madrid, Espasa-Calpe, 1992, p. 249.

[7] Esto suscita m¨¢s de un interrogante, puesto que seguimos aliment¨¢ndonos de animales. ?Puede entenderse aqu¨ª un cierto alegato a favor del vegetarianismo? Entrar¨ªa en contradicci¨®n con la disposici¨®n de los dioses de que los animales, ya que se han mostrado incapaces para el di¨¢logo, formen expresamente parte de la dieta alimenticia del hombre. Acaso el tab¨² se limite al perro. En efecto, nahuas y mayas se alimentaban con frecuencia del tepezcuintle, una especie de roedor que existe todav¨ªa, dom¨¦stico, mudo y sensiblemente inteligente.

[8] El "dicen que" del narrador merece nuestra atenci¨®n, porque interpone cierta distancia entre los hechos tal cual se aceptan, por m¨¢gicos o sobrenaturales que resulten, como sucede a lo largo de toda la obra, y as¨ª esta afirmaci¨®n parece dicha a medias y sin implicaci¨®n rotunda, lo que demuestra que la explicaci¨®n que sigue resultaba ins¨®lita y especialmente delicada incluso para el receptor contempor¨¢neo de la elaboraci¨®n del mito, aunque nosotros la percibamos como una profunda y l¨²cida intuici¨®n evolutiva.

[9] Pr¨®logo a James Lovelock, Gaia, una nueva visi¨®n de la vida sobre la tierra, Barcelona, Orbis, 1985, p. 63.

[10] Las diosas de las lluvias, de las mieses y del cacao, seg¨²n Brasseur. N¨®tese que todas las divinidades del ciclo agr¨ªcola son femeninas, salvo el dios del ma¨ªz, de naturaleza solar.

[11] Por supuesto el episodio m¨ªtico recuerda poderosamente a la multiplicaci¨®n b¨ªblica de los panes y los peces. ?ste y otros episodios no menos significativos han llevado a algunos investigadores a querer ver no s¨®lo adulteraciones del obispo Francisco Xim¨¦nez o de alg¨²n otro cl¨¦rigo, sino una falsificaci¨®n completa. Contra esta teor¨ªa hay que esgrimir el hecho de que si as¨ª fuese jam¨¢s hubiese logrado perdurar entre los ind¨ªgenas como la memoria colectiva y sagrada de sus tradiciones milenarias, pues ninguna falsificaci¨®n puede insertarse de este modo en el legado colectivo m¨ªtico de un pueblo tan numeroso. La literatura m¨ªtica tiene sus reglas, aunque sea oral, y no tardar¨ªa en rechazar por espuria cualquier invenci¨®n. Y cuesta creer que un obispo de la colonia haya sido capaz de generar por s¨ª solo una mitolog¨ªa como ¨¦sta y sobreponerla artificialmente a la obra real, atemporal y colectiva de un pueblo entero.

[12] De nuevo la toma de distancia por parte del ¨²ltimo narrador, evidencia de la antig¨¹edad de este fragmento con respecto a otros de la misma obra.

[13] El cantil es un ofidio, el Trigonocephalus specialis.

Portada del libro 'Popol Vuh. El libro sagrado de los mayas'. Introducci¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Naranjo, Traducci¨®n del quich¨¦ de Agust¨ªn Estrada Monroy, Pesquisa iconogr¨¢fica de Daniel Grecco Pacheco, Ilustraciones de Francisco Fra?a. EDITORIAL ERRATA NATURAE

¡®Popol Vuh. El libro sagrado de los mayas¡¯

Introducci¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Naranjo
Traducci¨®n de Agust¨ªn Estrada Monroy
Errata Naturae, 2022
176 p¨¢ginas. 23,90 euros.

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