¡®Maestro de distancias¡¯, de Jordi Doce: un mundo po¨¦tico hecho de meditaciones y rupturas

Jordi Doce (Gij¨®n, 1967) ha definido en m¨¢s de una ocasi¨®n el sustento de su opci¨®n po¨¦tica: la grieta, los bordes, el desv¨ªo, las heridas del lenguaje que son, en el fondo, heridas m¨¢s o menos visibles de la existencia. Seis a?os despu¨¦s de su anterior poemario, No est¨¢bamos all¨ª (2016), ha llegado ...

Jordi Doce (Gij¨®n, 1967) ha definido en m¨¢s de una ocasi¨®n el sustento de su opci¨®n po¨¦tica: la grieta, los bordes, el desv¨ªo, las heridas del lenguaje que son, en el fondo, heridas m¨¢s o menos visibles de la existencia. Seis a?os despu¨¦s de su anterior poemario, No est¨¢bamos all¨ª (2016), ha llegado Maestro de distancias, un conjunto de poemas en prosa (en los que se filtra cierta m¨²sica endecas¨ªlaba) que cuenta con un hilo conductor que, adem¨¢s, lo acerca a la condici¨®n de libro-poema: el tiempo, la contradictoria relaci¨®n del sujeto l¨ªrico con un concepto tan cargado de abstracci¨®n como de realidad ineludible puesto que, sin remedio, somos testigos y v¨ªctimas de su labor. El mundo que dibuja est¨¢ hecho de meditaciones y rupturas, de esperanza y decepci¨®n, de ventanas semiabiertas y pasillos en sombra.

Cada poema es una peque?a suma de aserciones cuyo sentido fulgura en el borde de la muerte, entre la enfermedad y el ¨¦xtasis ante la naturaleza, o entre la luz y la oscuridad. Destellos de incertidumbres y certezas endebles, enso?aciones y experiencias vividas, como si el poeta fuera el ni?o que asoma en uno de los textos ¡°como si nada, rebuscando entre cables y cascotes sombr¨ªos¡± en un solar abandonado. Son los pliegues que la realidad oculta y que solo el lenguaje nos permite vislumbrar, aunque casi siempre de modo inexacto, (¡°Tu lucidez se crece en la contradicci¨®n¡±, escribe).

Domina un tono pesimista, una mirada hacia la vida en la que no se ocultan las decepciones, cierta desesperanza, y un punto de fatalismo

En concordancia con ello, domina un tono pesimista, una mirada hacia la vida en la que no se ocultan las decepciones, cierta desesperanza, y un punto de fatalismo: ¡°Del tiempo que nos hace girar sobre nosotros mismos hasta dar con el trozo de tierra m¨¢s propicio para morir¡±. Ese celaje oscuro solo aclara ante la certeza que brinda la palabra, el poema, como lugar de acogida: ¡°He creado un espacio para que nos hablemos¡±. Jordi Doce afirma una trayectoria l¨ªrica extremadamente personal. Ha hibridado la reflexi¨®n metaf¨ªsica y el pulso realista, la referencialidad de lo visible y vivido con lo imaginario y simb¨®lico, la emoci¨®n y sus rostros y el pensamiento y sus aristas. Maestro de distancias ejemplifica con eficacia e inteligencia ese saludable mestizaje.

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