Francis Bacon, un pol¨ªtico que pensaba
El fil¨®sofo y canciller ingl¨¦s abri¨® la ¨¦poca moderna afirmando que cuando se mezclan religi¨®n y filosof¨ªa, el engendro resultante es una religi¨®n her¨¦tica o una filosof¨ªa imaginaria
En la base de la ciencia moderna hay un mito hebreo. El hombre est¨¢ hecho a imagen de Dios, no as¨ª la naturaleza, que es mera creaci¨®n. El mandato divino consiste en que el hombre disponga de ella. Esta consigna b¨ªblica marca el destino de la civilizaci¨®n occidental. El hombre se distingue de la naturaleza, de hecho, puede decirse que no es naturaleza. Quien hace efectivo ese mandato en la ¨¦poca moderna es un pol¨ªtico ingl¨¦s con ambiciones filos¨®ficas: Francis Bacon...
En la base de la ciencia moderna hay un mito hebreo. El hombre est¨¢ hecho a imagen de Dios, no as¨ª la naturaleza, que es mera creaci¨®n. El mandato divino consiste en que el hombre disponga de ella. Esta consigna b¨ªblica marca el destino de la civilizaci¨®n occidental. El hombre se distingue de la naturaleza, de hecho, puede decirse que no es naturaleza. Quien hace efectivo ese mandato en la ¨¦poca moderna es un pol¨ªtico ingl¨¦s con ambiciones filos¨®ficas: Francis Bacon.
Otra idea complementa la anterior. La separaci¨®n entre el estudio de la naturaleza y el estudio de lo divino. Como si fueran cosas separadas. Dar al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar. ¡°Dios no act¨²a en la naturaleza m¨¢s que mediante causas segundas¡±. Esto quiere decir que la naturaleza es un sistema cerrado del cu¨¢l no se puede inferir nada acerca de Dios. Bacon lo afirma con claridad: ¡°No pretendemos llegar mediante la contemplaci¨®n de la naturaleza a los misterios de Dios¡±. Esa actitud supondr¨ªa caer en la herej¨ªa. Ese hiato, esa partici¨®n, que refrendar¨¢n Descartes y Kant, es la esencia del pensamiento moderno. ¡°Cuando se mezclan religi¨®n y filosof¨ªa, el engendro es una religi¨®n her¨¦tica o una filosof¨ªa imaginaria¡±. Con ese movimiento se clausura definitivamente la antig¨¹edad pagana. Entonces Dios estaba en todas partes, en los animales, en la planta y el mineral, que eran emanaciones suyas. Ahora ya s¨®lo est¨¢ en el hombre. De este ¨²ltimo reducto ser¨¢ desalojado por Darwin. Nietzsche firmar¨¢ el certificado de defunci¨®n. As¨ª se deshace el pensamiento cient¨ªfico de Dios. Quedan los privilegios. El derecho, inalienable y teol¨®gico, a la explotaci¨®n del mundo natural.
Dentro de su plan general de ordenaci¨®n del conocimiento, Bacon distingue tres tipos de filosof¨ªa: la divina (teolog¨ªa), la natural (lo que m¨¢s tarde se llamar¨¢ f¨ªsica, qu¨ªmica y biolog¨ªa) y la humana (lo que hoy llamamos filosof¨ªa). Lo que puede saber la teolog¨ªa de Dios es a trav¨¦s de sus criaturas, de su moral (una idea que hereda Kant). El conocimiento de la naturaleza ¡°basta para refutar el ate¨ªsmo, pero no para informar la religi¨®n¡±. Los milagros (en los que Bacon parece creer) no los ha hecho Dios para convertir al ateo. Los milagros pretenden convertir a id¨®latras y supersticiosos, persuadirles de cu¨¢l es la verdadera fe. ?Y qu¨¦ tiene de particular esa fe? El episodio original de la expulsi¨®n del para¨ªso. Y la renovaci¨®n de la alianza de Dios con el pueblo elegido, que ahora pasa a ser toda la humanidad, pudiente y colonial. Quiz¨¢ por primera vez, la naturaleza, que los humanistas han ignorado, pasa a ser un campo de usos y manipulaciones, un ¨¢mbito ajeno al hombre que hay que someter, burlar e interrogar. En este sentido, Bacon muestra su afinidad con la vieja man¨ªa gn¨®stica que hereda la Edad Media, donde la naturaleza no era m¨¢s que una trampa, algo con vocaci¨®n de putrefacci¨®n, af¨ªn al demonio y a la carne.
Ahora ya s¨®lo est¨¢ en el hombre. De este ¨²ltimo reducto ser¨¢ desalojado por Darwin. Nietzsche firmar¨¢ el certificado de defunci¨®n. As¨ª se deshace el pensamiento cient¨ªfico de Dios
La religi¨®n verdadera se distingue de la de los paganos. Los paganos creen que el mundo es imagen de Dios (y el hombre una imagen condensada del mundo). Mientras que cristianos y hebreos creen que s¨®lo el hombre es imagen divina. El resto de la naturaleza no lo es. ¡°Creo Dios a los hombres a imagen suya. Los bendijo y les dijo: ¡°Henchid la tierra y someterla. Dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra¡± (G¨¦nesis 1. 27-28). Bacon insiste en que ¡°las Escrituras nunca atribuyen al mundo el honor de ser imagen de Dios¡±. Ese privilegio otorga una prerrogativa: la explotaci¨®n de la naturaleza para acrecentar el bienestar material de los pueblos. La legitimidad para someter la tierra es de origen divino. La reforma del conocimiento pretende recuperar el terreno perdido por la Ca¨ªda y restaurar el dominio sobre la naturaleza. Como ¡°se?or de la tierra¡± (dominus terrae) el hombre es ¡°ministro e int¨¦rprete de la naturaleza¡±, a la que entiende observando sus leyes. Pero mediante la inventio, el cient¨ªfico se convierte en creador. Bacon confiere el rango de h¨¦roes a los creadores de inventos nobles ¡°cuyo beneficio puede extenderse a todo el g¨¦nero humano¡± (aqu¨ª nace el falso mito de la democratizaci¨®n de la ciencia). Esos inventos imitan la creaci¨®n divina. ¡°Eso diferencia la vida en Europa de la vida en las regiones salvajes y b¨¢rbaras del Nuevo Mundo¡±. Hasta el punto que, al compararlas, se podr¨ªa decir que ¡°el hombre es un Dios para el hombre¡±. El proyecto es claro: restaurar el poder perdido con el pecado original. Si la humanidad se reconcilia con el creador mediante la fe y la religi¨®n, la p¨¦rdida de saber y poder se supera mediante la ciencia y las artes. La ciencia se convierte as¨ª ¡°en un fin grato y querido por Dios¡±. Bacon cambia la relaci¨®n de la religi¨®n con la ciencia (que para muchos te¨®logos constitu¨ªa una amenaza para la fe). Y se apoya en la Biblia para hacerlo: la religi¨®n exhorta a la ciencia a dominar la naturaleza. Mediante ese dominio la sociedad humana llegar¨¢ al descanso sab¨¢tico (milenio o utop¨ªa). El milenarismo cristiano, reformado, puritano y radical, se asocia con la reforma del saber y el advenimiento de una nueva ¨¦poca.
La naturaleza se presenta en tres estados. El libre o natural, donde los acontecimientos siguen su curso ordinario. El extraordinario, donde la naturaleza se sale de su curso habitual debido a ¡°perversidades e insubordinaciones de la materia, o por la violencia de los obst¨¢culos¡±. Y el modificado, cuando es constre?ida o moldeada por la ciencia. En este ¨²ltimo, la naturaleza es ¡°encadenada y vejada, el ministerio humano la saca de su curso habitual, la oprime y da forma¡± someti¨¦ndola al yugo de sus intenciones, ¡°pues tales cosas nunca se hubieran realizado sin el hombre¡±. Y a?ade: ¡°esperamos mucho m¨¢s de esta parte en lo que se refiere a ayudas y resultados, pues la naturaleza de las cosas se revela m¨¢s a trav¨¦s de las vejaciones de la ciencia que cuando act¨²a libremente¡±. La naturaleza tortuosa del laboratorio ser¨¢ la nueva pasi¨®n moderna. Los signos en rotaci¨®n. El antiguo sacrificio se traslada al tubo de ensayo. En ese yoga (yugo) llevamos tres siglos. Algunos pensaron que culminaba con la bomba at¨®mica y las armas biol¨®gicas, cuyo ant¨ªdoto s¨®lo conoce el fabricante (y a veces ni eso). Hoy, con la irrupci¨®n de la IA, vemos que aquello fue s¨®lo la obertura. La acci¨®n y el ministerio humano muestra otro rostro de las cosas (que pasan a reflejar nuestras intenciones y ambiciones), ¡°una faz de los cuerpos completamente nueva, otro universo, otro teatro del mundo¡±. Nuestras pasiones y mentalidades, lo denso y fluido, lo caliente y lo frio, lo pesado y lo ligero, se reflejan en la naturaleza y pasan a constituirla. Esa es la magia de la mente del mundo. Nace as¨ª el h¨ªbrido naturaleza-cultura.
Los paganos meridionales, claro est¨¢, hemos de protestar. El relato b¨ªblico es demasiado antropoc¨¦ntrico. Bacon crey¨®, como creen hoy algunos ingenieros, que el poder humano pod¨ªa emanciparse del curso general de la naturaleza. Como si el cuerpo y la mente no fueran naturaleza y fuera posible desembarazarse de ¨¦sta. No saben que reeditan la vieja man¨ªa de los gn¨®sticos, que aborrec¨ªan la naturaleza. La soberbia tecnol¨®gica puede asumir con facilidad estos desvar¨ªos. Saber es poder. Esa asociaci¨®n crea algunos espejismos. Utop¨ªas mal concebidas que derivan en distop¨ªas.
Bacon establece una serie de categor¨ªas para los ¨ªdolos de la mente (de tono muy budista) y clasifica las ciencias en funci¨®n de las facultades: la historia es memoria, la poes¨ªa imaginaci¨®n y la filosof¨ªa raz¨®n (una idea brillante pero falsa).
Aunque no faltan importantes excepciones, pueden decirse que las gentes del norte carecen de imaginaci¨®n. Todos los calvinismos y determinismos tienen origen septentrional. Imaginan un mundo ah¨ª fuera, que sigue su marcha al margen de nuestras intenciones. Toda la m¨ªstica de la imaginaci¨®n, desde la hebrea al sufismo, es de origen meridional. Recordemos que la c¨¢bala es un asunto peninsular, como tambi¨¦n lo es el sufismo. Desafortunadamente, el modelo septentrional se ha impuesto y hoy nos gobierna el algoritmo, engendro ciego e incoloro, que amenaza con someter a las energ¨ªas mel¨®dicas y coloristas de la imaginaci¨®n.
La soberbia colonial ha marcado el destino de nuestra civilizaci¨®n. Bacon tuvo algunas ideas brillantes, que tendr¨¢n una influencia decisiva en ese destino (a trav¨¦s de Kant y la Ilustraci¨®n francesa). Establece una serie de categor¨ªas para los ¨ªdolos de la mente (de tono muy budista), y clasifica las ciencias en funci¨®n de las facultades: la historia es memoria, la poes¨ªa imaginaci¨®n y la filosof¨ªa raz¨®n (una idea brillante pero falsa). Respecto a sus debilidades: no hace ninguna aportaci¨®n significativa a la investigaci¨®n cient¨ªfica, no es capaz de reconocer el genio de su m¨¦dico, William Harvey, desprecia la cosmolog¨ªa de Cop¨¦rnico y no reconoce la importancia que las matem¨¢ticas tendr¨¢n para la ciencia moderna. Bacon no s¨®lo no sab¨ªa matem¨¢ticas, sino que las consideraba peligrosas por su proximidad al ocultismo (c¨¢bala, astrolog¨ªa, milenarismo). Le parece que las matem¨¢ticas ¡°buscan a tientas un saber fant¨¢stico¡± y que ¡°es mejor seccionar la naturaleza que resolverla en abstracciones¡±. Peirce comentar¨ªa despu¨¦s que ning¨²n sistema mec¨¢nico (como las tablas baconianas de exclusi¨®n), puede producir un conocimiento cient¨ªfico importante. Popper que la especulaci¨®n imaginativa (para Bacon un vicio intelectual heredado del escolasticismo), era el nervio del progreso cient¨ªfico. La posibilidad de un teorizar cient¨ªfico susceptible de ser mecanizado, en la que no cuentan las dotes de quien hace las clasificaciones, resulta muy dudosa. La teor¨ªa cu¨¢ntica ser¨ªa un buen ejemplo.
Bacon no otorg¨® importancia a la concepci¨®n de hip¨®tesis o de teor¨ªas imaginativas. Pese a ello, aport¨® sesgos y orientaciones decisivos para la mentalidad moderna. Entre ellos destaca la idea de aprender de la naturaleza (obedecerla) que hoy desarrolla el llamado ¡°dise?o ecol¨®gico¡±. Pero tambi¨¦n la idea de que ciencia y poder son una misma cosa, ¡°dos objetivos gemelos, que vienen a ser lo mismo¡±. Frente a las divagaciones escol¨¢sticas, propone una inducci¨®n met¨®dica y cautelosa. Frente al individualismo elitista de los humanistas, una experimentaci¨®n mec¨¢nica y colectiva. Frente al secretismo de alquimistas y herm¨¦ticos, una investigaci¨®n abierta a la cr¨ªtica p¨²blica e institucional. Ese cambio de mentalidad impulsar¨¢ el desarrollo de la ciencia moderna. El nuevo ¨ªdolo empieza a erigirse: ¡°Muchos pasar¨¢n y crecer¨¢ la ciencia¡± (Daniel 12.4). Bacon es quiz¨¢ el primero que propone la estatalizaci¨®n de la ciencia. Un nuevo pacto entre Ciencia y Estado que sustituya al anterior de Religi¨®n y Estado. As¨ª se hace tras la cruenta lucha entre jesuitas e ilustrados. Pero m¨¢s tarde, en el capitalismo desarrollado, entrar¨¢ en liza un nuevo factor: los intereses de las grandes compa?¨ªas tecnol¨®gicas y farmac¨¦uticas. Los frutos de la ciencia activa son el ¨²nico criterio de verdad. La tecnolog¨ªa ha dejado de ser la sierva de la ciencia. El que propicia ese cambio de mentalidad es Bacon, cuya vida est¨¢ dominada por la voluntad de poder.
Vida del Canciller
Francis Bacon nace en enero de 1561 en la residencia londinense de su padre, cerca de Charing Cross. Desde muy joven desea estar presente en las cortes de los pr¨ªncipes y su vida ser¨¢ un esfuerzo continuo por medrar en la carrera pol¨ªtica, con los ratos libres dedicados a la filosof¨ªa. Es hijo de sir Nicholas Bacon, Lord Keeper. Un terrateniente excesivamente gordo que ostenta un alto cargo en la corte. Su madre es una calvinista bien educada, r¨ªgida y algo sectaria. Su t¨ªo es Lord Burghley, uno de los pol¨ªticos m¨¢s poderosos en la corte de Isabel I, la ¨²ltima monarca de la dinast¨ªa Tudor. A ¨¦l acudir¨¢ repetidamente demandando apoyo para ocupar diversos cargos. Con 15 a?os entra en el Trinity College de Cambridge, y sale al poco tiempo sin graduarse y horrorizado con la escol¨¢stica. La universidad ense?a muchas cosas. En esa breve estancia se origina su repugnancia hacia la l¨®gica aristot¨¦lica, que mantendr¨¢ de por vida. Tras una breve estancia en Francia, acompa?ando al embajador, regresa con motivo de la muerte de su padre. Estudia derecho (cuya ciencia no le agrada m¨¢s que la extracci¨®n de una muela) y se hace abogado. Con 24 a?os entra en la C¨¢mara de los Comunes. Es el primer cargo de los muchos de ocupar¨¢, en un interminable proceso de acosamiento para lograr favores. Mientras tanto, continua con su labor literaria y filos¨®fica. En 1597 aparecen sus Ensayos, en la estela de Montaigne, que ver¨¢n siete ediciones en vida del autor. Entabla amistad con el conde de Essex, el favorito de la reina. Un marino convertido en h¨¦roe nacional tras destruir la armada espa?ola y tomar la plaza de C¨¢diz. Essex caer¨¢ en desgracia m¨¢s tarde, acusado de conspiraci¨®n. Ser¨¢ condenado y ejecutado. A Bacon se le ha culpado de haberlo traicionado, pues asume el papel del fiscal en el proceso. No tardar¨¢ en justificarse: ¡°Cualquier hombre honrado, que tenga el coraz¨®n en su sitio, abandonar¨¢ a su rey antes que a Dios, a su amigo antes que al rey, a toda ventaja terrenal antes que a su amigo. Espero que el mundo no olvide esta jerarqu¨ªa¡±. Con la subida al trono de Jacobo I (el rey te¨®logo), se humilla de nuevo para lograr un cargo lucrativo en la administraci¨®n del Estado. El nuevo rey le confirma en su puesto de abogado extraordinario de la Corona. Cuatro meses despu¨¦s es nombrado sir. Su ambici¨®n es enfermiza y su fascinaci¨®n por el poder incontenible. Una voluntad de poder que trasladar¨¢ a su idea de la ciencia. Finalmente, llega a la cima. Cada paso ha sido precedido por una humillante sumisi¨®n. Mendiga ayuda y ofrece servicios. Obedecer para dominar. La misma m¨¢xima de su filosof¨ªa natural. En 1617 es nombrado Lord Keeper y un a?o despu¨¦s es elevado a la dignidad de Lord Canciller, la m¨¢s alta magistratura que le es dado alcanzar por nacimiento.
La filosof¨ªa, para su eficaz desempe?o, requiere de la tranquilidad de ¨¢nimo. S¨®crates, en el Gorgias, sit¨²a la felicidad en la paz de esp¨ªritu, mientras que el sofista la pone en el muncho desear y mucho disfrutar. Para el sofista la felicidad de S¨®crates es la de un tronco o una piedra. Para S¨®crates, la del sofista es la de un perro sarnoso, que todo se le vuelve sentir picor y rascarse. Bacon, que conoce ambos impulsos y funde su ambici¨®n pol¨ªtica con la filos¨®fica, comenta: ¡°No les falta fundamento a estas dos opiniones¡±.
Morir¨¢ por una ocurrencia y un resfriado. Se le ocurre utilizar la nieve para preservar los cuerpos de la corrupci¨®n
En 1620 publica su obra m¨¢s ambiciosa y querida, el Novum Organum, que pretende ser la alternativa al Organon aristot¨¦lico. No ambiciona fundar una nueva escuela filos¨®fica, sino una reforma del saber. Aunque sostiene que el conocimiento es una tarea colectiva, afirma ¡°ser pionero y no ir tras las huellas de nadie¡±. Un trabajo monumental ¡°que no he compartido con nadie y que he llevado a cabo a pesar de ser uno de los pol¨ªticos m¨¢s ocupados de mi tiempo y no tener una buena salud (lo que trae consigo mucha p¨¦rdida de tiempo)¡±. Poco despu¨¦s se le incluye entre los Pares y es nombrado Bar¨®n de Verulam y vizconde de Saint-Albans. Nunca lograr¨¢ quitarse el h¨¢bito de importunar a los poderosos en busca de promoci¨®n.
Pero con el ¨¦xito llega tambi¨¦n la cat¨¢strofe. Ha logrado lo que se hab¨ªa propuesto, pero a mayor poder, mayores enemigos. ?stos le acusan de cohecho en la concesi¨®n de patentes y de venalidad en el cargo. En 12 de las 18 acusaciones reconocer haber aceptado pagos y obsequios mientras instru¨ªa las causas. Est¨¢ mal de salud y suplica a sus acusadores ¡°compasi¨®n con una pobre ca?a quebrada¡±. Le conminan a una confesi¨®n p¨²blica ante la C¨¢mara, pero logra evitar la humillaci¨®n. Se le condena a prisi¨®n en la Torre de Londres (hasta que lo dictamine el rey) y a pagar 40.000 libras. Tambi¨¦n se le excluye del Parlamento, se le incapacita a ejercer cargos p¨²blicos y se le obliga a mantenerse alejado de la corte en un radio de 12 millas. Pero la suerte finalmente le sonr¨ªe. El rey le concede el indulto y s¨®lo pasa en la Torre algunos d¨ªas. Desplegar¨¢ una incansable energ¨ªa en recuperar su honor y verse rehabilitado como ciudadano. No lograr¨¢ ese ¨²ltimo deseo.
Morir¨¢ por una ocurrencia y un resfriado. Se le ocurre utilizar la nieve para preservar los cuerpos de la corrupci¨®n. Tras una nevada, compra una gallina y, con la ayuda de la mujer que se la vendi¨®, hace all¨ª mismo el experimento. El fr¨ªo le afecta y se siente gravemente enfermo. Se refugia en la casa de un amigo ausente. Tiene ¨¢nimos para escribirle: ¡°A punto de correr la suerte de Cayo Plinio el Viejo, que muri¨® mientras experimentaba con el fuego del Vesubio¡±. No se equivoca. Pocos d¨ªas despu¨¦s muere ahogado por la bronquitis.
Los ¨ªdolos de la mente
La mente es un prisma deforme que distorsiona la naturaleza de la luz. Para complicar a¨²n m¨¢s las cosas, la naturaleza es mucho m¨¢s complicada que la mente que trata de descifrarla. ¡°Sus sutilezas est¨¢n m¨¢s all¨¢ del sentido o el intelecto¡±. Bacon nunca se plantea el hecho de que la mente sea ya naturaleza. A esta dificultad se a?ade otra, la mente tiene sus propios ¨ªdolos, sus propios sesgos e inclinaciones, que la inducen al error. Son cuatro. Los ¨ªdolos de la tribu (propios de la especie humana). Los ¨ªdolos de la caverna (propios de cada individuo). Los ¨ªdolos del foro (propios del lenguaje y la cultura). Y los ¨ªdolos del teatro (propios de los sistemas filos¨®ficos heredados).
Muchos se complacen en adorar la mente y defender la nobleza del pensamiento. No entienden que la mente es una enredadera. Un espejo ¡°que modifica los rayos de las cosas en virtud de su propia figura y corte¡±. La mente inserta y mezcla, sin fidelidad alguna, su propia naturaleza con la naturaleza de las cosas. Los ¨ªdolos de la mente nunca podr¨¢n eliminarse del todo (s¨®lo se puede conocer lo falso), pero se pueden minimizar sus efectos. La mente, abandonada a s¨ª misma, tiene adem¨¢s una naturaleza itinerante, vagabunda y miscel¨¢nea. Por eso triunfaron los peri¨®dicos y ahora lo hacen los reels. Salta gustosa de lo fr¨ªvolo a lo tr¨¢gico, de lo dram¨¢tico a lo c¨®mico, de la curiosidad al hast¨ªo.
La imagen de Bacon es precisa. La mente es como un ¡°espejo encantado¡±. No es una tabula rasa, ni se puede escribir sobre ello sin evitar que lo nuevo se mezcle con lo viejo. Entre los ¨ªdolos de la tribu est¨¢ el prejuicio de que el hombre es la medida de todas las cosas. La mente no s¨®lo refleja, de un modo desigual, los rayos de la naturaleza, sino que tiende a dejarse arrastrar por las emociones o las impresiones de los sentidos. Mezcla su propia naturaleza con la de las cosas, distorsionando y recubriendo a ¨¦stas. Tiende a imaginar que lo que es fluctuante es constante, a ver en las cosas un orden mayor que el que realmente tienen, a suponer semejanzas e ignorar excepciones.
¡°Las monarqu¨ªas se inclinan a su propio medro y placer, las rep¨²blicas a la gloria y vanidad, las universidades a la sofister¨ªa y afectaci¨®n, los monasterios a las f¨¢bulas¡±
Los ¨ªdolos de la caverna nacen del temperamento individual, del cuerpo y el esp¨ªritu de cada cual. Cada individuo vive en su propia caverna, hecha de restos del pasado, de la educaci¨®n recibida y los libros le¨ªdos, de lo visto y lo escuchado. Todos ellos ¡°corrompen la luz de la naturaleza¡±. Unos ingenios tienen m¨¢s facilidad para percibir semejanzas, otros para las diferencias. Unos veneran la antig¨¹edad y otros la novedad. Unos prefieren los detalles, otros las generalidades. Pero las cosas nuevas siempre ser¨¢n entendidas por analog¨ªa con las viejas. (A Bacon s¨®lo le falta mencionar las acciones del pasado para situarse en el modelo mental del budismo).
Respeto a los ¨ªdolos del foro, ¡°los m¨¢s fastidiosos de todos¡±, son el efecto general del hechizo del lenguaje y el habla com¨²n. De palabras confusas, mal definidas o mal abstra¨ªdas, in¨²tiles y sof¨ªsticas. Pero tambi¨¦n se deben a las distorsiones que introducen los doctos, las leyendas, el car¨¢cter de los pueblos, la fantas¨ªa y la ret¨®rica, ¡°que ejercen una extraordinaria violencia sobre el entendimiento y lo perturban todo¡±, llevando a est¨¦riles controversias y ficciones. Respecto a los ¨ªdolos del foro, Bacon cita las instituciones y sus diversos sesgos, que no ayudan al conocimiento, anticipando una de las tesis fundamentales de la sociolog¨ªa de la ciencia. ¡°No hay forma de Estado o sociedad, clase social o categor¨ªa profesional, que no encierre un punto de contrariedad respecto al genuino saber. Las monarqu¨ªas se inclinan a su propio medro y placer, las rep¨²blicas a la gloria y vanidad, las universidades a la sofister¨ªa y afectaci¨®n, los monasterios a las f¨¢bulas.¡±
Finalmente, los ¨ªdolos del teatro son los diferentes dogmas de las filosof¨ªas. Entre ellos la man¨ªa de mezclar la filosof¨ªa natural con la teolog¨ªa, el mundo natural con el divino. Esos ¨ªdolos proceden no s¨®lo las sectas antiguas, sino tambi¨¦n las fantas¨ªas de los alquimistas, que imaginan paralelismos y correspondencias donde no existen, y de los escol¨¢sticos. Algo que se aprecia en la filosof¨ªa natural de Arist¨®teles, ¡°que es esclava de su l¨®gica, hasta el punto de volverla in¨²til¡±. Los alquimistas se van al otro extremo y elaboran, a partir de unos cuantos experimentos en el horno, ¡°una filosof¨ªa fant¨¢stica y de escaso alcance¡±, ¡°un parloteo propio de ni?os¡±. Y cita un proverbio que recoge S¨¦neca: ¡°el que corre fuera del camino, cuanto m¨¢s h¨¢bil y veloz sea, mayor ser¨¢ su error o desv¨ªo¡±. Se llaman ¡°del teatro¡± porque pueden ser m¨¢s elegantes y hermosos que las verdaderas narraciones, y sus fantas¨ªas alejan de la verdad.
El origen de estas falsas filosof¨ªas es triple: sof¨ªstico, emp¨ªrico y supersticioso. El primero, Bacon lo atribuye a Arist¨®teles. La sabidur¨ªa griega era profesoral y pr¨®diga en disputas. Se abr¨ªan escuelas y se cobraba por la ense?anza. Esto llev¨® a la corrupci¨®n del conocimiento mediante la palabrer¨ªa y la dial¨¦ctica. El segundo, a los alquimistas, una filosof¨ªa ¡°m¨¢s digna de risa que de pena¡±, que ¡°abruma al g¨¦nero humano con sus promesas de prolongaci¨®n de la vida y la postergaci¨®n de la vejez¡±. El tercero, a escuelas paganas como la de Pit¨¢goras o a otras ¡°que intentan fundar la filosof¨ªa natural en el G¨¦nesis o en el Libro de Job. La insana mezcla de lo divino y lo natural desemboca en una filosof¨ªa fant¨¢stica y una religi¨®n her¨¦tica¡±. Esta mezcla es el peor de los males para Bacon y anticipa la partici¨®n cartesiana. ¡°La filosof¨ªa natural es, despu¨¦s de la Escritura, la mejor medicina contra la superstici¨®n y un alimento excelente para la fe. Una nos manifiesta la voluntad de Dios, la otra su poder¡±. Esa aversi¨®n a la mezcla la asume Kant. Bacon s¨®lo salva a algunos presocr¨¢ticos: Emp¨¦docles, Anax¨¢goras, Parm¨¦nides o Her¨¢clito, ¡°que no abrieron escuelas, sino que se entregaron en silencio a la investigaci¨®n¡±. Tambi¨¦n se?ala a los mecanicistas que ¡°no dicen nada del apetito de los cuerpos¡±. El entendimiento debe guardarse de estas visiones precipitadas y, en muchos casos, desaprender lo aprendido. S¨®lo as¨ª puede llegarse a cierta ¡°purificaci¨®n de la mente¡±.
Los ¨ªdolos mencionados perturban la mente, que ¡°es m¨®vil y no es capaz de detenerse o reposar¡±. El entendimiento no es una ¡°luz seca¡±, sino que experimenta la influencia del deseo, la voluntad y los afectos, las esperanzas y los temores. Bacon no sugiere, como har¨¢ el pensamiento indio, transformar la mente para as¨ª transformar el mundo. El mundo est¨¢ ah¨ª fuera y sigue su curso. Debemos adaptarnos a sus leyes si queremos dominarlo y obtener el fruto esencial del conocimiento, que es el bienestar material.
La creencia en el progreso
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el mito moderno del progreso de la ciencia y la acumulaci¨®n del conocimiento nace con Francis Bacon. Los tiempos est¨¢n maduros y el canciller de Inglaterra asiste a ese parto. Una idea de gran calado que, a pesar de haber sido desmentida por algunos fil¨®sofos de la ciencia (Popper, Kuhn, Skolimowski), sigue muy presente en el consciente colectivo. Las distintas variedades del saber, por ser distintas, no son acumulables. Cada ciencia crea su propia espiral de conocimiento. No hay progresi¨®n posible en el conjunto. Desde nuestra perspectiva, m¨¢s humanista, las ciencias evolucionan e involucionan respecto a un ¨²nico par¨¢metro: la libertad humana. Bacon crey¨® que las diferentes ramas del conocimiento converg¨ªan como las de un ¨¢rbol. El tronco de la ciencia universal ser¨ªa el fundamento de las ciencias particulares. Ese tronco para Descartes eran las matem¨¢ticas (la ciencia incolora de lo cuantitativo). Para Bacon, ese tronco es una filosof¨ªa primera que hace acopio de axiomas y observaciones provechosas, que no caen dentro de las ciencias particulares, sino que son m¨¢s comunes y de mayor nivel.
Bacon no es un mecanicista como lo ser¨¢ Descartes. Cree que para conseguir resultados t¨¦cnicos importantes hay que recurrir no a la mec¨¢nica, sino a la magia natural. Desprecia ¡°la exquisitez y arrogancia de los matem¨¢ticos, que van a necesitar casi que esta ciencia domine a la f¨ªsica¡±. Su ciencia no reconoce el papel fundamental que m¨¢s tarde se otorgar¨¢ a las matem¨¢ticas. Tampoco a los metaf¨ªsicos, ¡°que son como las estrellas, que poco alumbran de lo altas que est¨¢n¡±. Rechaza como Descartes la idea de un espacio vac¨ªo. El espacio tiene una estructura sutil que quiz¨¢ quede fuera del alcance de la investigaci¨®n humana. El verdadero fil¨®sofo debe parecerse a la abeja, no a la hormiga, que simplemente almacena, ni a la ara?a, que, como el l¨®gico, saca del interior su tela. Debe aprender a extraer la materia, saber elaborarla y darle forma, como hace la abeja.
La nueva ciencia que propone se encargar¨¢ de acabar con las miserias que afligen al g¨¦nero humano, mejorando las condiciones de vida. En esto acert¨® y, lo que esperaba de ellas, se ha cumplido. Al menos en esa parte del planeta, que ha tenido los recursos para desarrollarlas (gracias, entre otros factores, al impulso colonial). Pero no advirti¨® el lado oscuro de las pr¨¢cticas cient¨ªficas, su poder destructivo, que es el precio que la vida del planeta debe pagar por ellas.
Una ciencia colectiva
Bacon fue un enciclopedista antes de los enciclopedistas, el m¨¢s expl¨ªcito e influyente de los defensores de la ciencia como empresa colectiva, donde el trabajo se encuentra dividido en disciplinas. Sugiere al rey Jacobo que asigne gastos para experimentos, como hizo Alejandro con Arist¨®teles, pagando a cazadores, pescadores y pajareros a fin de compilar una historia natural. Propone revisar las ordenanzas de las universidades, que proceden de ¨¦pocas oscuras, reclama una restructuraci¨®n de los m¨¦todos y una mayor comunicaci¨®n entre las universidades europeas, mediante fraternidades o correspondencias que faciliten una inteligencia mutua.
En la Nueva Atl¨¢ntida, la utop¨ªa baconiana, la Casa de Salom¨®n es la instituci¨®n que gu¨ªa el conocimiento. Su objetivo es ensanchar los l¨ªmites del imperio humano. Se trata de una empresa colectiva. Unos viajan, otros extraen material de los libros, otros realizan experimentos, otros ordenan los datos, otros conciben nuevos experimentos. Nace as¨ª el especialista, que vive en su propio pozo (que cava con denuedo) y traza su particular horizonte de sucesos, pero cuya renuncia contribuir¨¢ al bien general. Esta propuesta de Bacon cuajar¨¢ en el mundo moderno. La ciencia es una empresa colectiva de expertos, cada uno de los cuales pone su grano de arena para una visi¨®n general, que no siempre es posible ni se fomenta. En este momento de la historia, con las mejores intenciones, nace la irresponsabilidad del especialista que, como dec¨ªa Huxley, puede ser m¨¢s peligroso que el ignorante. Se promueven las visiones parciales y penetrantes, tan especializadas, que resultan alienantes.
La Gran Restauraci¨®n
La Restauraci¨®n pasa por la renovaci¨®n de la l¨®gica. Se presenta como un nuevo organum que remplace al de Arist¨®teles. La ciencia no puede arrancar de las tinieblas de la antig¨¹edad, sino de la luz de la naturaleza. En su lectura del G¨¦nesis, Bacon comenta que en el primer d¨ªa Dios cre¨® la luz, y a esa tarea consagr¨® toda la jornada, sin producir en ella nada material. A las cosas materiales consagrar¨ªa los d¨ªas siguientes. Penetrar en los secretos de la naturaleza consiste en acercarse cuidadosamente a esa luz primera. Pese a reconocer esa condici¨®n de la luz, Bacon no se sit¨²a en la claridad geom¨¦trica de Galileo o Descartes, sino que se mantiene m¨¢s cerca de la tradici¨®n m¨¢gico-naturalista del Renacimiento, aunque con frecuencia reniegue de sus fantas¨ªas e imaginaciones vanas.
Bacon entiende el pecado original como la ambici¨®n por un conocimiento moral que aparatar¨ªa al hombre del Creador. Y entiende el conocimiento de la naturaleza como el juego infantil del escondite que Dios juega con sus criaturas. El fin de la ciencia no ser¨ªa el placer del alma, el amor a la disputa, la fama o el poder personal, u otros fines inferiores, sino el beneficio y las necesidades de la vida. Los ¨¢ngeles cayeron por el apetito de poder, los hombres por el apetito de saber. Pero en la caridad no puede haber exceso y ese saber que busca perfecciona el esp¨ªritu de la caridad. Como puede observarse, se trata de una magnifica ret¨®rica. Marx dec¨ªa que el materialismo de Bacon estaba cargado de inconsistencias teol¨®gicas.
Los principales humanistas Erasmo, Moro o Maquiavelo, apenas tuvieron inter¨¦s por la naturaleza. Maquiavelo mantuvo una relaci¨®n problem¨¢tica con ella. El mundo natural se encontraba deca¨ªdo y necesitaba una renovaci¨®n por la magia. Bacon comparti¨® con ellos su hostilidad respecto al modo escol¨¢stico de pensar, con sus interminables disputas. Pero dio un paso m¨¢s, al rechazar el silogismo, que ¡°hace que la naturaleza se nos escape de las manos¡±. Pues ¡°el silogismo consta de proposiciones, las proposiciones de palabras, y las palabras son etiquetas y signos de las nociones. Y si las nociones mismas de la mente han sido mal abstra¨ªdas y no est¨¢n lo suficientemente definidas, todo se viene abajo¡±. La materia no es homog¨¦nea ni abstracta. Su movimiento eterno es una fuerza viva que no puede reducirse a un modelo mec¨¢nico. Se necesita otro tipo de inducci¨®n, ¡°extra¨ªda de las mismas v¨ªsceras de la naturaleza¡±. El punto de partida del conocimiento es el v¨ªnculo causal. Todo conocimiento genuino debe apoyarse en el mayor n¨²mero posible de hechos. Al confrontarlos, es posible elevarse de lo particular a lo general. Sin negar la necesidad del pensamiento abstracto, Bacon menosprecia la deducci¨®n. Su teor¨ªa de la inducci¨®n se?ala por primera vez el valor de las instancias negativas: los casos que contradicen la generalizaci¨®n y exigen su revisi¨®n.
Detractor de la especulaci¨®n abstracta, insta a las inteligencias a que desciendan a las cosas y advierte que la ciencia es una empresa colectiva
Bacon ha pasado a la historia como uno de los fundadores de la ciencia moderna. Tuvo, claro est¨¢, precedentes. Los franciscanos de Oxford, William Ockham y Duns Scotus hab¨ªan desmontado la s¨ªntesis aristot¨¦lica de Aquino. Detractor de la especulaci¨®n abstracta, insta a las inteligencias a que desciendan a las cosas y advierte que la ciencia es una empresa colectiva y que la historia natural est¨¢ por escribir. ?l ya no tiene el tiempo ni se ve capacitado para hacerlo, pero espera que en el futuro se sigan sus indicaciones. Se?ala el camino y, aunque no lo recorre, dibuja un itinerario. Pese a sus continuos elogios de los diferentes inventos que han despertado a la humanidad del sue?o especulativo, como la p¨®lvora, la br¨²jula o la imprenta, ¨¦l mismo no fue capaz de realizar ning¨²n descubrimiento significativo. Se enred¨® con terminolog¨ªas farragosas y est¨¦riles, como las 27 instancias prerrogativas, que parecen m¨¢s la obra de un man¨ªaco de los detalles que el trabajo de un esp¨ªritu pr¨¢ctico. Pero se mantendr¨¢ fiel a la consigna ¡°saber es poder¡± y a la idea de que el conocimiento del mundo natural es el instrumento m¨¢s ¨²til para acabar con las miserias humanas y mejorar sus condiciones materiales de vida.
Muchas de las ideas de Bacon fueron innovadoras y hoy las hemos asimilado completamente. Respecto a la ret¨®rica de lo elemental, afirma que las ciencias ¡°no podr¨¢n llegar al ¨¢tomo, que presupone el vac¨ªo y una materia inmutable (ambas cosas falsas)¡±. Lo que quiere decir es que un ¨¢tomo aislado (como una palabra aislada) es una entelequia insostenible. La teor¨ªa cu¨¢ntica lo ha confirmado.
Un ¨²ltimo apunte. Bacon hace el primer movimiento para revertir la supuesta inferioridad de la t¨¦cnica respecto a la ciencia, del desprecio de Plat¨®n y Arist¨®teles hacia el trabajo manual, cuyo origen est¨¢ entre las clases militares y olig¨¢rquicas de la esclavista sociedad griega. El desprecio hacia el esclavo se confunde con el desprecio a las actividades manuales. Bacon acusa a Arist¨®teles de concebir el mundo a partir de meras distinciones verbales. Telara?as de gran agudeza, pero telara?as. Pretende establecer una uni¨®n m¨¢s estrecha entre Minerva y Vulcano, entre la contemplaci¨®n filos¨®fica y el horno del experimentador. Lucha frontalmente contra la separaci¨®n entre ciencia y t¨¦cnica. La antigua contraposici¨®n es ileg¨ªtima para la nueva ciencia. La verdad no puede estar separada de la utilidad. Y los grandes descubrimientos: la imprenta, la br¨²jula, la p¨®lvora, ya ha empezado a guiar la historia. Pero el progreso de la teor¨ªa y el de la pr¨¢ctica, de la verdad y la utilidad, han de ir de la mano. La fe de Bacon se convertir¨¢ en la fe moderna. Pero la parte activa de las ciencias debe delimitar y determinar la contemplativa. Hoy lo dir¨ªamos as¨ª: la t¨¦cnica marca y dirige los pasos de la ciencia. ¡°Las causas finales corrompen las ciencias, excepto en lo que se refiere a las acciones humanas.¡± Lo divino queda para la raz¨®n pr¨¢ctica, la ciencia, para la raz¨®n pura. En esa din¨¢mica nos movemos todav¨ªa.
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