Aldous Huxley: la eternidad es tan real como la mierda
En ¡®Las puertas de la percepci¨®n¡¯ y otras de sus obras, el escritor y fil¨®sofo explor¨® la intuici¨®n de que la experiencia psicod¨¦lica nos obligar¨¢ a reevaluar muchas de las ideas tradicionales sobre la naturaleza de la mente, la ¨¦tica y la religi¨®n
Si las puertas de la percepci¨®n fueran depuradas,
todo se mostrar¨ªa tal cual es, infinito.
William Blake
La frase se la dijo Aldous Huxley bajo los efectos de la mescalina a la terapeuta italiana Laura Archera. M¨¢s tarde, ella se convertir¨ªa en su mujer. La pareja se instal¨® en Los ?ngeles, justo detr¨¢s de la O del famoso letrero de Hollywood, corr¨ªa el a?o 1955. Los Huxley se imbuyeron de lleno en la investigaci¨®n con psicotr¨®picos, las tradiciones orientales, el hipnotismo y la visi¨®n m¨ªstica de la realidad. Viajaron a M¨¦xico para conocer de cerca a Mar¨ªa Sabina, chamana mazateca experta en ceremonias de curaci¨®n con hongos sagrados. La investigaci¨®n con psicod¨¦licos proseguir¨ªa hasta el final de su vida. Laura administrar¨¢ 100 miligramos de LSD a Huxley, enfermo terminal de c¨¢ncer, y el escritor atravesar¨¢ serenamente el umbral el d¨ªa en que John. F. Kennedy es asesinado en Dallas.
Aldous Huxley es nieto del bi¨®logo T. H. Huxley, presidente de la Royal Society y conocido como ¡°el bulldog de Darwin¡±, por su f¨¦rreo agnosticismo y su defensa ac¨¦rrima de la teor¨ªa de la evoluci¨®n. Por parte de madre, desciende del poeta y te¨®logo Matthew Arnold. En su figura convergen las ciencias y las humanidades. Su familia (donde no es admisible no ser brillante) forma parte de la ¨¦lite intelectual inglesa. Recibe su educaci¨®n en Eton y Oxford, pero vivir¨¢ relativamente aislado de los c¨ªrculos intelectuales, en peque?os pueblos de Italia y Francia, en las estribaciones del desierto de Mojave y en colinas de Hollywood. No inventa nada, no es un pionero ni un descubridor. Como Confucio, se limita a trasmitir una cultura antigua, una filosof¨ªa perenne. Tiene olfato para la distop¨ªa, para anticipar posibles escenarios de la historia. Como dice una de sus bi¨®grafas, su obra produce una sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu. Uno de sus temas recurrentes es el excesivo desarrollo tecnol¨®gico y su impacto en los ecosistemas, el otro, sobre todo al final de su vida, el llamado ¡°germen m¨ªstico¡± (que habita en todas las personas) y una particular teor¨ªa de la mente en la l¨ªnea de William James, de algunas filosof¨ªas orientales y de sus propias experiencias psicod¨¦licas.
Salir del propio c¨ªrculo de luz. Cada ser vivo vive en un universo propio. El de la tortuga, el b¨²ho o la berenjena poco tienen que ver con el nuestro. Pero el nuestro, con sus galaxias, estrellas y a?os luz, no es m¨¢s verdadero que aquellos. La inteligencia vegetal, como la v¨ªrica o bacteriol¨®gica, forma parte de lo que somos. La seta, fruto del hongo, es el puente entre el mundo vegetal y el animal. La seta carece de clorofila y est¨¢ formada de celulosa y quitina (ambos componentes animales que se encuentran en los caparazones de los insectos). Su naturaleza ambigua la acerca al coral, animal plantado en los fondos marinos. La inteligencia vegetal puede penetrar en la humana.
En la ¨²ltima d¨¦cada de su vida, Huxley particip¨® en diez sesiones psicod¨¦licas (documentadas). Bajo supervisi¨®n m¨¦dica experiment¨® cuatro veces con mescalina (cactus), cuatro con LDS y dos con psilocibina (hongos). En ellas constat¨® que el mundo interior es tan vasto como el espacio exterior. En una carta a Thomas Merton, defendi¨® el uso de estas sustancias para suscitar experiencias unitivas, en general afortunadas, aunque tambi¨¦n las hay infernales y profundamente turbadoras. Nada nuevo. Ya ocurri¨® a los Padres del desierto o en las llamadas ¡°tentaciones¡± de Buda o San Antonio. Sea como fuere, la experiencia resulta profundamente significativa y la persona nunca volver¨¢ a ser la misma. ¡°Mi primera experiencia fue primordialmente est¨¦tica. Las experiencias posteriores fueron de otra naturaleza y me ayudaron a entender muchas de las oscuras afirmaciones de m¨ªsticos cristianos y orientales. Un sentimiento inefable de gratitud por el hecho de haber nacido en este universo. La gratitud es el cielo mismo, hab¨ªa dicho Blake. Ahora s¨¦ exactamente a qu¨¦ se refer¨ªa. Una trascendencia respecto a la relaci¨®n corriente sujeto-objeto. Una trascendencia respecto al miedo a la muerte. Un sentimiento de solidaridad con el mundo y con su principio espiritual y la convicci¨®n de que, a pesar del dolor, la maldad y todo lo dem¨¢s, las cosas est¨¢n de alguna manera en perfecta condici¨®n¡±. El mundo es bueno tal cual es. Se puede confiar en ¨¦l. La confianza y la gratitud son los ejes fundamentales de este tipo de experiencias. ¡°Aunque ?l me mate, confiar¨¦ en ?l¡± (Julian de Norwich). Huxley comprende, con su cuerpo y su mente, que Dios es Amor. La experiencia es pasajera (como todo lo de aqu¨ª abajo) pero su recuerdo tiende a reaparecer luego, espont¨¢neamente o durante la meditaci¨®n, y ejerce una influencia prolongada y beneficiosa en el sujeto.
En una ma?ana de mayo de 1953, en las colinas de Hollywood, el doctor Osmond agita un vaso mientras observa c¨®mo los cristales blancos de mescalina giran y dejan un rastro aceitoso en el agua. No sabe si la dosis ser¨¢ excesiva o insuficiente. Teme convertirse en el hombre que hizo enloquecer a Huxley. El escritor ha adquirido un dict¨¢fono para la ocasi¨®n. Inspirado en William Blake, su intenci¨®n es limpiar las puertas de la percepci¨®n, dejarlas di¨¢fanas para que se manifieste la persona tal cual es: infinita.
Dos a?os m¨¢s tarde (diciembre de 1955), Huxley tendr¨¢ su primera experiencia con 75 microgramos de LSD 25. La sustancia le parece m¨¢s potente que la mescalina. Los efectos son parecidos: la transfiguraci¨®n del mundo exterior y la comprensi¨®n de que el Amor es Uno y constituye el sustrato esencial de la existencia. No hay visiones. Ni siquiera con los ojos cerrados. Escucha la Ofrenda musical y la Suite en s¨ª menor de Bach. La experiencia es abrumadora. En comparaci¨®n con Bach, el canto gregoriano le parece grotesco. ¡°La voz solitaria que berreaba sus aleluyas y kiries me parec¨ªa un gigantesco lacayo rindiendo servil homenaje a Luis XIV¡±. Bach le parece, por el contrario, capaz de expresar la naturaleza de la realidad, la creaci¨®n perpetua, y, al mismo tiempo, una demostraci¨®n de que la muerte es necesaria y la eternidad axiom¨¢tica. La m¨²sica de Bach ilustra ¡°la inmensa manifestaci¨®n de lo Otro, pero lo Otro canalizado, controlado, accesible mediante la intervenci¨®n del intelecto, los sentidos y las emociones¡±. Siente la perfecci¨®n esencial del universo y la imparcialidad del Uno. Bach le parece m¨¢s fiel a la realidad que la m¨²sica religiosa sentimental (r¨¦quiems o misas solemnes). El amor es el puente entre lo objetivo y lo subjetivo, la unidad y la multiplicidad, nirvana y sa?s¨¡ra.
En la ¨²ltima d¨¦cada de su vida, Huxley particip¨® en diez sesiones psicod¨¦licas. En ellas constat¨® que el mundo interior es tan vasto como el espacio exterior
La mescalina y el LSD son potenciadores de la educaci¨®n no verbal y puede resultar terap¨¦uticos para alcoh¨®licos y enfermos terminales. La sustancia gu¨ªa la mente del paciente (sin las palabras, sugerencias o imposiciones del m¨¦dico o cl¨¦rigo), hacia el hecho primordial (cuya comprensi¨®n implica la salud perfecta mientras dura la experiencia). Huxley saca algunas conclusiones: el efecto estrobosc¨®pico no es retiniano. El simbolismo, como el lenguaje, es un se?uelo hediondo. ¡°Ojal¨¢ el viejo Jung no fuera tan aficionado a los s¨ªmbolos. El problema de los alemanes es que siempre recuerdan la frase m¨¢s tonta de Goethe: ¡®Lo ef¨ªmero es s¨®lo una par¨¢bola¡¯. Jam¨¢s se dijo un embuste mayor¡±. (Coincido con la intuici¨®n lis¨¦rgica de Huxley). El mundo natural, proteico y mutante, es tan real como lo eterno e inmutable. Lo divino es su relaci¨®n, el magnetismo amoroso que se establece entre ambos. Lo divino no es lo inmutable, tampoco el cambio, lo divino es esa devoci¨®n mutua. El se?uelo del simbolismo, que es el se?uelo del lenguaje: ¡°Esto presente representa a aquello trascendente¡±, ha desorientado a las mentes m¨¢s brillantes. ¡°De ah¨ª la jungla en la que viven los jungianos, y su estilo ampuloso y exuberante¡±.
Pero Huxley quiere dejar de lado la tendencia a juzgar. Abandonar la discusi¨®n, como suger¨ªa N¨¡g¨¡rjuna, ¡°conocer el estado de Amor y permanecer en ¨¦l¡±. La experiencia desmiente a Plat¨®n. Lo real no es el Bien, la Belleza y la Verdad. Lo real es Amor. La visi¨®n plat¨®nica ¡°es una formulaci¨®n incorrecta de los hechos. El bien implica el mal y por lo tanto perpet¨²a el dualismo. El Amor reconcilia todos los opuestos y es el Uno¡±. Todo lo dem¨¢s es idolatr¨ªa. Siente la intensidad de la presencia de las cosas, su inextricable belleza y luminosidad. ¡°El amor des-objetiva la cosa o la persona percibida y al mismo tiempo des-subjetiva al perceptor, que deja de ver el mundo exterior con deseo o aversi¨®n, que no juzga, que deja de ser un yo cargado de emoci¨®n, sino que se descubre como elemento de una realidad dada, que no es un conjunto de objetos y de sujetos, sino una unidad c¨®smica de amor¡±. El amor es la v¨ªa a la compresi¨®n intuitiva del otro. La ventaja de esta visi¨®n es incalculable. Ya no teme morir, ¡°pues la muerte debe ser como esta transici¨®n de lo conocido (compuesto por los h¨¢bitos de toda la vida asociados a la din¨¢mica sujeto-objeto) al hecho c¨®smico desconocido¡±. Ahora bien, la teofan¨ªa es pasajera. Aunque dejar¨¢ un recuerdo indeleble.
El modelo de mente que baraja Huxley es an¨¢logo al de William James o Bergson. El cerebro no produce los pensamientos. Es m¨¢s bien una v¨¢lvula reductora. Un dispositivo encargado de filtrar y seleccionar, dentro de las incontables experiencias, aquellas que son biol¨®gicamente ¨²tiles. Tanto la enfermedad grave como el choque emocional, la experiencia est¨¦tica o la iluminaci¨®n m¨ªstica, tiene el poder de inhibir (cada uno a su manera), las funciones de la personalidad normal, de la actividad cerebral corriente. Lo mismo ocurre con psicod¨¦licos. La idea del siglo XVIII de que el cerebro produce los pensamientos como el h¨ªgado de bilis es rid¨ªcula. Por la sencilla raz¨®n de que la bilis comparte la misma naturaleza que el h¨ªgado, mientras que el pensamiento nada tiene que ver con las interacciones qu¨ªmicas y el¨¦ctricas que se producen en el cerebro. Son de naturaleza distinta. La qu¨ªmica del LSD o la mescalina afecta a ese filtro que es el cerebro, lo abre, recorta su poder reductor, esencial, por otro lado, para la supervivencia biol¨®gica de la especie.
Los hind¨²es dejaron de utilizar sustancias psicoactivas mucho antes de la ¨¦poca v¨¦dica. La respiraci¨®n r¨ªtmica y la concentraci¨®n mental ocuparon el lugar de dichas sustancias. Pero incluso en la tierra del yoga, el cannabis sigue siendo ampliamente utilizado. En la upani?ad mandukya aparece la idea de que el liberado se transforma en luz del mundo, calor de las estrellas, verde de las plantas, azul del mar, rojo del fuego. El tambor de ?iva convoca a la existencia de las cosas, el fuego las destruye. Sonido creador, luz regeneradora. Con su mano derecha, Nataraja dice: ¡°No tem¨¢is¡±. Su pie derecho est¨¢ plantado sobre una horrible criatura, un poderoso enano, manifestaci¨®n del ego¨ªsmo, ¨¢vido y posesivo. El pie izquierdo, alzado, desaf¨ªa danzante la gravedad y su baile mantiene el ritmo del universo.
El fariseo es virtuoso, pero su virtud es compatible con la emoci¨®n negativa, por lo que sus experiencias visionarias ser¨¢n infernales y no beat¨ªficas. La experiencia visionaria no debe confundirse con la experiencia m¨ªstica, que trasciende el ¨¢mbito de los opuestos. La experiencia visionaria se mantiene dentro de ese ¨¢mbito dual, de ah¨ª que pueda ser dichosa o atroz. El cielo implica el infierno y viceversa. Ambos son psicol¨®gicamente ciertos. Como en la vida, todo tiende a cambiar de signo cuando perdura demasiado. Incluso el cielo puede resultar abrumador. Los budistas lo advirtieron: visitar el cielo no es m¨¢s liberador que zambullirse en el horror.
Los antiguos revolucionarios, ya fueran idealistas bondadosos o simples arribistas deseosos de poder, pretend¨ªan transformar la naturaleza humana cambiando su entorno social. Un error estrat¨¦gico. Los revolucionarios del futuro (que es hoy) se abalanzan sobre las mentes y los cuerpos, sobre la propia naturaleza humana. La biotecnolog¨ªa est¨¢ en ello. Es la herramienta fundamental de los nuevos totalitarismos: las guerra bacteriol¨®gicas y virol¨®gicas.
Huxley sugiere que ser¨ªa interesante observar c¨®mo afecta la sustancia a matem¨¢ticos puros, a fil¨®sofos y artistas pl¨¢sticos. El ¨¢cido lis¨¦rgico y la mescalina, como la hipnosis, abren la puerta al ¡°otro mundo¡±. Un otro mundo mental, tan extenso e inconmensurable como el universo, con sus vastos paisajes y desiertos interestelares, con sus c¨²mulos interminables de galaxias. Todos llevamos con nosotros ese vasto universo no humano. Huxley llama a estos mundos las ¡°ant¨ªpodas de la mente¡±. All¨ª se encuentran criaturas tan raras como los canguros. Podemos ir donde est¨¢n y observar estos bichos, que viven al margen de nosotros y fuera de nuestro control. Hay quienes se complacen en ignorarlos, o prefieren limitarse a las barrabasadas de monos encolerizados, pero est¨¢n ah¨ª y antes o despu¨¦s hay que enfrentarlos. Explorar esos mundos es el empe?o de Huxley al final de su vida. Los viajes del pasado son ahora viajes al interior.
Se produce una gran intensificaci¨®n de la luz, que se experimenta tanto con los ojos abiertos como con los ojos cerrados. Se siente que lo visto y lo escuchado tiene un sentido profundo. Pero no simb¨®licamente. Lo visto y lo escuchado no es algo que represente otra cosa, no significan nada al margen de s¨ª mismos. Lo relativo se torna absoluto, lo transitorio eterno. Los habitantes de estas ant¨ªpodas no son los s¨ªmbolos jungianos, ni tienen que ver con la historia secular de la raza. Hay racimos de frutos transparentes con un brillo interior, hay leones con cabeza humana y toros alados. Hay un asno bajo un matorral, tambi¨¦n elementos familiares, rosas y lirios sobre una pradera.
Una conciencia desvinculada del ego
William James atribu¨ªa el ¨¦xito del alcohol en nuestras sociedades a que estimulaba las facultades m¨ªsticas. Bu?uel a que reconciliaba con el mundo. Mientras que la sobriedad reduce y discrimina, la embriaguez expande y dice s¨ª. Ese poder afirmativo, seg¨²n James, ¡°transporta a su devoto de la periferia glacial de las cosas a su n¨²cleo radiante. Entre los pobres y los analfabetos ocupa el lugar de los conciertos sinf¨®nicos y la literatura¡±. Pero los vislumbres de la mente embriagada son s¨®lo un atisbo de la experiencia m¨ªstica. Huxley duda si los avances en farmacolog¨ªa a largo plazo ser¨¢n beneficiosos (nos dar¨¢n benevolencia, paz y alegr¨ªa) o perjudiciales (nos atrapar¨¢n en un laberinto ps¨ªquico), lo que tiene claro es que nos obligar¨¢n a reevaluar muchas de las ideas tradicionales sobre la naturaleza de la mente, sobre ¨¦tica y religi¨®n. Adem¨¢s, la experiencia psicod¨¦lica revela aspectos fundamentales sobre la naturaleza del universo. La certeza de que el yo y el mundo exterior son uno. El postulado ¡°Dios es Amor¡±, que se comprende con la totalidad del propio cuerpo y la mente y cuya veracidad parece axiom¨¢tica (a pesar del dolor, la injusticia y la muerte inherente a la existencia). O la idea de que ¡°la gratitud es el cielo mismo¡±, como afirmaba William Blake, que se resulta luminosamente comprensible bajo los efectos del LSD. Todas estas vivencias, que se saben verdaderas, resultar¨¢n absurdas o incomprensibles desde la experiencia cotidiana.
Las puertas de la percepci¨®n tendr¨¢ un profundo impacto en la cultura estadounidense. ¡°Ser arrancado de ra¨ªz de la percepci¨®n ordinaria y ver durante unas horas sin tiempo el mundo exterior e interior, no como aparece a un animal obsesionado por la supervivencia o a una persona obsesionada con palabras y conceptos, sino como lo percibe directa e incondicionalmente una Inteligencia Libre. Se trata de una experiencia de valor inestimable para cualquiera y especialmente para el intelectual¡±.
Abrir la v¨¢lvula reductora del sistema nervioso, escamotear el filtro del ego. Abrirse a lo que Huxley llama la Inteligencia Libre, esa que s¨®lo puede experimentarse si han sido depuradas las puertas de la percepci¨®n. Bajo los efectos de la mescalina, la capacidad de pensar no se ve disminuida, las impresiones visuales se intensifican (¡°cuanto m¨¢s cercana la cosa, m¨¢s divinamente otra¡±), el ojo recobra algo de la inocencia perceptiva de la infancia, el inter¨¦s por el espacio y el tiempo disminuye y casi se reduce a cero, la voluntad experimenta un cambio profundo, no hay nada urgente, de hecho, no hay nada que hacer. El mundo est¨¢ bien como est¨¢. Ojos transfigurados. Basta con mirar. No se quiere hacer otra cosa. Si fuera siempre as¨ª, ?qu¨¦ ser¨ªa de la supervivencia de la especie?
¡°Todo lo que el ego consciente puede hacer es formular deseos, realizados luego por fuerzas a las que apenas gobierna y a las que no comprende en absoluto. Cuando hace algo m¨¢s, se preocupa, siente aprensi¨®n por lo futuro¡¡±. En el estado psicod¨¦lico la conciencia se ha desvinculado del ego, est¨¢, por as¨ª decir, en s¨ª misma. Se experimenta que la mente (ego) y la conciencia son cosas distintas, separables.
Huxley menciona a los ind¨ªgenas, custodios de estos hongos sagrados, y esboza una cr¨ªtica del logocentrismo y el supremacismo blanco (mucho antes de que existieran estos t¨¦rminos). ¡°En realidad nosotros, los ricos y muy educados blancos, somos lo que andamos con el trasero al aire. Nos cubrimos por delante con alguna filosof¨ªa ¡ªcristiana, marxista, freudiana, f¨ªsica¡ª pero por detr¨¢s andamos al aire, a merced de los vientos de las circunstancias. El m¨ªsero indio, en cambio, ha tenido el ingenio de proteger su trasero complementando la hoja de parra de una teolog¨ªa con el taparrabos de una experiencia trascendental¡±.
Todos los escritores experimentamos el cansancio ontol¨®gico de la palabra. Hablamos demasiado, deber¨ªamos dibujar m¨¢s. Dejar de mirar al mundo a trav¨¦s de los conceptos y las palabras, de escuchar a los fariseos de la ortodoxia verbal. ¡°Cuanto m¨¢s lo pienso, m¨¢s me convenzo de que hay algo in¨²til, mediocre y hasta afectado en la palabra. En cambio, c¨®mo impresiona la gravedad y el silencio de la naturaleza, cuando se est¨¢ cara a cara con ella, sin nada que nos distraiga, ante unos desolados montes¡±. No podemos prescindir, si queremos estar sanos, de la percepci¨®n directa. Esa meditaci¨®n soleada es fundamental para la salud mental. ¡°Lo real es un infinito que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de toda comprensi¨®n, pero puede ser percibido directamente, u desde cierto punto de vista, de modo total¡±. La educaci¨®n en la percepci¨®n es m¨¢s eficaz y realista que la educaci¨®n en lo verbal y la insolencia del razonamiento. Quien regrese, tras haber atravesado las puertas de la percepci¨®n, ya no ser¨¢ el mismo. Y, parad¨®jicamente, ¡°estar¨¢ m¨¢s equipado para comprender la relaci¨®n de las palabras con las cosas, del razonamiento sistem¨¢tico con el insondable misterio¡±. Quien lo prob¨®, lo sabe.
Las sesiones
Huxley ingiere mescalina dos veces en 1955. En cinco horas recibe una serie de ilustraciones luminosas de la m¨¢xima cristiana ¡°no juzgues y no ser¨¢s juzgado¡± y de la budista ¡°la enfermedad de la mente consiste en oponer lo que te gusta a lo que te disgusta¡±. La experiencia, guiada por Laura Archera, es abrumadora. ¡°La conciencia directa y total del Amor como hecho c¨®smico primordial y fundamental. Escuchando a Bach comprende la perfecci¨®n del universo y experimenta la reconciliaci¨®n de los opuestos (nirvana es samsara). En el periodo comprendido entre esas dos sesiones, muere de c¨¢ncer su esposa Marie (que tambi¨¦n hab¨ªa experimentado con hipnosis, mescalina y ololiuqui). Durante las ¨²ltimas horas de Marie, Huxley le lee pasajes del Libro tibetano de la liberaci¨®n mediante la audici¨®n. La mayor parte de su ensayo Cielo e infierno es escrita este a?o.
Un a?o despu¨¦s confiesa por carta a Victoria Ocampo que, tras haber ingerido mescalina, ha llegado a la convicci¨®n de que, a pesar de todo el dolor y toda la tragedia que asola el mundo, el universo est¨¢ en perfectas condiciones. A veces sobreviene una gran aflicci¨®n, pero ese dolor es algo necesario. Se acerca a Leibniz. Poco despu¨¦s conocer¨¢ a T. S. Suzuki en New York. ¡°Un anciano maravilloso que te hace comprender que, en cuestiones de psicolog¨ªa, los budistas de Asia oriental han sido m¨¢s sutiles que los occidentales¡±.
En la sesi¨®n psicod¨¦lica resulta muy ¨²til escuchar m¨²sica (ya se dijo, preferiblemente a Bach), consultar libros de pintura y o¨ªr grabaciones de poes¨ªa o disertaciones religiosas. En 1958 escribe a Albert Hofmann, la primera persona que experiment¨® los efectos del LSD en 1943, y que acaba de identificar y aislar con ¨¦xito la psilocibina de los hongos sagrados de M¨¦xico. Ambos coinciden en la funci¨®n afirmativa de estas sustancias, que pertenecen a la ¡°escuela del s¨ª¡±, a la filosof¨ªa simp¨¢tica (frente a la cr¨ªtica, puritana y farisea), que ayudan a percibir el ¡°n¨²cleo radiante¡± de las cosas. Puede darse un tipo especial de sentimiento o intuici¨®n, el de la unidad de todas las cosas, el ¡°t¨² eres eso¡± de las upani?ad se convierte en fatum indiscutible. ¡°Una experiencia doblemente valiosa que ofrece a quien la experimenta una mejor comprensi¨®n de s¨ª mismo y del mundo, al tiempo que lo ayuda a vivir una vida menos egoc¨¦ntrica y m¨¢s creativa¡±. Nos amamos a nosotros mismos hasta el punto de la idolatr¨ªa, continua Huxley, pero tambi¨¦n nos aborrecemos y nos encontramos indescriptiblemente aburridos, de ah¨ª la b¨²squeda de salidas, la necesidad del olvido de s¨ª. En todos nosotros coexisten esas dos tendencias, el yo idolatrado y el deseo latente de escapar de nuestra individualidad, de la c¨¢rcel el ego. Ese anhelo de trascendencia es inherente a la condici¨®n humana. Es la manifestaci¨®n de capacidad de la mente (eg¨®ica), de participar de la conciencia (no eg¨®ica).
Los riesgos de las sustancias psicod¨¦licas son evidentes. La vida misma es riesgo, aventura. Hay una minor¨ªa lun¨¢tica, inclinada a verdades absolutas, que debe evitar estas sustancias
Para la mayor¨ªa de las personas la religi¨®n es una cuesti¨®n de s¨ªmbolos, una reacci¨®n emocional, intelectual y ¨¦tica a dichos s¨ªmbolos. Huxley considera que la experiencia psicod¨¦lica nos ayuda a desembarazarnos de esa dependencia simb¨®lica, para centrarnos en la experiencia y la intuici¨®n. Busca un lenguaje adecuado para hablar simult¨¢neamente de teolog¨ªa, piscolog¨ªa y bioqu¨ªmica. No lo hay. El erizo no puede compartir su experiencia con el zorro. En literatura, hay escritores erizo y escritores zorro. Hay quienes se ensimisman y quienes se las saben todas. El paradigma de zorro es Shakespeare. El del erizo, Dante. En las ciencias, el problema de la especializaci¨®n es la proliferaci¨®n de erizos. De ah¨ª que la psicolog¨ªa no haya sabido aprovechar la mirada de la literatura, la extraordinaria sutileza psicol¨®gica de los grandes novelistas, Flaubert, Balzac, Proust o Dostoievski, no se estudia en las facultades de psicolog¨ªa. ¡°Sorprende la pobreza de las formulaciones cient¨ªficas cuando se la compara con la riqueza y sutileza extraordinarias que estos autores deslizaron en sus novelas mediante la observaci¨®n y a intuici¨®n¡±. Tampoco se estudian los mitos, los sue?os o la imaginaci¨®n, tres pilares fundamentales de eso que llamamos mente.
Y ahora estamos subyugados por aquello que creamos. La agresi¨®n al ser humano por medio de la biotecnolog¨ªa, la libertad amenazada. El terror, sovi¨¦tico o hitleriano, es un m¨¦todo ineficiente si se compara con la persuasi¨®n. De ah¨ª que hayamos llegado al punto de entregar el sistema inmunol¨®gico a una gran compa?¨ªa farmac¨¦utica. Nuestras defensas son ahora activos en bolsa. Ante el miedo, muchos prefieren entregar su libertad a cambio de seguridad. Pero esa sumisi¨®n acaba por convertirse en una trampa indeseable que amenaza la libertad.
Psicodelia en la Universidad
En noviembre de 1960 Huxley y el psiquiatra Humphry Osmond viajan a Cambridge para encontrarse con Timothy Leary, que est¨¢ llevando a cabo un experimento a gran escala con LSD en la Universidad de Harvard. All¨ª Huxley probar¨¢ la psilocibina por primera vez con un grupo de personas. Le parece curioso que el ved¨¡nta no diga nada del amor, mientras que para el budismo mah¨¡y¨¡na la identificaci¨®n afectiva es un elemento clave en la vocaci¨®n del bodhisattva (y el nirvana sin compasi¨®n no es mejor que el infierno). Leary invita a Huxley a almorzar al Club de Profesores de Harvard. En el men¨², sopa de setas. El ingl¨¦s le parece ¡°un Buda gris, encorvado y gigantesco, p¨¢lido y algo endeble, sabio y bondadoso, con la cabeza bellamente delineada¡±. Es elegante y sonriente, salvo cuando eleva el tono con indignaci¨®n pasajera ante temas como la superpoblaci¨®n o el engreimiento de los psiquiatras. La conversaci¨®n versa sobre los modos de utilizar y estudiar las drogas que expanden la mente, evitando interpretar el ¨¦xtasis como man¨ªa, la serenidad como catatonia o el estado visionario como psicosis. Tampoco seguir¨¢n las tesis conductistas, que excluyen la conciencia y la introspecci¨®n. A Leary le asombra la erudici¨®n de Huxley, que salta con gracilidad del pasado esot¨¦rico del Areopagita o Plotino al presente bioqu¨ªmico de un genio suizo. Albert Hofmann ha sintetizado la psilocibina y ha enviado de vuelta sus p¨ªldoras a la chamana mexicana que se la descubri¨®. La oaxaque?a celebra poder realizar sus rituales todo el a?o, sin tener que esperar la lluvia que hace brotar los hongos.
Huxley y Leary dise?an juntos un proyecto piloto de investigaci¨®n psicod¨¦lica, donde plantean su administraci¨®n a alcoh¨®licos, enfermos de c¨¢ncer y enfermos terminales, con la esperanza de que el hongo convierta la agon¨ªa en un proceso m¨¢s espiritual. Tambi¨¦n se abren a la posibilidad de estudiar la telepat¨ªa bajo los efectos del LSD. Se tratar¨¢ a los participantes como astronautas, se les preparar¨¢ cuidadosamente y se les suministrar¨¢ toda la informaci¨®n posible. Luego se les pedir¨¢ que piloten sus propias naves espaciales, que hagan sus propias observaciones y que las trasmitan al control de tierra. Los sujetos del experimento no ser¨¢n pacientes pasivos sino exploradores heroicos. Huxley participa en las reuniones previas al estudio. Aunque a veces desconecta y entra en trance meditativo, lo que ofusca a los investigadores, que equiparan conciencia con conversaci¨®n.
Los riesgos de las sustancias psicod¨¦licas son evidentes. La vida misma es riesgo, aventura. Hay una minor¨ªa lun¨¢tica, inclinada a verdades absolutas, que debe evitar estas sustancias. Por otro lado, ¡°hay personas a las que unas pocas horas en el infierno, el infierno que ellas mismas se han empe?ado en crear, pueden resultarles infinitamente beneficiosas¡±. Sus efectos difieren en funci¨®n del temperamento y la configuraci¨®n ps¨ªquica de quienes las ingieren. Habr¨¢ quien, tras las evocaciones abrumadoras de materiales sepultados, se quede en el camino. No siempre es conveniente escarbar en el pasado (tan insondable como el futuro). De ah¨ª el riesgo de proferir formulaciones demasiado generalistas. El alcohol no afecta del mismo modo al poeta que al ingeniero, a Cassio (marcial y agresivo) que a Falstaff (melanc¨®lico y flem¨¢tico). Los mismo puede decirse del LSD o la mescalina.
Fuego
Como a los brahmanes, a Huxley le interesan cada vez m¨¢s las piedras preciosas. Son muestras de otros mundos, instancias de lo inmutable y eterno, de un mundo inteligible y plat¨®nico, donde todo brilla. Las esmeraldas y los rub¨ªes no son sino fragmentos infinitesimales de las piedras que pueden verse en esa otra tierra. Nos recuerdan algo que de alg¨²n modo est¨¢ en nuestras mentes. Los diamantes tienen fuego y, al mismo tiempo, una extraordinaria dureza. Las piedras preciosas son fuego cristalizado.
En 1961, un incendio forestal destruye la casa de los Huxley en Deronda Drive, detr¨¢s del c¨¦lebre letrero en la monta?a de Hollywood. Arden los cuatro mil vol¨²menes de su biblioteca y muchos manuscritos, con la excepci¨®n del ya casi completo de Island. Es como empezar de cero. Y le resulta extra?o a su edad. Concede la entrevista m¨¢s larga a la BBC y se encuentra finalmente con Albert Hofmann en Suiza, tras una gira europea de congresos de psicolog¨ªa aplicada y parapsicolog¨ªa (lleva a?os interesado en la hipnosis, la telepat¨ªa y los fen¨®menos psi, como lo estuvo su admirado William James). Reitera su idea de no embellecer ni dramatizar los psicod¨¦licos ante el gran p¨²blico. Se entera de que en San Francisco se ha administrado LSD a cien artistas, que han estado pintado antes, durante y despu¨¦s de ingerir la sustancia. Los ¨®leos est¨¢n siendo valorados por un equipo de cr¨ªticos. En carta a Leary confiesa: ¡°Tienes raz¨®n en lo que concierne a la improductividad del enfoque ¡°cient¨ªfico¡±. Estos idiotas quieren ser pavlovianos y no et¨®logos lorenzianos. P¨¢vlov nunca vio un animal en su estado natural: s¨®lo en condiciones de maltrato. Los chicos ¡®cient¨ªficos¡¯ del LSD proceden del mismo modo con sus sujetos. No es extra?o que den testimonio de psicosis¡±.
M¨¢s adelante escribir¨¢ a Timothy Leary, con quien planea crear una escuela: ¡°Debemos estar atentos a los medios id¨®neos para expandir la conciencia¡±. Yo dir¨ªa, a los medios adecuados para expandir la mente y participar, en mayor grado, de la conciencia. Potenciar la educaci¨®n no verbal del individuo. ¡°Somos beneficiarios de la cultura y, al mismo tiempo, sus v¨ªctimas¡±. Sin la cultura y el lenguaje el ser humano ser¨ªa otra especie de mandril. Pero eso tiene su precio. La cultura libera e hipnotiza al mismo tiempo. Hay que perforar boquetes en los muros de la cultura. Mejor holgar con hongos que darse de palos por palabras. ¡°La mente colectiva humana es muy viscosa y fluye de una posici¨®n a otra con la renuente parsimonia de una marea de cieno¡±. Disponemos de poco tiempo. Las amenazas: el avance de la tecnolog¨ªa, del nacionalismo y de la poblaci¨®n mundial.
Se trata de un asunto urgente. Hace falta una educaci¨®n sobre el silencio mental y la receptividad pura. La conciencia est¨¦tica puede transformarse en conciencia visionaria. Este mundo es perfecto, esa es una verdad axiom¨¢tica para el m¨ªstico. Se comprende la irritaci¨®n del revolucionario, que quiere transformarlo.
No permitas que tu mente te distraiga
Los Huxley comparten casa con Ginny Pfeiffer en Mulholland Highway. Aldous realiza otra prueba con psilocibina. La mayor parte de la sesi¨®n la graba en cinta magnetof¨®nica su esposa Laura, que ejerce de acompa?ante. Constata algo que ya sabe (lo ha le¨ªdo en la Bhagavadg¨©t¨¡ y en los textos budistas), el secreto es hacer las cosas con pasi¨®n y, al mismo tiempo, con una actitud desprendida hacia sus posibles frutos. Experimenta, de nuevo, la ¡°cordura fundamental¡± que existen en el mundo, ¡°a pesar de toda la distracci¨®n y absurda necedad¡±, a pesar de todos los dolores e injusticias. Asoma las narices por el umbral de la muerte, de la mano de su querido libro tibetano.
En la sesi¨®n del d¨ªa 22 de enero de 1962 ha utilizado una dosis peque?a de psilocibina, por no disponer de mucho tiempo. La sesi¨®n dura desde las 10.40 a las 15.00 horas. Esta sustancia interrumpe su efecto de modo dr¨¢stico a las pocas horas, mientras que el LSD queda latente durante muchas horas despu¨¦s de pasado el punto culminante. En la habitaci¨®n hay flores y frutas frescas, libros de arte y discos, unas ramas de acacia que acaban de florecer en el jard¨ªn, un magnet¨®fono y dos peque?os sillones. Experimenta una ¡°comprensi¨®n¡± que debe distinguirse del ¡°conocimiento¡±. La comprensi¨®n es la conciencia directa de materiales en bruto. El conocimiento se adquiere y puede compartirse mediante palabras y s¨ªmbolos. El conocimiento es p¨²blico, la comprensi¨®n privada.
La sustancia tarda en hacer efecto. Mientras, escuchan una cantata de Bach. Normalmente, el sujeto de la experiencia psicod¨¦lica se mueve poco. Pero en esta ocasi¨®n Aldous se levanta y empieza a recorrer el pasillo. Parece preocupado y tiene un aire de agitaci¨®n. Masculla algo en voz baja y poco clara. ¡°Confusi¨®n, terrible confusi¨®n¡¡±. Sus movimientos reflejan una agitaci¨®n inusitada. Laura le pregunta d¨®nde se manifiesta esa confusi¨®n. Responde que en la experiencia despu¨¦s de la muerte, menciona la palabra limbo (por bardo). Laura comenta: ¡°La confusi¨®n es aterradora e intensa, en absoluto agradable, no parece querer o poder traducirla en palabras¡±. Transcurre una media hora. Despu¨¦s, repentinamente, Huxley dice: ¡°Ahora ya est¨¢ bien¡±. Su semblante se transfigura. Se sienta en el sill¨®n, junto al magnet¨®fono, dispuesto a hablar de la experiencia. Habla de la ¡°distracci¨®n total¡±, de la imposibilidad de ¡°fabricar cubos de hielo en un r¨ªo que fluye¡±, del peligro de la adicci¨®n exclusiva a la meditaci¨®n, de la adicci¨®n exclusiva al conocimiento (a lo simb¨®lico), de la adicci¨®n exclusiva a la sabidur¨ªa sin amor. Uno no puede aislarse de sus semejantes y de su entorno. Lo divino es una relaci¨®n. No existe salvaci¨®n privada: uno puede atascarse incluso en la Luz Pura, en lugar de infundirla al ¡°Amor y el trabajo¡±. Tras un rato, se produce un cambio de talante. Laura escribe: ¡°En la voz de Aldous flota una sonrisa tierna, envolvente, mi sonrisa. Creando una atm¨®sfera de amor y de regocijada sorpresa, pero, sobre todo, de ternura¡±.
¡°Este cr¨¢neo tremendamente duro tiene un agujero en alguna parte (risas)¡±. Quiere dar a entender que todas estas ideas han penetrado en su cabeza, no salido de ella. Menciona a Bergson y su idea de cerebro como filtro. ¡°Yo soy mil personas¡±. ¡°Cuando no tienes ning¨²n lugar donde anclar¡±. Seg¨²n Laura, Huxley ha experimentado el estado incorp¨®reo que sucede a la muerte del cuerpo f¨ªsico. Ha entrado en el bardo. No hay donde agarrase. Hay mil personas corriendo en direcciones distintas. Mientras estamos bajo el influjo de la gravedad, en el espacio-tiempo, estamos relativamente controlados. Aqu¨ª es otra cosa. Se ha asomado al estado intermedio descrito por Padmasambhava, donde se exhorta al moribundo a seguir adelante, a ir m¨¢s lejos, a no dejarse estrobar por su cuerpo presente, por amigos y familiares, ingresando en un estado de conciencia m¨¢s dilatado. A los que se quedan, les aconseja que piensen en el ser amado y en su necesidad de un nuevo estado de conciencia, que olviden su propia pena, que lo ayuden a ¡°seguir adelante¡±. ¡°El bardo est¨¢ en lo cierto¡±, afirma Huxley. Hay que aferrase a lo que se sabe, pues de otro modo uno queda a merced de un tornado. ¡°Deber¨ªamos empezar a prepararnos¡ a tener conciencia de la cordura fundamental a pesar de todas las cosas aterradoras¡, y tambi¨¦n de las ext¨¢ticas y maravillosas. No debes ir al cielo, tampoco al infierno, hay que seguir¡¡±.
El bodhisattva no busca la salvaci¨®n personal. No desertar del Amor y del trabajo. Emprender los proyectos con pasi¨®n y con desapego. Deseo ir¨®nico. Ese es el gran misterio de la actividad humana. Huxley ha interiorizado la Bhagavadg¨©t¨¡. ¡°Toda vida va acompa?ada de peque?as muertes. Hay muchas maneras de equivocarse, las personas mejor intencionadas se equivocan. Contemplar¨¦ este Rembrandt¡±. (A su juicio, el pintor m¨¢s extraordinario).
Huxley ha experimentado, en estado psicod¨¦lico, ese sentimiento de solidaridad afectuosa, la perfecci¨®n fundamental del mundo. El flujo amoroso entre lo eterno y lo pasajero. ¡°Ese es el apogeo del yoga: percibir¡±. Imposible trasmitir su naturaleza. Los s¨ªmbolos, las palabras, no sirven. Esa visi¨®n no es para los escapistas.
¡®Finale¡¯
La muerte de Huxley, como la de David Hume, est¨¢ cuidadosamente documentada. Respecto al escoc¨¦s, agn¨®stico, tuvo pendiente a toda la naci¨®n, que esperaba ansiosa su conversi¨®n. No la hubo y muri¨® en paz. Su amigo Adam Smith dio cuenta de ello. Hume escribi¨® el mejor libro que he le¨ªdo sobre la religi¨®n: Los di¨¢logos de la religi¨®n natural. En el caso de Huxley, la cronista es su mujer Laura, que se refiere a su muerte como una ¡°prolongaci¨®n de su obra¡±. El moribundo se parece al reci¨¦n nacido. No puede decirnos c¨®mo se siente, pero absorbe nuestros sentimientos, escucha nuestra voz y siente nuestro contacto. El mayor canal de comunicaci¨®n es probablemente el tacto. Huxley, seg¨²n Laura, muri¨® plenamente consciente y aparentemente sin dolor, escuchando la lectura de un manuscrito sobre la experiencia psicod¨¦lica, inspirado en el libro tibetano de la liberaci¨®n mediante la audici¨®n.
El gu¨ªa aborda al moribundo con el saludo: ¡°Oh, t¨² que has nacido noblemente, no dejes que te distraiga tu mente. No te dejes atrapar por visiones celestiales o infernales, que no son reales, sino proyecciones ilusorias de tus pensamientos y emociones, de tus temores y tus deseos. Hay que seguir adelante. Tener conciencia de la vida universal e impersonal que vive a trav¨¦s de cada uno de nosotros¡±.
El cielo es peligroso, confunde. Adem¨¢s, es temporal. Los pensamientos son objetos. El individuo muerto ve estos objetos y puede quedar atrapado en ellos. Hay que seguir avanzando sin comprometerse con ellos. Comprender que s¨®lo son distracciones. Los tibetanos repiten la admonici¨®n: ¡°Oh, t¨² que has nacido noblemente, no permitas que tu mente te distraiga¡±.
Aldous nunca cambi¨® la escritura a mano por dictados o grabaciones. S¨®lo utilizaba el magnet¨®fono para grabar pasajes literarios que le gustaban y escucharlos momentos antes de conciliar el sue?o, o para registrar sue?os o ideas para futuros libros. La noche antes de su muerte tiene una idea: alquilar un apartamento para que su convalecencia no moleste a Ginny, con quien comparten casa. A la ma?ana siguiente se encuentra muy agitado e inquieto. Quiere que lo muevan continuamente. Ninguna posici¨®n lo alivia. Tiene dificultades para hablar. Tras una llamada de Laura, acude a la casa un m¨¦dico amigo, pionero en el uso de LSD. Laura le pregunta si alguna vez ha administrado LDS a moribundos. Sidney Cohen contesta que en dos ocasiones. En una parece haber producido una reconciliaci¨®n con la muerte, y en la otra no hubo efectos. Laura le pregunta si le parece adecuado ofrec¨¦rselo a Huxley. El m¨¦dico duda. Laura tampoco lo tiene claro. El m¨¦dico sugiere que lo haga de forma indirecta.
En la habitaci¨®n contigua la televisi¨®n est¨¢ encendida. Los noticiarios abren con el asesinato de J. F. Kennedy en Dallas. Poco despu¨¦s Huxley pide un bloc y escribe. ¡°Prueba LDS intramuscular, 100 microgramos¡±. A Laura le tiemblan las manos. El m¨¦dico se ofrece a poner la inyecci¨®n. Laura logra serenarse. Quiere hacerlo ella. Ambos respiran. Laura le pregunta si quiere que ella tambi¨¦n tome una dosis. Aldous asiente. Despu¨¦s de una hora, y sin efectos visibles, Laura le inyecta una nueva dosis. Comienza a hablarle. ¡°Liviano y libre. Te dejas ir ligero y libre, cari?o, hacia adelante y arriba. Vas hacia delante y arriba, vas hacia la luz. Voluntaria, conscientemente, y lo haces maravillosamente¡, vas hacia la luz, hacia un amor mayor¡, es tan f¨¢cil y tan bello¡±. Son las dos de la tarde. Laura susurra estas palabras al o¨ªdo de Aldous y contin¨²a haci¨¦ndolo durante tres o cuatro horas. ¡°?Me oyes?¡±. ?l le aprieta la mano. La respiraci¨®n se torna cada vez m¨¢s lenta, no hay forcejeo ni contracciones. ¡°El cese de la vida no es dram¨¢tico, concluye dolcemente, como una pieza musical¡±.
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